20 de noviembre, 2022
“Ciertamente Dios está en medio de ti, y fuera de Dios no hay otro”.
Isaías 45.14b, Reina-Valera Contemporánea
La relación entre liberación (como proceso repetido varias veces en la historia del pueblo de Dios) y creación obliga a releer con otros ojos buena parte de los episodios fundamentales de dicha historia. La innegable realidad de que ese pueblo conoció a Yahvé primero como libertador y después como creador brota de los textos dedicados a procesar las diversas experiencias históricas que vivió y que se plasmaron como un producto notable de esa dinámica de fe. A ello dedicó páginas luminosas Juan Stam en Las buenas nuevas de la creación, en donde explica con gran claridad:
Basta con abrir la primera página de la Biblia y
luego compararla con la última página, para darnos cuenta de la importancia del
tema de la creación como eje decisivo de todo el pensamiento bíblico. Todo el
mensaje de la Biblia se desenvuelve entre dos relatos de creación, desde
Génesis 1.1, pasando por Isaías 65.17, hasta Apocalipsis 21.1. los primeros
relatos revelan el propósito de Dios para su creación. La coincidencia exacta
de la terminología (con una sola diferencia básica: el adjetivo “nuevo”) no puede
ser casualidad. Indica claramente que la Biblia narra la marcha desde la
creación original hasta la creación final que culminará la acción redentora de
Dios.[1]
Más adelante, acercó magníficamente los dos temas en “Creación y salvación en Isaías 40-66”, como se titula la sección correspondiente y que profundiza en cómo la segunda parte de ese gran libro profético puso frente a frente ambas situaciones a fin de proporcionar esperanza a la comunidad que vivía en el exilio y posteriormente, a partir de la creencia profunda en el poder creador y recreador de Dios:
…en la teología de la creación, ningún libro bíblico
es más importante que Isaías. […] Yahvé, “el creador de los confines de la
tierra” (40.28, “Señor del universo”), es también el “Creador de Israel”
(43.15: “Señor de su pueblo”), el “Creador de la salvación y la justicia”
(45.8: “Señor de la historia”) y de las “cosas nuevas” que traerán liberación a
Israel (retorno a Canaán, salvación mesiánica y cumplimiento escatológico:
Señor del futuro, 48.6s). Las grandes gestas de salvación que Dios está por
hacer serán también actos de creación (41.17-20; 45.1-8; 48.6s).[2]
“Fuera de Dios
no hay otro” (v. 14)
Toda comunidad de fe se sitúa, inevitablemente, en el marco de la
historia de la salvación, es decir, el proceso permanente por medio del cual
Dios manifiesta su voluntad redentora para la humanidad y su creación. Tal vez
no estamos muy acostumbrados a ello, pero es preciso retomar las enseñanzas
bíblicas para ubicarnos en esa historia siempre en marcha y así poder
experimentar más profundamente los ecos y las derivaciones de la actuación
salvífica de Dios en nuestro tiempo a la luz de las grandes lecciones que nos
plantea la Escritura sagrada. Comprender a Dios como creador implica superar
todas las opciones en conflicto que se presentan a nuestro alrededor. Así lo
entendió el pueblo de Dios en el exilio, al contrastar sus creencias
fundamentales con las que se encontró en Babilonia. De modo que el esfuerzo
reflexivo por captar de mejor manera el origen de todas las cosas sirvió para
afinar su mirada acerca del poder creador de Dios. Afirmar la gran diferencia
de Yahvé como generador de todo lo existente llevó a replantear radicalmente el
sentido de lo natural y lo moral. Ello sería también un testimonio para los
demás pueblos, pues de ellos vendría la frase tan relevante del v. 14: “Fuera
de Dios no hay otro”, al observar la manera en que Él se comportaría con su
pueblo:
Para formular su elocuente mensaje de nueva
esperanza frente a la desesperación del destierro, el profeta no se basa en
principios abstractos sino en toda la historia de salvación del pueblo de
Israel. Su paradigma constante para la salvación prometida es el éxodo, que
originalmente liberó a Israel y lo constituyó en pueblo (entre muchos pasajes,
el paradigma del éxodo está presente en 40.3; 41.17-20; 42.16; 43.2s, 16-21;
44.27; 48.20s; 49.10; 51.9s; 52.11; 63.11-14). La restauración será un “nuevo
éxodo” que superará con creces a esa primera experiencia liberadora.[3]
Que fuera de Israel procediera esa gran afirmación
del carácter único de Dios podría decirse que fue un gran “logro misionero”,
pues ahora desde Egipto, Etiopía y la tierra de los sabeos se hará ese
reconocimiento, aun cuando no haya una aceptación explícitamente religiosa del
Señor como tal.
