18 de septiembre, 2022
Trasfondo
Una definición de gobierno: “Conjunto de ministros,
acción y efecto de dirigir un Estado. Gobernar, del latín gubernare.
Originalmente significaba “pilotar un barco” y es un préstamo del griego Kybernaein
– “dirigir, sobre todo un navío, guiar, pilotar”. De justicia: “Es una de las
cuatro virtudes cardinales: la prudencia, la templanza y la valentía; la cuarta
es la justicia. Pero no es una de cuatro solamente, parece que contiene todas
las demás”. Siguiendo a Ikram Antaki en El Banquete de Platón: dicen que
es la virtud necesaria porque no existe. La justicia pertenece precisamente a
lo que no es, pues ésta sólo existe si la practicamos. ¿Y cómo practicarla si
no sabemos lo que es? De las cuatro virtudes cardinales es la única que es
buena absolutamente. La prudencia, la templanza y la valentía sólo son virtudes
si se ponen al servicio del bien; si se ponen al servicio del mal, ya no serán
virtudes, sino simples talentos. Se puede hacer mal, siendo prudente, se puede
ser un dictador templado, se puede ser un asesino valiente, así como son
talentos la inteligencia, la finura, la facultad de juicio, la precisión, la
perseverancia, pueden volverse terribles si la voluntad del que los usa no es
buena.
Ser justo es ya un valor. No hay
un asesinato justo, por ejemplo, no hay una tiranía justa, así que hay que
reconocer la singularidad de la justicia; la justicia es buena en sí, no
necesita agregados, no es una virtud como las demás; parece ser el horizonte de
todas las virtudes. Aristóteles decía que es una virtud completa. Si nuestro
horizonte es la felicidad, entonces dimitimos; la justicia no da la felicidad,
pero eso sí, ninguna felicidad dispensa de ella. Pero la justicia también es
complicada. Hay un problema que filósofos como Kant, Camus o escritores como
Dostoievski que dicen: si para salvar la humanidad, habría que condenar a un
inocente, ¿acaso hay que hacerlo? La respuesta es no. Porque si la justicia
desaparece, la vida de los hombres sobre la tierra sería cosa sin valor. Si la
justicia no fuera más que un contrato de utilidad, entonces podría ser justo
que, para la felicidad de casi todos, se sacrificara a algunos sin su
aprobación, a pesar de su inocencia, sin que tuvieran defensa alguna y esto la
justicia lo prohíbe, la justicia vale más que el bienestar o la eficacia; no se
puede sacrificarla aún por la felicidad de la mayoría. Sin ella no habrá
legitimidad ni ilegitimidad; ni siquiera humanidad; ni la felicidad ni el amor
valen sin ella, ya que el amor no sería más que parcialidad; hay amores
injustos; la felicidad no sería más que confort, bienestar; sin la justicia,
los valores sólo serían intereses, no valdrían.
Y aquí es donde reitero la
complicación que tiene esta gran virtud, porque tiene dos sentidos: 1. La
conformidad con el derecho, de ahí que se habla de sistemas de justicia, de
sistema judicial. 2. El sentido de igualdad. De ahí que se hable en el primer
caso, de transgresión a la ley, y en el segundo caso, que se habla de justicia
social. El justo sería aquél que ni viola la ley, ni viola los intereses legítimos
de los demás; o sea que es el que ni viola el derecho, ni viola los derechos.
Aristóteles tiene una frase muy bonita, dice;” el justo es el que toma solo su
parte de los bienes y toma toda su parte de los males”.
Lo que no es gobernar con
justicia, o sea: lo que es gobernar con injusticia: el caso de Salomón en 1
Reyes (2.23; 4.7; 5.13; 6.1-2; 7.1-2; 9.15-17; 9.20-21; 10.14-15 y 11.5, 7).
