4 de diciembre, 2022
Después de haber investigado todo con sumo cuidado desde su origen, me ha parecido una buena idea escribírtelas por orden, para que llegues a conocer bien la verdad de lo que se te ha enseñado.
Lucas 1.3-4, Reina-Valera Contemporánea
Trasfondo
“Un proyecto de fe y conocimiento”, eso fue lo que se planteó el autor
del evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles, puesto que, siguiendo la
estela apostólica en la enseñanza de la fe cristiana, investigó cuidadosamente
los hechos que rodearon la vida y obra de Jesús incluso desde antes de su
nacimiento. De ello dan fe los dos primeros capítulos del evangelio, que van
precedidos por unas palabras de advertencia que se retoman aquí para acercarse
a los acontecimientos del Adviento. Seguramente se basó en una serie de
entrevistas a fin de obtener la visión y la perspectiva de los protagonistas e,
incluso, tuvo la sensibilidad para incluir los cánticos que rodearon el anuncio
del nacimiento de Jesús: el Magnificat, de María, el Benedictus, de
Zacarías, el Gloria de los ángeles y el Nunc Dimittis, de
Simeón. Además, tiene un fuerte énfasis en la presencia y actuación de las
mujeres; así lo explica Ivoni Richter:
El protagonismo de las mujeres es el elemento
fundamental de esta historia. Lucas inicia su obra con ellas, y el testimonio
de ellas, es referente también para cerrar su evangelio. Por lo tanto, Lc 1-2 y
Lc 24 establecen las bases teológicas, histórico-sociales sobre las cuales se
construye el camino de Jesús y de las comunidades originarias con la
participación decisiva e igualitaria —grandemente autónoma— de las mujeres.
Por todos estos motivos, Lc 1-2 no puede ser reducido o descalificado como “pre-historia”, sino que más bien, es evangelio pleno de la acción salvadora del “Dios-con-nosotros”.[1]
No se trata, pues, de un “evangelio de la infancia
de Jesús” sino de una reconstrucción integral de los entretelones del
nacimiento de Juan el Bautista y de Jesús, todo en el marco de la historia del
pacto de Dios con su pueblo.
Contribuir a relatar la historia de
salvación en Jesús (vv. 1-2)
El evangelio de Lucas comienza con un prólogo que expone la intención
del autor, por un lado, de “elevar la tradición evangélica al rango de obra
literaria”[2]
y, por el otro, su método y su intención profunda. Lucas se inscribe en la línea
estilística de la Septuaginta en relación con su semitismo. Se dirige,
primeramente, a Teófilo, acaso un personaje real o más bien, simbólico,
un nombre colectivo “para designar todos aquellos que acogen el Evangelio”.[3]
Quiere dar continuidad a lo que otros (“muchos”) ya habían intentado relatar (diégesis),
aunque si ellos lo hubieran convencido no habría intentado este notable esfuerzo
por contar la historia. Eso es una crítica discreta a los intentos anteriores
que (particularmente Marcos), por ejemplo, no se remontaron lo suficiente para
explicar los orígenes. La organización anterior de esos datos no le pareció suficiente,
por lo que experimentó la obligación de recontar “los hechos ciertamente
verificados entre nosotros” (El Nuevo Testamento interlineal palabra por palabra),
a fin de comprender los acontecimientos de la historia de la salvación tal
como Lucas los concibió. Para él, estos acontecimientos “no ‘tuvieron lugar’
simplemente, sino que se ‘cumplieron’, constituyen un cumplimiento, son lo
que Dios quiso que fueran”.[4]
El verbo utilizado aquí “puede muy bien referirse a la armonía que existe entre
las promesas de la Escritura y la historia en que se realizaron”.[5]
El v. 2, centrado en la transmisión del relato, “implica
una conciencia precisa de la historia”, pues Lucas formó parte de una
generación en la que la memoria ya está ubicada sólidamente en una tradición:
Su transmisión se confió a un grupo de mayor peso que los ‘muchos” autores: a los que fueron desde el principio los testigos oculares y servidores de la Palabra. Paradídomi, “transmitir” (el maestro transmite el saber a sus alumnos; los padres transmiten su memoria a la generación siguiente), está profundamente arraigado tanto entre los griegos como entre los judíos, y, en tiempos de Lucas, el verbo ya está en uso en la Iglesia. Así es como se transmiten con seriedad y exactitud tanto las leyes como los mitos, tanto las doctrinas como los acontecimientos.[6]
El doble carácter (“testigos oculares” y “servidores
de la Palabra”) muestra a aquella generación anterior como sumamente digna de
crédito y aceptación, pues fueron una garantía de fe para los/as creyentes
posteriores. Lucas piensa en la gran responsabilidad de los apóstoles,
obedientes a la Palabra y depositarios de ella.
