22 de enero, 2023
—No—insistió Jacob—, si he logrado tu favor, te ruego que aceptes este regalo de mi parte. ¡Y qué alivio es ver tu amigable sonrisa! ¡Es como ver el rostro de Dios!
Génesis 33.10 Nueva Traducción Viviente
Esta historia sagrada muestra cuán difícil es la reconciliación. Implica riesgo, se realiza con sacrificio, incluso con daño y toma fe y confianza en su Dios. El “Israel” de la Torá nos enseña, sin embargo, que cuando hacemos esto y finalmente podemos ver “el rostro de Dios” en el rostro de nuestro enemigo y reconciliarnos con nuestro hermano, seremos bendecidos.[1]
Trasfondo
Siguiendo la definición de reconciliación expuesta con anterioridad, el autor en cuestión amplía y desglosa el tema a partir de una mirada cristiana y espiritual, sin dejar de considerar la vertiente psicológica, para considerar el fundamento ético de la reconciliación y las relaciones fundamentales de la reconciliación con otros valores:
a) Con la verdad. No hay
reconciliación auténtica sin reconocimiento de la verdad de las injusticias
cometidas. Las verdades a medias no sirven; es preciso reconocer toda la
verdad, o todo lo que es posible conocer de esa verdad. […]
b) Con la justicia. Tampoco
hay reconciliación auténtica sin reparación de todas y cada una de las
víctimas. […]
c) Con el diálogo. Un
instrumento fundamental en el proceso de la reconciliación, válido para
resolver conflictos familiares, vecinales, sociales, políticos o religiosos, es
el diálogo. El diálogo ha evitado muchos enfrentamientos violentos a lo largo
de la historia y a lo largo y ancho de los continentes… […]
d) Con el perdón. No hay
reconciliación sin perdón. “No hay paz sin perdón”, decía Desmond Tutu,
arzobispo sudafricano. Pedir perdón y otorgarlo. Ninguna ley civil podrá
obligar a conceder o a pedir el perdón; solo la ley moral. Muchas veces es
lo más difícil. Como dice el teólogo Moingt: “La paradoja del perdón consiste
en que ninguna ley humana puede imponerlo, a pesar de ser la piedra angular de
la vida en sociedad”. La reconciliación se consuma cuando se entrelaza el
perdón postulado y el perdón ofrecido.[2]
“Ver tu rostro sonriente es como ver
el rostro de Dios” (vv. 9-11)
El
motivo dominante de esta sección es la repetición del hecho de “ver el rostro
de Dios”, en este caso por segunda vez en el rostro sonriente del hermano. Walter
Brueggemann expone esta relación que es bastante inmediata:
La historia de la reconciliación
fraterna debe estar unida a la afirmación de la temida santidad. El encuentro
con Dios y el encuentro con el hermano corren juntos en la experiencia de
Jacob.
El narrador conoce esta
interrelación por la forma en que ha dispuesto las declaraciones sobre el
motivo del rostro: a) “Después veré su rostro...” (32.20). b)
“Porque he visto a Dios cara a cara, y sin embargo mi vida ha sido
guardada” (32.30). c) “Porque verdaderamente ver tu rostro es
como ver el rostro de Dios” (33.10). Es difícil identificar a los participantes.
En el Dios santo, hay algo del hermano distanciado. Y en el hermano
que perdona, hay algo de la bendición de Dios. Jacob ha visto el
rostro de Dios.[3]
La visión del rostro fraterno como rostro
divino forma parte del forcejeo por aceptar los regalos, la reparación del
daño, la retribución por lo sucedido tiempo atrás (v. 10a). Se subraya también la
generosidad de Dios hacia Jacob quien pudo tener “más que suficiente” para
sobrevivir (11a). La afirmación de Jacob sobre el rostro de Dios parece
incidental, pero lo cierto es que esconde algo mucho más profundo, una
intuición que va más allá del momento y la emoción:
Ahora sabe que ver el rostro de
Esaú es así. No se nos dice de qué manera es como el rostro de Dios. Quizás en
ambos sea la experiencia de alivio que uno no muere. El rostro perdonador de
Esaú y el rostro bienhechor de Dios tienen una afinidad. Tal vez sea para
enfrentar el pavor que se puede medir. En ambos casos, hay un imperativo, pero
también algo paralizante. El lisiado no lo es hasta la muerte. El perdón no es
incondicional.