Múltiples desviaciones de la voluntad de Dios, desde la idolatría, hasta la
poligamia. Así que si recordamos el comienzo del libro de Proverbios, que dice:
“Para entender sabiduría y doctrina, / para conocer razones prudentes, / para
recibir el consejo de prudencia; Justicia, juicio y equidad; Para dar sagacidad
a los simples, Y a los jóvenes inteligencia y cordura”. “El principio de la
sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la
enseñanza”. Estoy tratando de entender entonces, por qué Salomón se desvió de
tal manera y quiero mencionar esa frase conocida como dictum de Acton,
frase atribuida al historiador católico británico John Emerich Edward Dalberg-Acton,
más conocido como Lord Acton en 1887, que en su redacción original decía: “El
poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
El caso de Mijaíl Gorbachov y los
evangélicos
El
fin de la URSS
Las reformas de Gorbachov permitieron la
desintegración de la ex Unión Soviética. Gorbachov inició una era de apertura
de relaciones diplomáticas con Estados Unidos y Europa a pesar de ser
consciente de que ello garantizaría su final político. Fue clave en la
disolución del coloso comunista y jugó un papel activo en la reunificación de
Alemania y el final de la Guerra Fría con Estados Unidos. Su labor de estadista
fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz en 1990. […]
¿Qué
tiene que ver Gorbachov con los evangélicos latinos? […]
La literatura apocalíptica es una de las que más se
venden a nivel mundial. La fascinación y la curiosidad de personas alrededor
del mundo acerca del futuro y del fin del mundo han hecho de esta literatura un
negocio millonario para algunos. Temas como el Armagedón, el anticristo, el
falso profeta, son muy recurrentes en muchas iglesias evangélicas.
Durante las décadas de los 80 y 90, cientos de
predicadores itinerantes en América Latina profetizaban que Gorbachov era el
anticristo, o el falso profeta. Todo esto basado en interpretaciones
escatológicas y sensacionalistas, influenciadas por el movimiento nacionalista
estadounidense y la doctrina Monroe, una declaración elaborada en 1823 durante
la presidencia de James Monroe. Sintetizada en la famosa frase “América para
los americanos”, estableció que cualquier intervención de los europeos en el
continente americano sería considerada como un acto de agresión contra Estados
Unidos. […]
Una
interpretación literal […]
Al leer las escrituras e interpretar el contexto en
que fueron dadas, especialmente los profetas y los evangelios, nos damos cuenta
de que Dios no es ni capitalista ni socialista, ni prefiere a Estados Unidos o
a Rusia por sobre las demás naciones.
Un mensaje evangélico más equilibrado debe utilizar
las herramientas que nos proveen las ciencias políticas y los estudios
internacionales para analizar la geopolítica mundial y evitar dar lugar a
interpretaciones bíblicas basadas en el emocionalismo y el fundamentalismo de
algunos sectores cristianos.
Óscar Moha: las próximas
elecciones
“Grupos evangélicos ya se organizan para entablar
pláticas con el candidato/a priista a la gubernatura en el estado de México.
Ofrecerán sus redes laicas y ministeriales a cambio de láminas, cemento y
desayunos pastorales pagados por el Partido, como es costumbre”.
¿A quién pertenece la
justicia?
La justicia, entonces, no pertenece a nadie, a
ningún grupo, a ningún partido, todos entonces debemos defenderla; la justicia
no tiene moral. La justicia tiene que estar bajo la guardia de los individuos
porque solo existe si hay justos para defenderla, personas justas. ¿Y qué es un
justo?, ¿aquél que respeta la legalidad? No, ya que la legalidad puede ser
injusta; hubo leyes racistas, por ejemplo. En Alemania, el sistema creó leyes
injustas.
¿Qué es un justo entonces?,
¿aquél que respeta la ley moral?; y entonces tendríamos que preguntarnos, ¿qué
es la ley moral?, ¿cuál es el moralómetro? Si lo supiéramos, no
necesitaríamos de los justos. Ninguna República, ninguna democracia sería
posible, si solo obedecemos las leyes que aprobamos. Es deseable que las leyes
y la justicia vayan en un mismo sentido, pero este es sólo un ideal.
Luego entonces, se trata de hacer
algo que no sabemos lo que es, y de verdad que esto es complicado. La justicia
no es de este mundo. Los justos que respetan la legalidad y que respetan la
igualdad, que es la vertiente donde se puede unir el orden de la justicia, son
los únicos que pueden entender el sentido de justicia.
La justicia en el Reino de
Dios
De ahí que el gobierno del reino de Dios sea
explícito para nosotras/os. Pascal decía que hay dos tipos de hombres: los
unos, justos que se creen pecadores y los otros, pecadores que se creen justos.
No hay un código evidente. Pero se necesita un criterio, aún aproximativo, aún
un incierto; este es la reciprocidad o la equivalencia entre individuos; esto
se llama equidad, la cual es una tendencia hacia la perfección; una
virtud de orden.
