domingo, 30 de octubre de 2022

Una reforma espiritual profunda: Josías celebra la Pascua (II Crónicas 35.10-19), Revda. Rebeca Montemayor L.


30 de octubre, 2022

A 505 años del inicio de la Reforma del siglo XVI, recordamos al monje agustino, Martín Lutero, pega en la puerta de la catedral de Wittenberg sus famosas 95 tesis, que denunciaban los errores de una iglesia alejada de la Palabra, un sacerdocio alejado del ejemplo de Cristo, y una misión evangélica alejada del amor al prójimo; reconocemos que hoy también las iglesias cristianas tenemos que redescubrir nuestra historia. Una iglesia sin historia es una iglesia sin identidad, sin claridad ni criterios, y se cae fácilmente en el caos. Recordamos hoy a nuestros abuelos y abuelas espirituales, los reformadores y las reformadoras; para no olvidar que no podemos, no debemos, no necesitamos como dice la palabra, conformarnos a este siglo, antes bien como transgresores profetas y profetisas que claman y reclaman otro mundo posible. ¡Aún nos queda mucho por reformar! 

Es importante recordar que la Reforma del siglo XVI fue multifacética. Además de la Reforma luterana y la Reforma calvinista, fue muy importante la Reforma radical anabautista, de la cual bebemos las iglesias bautistas. Pero una característica de todos estos movimientos es que todos miraban hacia el futuro, otro futuro posible renovado y en constante renovación para las comunidades cristianas nacientes y crecientes  a lo largo de la historia. 

Por demás desafiante y provocador es el tema que esta comunidad ha seleccionado para las meditaciones de este tiempo: "Dios Reformador,  mediante su Espíritu y los procesos históricos", porque justo es el Dios de la vida, el Verbo que se hizo carne en Jesús, y el Espíritu que como viento y fuego se mueve a través de la gracia, multiforme, diversa y abierta, porque un Dios Reformador, es un Dios vivo y en movimiento, es un Dios transformador a de los corazones humanos y del corazón de esta tierra que gime y clama con dolores de parto.

¿Qué enseñanzas fundamentales debemos recordar este domingo respecto a lo que nos heredó la Reforma del siglo XVI, y los posteriores movimientos evangélicos? ¿Cuál es nuestro compromiso hoy como iglesias cristianas en estos tiempos de clara emergencia espiritual? Y vaya si tenemos desde nuestro México, urgencias que atender y misiones que cumplir. Es tiempo sí de una reforma espiritual profunda, aquí y ahora.

Y el texto de la Palabra de hoy, en 2 Crónicas 35:10-19 que ilustra un acto litúrgico, inspirador y conmovedor, la celebración de la Pascua del pueblo, guiada por el Rey Josías, da cuenta al seguimiento de este proceso reformador, no sin luchas ni contradicciones, pero sí como una tarea inaplazable: desde la formación de una conciencia religiosa, desde la Palabra como guía y luz, desde el imaginario profético, que proyecta la aplicación de reformas integrales. Viene ahora el culmen de este peregrinaje, la Pascua, la cual abre nuevos horizontes de esperanza y futuro, todo un acontecimiento espiritual trascendente para el caminar de este pueblo.

Esta pascua, la última de Josías. El rey niño, adolescente, joven (26 años) que narra una vida centrada en la misión de ver por su pueblo que había perdido el rumbo, los valores, la identidad.  Y aquí nadie se escapa a Josías, que tiene varias facetas, actúa como rey en su autoridad, pero como profeta en denunciar lo que no cabe en el proyecto de Dios, la injusticia y la corrupción; como sacerdote, porque intercede y media para convocar al cambio. Y más, ¿no es Josías aquí el pastor que acompaña hasta el final en entrega y sacrificio, en cuidado y atención al corazón? Porque todo en la vida de Josías confirma la apropiación de un llamado a trascender y dejar huellas, cuando Josías muere, la historia de la salvación continúa.

Asumió su responsabilidad sin moverse un ápice de sus convicciones de fe y afrontó las consecuencias, sabiendo que lo que hacía no por su voluntad personal, sino por la convicción de estar haciendo la voluntad de Dios para bien de su pueblo. Josías discierne, hoy hay que celebrar la pascua y dar honra a este Dios que hasta aquí nos ha acompañado y hasta hoy le he servido. La pascua de Josías es una pascua de reforma, pascua que funge como espejo de la última pascua de Jesús celebrada con sus discípulos momentos previos a sus últimos días de ministerio terrenal (Juan 13). ¿Qué luces nos ofrece esta pascua de reforma?

