sábado, 7 de mayo de 2022

Nuevo pacto con el pueblo (I): un pacto superior (Jeremías 31.31-32), Pbro. Leopoldo Cervantes-Ortiz

8 de mayo, 2022

Vienen días en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. —Palabra del Señor. No será un pacto como el que hice con sus padres cuando los tomé de la mano y los saqué de la tierra de Egipto.

Jeremías 31.31-32a, Reina-Valera Contemporánea

El texto es más bien una declaración divina de que Yahwéh comenzará de nuevo con Israel y restaurará una relación de pacto que se ha perdido en la debacle de la desobediencia y la destrucción.[1]

Walter Brueggemann

 

Trasfondo

El pacto o la alianza de Dios con Israel en la antigüedad atravesó por numerosas situaciones de conflicto de lo que quedó suficiente constancia en buena parte de la Biblia Hebrea. Continuamente, el Señor reprochó al pueblo sus desobediencias e infidelidad a ese convenio de ayuda y salvación que Él anunció y mantuvo vigente. El libro de Jeremías es un testimonio elocuente de esos reproches, advertencias y llamados a la conversión, ya con la inmensa crisis de la invasión babilónica de por medio y con la caída de los dos reinos. En el llamado “Libro de la Consolación”, caps. 30-31 (seis poemas, ampliado con secciones en prosa: 32-33), aparece una profunda reflexión sobre lo sucedido y sobre la forma en que el Señor canalizaría las ansiedades y deseos de la comunidad de fe, exigida ahora de un nuevo y definitivo reacomodo de su situación histórica. Los textos más tempranos de este Libro (30.5-7, 12–15; 31.2–6; 15-20) pueden haber surgido antes de los sucesos que condujeron al exilio y es posible que el material inicial no esté relacionado en absoluto con él. Contiene, además, “hilos” posteriores al exilio de finales del siglo VI a.C. “Estas adiciones revalorizan los oráculos más antiguos y los enmarcan como predicciones de exilio para presentar una nueva interpretación del exilio y la restauración de los judíos”.[2]

Con un lenguaje similar al de Isaías 40, el Libro abre con un anuncio de restauración y consuelo: “Así que no tengas miedo, mi querido siervo Jacob. No tengas ningún temor, Israel, porque yo te salvaré, a ti y a tu descendencia, de esa tierra lejana donde ahora estás cautivo. Tú, Jacob, volverás de allá, y vivirás tranquilo y en paz, sin que nadie te infunda terror” (30.10) que concluye con la reiteración de las clásicas palabras alusivas al pacto antiguo: “Y ustedes serán mi pueblo, y yo seré su Dios” (30.22). “El capítulo 30 fue originalmente dirigido a quienes habitaban la región de Samaría al calor de la reforma de Josías; pero en la redacción final son releídos en la perspectiva de la restauración postexílica”.[3]

Un nuevo pacto para un pueblo unido (Jeremías 31.31)

La división del reino de Israel acaecida en el año 928 a.C., con la revuelta de Jeroboam, fue uno de los hechos más dolorosos en la historia de este pueblo: “Las historias de los reyes son profundas y tocan la sensibilidad del lector. En el horizonte de estos relatos está siempre el triste final de la historia de la monarquía en Israel. Se deben leer teniendo en cuenta que cada infidelidad contribuye a acercar el destino trágico de perder el templo y la tierra como si cayeran por un largo tobogán de casi 400 años que conduce al peor destino”.[4] Al momento de dirigirse al pueblo, el mensaje de Jeremías tiene en mente la reunificación de Israel, algo que podía considerarse como una visión sumamente utópica de la historia futura.