“Conocer bien la verdad”: objetivo
de la narración y del Evangelio (vv. 3-4)
Lucas se asume a sí mismo como un investigador concienzudo, atento y
correctamente informado: el verbo que usa para referirse a ello así lo expresa,
“después de haber investigado todo con sumo cuidado” (3a). “El autor
está orgulloso de haber tenido la feliz idea de escribir ‘para ti’ este relato”.[7]
Ese verbo se usaba en la historiografía antigua y se refiere a los trabajos
serios de preparación de un autor, pues Lucas da a entender que consultó todas
las fuentes posibles, que se documentó al máximo: investigó “todas las cosas
con rigor ordenadamente” (3b). Asimismo, sus antecesores se contentaron con
recibir la tradición, por el contrario, él se propuso, como historiador, llegar
hasta los acontecimientos primigenios, es decir, contribuir a consolidar esa
tradición. No deseaba sustituir la tradición con la historia sino confirmarla. Era
preciso que Teófilo conociese en profundidad las palabras (lógon) en las
que había sido enseñado (catequizado, literalmente): “La solidez de las
palabras acerca de las cuales fuiste instruido” (4b), esto es, conocer bien la
verdad recibida mediante la fe. El adverbio “ordenadamente” atrae la atención
sobre el acto mismo de escribir y también sobre la calidad literaria de lo
expuesto. Teófilo, “amado de Dios” o “el que ama a Dios”, bien pudo ser un
personaje histórico, quizá un converso del mundo griego.
El propósito de la elaboración de toda esta historia fue que el destinatario “conociera” el contenido de la enseñanza recibida previamente. Se trataba, por tanto, de “un conocimiento o reconocimiento consciente, fundado, adquirido mediante un trabajo de pensamiento más que exhaustivo”.[8] Todo ello con solidez, firmeza y seguridad. La solidez (asfáleia) es, “al mismo tiempo profana y teológica; porque, para Lucas, la salvación tuvo lugar en la historia. Un lector como Teófilo puede al mismo tiempo informarse exactamente y hacer suyo el contenido de la fe”.[9]
Conclusión
La advertencia de este prólogo tan excelente y tan
bien escrito es clara:
…los lectores que sólo conocen la verdad parcial o deformada
podrán saber exactamente lo que ocurrió históricamente y, además, su
significado existencial.
Lucas se muestra ciertamente modesto […] Pero tiene también unas pretensiones muy altas: el orden de los hechos, la información digna de confianza, la preocupación artística, la interpretación teológica de los hechos. Porque la conciencia de la distancia respecto al pasado va acompañada en él de la seguridad de que la Iglesia de hoy, los testigos oculares y la revelación misma, forman un todo.[10]
Además, como observa Richter,
y no deberíamos olvidarlo, estamos delante de “un suceso fundante que mueve a
Dios y a la historia individual y colectiva, que mezcla lo privado y lo
público, lo profano y lo sagrado en el movimiento de cuerpos temerosos,
anhelantes y embarazados. La historia de la anunciación y gravidez ya es
plenamente historia salvífica, porque fue engendrada y vivida junto con el
mismo Dios, que hizo resucitar al crucificado”.[11]
[1] I.
Richter, “Lucas 1-2 bajo una perspectiva feminista …y la salvación se hace
cuerpo”, en RIBLA, núm. 44, 2003/1, pp. 33-44.
[2] François Bovon, El evangelio según san Lucas. I. Lc 1-9. Salamanca,
Ediciones Sígueme, 1995 (Biblioteca de estudios bíblicos, 85), p. 29.
[3] Pablo Richard, “El evangelio de Lucas. Estructura y claves para una
interpretación global del Evangelio”, en RIBLA, núm. 44, 2003/1, p. 10.
[4] F. Bovon, op. cit., p. 58. Énfasis agregado.
[5] Ídem.
[6] Ibid., p. 59. Énfasis agregado.
[7] Ibid., p. 61.
[8] Ibid., p. 64. Énfasis adicional.
[9] Ibid., p. 65.
[10] Ibid., p. 68.
[11] I. Richter, op. cit., p. 34.
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