Pascua de la confirmación al servicio (vv. 2-3 y 10). Josías convoca, confirma y recuerda a los líderes que son llamados para honrar a Dios y a su pueblo; hay que prepararse para la pascua. Porque, después de tantos avatares, esta pascua tiene que recordarnos siempre la liberación de los cautiverios, esclavitud y liberación son, pues, las piedras fundantes de Israel; una experiencia que requiere una continua travesía, de manera que ninguno olvide la alianza que Dios establece con su pueblo.

Y es en esta tensión de estar siendo transformados que Dios nos confirma para el servicio, aceptos y redimidos, como sanadores heridos (Nouwen) que por la gracia y misericordia de Dios, bendecidos con dones y talentos, con apostolados que ejercer, porque el llamado de Dios es irrevocable. Porque libertados del pecado, ahora venimos a ser siervos de la justicia, si buscas el Reino primero para servir,  y todo lo demás viene como añadidura de la bendición de Dios(Mat. 6.33). Esta pascua del Espíritu, invoca "la luz de Dios y que confirme  la obra de nuestras manos  sobre nosotros" (Sal. 90.17).

Pascua de la comensalidad (vv.11-13). Todo lo preparado y consagrado,  era igualitariamente repartido a cada familia del pueblo, para que estos a su vez honraran a Dios con  su ofrenda. Aquí no hay maná guardado para mañana, porque se pudre y se echa a perder. Esta es la pascua de la comensalidad, lo colectivo y lo comunitario, la sensibilidad de preparar, dar y compartir, porque esto consagrado a Dios, ya no es tuyo, ni mío,  sino de todos/as y para cada uno/a. Es el ubuntú, “yo soy si tú eres”, comensalidad es crear humanidad.

Nos evoca la comensalidad de Jesús, la cual es abierta y sin exclusión, tantas veces criticada y confrontada por los pruritas religiosos y defensores de la regla y el dogma,  pero no así del amor y la misericordia de Dios; ni de la encarnación de Jesús; menos de la libertad del Espíritu que sopla donde quiere y se mueve por donde quiere.  Esta pascua del Espíritu da lo "que se propuso en el  corazón, no con tristeza o por necesidad, porque Dios ama al dador alegre" (2 Cor 9.7).

Pascua del nuevo ejercicio del  poder  (vv. 14-16). Josías ha hecho bien su labor, y en la asignación de la organización (liderazgos) tanto los sacerdotes, los levitas, los cantores, los porteros, todos/as y cada uno/a, conocían y ejercían a  cabalidad su función en todo este tiempo de celebración de la pascua.  No se estorbaban, veían por los demás, no se quejan de los otros, no se entrometen, sino más bien, son humildes para estar al pendiente de sus responsabilidades. Un nuevo ejercicio del poder, sin egos, ni orgullos, porque se sirve a Dios, nos reconocemos y admiramos, nos hacemos hermanos y hermanas en Cristo,  por gracia de Dios.

Porque Dios es el que llama, y no es en función del sexo, género, la clase, tus estudios, a ejercer un ministerio de servicio, aquí todos/as son bienvenidos/as a ser discípulos/as y siervos/as. Que no nos enreden las luchas de un poder insano, porque cada uno tiene su función en el cuerpo, y nadie es más que el otro. Esta pascua del Espíritu recuerda el  llamado de Jesús ante el poder entre los suyos: "Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor" (Mt 20.26).

Pascua con trascendencia de futuro. Cierra el texto diciendo: "Nunca fue celebrada una pascua como esta en Israel…como la que celebró el rey Josías” (v.18). Qué epílogo para un acontecimiento que dejaba huella para la historia. ¡Una pascua inolvidable!  Porque fue una pascua vivida, pasada por el corazón y por los cuerpos. Días de comunión, de gratitud y esperanza, cómo hacen bien los días de fiesta y de encuentro, sobre todo, qué bien hacen los espacios de solidaridad y generosidad, de estar vigilantes y siendo compañía para los demás.

Una pascua comunitaria, que va anunciando la posibilidad de ser verdaderamente un pueblo que renueva sus fuerzas y sus posibilidades para redescubrir su identidad, pero también su misión. La semilla habría sido sembrada y ya Dios daría los frutos en el pueblo, pero algo muy bueno e imborrable queda en la memoria de este pueblo, y nadie se los podría quitar, la experiencia de la vida en comunidad y la certeza del acompañamiento de Dios. Esta pascua del Espíritu “que ve un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap 21.1), promesa y realidad en Cristo Jesús.