El nuevo pacto que se anuncia en el v. 31 se dirige expresamente a las dos casas reales aun cuando el horizonte geopolítico era bastante contrario a esa realidad: “Incluso en el Poema 1 [30.5-11], que espera la restauración completa del autogobierno de Judea y la monarquía davídica, el sentido es que estos eventos ocurrirían en la era actual, no en el mundo venidero. […] una de las últimas incorporaciones al Libro de Consolación, sugiere un calendario para la restauración de Israel y Judá que puede no ser el mismo que el imaginado en el cuerpo del ciclo, que se desarrolló antes. […] la restauración de Yahwéh prometida en los poemas parece aún no cumplida, lo que sugiere un escenario escatológico para la restauración más completa”.[5]

Un pacto diferente y superior al anterior (Jeremías 31.32)

 

El antiguo y nuevo pacto mencionado en Jeremías está vinculado a la comunidad israelita y se resuelve dentro de ella. Tiene que ver con el mensaje de restauración que, después de la destrucción del templo y la ciudad, exige una renovación del pacto. Pero el profeta anuncia algo más profundo que una renovación; lo nuevo reside en que este pacto estará en el corazón, no escrito en piedras, como el anterior, y que comenzará con el perdón de los pecados de Israel. Por otra parte, en ningún momento sugiere el texto que habrá un cambio respecto a los actores del nuevo pacto.[6]

 

El gran contraste marcado por lo que se afirma en este versículo se sitúa, como bien subraya Andiñach, en la dinámica interna de la historia de Israel, aun cuando estas palabras han servido para asomarse al asunto mediante una lectura cristiana del pasaje, tal como se lleva a cabo en Hebreos 8.8-12. Es necesario tratar de comprender dicha dinámica adentro mismo de la historia espiritual del pueblo antiguo, en sus coordenadas propias y con base en las esperanzas que había acumulado ante las circunstancias tan duras que vivía. En ese sentido, existen magníficos estudios sobre los notables paralelismos de estos dos capítulos con porciones de Isaías y Oseas. “En este poema de extrema belleza se canta a la esperanza del regreso que Dios promoverá para los cautivos. El actor principal es Yahveh, que volverá ‘a edificar a Israel’. El mensaje no solo es para los cautivos en Babilonia, sino que se extiende a quienes están ‘en los confines de la tierra’, una alusión a los desterrados de Samaria del año 722, pero también a Judá, que había sido desparramado en varios lugares del imperio”.[7]


La belleza del texto es sin igual: Israel es como una mujer virgen y Dios como su novio, y se dice que algo nuevo ha gestado el Señor en esta relación, pues es la mujer la que ahora acecha al varón (31.22). Los textos de consolación de Jeremías tejen una trama teológica muy precisa: en su momento debieron decirse las palabras más duras, y el profeta las profirió a resigo de su salud, incluso. Al advertir que la integridad de la vida espiritual y el ánimo del pueblo estaban en juego, no titubeó en buscar fortalecer a la comunidad. El profeta sabía bien que el pueblo había pecado y que por esa razón fue al cautiverio, pero también estaba consciente de que el amor de Dios sobrepasa toda medida y que no dudaría en rescatarlo del lugar donde estaba. 

Conclusión

“Hay, sin duda, un referente histórico [como siempre, en estos casos], pero no en el sentido de que debamos señalar un hecho particular en el cual se han de cumplir estas promesas [una fuerte tentación para la lectura cristiana], sino en el sentido que subyace en el mensaje de que Dios continúa activo en la historia [lección permanente en todas las épocas del pueblo de Dios] y promueve la reconstrucción de su pueblo después de la larga experiencia de angustia y desolación [mediante una pertinencia de la palabra divina que hoy debemos rescatar continuamente]”.[8]



[1] W. Brueggemann, The theology of the Book of Jeremiah. Universidad de Cambridge, 2007 (Old Testament Theology), p. 126. Versión propia.

[2] Martien A. Halvorson-Taylor, “Jeremiah’s Book of Consolation”, en Enduring exile: The metaphorization of exile in the Hebrew Bible. Leiden-Boston, Brill, 2011 (Supplements to Vetus Testamentum, 141), p. 44. Versión propia.

[3] P. Andiñach, El Dios que está. Teología del Antiguo Testamento. Estella, Verbo Divino, 2014, p. 248.

[4] Ibid., p. 187.

[5] Martien A. Halvorson-Taylor, op. cit., p. 94.

[6] P. Andiñach, op. cit., p. 249. Énfasis agregado.

[7] Ibid., pp. 248-249.

[8] Ibid., p. 249.

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