Ejemplo: aprovecharse de la
inocencia, de la ignorancia, de la desesperanza de alguien para obtener algo
contrario a su bienestar, a sus intereses, eso es injusto, aunque fuera
legal; o sea que cualquier intercambio entre un fuerte y un débil, entre un
sabio y un ignorante, solo sería justo si el fuerte y el sabio , suponen en el
otro una fuerza igual a la suya, porque la transacción sólo sería justa entre
iguales; iguales en potencia, en saber, en derecho, solo en esta condición de
igualdad hay justicia y hay que someterse a eso. La regla de oro la sabemos
todos: “Ponte en el lugar del otro”, con todo lo que eso implica, de eso se
trata; así la usura es injusta, por ejemplo. Todas esas transacciones que se
hacen en tiempos de crisis; esos que están obligados a vender por debajo del
precio y venden a quienes tienen el dinero. La operación es absolutamente
legal, por cierto, pero en términos de moral sí hay problema. Aún el comercio
sería injusto si no hubiera entre el vendedor y el comprador una cierta
paridad. De ahí que cuando se ocultan bienes en tiempo de guerra, por ejemplo,
aprovechándose de la crisis que existe, hay juicios y castigos en algunos
países que hasta con la muerte se le castiga a quien hace eso. Llevado a sus
límites este razonamiento, llevaría a pensar que el lobo mismo podría volverse
justo si la propiedad es injusta; ¿cuándo es injusta la propiedad?, cuando es
exagerada. Cuando desafía demasiado las exigencias de una cierta paridad
relativa entre los hombres; de aquí salió el mito de Robin Hood, que lleva
siglos; todos los países tienen su Robin Hood, su “Chucho el roto”. Todos los
países tienen esta figura mítica del que viola la ley para restablecer la
justicia, es decir que cuando se oponen los dos sentidos, él toma el sentido
moral en contra del sentido legal.
“¿Quién puede gozar de lo
superfluo cuando otros mueren por falta de lo necesario?”; entonces hablamos de
igualdad; la igualdad que es necesaria a la justicia y esta igualdad es menos
de objetos intercambiados, que de sujetos que intercambian.
Amós, profeta de la justicia
Jeroboam II, una de las figuras militares más
influyentes en el reino del Norte, asciende al trono en un clima de optimismo
tanto político como económico. Sin embargo, será la bonanza antes de la
tormenta, porque el desarrollo alcanzado, el cual se había iniciado durante el
reinado de Joás, será consecuencia de la situación internacional favorable, de
la cual se benefició Israel.
Realmente, esta primera mitad del siglo VIII a.C.,
se caracterizó por una creciente actividad militar en todos los estados de la
región. Descubrimientos arqueológicos que datan del período reflejan el auge de
la actividad de construcciones, principalmente con fines militares. Por lo
tanto, esta fue una época en que los ejércitos ocuparon una posición destacada,
tanto en la política externa como en la interna, garantizando la acción
económica del estado tributario.
La política de expansión de fronteras trajo el auge
del militarismo. Y, ciertamente, la sociedad de Jeroboam II, en sintonía con la
época, llegó a ser una sociedad altamente militarizada. Solo que aquí ya vemos
un cambio en el papel del ejército. Las campañas militares, no son, como
antiguamente, defensivas, sino de conquista. Los militares no apoyan a los
hombres y a las mujeres del pueblo en el derrocamiento de una dinastía
explotadora, sino que apoyan los intereses económicos tributarios.
La riqueza de la época de Jeroboam II se demuestra
por el crecimiento de la construcción de espléndidos edificios y palacios en
ciudades como Samaria y Meggido. Las fuentes bíblicas, al hablar de las casas
de invierno y de verano, así como de las casas con incrustaciones de marfil,
sin duda, de origen fenicio, también dan testimonio de una gran opulencia
jeroboámica. Y sí que era una época de progreso y bonanza, ¡pero para algunos!
[…]
La sociedad jeroboámica, como lo muestran los libros
de Amós y Oseas, estuvo marcada por la injusticia y la opresión. La diferencia
entre ricos y pobres era escandalosa. Ya Amós tematiza y simboliza la
injusticia y la explotación diciendo, que “venden al justo por plata y al pobre
por un par de sandalias”. El pueblo campesino era aplastado y amedrentado, sin
duda, por el ejército, que exigía la tributación estatal. […]
Milton Schwantes comenta la política de terror
“policial”, diciendo “grande es la agresión contra las personas. La violencia
está a la orden del día. Las personas llegan a ser ahuyentadas y eliminadas,
poblaciones civiles indefensas son masacradas. Los ejércitos andaban arrogantes
y aterrorizando. La arrogancia militar se esparce por los caminos”.