Que la Pascua de Reforma renueve nuestros corazones para una celebración de nuestras propias pascuas como iglesia, que sean sal y luz para cada corazón herido, en nuestra familias, ciudad, nuestro país, este mundo. La pascua de un nuevo reino… 

Un nuevo reino está amaneciendo,

un nuevo reino está naciendo

un nuevo reino está surgiendo,

entre las ruinas de un viejo imperio,

Es un reino de paz, es un reino de amor,

es un reino de justicia y libertad,

donde reina la igualdad

donde reina la hermandad,

donde reina el Rey de verdad. Amén.

domingo, 23 de octubre de 2022

Proyección y aplicación de las reformas socio-religiosas (II Crónicas 34.28b-33), Pbro. Leopoldo Cervantes-Ortiz

23 de octubre, 2022

Luego Josías quitó de toda la tierra de los israelitas todo objeto repugnante, e hizo que todos los que se hallaban en Israel sirvieran al Señor su Dios. Y mientras Josías vivió, ellos no dejaron de seguir al Señor y Dios de sus padres.

II Crónicas 34.33, Reina-Valera Contemporánea 

Trasfondo

Al entusiasmo con que nos acercamos a la rememoración de las reformas bíblicas y a las del siglo XVI hay que agregar, necesariamente, algunos matices para comprenderlas mejor y no sobrevalorarlas, puesto que la forma en que son presentadas influye en su apreciación. En ese sentido se mueve el estudioso francés Pierre Buis al formular un resumen de lo que hicieron algunos reyes de Judá: “Suele hablarse de las refonnas llevadas a cabo por los reyes fieles a la Ley del Señor, por ejemplo la de Josías. Pero esta palabra no es muy adecuada para designar lo que se desea. De suyo parece indicar las medidas que se toman para volver a una situación anterior, considerada como ideal. Pero no es eso lo que se nos cuenta”.[1] Y pasa a detallar sus observaciones históricas: cuando Ezequías suprimió los santuarios urbanos o rurales de Judá, no restableció una situación antigua, sino la de la travesía por el desierto, en la que sólo debía haber un santuario; los santuarios suprimidos debían su origen a los antepasados del pueblo. Salomón no los eliminó, sólo los puso en segundo término por causa del templo de Jerusalén. Por ello, lo hecho por Ezequías “fue una innovación, una revolución, más que una reforma”. A la luz de lo acontecido con Josías, agrega como corolario de su explicación:

 

No todas estas “reformas” se deben a la iniciativa de los reyes ni están ordenadas por Dios. Ezequías aplica ciertamente una disposición del Deuteronomio, ¡pero éste sólo se publicará cien años más tarde! En la reforma de Josías, tan sólo la pascua se refiere al libro de la Ley. Y no se dice que estas reformas dieran origen a una intervención directa de Dios en favor de los reyes reformadores. 2 Re 18.4-8 [2 Cr 29-31] habla ciertamente de algunos éxitos de Ezequías, pero sin que éstos se deban a la supresión de los santuarios.[2] 

El gran golpe religioso de estas reformas (un cambio trascendental en la religión de Israel) fue la eliminación del culto a Asera, deidad principal de los cananeos, cuyo culto se criticó continuamente y al cual Josías atacó frontalmente (II Cr 34.3, 4, 7). Los herederos espirituales de Josías regresaron de Babilonia para reconstruir el templo, y su influencia se puede encontrar en muchos de textos posteriores. La parte social implicó poner en práctica lo indicado por ese libro de la ley, con todos los riesgos que eso implicaba.

 

El rey Josías leyó las palabras del libro del pacto (vv. 28-30)

Otro momento dramático de la historia de Josías fue cuando reunió solemnemente a los ancianos (29) y al pueblo en el templo a fin de leer porciones del libro encontrado (30: “sacerdotes, levitas y todo el pueblo, desde el mayor hasta el más pequeño”). Esta ceremonia, repetida al menos en otra ocasión similar (Esdras 8), tuvo un impacto notable en la comunidad. La prueba de la solidez con que se promovió son las primeras palabras de Dt 12.1-3, que apuntan directamente a los cambios religiosos que debían realizarse: “Éstos son los estatutos y decretos que ustedes tendrán cuidado de poner por obra todos los días que ustedes vivan en la tierra que el Señor, el Dios de sus padres, les ha dado en posesión. Destruirán por completo todos los montes altos y colinas, y todo árbol frondoso, donde sirvieron a sus dioses las naciones que ustedes van a heredar. Derribarán sus altares, harán pedazos sus estatuas, echarán al fuego sus imágenes de Asera, destruirán las esculturas de sus dioses, y borrarán de aquel lugar su nombre”.

Ésa fue la razón de ser de las transformaciones impulsadas por el rey para tratar de cambiar el rumbo de la nación en momentos ya críticos de por sí: a) sellar ante el Señor una alianza suscrita por todos; b) emprender la purificación del culto al abolir todos los santuarios locales; c) centralizar en Jerusalén y traer a todos los sacerdotes que oficiaban en los santuarios; d) su acción abarcó también los territorios del norte que ya controlaba; y e) celebrar la Pascua.