El Dios creador
y sustentador reinventa a su pueblo(vv. 15-17)
Pero ese Dios creador y sustentador se ha propuesto reinventar y recrear
a su pueblo en un futuro que se asomaba como benéfico. Liberar a su pueblo
sería reconstruirlo nuevamente, volver a instalarlo en medio de la “historia
universal” para de ese modo cumplir con sus designios redentores y
rehabilitadores para la existencia de esa nación concreta.
A la liberación espectacular del pueblo responderá
el vasallaje de otros pueblos, con un reconocimiento sumiso del Señor. No se
trata propiamente de conversión, en sentido pleno, pero sí de un acto de
sumisión, aunque sea de mala gana. El tema es semejante a Is 49.23 y 60.1-16.
Recordemos que el faraón se resistía: “Ni reconozco al Señor ni dejaré marchar
a los israelitas” (Éx 5.2). […] El acto de reconocimiento significa haber
descubierto en los signos de la historia la acción de Dios. Esto se expresa
en dos enunciados, que vamos a parafrasear provisionalmente así: “Cuando te
veíamos deshecho como pueblo, concluíamos que tu Dios te había abandonado, se
había alejado de ti (recuérdese Ex 32.12: “dirán los egipcios...”). Ahora que
te vemos maravillosamente restaurada, concluimos que tu Dios simplemente se
escondía (54.8); más aún, ahora comprendemos que sólo contigo o en medio de ti
está Dios”.[4]
Ese Dios creador, sustentador y liberador es un Deus absconditus (Dios escondido), según la afirmación del v. 15, pues se revela, pero también se esconde. Así lo discute el eminente filósofo judío Martin Buber (1878-1965): “Preguntémonos si no puede ser literalmente cierto que antes Dios nos hablaba y ahora se mantiene en silencio, y si esto no ha de entenderse como lo entiende la Biblia hebrea, es decir, que el Dios vivo no sólo es un Dios que se revela, sino un Dios que también se oculta”.[5] Un Dios creador siempre presente, incluso en su aparente ausencia, que se contrapone abiertamente a los supuestos dioses que le compiten, ídolos todos (v. 16). Y ese Dios vivo y actuante es el que salvará a su pueblo “con salvación eterna” (17a) y no volvería a ser avergonzado ni humillado (17b).
Conclusión
La creación, la salvación y la restauración
continua están profundamente ligadas en la conciencia histórica del pueblo de
Dios: “En la creación del mundo se manifestó ya el poder redentor del Dios del
éxodo y de la historia; ahora, éxodo y restauración, Mesías y ésjaton, todos
ellos son nuevas ‘recapitulaciones’ del acto primigenio de la creación. […]
…las interpretaciones proféticas de todos estos acontecimientos pasados y
futuros son impresionantes ‘relecturas’ del paradigma original de la creación.
Ninguno puede entenderse por separado; la creación, el éxodo, el retorno del
exilio y las futuras esperanzas del Siervo Sufriente y de la nueva creación,
ninguno tiene sentido aislado del otro”.[6] Y Buber
expresa, en esa misma línea: “La última parte de Isaías tiene a Dios diciendo: ‘Yo
creo nuevos cielos y una nueva tierra’ (Is 65.17); y el autor del Apocalipsis
afirma: ‘Vi un cielo nuevo y una tierra nueva’ (Ap. 21:1). Esto no es una
metáfora, sino una experiencia directa. Es la experiencia de un hombre cuya
esencia se ha renovado y, con ella, la esencia del mundo”.[7] Dios de
la Biblia es único e irrepetible y su manifestación salvífica se conecta
siempre con su capacidad creadora, sustentadora y redentora. Ésa es la razón
más profunda de nuestra fe en Él.
[1] J. Stam, Las buenas nuevas de la creación. Buenos Aires-Grand Rapids, Nueva Creación- Eerdmans, 1995, p. 13.
[2] Ibid., p. 29.
[3] Ibid., pp. 29-30.
[4]
L.A. Schökel y J.L. Sicre Díaz, Profetas
I. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1985, p. 303. Énfasis agregado.
[5] M. Buber, Eclipse de Dios. Estudios sobre
las relaciones entre religión y filosofía. México, Fondo de Cultura
Económica, 1993, p. 60. Cf. M. Buber, “Redemption (Isaiah and the
Deutero-Isaiah)”, en Nahum N. Glatzer, ed., On the Bible. Eighteen studies. Universidad
de Syracuse, 2000, pp. 160-165; e Ídem, The prophetic faith. Universidad
de Princeton, 2016.
[6] J. Stam, op.
cit., p. 30.
[7] M. Buber, “The renewal of Judaism”, en Asher D.
Biemann, ed., The Martin Buber reader. Essential writings. Hampshire,
Palgrave Macmillan, 2002, p. 146. Versión propia.
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