Ni por un minuto el narrador
confunde a Dios y al hermano, cielo y tierra. Pero se ve que lo más secular y
lo más santo se superponen. El permiso para ser Israel (y no Jacob) depende de
la lucha y la victoria. Pero también requiere encontrarse con el hermano. Tal
vez sea necesario conocer al hermano para considerar la cojera como una
bendición. El encuentro religioso y la renovación de la relación no son lo
mismo. Pero vienen juntos y no deben separarse.[4]
Predicar la reconciliación es
predicar el Evangelio
¿Cuántas historias de reconciliación no subyacen a ésta que es un modelo
y un paradigma con un fuerte trasfondo teológico inexplicable?: “A Jacob amé mas
aborrecí a Esaú” (Mal 1.2b-3a; Ro 9.13). Con todo eso, es preciso relacionar la
predicación y el “ministerio de la reconciliación” de la que habla San Pablo (II
Co 5.18b) con éste y otros episodios de reconciliaciones posibles (y también
las aparentemente imposibles, que hay varias), puesto que cumplir con esa tarea
es parte de la llamada abierta a que los seres humanos se reconcilien con Dios,
que es el objetivo máximo de la salvación de la humanidad. Eso mismo es una
invitación a volver a ver el rostro de Dios también:
El tema de la reconciliación toca
la narrativa sobre Dios y la narrativa sobre el hermano. El texto es realista.
Las reconciliaciones rara vez son tan inequívocas como anticipamos. El
encuentro de Jacob con Dios lo dejó como un lisiado empoderado y renombrado. Su
reconciliación con su hermano incluyó el engaño. Las dos reuniones van juntas
en promesa y en precaución.
a) El tema de la reconciliación puede apuntarnos a la afirmación paulina distintiva (II Co 5.16-21). En ese texto, somos invitados a discernir una nueva creación. Lo viejo ha dejado de existir. Mientras que los textos de Gn 32-33 y II Co 5.16-21 son muy diferentes, hay paralelos. En ambos, el comienzo está en la obra reconciliadora de Dios. En ambos, sigue el mandato de la reconciliación horizontal. La intuición paulina puede ayudarnos a comprender la extraña yuxtaposición de Penu’el y Esaú. La cojera de Penu’el puede evitar que hablemos con ligereza del “Nuevo Ser”, ya que la Nueva Criatura puede estar marcada por la cojera como señal de novedad (cf. II Co 4.7-12: “siempre llevamos en el cuerpo, y por todas partes, la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nosotros”, v. 10).[5]
Conclusión
¿Qué rostro/s de Dios brotan de los textos bíblicos? Aquí,
definitivamente es el de Esaú, el hermano agraviado y debilitado que reaparece
con una enorme fortaleza para conmover a su hermano y hacerlo volver al orden,
el amor y la justicia partiendo del temor, el pánico y la ansiedad. Habiendo visto
el rostro de Dios en un extraño, Jacob fue confrontado a mirarlo en el de su
hermano reconciliado. Y al conseguirse ese milagro (toda reconciliación
concreta lo es) alcanza una nueva forma de humanidad con la que enfrentó las
cosas que le esperarían, algunas de las cuales fueron muy difíciles de
soportar.
“Nadie ha visto jamás a Dios (¿ni siquiera Jacob?). Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se perfecciona en nosotros. [...] Si alguno dice: 'Yo amo a Dios', pero odia a su hermano, es un mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto? Nosotros recibimos de él este mandamiento. El que ama a Dios, ame también a su hermano" (I Jn 4.12, 20-21).
El amor a Dios y el amor al hermano van juntos. Queda por preguntar sobre ver y amar. ¿Qué significa ser hijos y herederos de ese hombre, lisiados y benditos, humillados y perdonados? Se dará más de una respuesta. Pero todas las respuestas deben pasar por el prisma del Crucificado. Él es el que sabe a cabalidad de cojear y de bendecir, de inclinarse y perdonar.[6]
[1] Andrea Schneider, “Jacob’s
reconciliation with Esau: a sacred story of restorative justice”, en Indisputably,
9 de noviembre de 2015, http://indisputably.org/2015/11/jacobs-reconciliation-with-esau-a-sacred-story-of-restorative-justice/.
Versión propia.
[2]
Juan María Uriarte, “La reconciliación, tarea eclesial y social”, en Aula
de Teología, 29 de octubre de 2019, p. 2, https://web.unican.es/campuscultural/Documents/Aula%20de%20estudios%20sobre%20religi%C3%B3n/2019-2020/1.%20La%20reconc.%20tarea%20ecls%20y%20social.%20JM%C2%AA%20Uriarte_.pdf.
Énfasis agregado.
[3] W.
Brueggemann, Genesis. Atlanta, John Knox Press, 1982, p. 272. Énfasis
original.
[4] Ibid., p. 273.
[5] Ídem. Énfasis agregado.
[6] Ibid., pp. 273-274.
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