 

La determinación de poner por obra esas ordenanzas (v. 28b-33)

Josías se comprometió, junto con el pueblo, a poner en marcha las exigencias del libro de la ley que abarcaron aspectos sociales y religiosos como parte de un proyecto de mayor envergadura. Porque el Deuteronomio no solamente es un conjunto de preceptos y mandamientos orientados a la vida ritual o de culto sino, también, una especie de código socio-religioso encaminado a mantener el carácter alternativo del pueblo que Dios sacó de la esclavitud. Eso se demuestra con el contenido de los caps. 15 (perdón de deudas, préstamos para pobres y leyes sobre los esclavos), 16 (impartición de justicia), 17 (requisitos para la monarquía), 18 (derechos de los levitas y características de los profetas), 19 (ciudades de refugio), 20 (leyes para la guerra), 23-24 (leyes sanitarias y humanitarias)y 26 (apoyo a extranjeros, y viudas.

Una incisiva lectura de esas reformas para nuestro tiempo es la que realizó Walter Brueggemann al dialogar con la situación de Estados Unidos en los últimos tiempos al basarse en la petición para una “traición de clase”, hecha por un funcionario con responsabilidad sobre el ambiente (si la crisis climática “es causada por la autocomplacencia del 1 por ciento, ¡un grupo en el que incluye a todos los que tienen un ingreso anual de 109,000 o más! Él observa que la crisis climática puede aliviarse si ‘las personas más ricas se esfuerzan por cambiar sus hábitos...’ […] ‘Necesitamos, por así decirlo, alguna traición de clase’, en el que parte del 1 por ciento actúe en contra del interés de su propio bienestar percibido y se comprometa por el bien común”[3]):

 

La narración del rey Josías es ciertamente dramática, como debe ser. Es ineludiblemente dramático cada vez que alguien con dinero y poder se “despierta” a la realidad social y actúa de manera audaz en contra del interés evidente de ese dinero y poder. Eso es lo que hizo Josías. Violó su interés económico social. Traicionó a su clase social. Eligió una forma alternativa de gobierno que iba más allá de las preocupaciones seguras y de autoprotección de su 1 por ciento. [..] La audaz acción alternativa del rey Josías abrió más posibilidades históricas a su reino y especialmente a aquellos que habían sido excluidos y dejados atrás.

Josías rompe con esa ideología y dedica su poder real al bien común. De hecho, traiciona a su clase real de tomadores/quitadores. Lo hace a instancias del antiguo requisito de la Torá.[4]

 

El contexto que destaca está en las palabras de Jeremías sobre él, dirigidas a su hijo Salún: “¿Acaso a tu padre le faltó comida y bebida? ¡A él le fue bien porque practicó la justicia y el derecho! ¡Le fue bien porque les hizo justicia a los pobres y menesterosos! ¡A eso le llamo conocerme!” (Jr 22.15b-16).

 

Conclusión

 

Este día el Señor tu Dios te manda que cumplas estos estatutos y decretos. Ten cuidado de ponerlos por obra con todo tu corazón y con toda tu alma. Este día declaras solemnemente que el Señor es tu Dios, que andarás en sus caminos y cumplirás sus estatutos, mandamientos y decretos, y que obedecerás su voz. Este día el Señor declara que tú eres su pueblo, su posesión exclusiva, tal y como te lo ha prometido. Así que cumple todos sus mandamientos; y exáltalo sobre todas las naciones que él ha creado, para que seas un pueblo santo al Señor tu Dios, digno de alabanza, renombre y gloria, como él lo ha dicho. (Dt 26.26-19)

 

Con estas palabras concluye el que es, quizá, parte del documento de la Ley recuperado en el templo, que fundamentó los cambios sociales y religiosos emprendidos por Josías. La decisión estaba tomada en el sentido correcto, con la salvedad de que los avatares históricos marcarían otros rumbos para el destino del pueblo, con base en los errores cometidos por los reyes anteriores. ¿Reformas tardías, quizá? Pero el plan divino seguía adelante a pesar de las infidelidades de los monarcas y del pueblo.



[1] P. Buis, El libro de los Reyes. Estella, Verbo Divino, 1995 (Cuadernos bíblicos, 86), p. 43.

[2] Ídem.