También las campesinas/os estaban en peligro de
quedar reducidos, hasta llegar a ser esclavos de los señores de las ciudades, viendo
cómo sus tierras eran hipotecadas y/o desapropiadas, cuando quedaban endeudados
a causa de la pérdida de la cosecha, debido a una sequía o a cualquier
calamidad atmosférica. La ley que protegía [todo esto] era irrespetada. Se
cobraba como impuesto los cargamentos de trigo y vino de las personas
empobrecidas. A más de eso, las mujeres de las élites oprimían y aplastaban a
los pobres y a los débiles, que eran, posiblemente, las y los trabajadores que
hacían el servicio doméstico en la capital.[3]
Carlos Mesters afirma que los ricos, el rey y los
nobles, vivían en las ciudades protegidas por altas murallas, lejos del campo
donde el pueblo vivía y sufría.[4]
En este escenario el profeta
denuncia y anuncia (5.22-26). Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz 1984, decía:
“Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado opresor”.
Algunas cuestiones
pendientes
Debemos prestar cuidadosa atención al contenido de
la justicia distributiva, porque el término justicia, que en muchos
textos israelitas exige reparaciones, en nuestra sociedad de manera
convencional significa una justicia retributiva: dar a la persona lo que merece
de acuerdo con su actuación, es decir, un sistema de premios y castigos, no
modelado por la obligación comunitaria o por la generosidad de la comunidad.
Sin duda, la práctica de la justicia retributiva se halla presente en el
Antiguo Testamento, así como en el ambiente religioso del mundo antiguo. Además,
no cabe duda de que el término justicia, tal como se emplea en el mundo
contemporáneo, normalmente se refiere a la justicia retributiva, como en
el celo generalizado por “la ley y el orden”.
Tanto la justicia distributiva como la retributiva
pueden hallar justificación en el texto de Israel. En cualquier caso, parece
que no hay ambigüedad alguna en que, en los textos israelitas fundamentales
relacionados con la revolución mosaica, el yahvismo es la praxis de una
justicia distributiva. Si ése es el caso, los intérpretes del Antiguo
Testamento siempre deben buscar la precisión en su formulación, o ciertamente
serán percibidos en términos de una justicia que es menos costosa y exigente
con aquellos que poseen el poder y los bienes de forma desmesurada.
Es importante no concebir el compromiso de Yahvé con
la justicia distributiva como algo romántico, aunque se encuentre en el centro
del testimonio israelita acerca de su Dios. En el Antiguo Testamento no todos
por todas partes son entusiastas de la justicia distributiva. La justicia
distributiva, si se toma en serio (como en la práctica del jubileo), es
intrínsecamente desestabilizadora del statu quo, puesto que significa poner en
peligro intereses creados. Así, no nos sorprende que quienes se benefician del statu
quo —quienes
son privilegiados por la estructura política, económica y legal actual— crean que
el mantenimiento del “orden” —es decir, del orden actual— sea una
función fundamental de Yahvé. Es probable que este interés social se refleje en
las tradiciones sapienciales de Proverbios que parecen incitar a la
generosidad, pero no a un cambio estructural o a una redistribución seria.
Parece igualmente plausible comprender las conocidas restricciones de los
profetas primitivos frente a los excesos en tensión con las tradiciones reales,
las cuales parecen justificar la acumulación de plusvalías. La sociedad
israelita, como cualquier otra sociedad, estaba profundamente agobiada por la
tensión permanente entre los que tienen y los que no, los cuales se convierten
respectivamente en defensores (en nombre de Yahvé) del equilibrio social o del
cambio social.[5]
[3] Pedro Triana Fernández, “Memorias de resistencia y sobrevivencia. Un
estudio de Amós 2,6-16”, en RIBLA, núm. 71, 2012/1, pp. 25-27.
[4] José Luis Verdi Sulca, “El lujo despreocupado. Una actitud engañosa de
las clases dominantes de Israel en Amós 4,1-14”, en RIBLA, núm. 71,
2012/1, p. 51.
[5] Walter Brueggemann, Teología del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé.
Salamanca, Ediciones Sígueme, 2007, p. 775.