viernes, 4 de octubre de 2024

Pacto y promesa: la Reforma Protestante ante la fe de Job (Job 12.1-16), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

6 de octubre, 2024

 

Antes, cuando yo llamaba a Dios,

él siempre me respondía;

en cambio, ahora,

hasta mis amigos se burlan de mí;

no soy culpable de nada,

pero todos se burlan de mí.

Job 12.4, TLA 

Trasfondo

En cada conmemoración por el surgimiento y consolidación de la Reforma Protestante (en todas sus expresiones geográficas e históricas) no debería quedar lugar a dudas sobre los tipos de escuela que ella ha representado para los/as creyentes adscritos a su influencia. En primer lugar, la Reforma es una escuela de lectura de la Biblia tenaz y renovada, con el fin de encontrar la voluntad divina en sus páginas y plasmarla en la realidad transformada por la divinidad. En segundo, es una gran escuela de fe y espiritualidad que nos enseña quién es Dios, qué es el mundo creado por él y cómo se relaciona la humanidad con él como parte de un gran pacto de salvación. Y finalmente, es también una sólida escuela teológica que ha sido capaz, con todo y sus altibajos, de mantener la presencia cristiana en las sociedades como un bastión espiritual y cultural siempre dispuesto al diálogo transformador. Atacada y malinterpretada por igual, incluso por muchos de quienes deberían exponerla con claridad y suficiencia, se mantiene no como un monumento del pasado sino, más bien, como un espacio de acogida para todo aquél/la que desee beber de los inmensos manantiales de la fe en Jesucristo para otorgar sentido a la existencia y adquirir una vocación para la misión de extender el evangelio.

Sin ánimo de homenajearla acríticamente, este nuevo acercamiento a la Reforma está permeado por los acontecimientos que hemos vivido y que obligan a interrogarla acerca de cómo reaccionar ante las grandes exigencias que se nos han presentado, como fue la pandemia global de Covid. En el siglo XVI, el contexto social estaba dominado por el enorme temor apocalíptico que ocasionaba la cercanía de la peste que arrasaba con poblaciones enteras y que no dejó de diezmar a algunas ciudades que abrazaron el cambio religioso. Incluso, algunos dirigentes y miles de fieles murieron por causa de ella, como sucedió con el español Francisco de Enzinas (1518-1552), traductor del Nuevo Testamento, quien sucumbió en a los 34 años en Estrasburgo.[1] Muy al principio de esta pandemia, muchos recordaron las palabras de Lutero sobre la peste en una carta de agosto de 1527 en respuesta a Johan Hess, líder de la Reforma en Silesia. Allí afirmó: “Debo evitar lugares y personas para quienes mi presencia no es necesaria para no contaminarme, y posiblemente infectar y contaminar a otros para causar su muerte como resultado de mi negligencia. Si Dios quiere llevarme, definitivamente me encontrará, hice lo que espera de mí, así que no soy responsable de mi muerte misma o la de los demás. Mira, esta es una fe temerosa de Dios, porque no es impetuosa ni tonta, y no tienta a Dios”.[2]

Job en la historia de la iglesia

En la historia de la iglesia hay una multitud de ejemplos acerca de cómo se ha leído el libro de Job, lo que constituye también una sólida enseñanza para todos los tiempos. En su lectura e interpretación del libro, los reformadores no dejaron de considerar a Job como un modelo de fe y afrontaron los problemas derivados de la reacción a su sufrimiento y su incesante búsqueda de diálogo con Dios. En ello no se apartaron mucho del modelo dominante de interpretación. Para Lutero y Calvino, “Job es un héroe solitario de la fe, luchando valientemente contra la duda, el diablo y la incertidumbre. Es fácil ver cómo sus propias inclinaciones psicológicas contribuyeron a la formación de esa imagen, pero tal vez sea más difícil admitir que fue su tradición, sus personalidades y el espíritu de su época, más que el texto del libro de Job, lo que determinó su configuración”.[3]

Job en la Reforma Protestante

En su celo por el acceso a la Biblia, la Reforma se acercó a cada libro con una mirada renovada. Eso transformó para siempre la manera de comprenderla e interpretarla incluso con la visión de su tiempo:

 

Tanto para Lutero como para Calvino, la figura de Job es un modelo de las tendencias individualistas, pietistas y psicológicamente orientadas de su espiritualidad contemporánea. Para ambos, Job es un héroe solitario de la fe, que lucha valientemente contra la duda, el diablo y la incertidumbre. Es fácil ver cómo sus propias inclinaciones psicológicas contribuyeron a la creación de esa imagen, pero quizá sea más difícil admitir que fue su tradición, sus personalidades y el espíritu de su época, más que el texto del libro de Job, lo que determinó su configuración.[4] 

Lutero comentó así acerca de las características de Job:

Cuando la muerte se aproxima y Dios se aparta, sus palabras muestran qué tipo de pensamientos en contra de Dios tiene un hombre, por más santo que sea, cuando le parece que Dios no es Dios, sino más bien un juez y un tirano enfurecido que ataca con fuerza brutal, sin interesarse por el vivir correcto de nadie. Éste es el punto álgido del libro. Sólo lo comprenden aquellos que ya experimentaron y sintieron lo que es sufrir la furia y el juicio de Dios, mientras su gracia permanece oculta.[5] 

En el cap. 12, como parte de su respuesta a Zofar, Job reconoce que previamente a su crisis, Dios le respondía siempre (v. 4), pero que ahora lo que encuentra es sólo silencio. La facilidad de sus amigos para criticarlo sin compartir ese sufrimiento era una fuente más de dolor para él (v. 5). Las afirmaciones de los vv. 13-14 muestran a Job en pleno dominio de una sana conciencia sobre las acciones de Dios y de su dominio sobre los acontecimientos: “Dios tiene sabiduría y poder; / hace planes y éstos se cumplen. / Si Dios derriba algo, / nadie puede volver a levantarlo. / Si Dios apresa a alguien, / nadie puede ponerlo en libertad.”, algo que los reformadores reconocieron y aceptaron puntualmente. Y todavía en los vv. 17-23, Job se da tiempo para observar el comportamiento divino en relación con los políticos, algo sumamente extraordinario, dada su condición.

Conclusión

La Reforma Protestante enseñó una nueva manera de leer, interpretar y aplicar las Escrituras sagradas. Lejos de las imposiciones de la tradición y del llamado “magisterio eclesiástico”, la práctica del libre examen propuso y desarrolló una orientación espiritual que llega hasta nuestros días. En el caso de Job, se le vio como una persona que puso en práctica, por así decirlo, el sacerdocio universal de los creyentes, especialmente por causa de su evidente inclinación a tratar directamente con Dios, sin intermediarios humanos o institucionales. En ese sentido, bien podría decirse que Job fue un precursor de la Reforma, aun cuando por la época en que vivió y en la que se escribió el libro era complicado asumir la fe individual como un postulado universal. Pero actualmente es posible apropiarse de las implicaciones de esa perspectiva para seguir en la línea bíblica del sano encuentro con Dios en la historia y en la vida cotidiana.



[1] Cf. Michael Becht, “Francisco de Enzinas”, en Walter Kasper et al., eds., Diccionario enciclopédico de la época de la Reforma. Barcelona, Herder, 2005, p. 183.

[2] M. Lutero, “Sobre si se debe huir de una plaga mortal”, disponible en inglés, en el sitio: https://rockrohr.net/wp-content/uploads/2014/03/Luther-WHETHER-ONE-MAY-FLEE-FROM-A-DEADLY-PLAGUE.pdf.

[3] David A.J. Clines, “Job and the spirituality of Reformation”, en W. Peter Stephens, ed., The Bible, the Reformation and the Church. Essays in honour of James Atkinson. Sheffield Academic Press, 1995, p. 58. Versión: LC-O.

[4] Ibid., p. 49.

[5] M. Lutero, “Prefacio al libro de Job”, en Obras, tomo 6, Buenos Aires, La Aurora, 1979, p. 62.

Pacto y promesa: la Reforma Protestante ante la fe de Job (Job 12.1-16), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

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