[3] W. Brueggemann, “The Bible and the 1%”, en Church Anew, 21 de junio de 2021, https://churchanew.org/brueggemann/the-bible-and-the-1-percent. Versión propia. Cf. Samson Olusina Olanisebe, “Josiah’s Reform in Judah (2 Kgs 22-23//2 Chr 34-35: Implications for Nigeria in pursuit of a sustained democracy”, en Old Testament Essays, Old Testament Society of South Africa (OTSSA), vol. 30, núm. 3, 1 de noviembre de 2017, pp. 770-784, https://journals.co.za/doi/epdf/10.17159/2312-3621/2017/v30n3a13.

[4] Ídem.

sábado, 15 de octubre de 2022

Función profética de las reformas religiosas integrales (II Crónicas 34.22-28a), Pbro. Leopoldo Cervantes-Ortiz

16 de octubre, 2022

“Puesto que prestaste atención a las palabras del libro acerca de este lugar y de sus habitantes, y al oírlas te conmoviste de corazón y te humillaste delante de mí, y te rasgaste las vestiduras y lloraste en mi presencia, yo también te he oído”.

II Crónicas 34.26b-27, RVC

 

Trasfondo

En varias ocasiones se ha calificado como profetas a los promotores o dirigentes de cambios, transformaciones o reformas sociales que ha estado inspirados en principios religiosos. Mucho de ese énfasis proviene de determinadas lecturas de los textos bíblicos en los cuales se manifestó el ímpetu por renovar la vida de los pueblos o de las comunidades de fe. En el caso del antiguo Israel y de las reformas del siglo XVI esta lectura se ha hecho muy intensa y los nombres implicados han conseguido amplio reconocimiento. El rey Josías, como varios de los reyes de Israel, tuvo una relación directa con la profecía como una institución aceptada como vehículo de la revelación divina para regir la actuación del pueblo. De ahí que el momento crucial en el que se descubre el rollo de la Ley busque la opinión autorizada de Julda, una profetisa ligada a los círculos venidos del norte, avecindada en el barrio de los refugiados, el Misné:[1] A ella se remitió el rey para validar el reencuentro con el libro de la Ley:

 

Ella es la autoridad profética detrás de la reforma usualmente atribuida a Josías. […] …en Crónicas, a Josías se atribuye haber iniciado la reforma por su cuenta. […] No se informa acerca de la presentación de Julda a la familia real. Ella ya estaba establecida como profeta confiable cuando se presenta por primera vez; pudo haber estado al servicio de Yedidá durante los primeros años del joven rey. Ella no fue simplemente su primera opción; fue su única opción. […] Canónicamente, el oráculo sirve para explicar por qué Judá finalmente sería devastada a pesar de las reformas que inicia Josías y para proporcionar el marco teológico para la reforma de Josías.[2]

 

Julda, profetisa genuina de Israel (vv. 22)

Julda, cuyo nombre significa “comadreja” o “topo” se recuerda hasta estos tiempos en el gran complejo del Templo de Jerusalén en una de las puertas que lleva su nombre. Estaba casada con Salún, “guarda de las vestiduras del rey” y vivía en un barrio bajo de la ciudad.[3] “Algunos la han llamado ‘la primera crítica de textos bíblicos”. Otros la han apodado ‘la fundadora de los estudios bíblicos’. Ella es la primera figura en las Escrituras, hombre o mujer, cuya contribución a la historia bíblica se centró en verificar un documento escrito como escritura sagrada y escrita como tal”.[4] De modo que su labor fue extremadamente especializada y crítica, dotada de gran autoridad, dadas las circunstancias extremas que rodearon la solicitud de Josías y de sus allegados. "La autoridad para emitir un juicio sobre esta entrada inicial en el canon se le dio a una mujer”.[5]


Los lectores modernos, que no están acostumbrados a pensar en mujeres antiguas en posiciones de autoridad, pueden encontrar notable la historia de Huldah. La evidencia bíblica, sin embargo, deja en claro que la profecía era un papel abierto a las mujeres en igualdad de condiciones con los hombres (otros ejemplos incluyen a Miriam, Débora y, en el Nuevo Testamento, Ana), y los narradores de Reyes y Crónicas no hacen caso del género de Huldah. Aunque ella es identificada por la ascendencia de su esposo, tal convención formal no le resta valor a su propia autoridad real reconocida para hablar en el nombre de YHWH. Los paralelos mesopotámicos sugieren que esta historia se ajusta a un tipo de relato en el que un rey aparentemente recibe una directiva divina para la reforma del culto y luego la valida a través del personal del templo. Tales paralelismos confirman que el papel de Hulda es típico.[6]


La respuesta profética de Julda (vv. 23-28a)

“Cualquiera que sea el caso, la historia de Hulda es notable en la tradición bíblica porque sus palabras proféticas de juicio se centran en un documento escrito: ella autoriza lo que se convertirá en el núcleo de las Escrituras para el judaísmo y el cristianismo. Su validación de un texto se erige así como el primer acto reconocible en el largo proceso de formación del canon. Hulda autentica un documento como palabra de Dios, otorgándole así la santidad requerida para establecer un texto como autorizado o canónico”.[7] Ella fue requerida para evaluar la autoridad del texto reencontrado y para hacerlo ver como una justificación efectiva de las reformas que Josías ya había comenzado. Con ello se dotaba de una profunda autoridad profética a todo lo realizado, con lo que la función religiosa y sociopolítica de la profecía se consolidó, en esta ocasión por encima de figuras masculinas como Jeremías.

Por otro lado, ese libro fue utilizado con una buena proyección coyuntural por Josías: “El texto se adecuaba perfectamente a los puntos de vista de Josías y de su gobierno, que querían aprovecharse de la ruina de Asiria para rehacer la unidad de las doce tribus en torno a la dinastía de David, de su capital y de su templo”.[8] Julda “confirmó la inminente realización de las amenazas divinas [“…porque ellos me han abandonado y han ofrecido sacrificios a dioses extraños; han provocado mi ira con todas las obras de sus manos. Por lo tanto, mi ira se derramará sobre este lugar, y no se apagará”, v. 25], mandando decir a Josías que no se aplicarían a su reino, porque el rey se había conmovido en su corazón y humillado ante Dios al oír su lectura. […] Su lectura dio un nuevo ímpetu a la reforma religiosa ya emprendida”.[9] 

 

Conclusión

Las reformas religiosas integrales tienen una función profética bien clara: contribuir a que el pueblo tuviera conciencia de las exigencias de los textos sagrados en situaciones cambiantes y complejas que se manifestaban como una posible apertura a transformaciones más duraderas. Además, el enfoque relacionado con Julda llega hasta nosotros con resonancias importantes para reafirmar el papel de las mujeres en la vida de las comunidades de fe:

 

De Hulda, las mujeres aprendemos a aprovechar estas oportunidades y convertirlas en un papel auténtico, al servicio del sistema en el que trabajamos.

Hulda es una figura bíblica de la que podemos aprender. No tuvo miedo de hablar, decir cosas impopulares o iniciar una transformación radical. Aunque en peligro de ser utilizada por el sistema, pudo ganar la distancia necesaria y “elegir la vida”. (Dt 30:19).[10]



[1]  Henri Cazelles, Historia política de Israel. Desde los orígenes hasta Alejandro Magno. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1984, pp. 182-183.

[2] Wilda C. Gafney, Daughters of Miriam. Women prophets in Ancient Israel. Minneapolis, Fortress Press, 2008, p. 123. Versión propia.

[3] Xabier Pikaza, “Hulda”, en Alfonso Ropero, ed. gral., Gran diccionario enciclopédico de la Biblia. Barcelona, CLIE, 2013, p. 1210.

[4] Renita Weems, “Huldah, the Prophet: Reading a (Deuteronomistic) Woman’s Identity”, en B.A: Strawn, ed., A God so near. Winona Lake, Eisenbrauns, 2003, p. 321.

[5] Arlene Swidler, "In Search of Huldah", en The Bible Today, núm. 98, noviembre de 1978, p. 1738.

[6] Claudia V. Camp, “Huldah: Bible”, en Jewish Women’s Archives, https://jwa.org/encyclopedia/article/huldah-bible.

[7] Ídem.

[8] H. Cazelles, op. cit.

[9] Alfonso Ropero, “Josías”, en Gran diccionario enciclopédico…, pp. 1377, 1378.

[10] “Huldah at the table: reflections on leadership and the leadership of women…”, The Free Library, 2010, Lutheran School of Theology and Mission, www.thefreelibrary.com/Huldah+at+the+table%3a+reflections+on+leadership+and+the+leadership +of...-a0239197642.

sábado, 8 de octubre de 2022

Lugar de las Escrituras en los proyectos de reforma social y religiosa (II Crónicas 34.14-21), Pbro. Leopoldo Cervantes-Ortiz

9 de octubre, 2022

“En cuanto a las palabras del libro que se ha hallado, vayan y consulten al Señor por mí y por el remanente de Israel y de Judá. Ciertamente, grande es la ira del Señor que ha caído sobre nosotros, pues nuestros padres no obedecieron la palabra del Señor, ni actuaron conforme a todo lo que está escrito en él”.

II Crónicas 34.21, RVC 

Trasfondo

Se han discutido mucho dos asuntos fundamentales en relación con la presencia e impacto de la Ley y las Sagradas Escrituras en los antiguos reinos de Israel y Judá. El primero tiene que ver con la actitud de los monarcas hacia ellas y con el papel asignado a su influencia en las políticas de Estado. El segundo consiste en explicar qué partes de la Ley fueron halladas en el templo durante la época del rey Josías y de qué manera encaminaron el comportamiento social, religioso y espiritual de pueblo. Son dos temas cruciales para la comprensión de las narraciones de II Crónicas 34-35, puesto que, dada la distancia cronológica entre los sucesos y su registro, existía ya una reinterpretación histórica, a fondo, de lo sucedido. Se debate fuertemente, por ejemplo, si los rollos encontrados pertenecían a una parte del Deuteronomio y, si fue así, cómo influyeron en el intento de Josías por reunificar la monarquía ante la debilidad en que se encontraba el Imperio Asirio. Por ello es que, si se considera que Josías es presentado como un “rey modelo”, un aspecto central de su periodo debió ser su obediencia a los mandatos de la ley deuteronómica rescatada.

 

La intención de la narración es situar la realeza en Judá en el contexto de la Torá y mostrar la Torá como la característica definitoria de un rey apropiado. Los eruditos piensan cada vez más que la narración de Josías, como muchas otras cosas en los libros de Reyes, no es un reportaje histórico, sino que de hecho es una “construcción modelo” de lo que debería ser el caso: no un reportaje, sino una defensa. Tal “construcción de modelos” puede, por supuesto, apelar a datos históricos reales, pero va mucho más allá de tales datos en la presentación del “buen rey”. Por lo tanto, leemos esta narración no principalmente por datos históricos, sino como una propuesta teológica e ideológica para la relación adecuada y responsable entre el poder (monarquía) y la obediencia fiel (Torá). Josías aquí es el príncipe hecho exactamente para esa relación.[1]

II Re 22 y II Cr 34 enfatizan el dramatismo del descubrimiento de esos documentos en la sede del templo de Jerusalén, que corría entonces el riesgo de ser sustituido por otros santuarios más atendidos y respetados por la población y se encontraba en malas condiciones. Se plantea que había en el reino del Sur grupos reformistas, como la familia del escriba Safán (amiga del profeta Jeremías, Jr 26.24), que intentaban centralizar nuevamente el culto en la ciudad de David a fin de superar las tendencias regionales idolátricas que se relacionaban con Jeroboam y su descendencia). “Josías se rodeó de un grupo de reformadores con el secretario de Estado Safán, Ajicán su hijo, Acbor y Asaías (2 Re 22.12). Los comisarios enviados al norte para destruir las alturas sagradas y eliminar a los cleros locales se dieron muy pronto cuenta de la resistencia. En algunos casos encontraban apoyo en la población local; así, en Benjamín […], Jeremías, del clero local de Anatot, tuvo que soportar la cólera de su familia y estuvo a punto de ser muerto por ponerse de parte de los que querían destruir el santuario local (Jr 11.21; 12.6)”.[2] “Esto sugiere que [los de la familia de Safán] eran líderes de un importante movimiento político en Jerusalén que fue profundamente crítico con las políticas reales; estaban basados en las antiguas tradiciones de la Torá que los hicieron defensores de Deuteronomio y partidarios de Jeremías. Todo esto plantea una convergencia en esta familia de fuerzas políticas y teológicas que las hizo sobresalir entre la multitud mientras la ciudad era destruida y la política de la dinastía fracasaba. Como aliados de Jeremías, sin duda estaban alineados con su juicio de que la obediencia a Yahvé requería la sumisión a Babilonia”.[3]

El descubrimiento del rollo de la Ley (vv. 14-18)

“Como resultado de los trabajos realizados en el templo [II Cr 34.8-13], el sumo sacerdote Jilcías hizo entregar a Josías un libro que le presentó de este modo: ‘He encontrado en el templo el Iibro de la ley’ (II Re 22.8; II Cr 34.15). Podemos preguntarnos qué significa ese ‘he encontrado’. ¿Encontró de veras Jilcías un libro antiguo, ya conocido, o le presentó una obra nueva? Si era una obra nueva, debería identificarse con un proyecto de reforma religiosa elaborado por los sacerdotes de Jerusalén, que pondría en obra Josías”.[4] Se plantea una cuestión importante: ¿De qué partes del Deuteronomio se trata? Ese libro era una recopilación de leyes llegadas con los refugiados del norte.[5] El resto del relato supone que el libro contenía prescripciones rituales y morales como las de Dt 12-26, y maldiciones contra los transgresores como las de Dt 28. Un análisis preciso permitiría definir el contenido del libro presentado a Josías. “Lo más interesante es que este libro sería publicado, leído en público e impuesto como ley fundamental del reino. Parece ser que no hubo entre los israelitas ningún otro texto de referencia hasta que Esdras publicó el ‘Libro de la ley de Moisés’ (Neh 8.2), que debe de ser el Pentateuco completo (en torno al año 400)”.[6] Estas dos lecturas públicas de algún libro de la Ley, con dos siglos de diferencia, tienen varias similitudes, pero sólo bajo Josías dicha lectura desembocó en una alianza, con un compromiso por parte del pueblo.


El Josías de Crónicas es más astuto, religiosamente hablando, que el de Reyes. Comienza su reforma siendo aún un muchacho, en el año doce de su reinado (2 Cr 34.3). Comparado con el de Reyes, que todavía sigue los pasos de Joás (2 Re 12.4-15) en su decimoctavo año (2 Re 23.2-7), él es un principiante rápido. La razón de la enmienda del Cronista es clara. Además de la piedad (34.2a, c), Josías también tenía la cualidad del linaje davídico (34.2b). Así que se le presenta como piadoso desde su juventud y no necesitado de la causa especial del libro de leyes descubierto para influir en él para eliminar las idolatrías.[7]

Las consecuencias del descubrimiento para continuar las reformas (v. 19-21)

“Las otras medidas tomadas por Josías pueden explicarse en parte como la aplicación de las prescripciones del Deuteronomio; pero la mayor parte se explican sin esta referencia, sobre todo cuando Josías va más allá de las exigencias deuteronómicas. La supresión de los santuarios yahvistas no está allí expresamente mandada; y el desplazamiento a Jerusalén de sus servidores, a quienes se prohíbe subir al altar (II Re 23.8-9), va incluso contra el texto del Deuteronomio (Dt 18.6-8)”. El impacto fue intenso y dramático. Lo que procede del Deuteronomio es la Pascua, que se presentará como una novedad, pero también como la vuelta a una práctica olvidada hacía ya tiempo. La Pascua y los Ázimos se celebraban desde Josué, pero en forma de fiestas familiares y locales (religiosidad popular). El Deuteronomio la convirtió en una fiesta nacional, que debía celebrarse en el santuario único (Dt 16.5-6). Es evidente el alcance político de semejante celebración y Josías encontró en ella un medio para apoyar su esfuerzo de reconstrucción nacional. Servía además, como era lógico, para arraigar al pueblo en la alianza a la que lo había comprometido Josías.[8] 

Conclusión

Al gran entusiasmo que suscitaron las reformas de Josías hay que agregar, sin embargo, que llegaban demasiado tarde y que algunas de sus motivaciones fueron francamente políticas. ¿Cómo evaluarlas en su marco sociohistórico y espiritual?: “Desde el punto de vista teológico, la reforma de Josías juega un papel central. Es la confirmación de que, por más esfuerzos de reparación que se hagan, el distanciamiento de Israel respecto a la voluntad de Dios es tal que ya no es posible revertir el destino final y trágico de su existencia. Y, a la vez, es la culminación de un proceso que ubica la Ley como centro y criterio para la vida de Israel”.[9] “Josías es el heraldo esencial de la Torá, quien pretende reordenar y reconstituir a Israel sobre la base de la Torá. […] la obediencia a la Torá es convertida en el único criterio de vida o muerte, de bienestar o de desgracia, de Israel. […] La buena noticia es que, en el continuo proceso interpretativo de la Torá, Israel conoce el contenido de la obediencia […] Las malas noticias son que las exigencias de la Torá son intransigentes. La desobediencia provocará que Israel perezca”.[10]



[1] W. Brueggemann, 1 & 2 Kings. Macon, Smyth & Helwys, 2000, p. 544. Versión propia.

[2] Henri Cazelles, Historia política de Israel. Desde los orígenes a Alejandro Magno. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1984, p. 183.

[3] W. Brueggemann, op. cit., p. 602.

[4] Pierre Buis, El libro de los reyes. Estella, Verbo Divino, 1995 (Cuadernos bíblicos, 86), p. 42.

[5] H. Cazelles, op.cit., p. 182.

[6] P. Buis, op. cit., p. 42. Énfasis agregado.

[7] Lyle Eslinger, “Josiah and the Torah Book: comparison of 2 Kgs 22:1-23:28 and 2 Chr 34:1-35:19”, en Hebrew Annual Review, 10 (1986), pp. 51-52.

[8] P. Buis, op. cit., pp. 43-44.

[9] Pablo Andiñach, El Dios que está. Teología del Antiguo Testamento. Estella, Verbo Divino, 2014, p. 187.

[10] W. Brueggemann, Teología del Antiguo testamento. Un juicio a Yahvé. Salamanca, Ediciones Sígueme, 2007, p. 619.

La paz, el amor y la fe en Dios (Efesios 6.21-24), Pbro. Dr. Mariano Ávila Arteaga

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