domingo, 25 de septiembre de 2022

"Rey que juzga a su pueblo pobre con justicia afirma su trono para siempre" (proverbios 29.12-16), Pbro. Leopoldo Cervantes-Ortiz

 

25 de septiembre, 2022

El trono del rey se afirma para siempre,

si éste juzga a los pobres con la verdad.

Proverbios 14.34, RVC

 

Trasfondo

Inevitablemente, los textos sagrados, en este caso la literatura sapiencial de los Proverbios, tratan de llamar nuestra atención hacia las personas más necesitadas de la sociedad. Como ya hemos visto, no se trata de dar una explicación estructural sobre las causas de la pobreza, ni de proponer alternativas para superarlas (pues esa parte del trabajo nos toca a los lectores/as) sino de proponer hacia ellas una actitud comprensiva, respetuosa y, sobre todo, justa. La correcta ciudadanía espiritual y material que, en principio, son complementarias, debe llevarnos a releer los textos desde una perspectiva no neutral, pero, al mismo tiempo, atenta a sus intenciones más profundas. Se trata, una vez más, de percibir el “espíritu” de los textos mediante un sano acercamiento a las características propias de cada documento. En este caso, como bien nos recuerda Edesio Sánchez Cetina:

 

Vivimos en una época que pareciera considerar la pobreza como virtud. Sin embargo, tanto en Proverbios como en el resto de la Biblia, la pobreza es una situación de vida considerada más como desgracia que como bendición. El hecho de que la Biblia levante su voz contra la injusticia, la opresión y la riqueza destructora, es ya una indicación de que Dios quiere que todo ser humano viva con lo necesario para llevar una vida honorable. Si Dios hace de los pobres su preocupación principal, es porque desea que su situación termine; por ello, a la vez que proclama contra los ricos opresores, también advierte contra la pereza y la necedad como causantes de la pobreza.[1] 

Siguiendo esa línea de interpretación, Sánchez desglosa los tipos de pobreza que aparecen en el texto de Proverbios: a) por opresión, que “tiene generalmente tres elementos bien reconocibles: el rico opresor, el pobre oprimido, y la opresión causada por la sed de poder y de riqueza ilimitada”, el cuarto elemento es Dios mismo;[2] b) por pereza o necedad, pues “hay gente que prefiere morirse de hambre y vivir en situaciones de miseria, en lugar de trabajar”; y c) por opción: “La persona sabia y sensata sabe que lo mejor en la vida es tener lo suficiente para una vida moderada y de acuerdo con la voluntad de Dios”, de modo que es allí adonde resplandece la oración de 30.7-9. 

La mirada puesta en las acciones del monarca (vv. 12-13)

El cap. 29, que da continuidad al precedente, reúne varios proverbios sobre autoridades, políticos y gobernantes. Seis hablan directamente de la conquista o el ejercicio del poder (vv. 2, 4, 12, 14, 16 y 26), dos se refieren a crisis políticas (vv. 8, 18). Otros más también apuntan al tema, suficiente para justificar una mirada de conjunto.[3] “Lo que no ocurre en otros libros, en Proverbios tanto YHWH como el rey se manifiestan como fuente de favor para su pueblo […] Como delegado de Dios, en sus manos está la vida de sus súbditos (16,15) […] A pesar de su poderío como la máxima autoridad del pueblo, el rey no debe gloriarse ya que su último querer y decisión, su corazón, está en manos de Dios y es para él como agua que se canaliza en acequias (21,1)”.[4]

Cada monarca debía prestar atención a la prevalencia de la verdad a fin de evitar lo que expone el v. 12: “Cuando un gobernante hace caso de mentiras, / todos sus servidores se vuelven corruptos”. El rey debía ser capaz de “distinguir entre reportes o evidencias falsas o verdaderas”[5] a fin de tomar decisiones adecuadas y lo más justas posibles. Si estos procesos se contaminaban, la corrupción se adueñaría de la situación.

Un gobierno duradero por ser justo con los débiles (v. 14)

Todo rey debía ser sensible a las necesidades de su pueblo para responder a ellas como servidor de Dios. “Dos de las preocupaciones principales recogidas en la literatura bíblica provienen del período de los Jueces: la preocupación por los más débiles, reflejada en prohibiciones como “No oprimirás ni vejarás al emigrante” (Éx 22.20) y “No humillarás a viudas ni huérfanos” (Éx 22.21) y la preocupación por la justa administración de la justicia. En continuidad con la tradición bíblica, en Proverbios se hace un llamamiento a hacer justicia a pobres y desvalidos”.[6] Atender las necesidades de los débiles es el parámetro para juzgar a un gobernante y, como subraya este versículo, para que su reino sea duradero. Ya desde el Salmo 72, que define las características ideales del rey, se planteaba esa relación: “Así el rey juzgará a los afligidos del pueblo, / salvará a los hijos de los menesterosos, / y aplastará a los opresores” (v. 4); “Que salve el rey al pobre que le pida ayuda, / y al afligido que no tenga quien le socorra” (v. 12); y “Tu pueblo te temerá de generación en generación / mientras el sol y la luna existan” (v. 5). “Si Dios desde el cielo trasciende la diferencia y el encuentro del pobre con el usurero (v. 13), el rey tiene que gobernar a favor del pobre. La justicia así entendida dará estabilidad a su trono: 16.22; 25.5. También hay que recordar el Salmo 45 [“Porque amas la justicia y odias la maldad, / Dios, tu Dios, te ha ungido como rey”, v. 7]”.[7]

No se trata, como puede advertirse, de una fe sencilla en la justicia real sino de una situación condicionada por la presencia o ausencia de justicia hacia los desvalidos, es decir, aquellos que no podían en absoluto comprarla. Por ello, “no todos los proverbios expresan la misma confianza en la justicia de los reyes y este versículo establece las condiciones para la estabilidad del trono”.[8] Lo que en el esquema monárquico era un reinado de larga duración, la teoría política actual lo plantea en términos de legitimidad, estabilidad, gobernabilidad o gobernanza, con lo que, al menos en este punto, coincide la enseñanza bíblica (al menos en la historia tribal de Israel), pues este último concepto consiste en “una red de instituciones e individuos que colaboran juntos y unidos por un pacto de mutua confianza, son organizaciones de poder que forman redes semiautónomas y a veces autogobernadas”.[9] 

Conclusión

Porque la política de Dios, como bien afirmó Jacques Ellul en su momento al estudiar 2 Reyes, es algo que rebasa nuestra visión de los acontecimientos y las coyunturas pasajeras para proyectarse hacia algo más grande. Así lo resumió Joyce M. Hanks:

 

Hablando bíblicamente, Ellul cree que la monarquía no ofreció soluciones a largo plazo para Israel, pero nos proporciona un modelo de la visión de Dios sobre los líderes políticos. Resumiendo secciones de su estudio sobre 2 Reyes, La política de Dios y la política del hombre, Ellul postula, en Anarquía y cristianismo, que “en los relatos bíblicos, los reyes ‘buenos’ siempre son derrotados por los enemigos de Israel, y los reyes ‘grandes’, que obtuvieron victorias y extendieron sus fronteras, son siempre ‘malos’”. De esta manera, el Antiguo Testamento presenta al Dios de Israel como “un enemigo del poder real y del Estado”.[10]

 

La duración y estabilidad de un régimen, imperio o gobierno están mucho más acá de la visión del Reino eterno y duradero de Dios, el único que merece nuestra esperanza, interés y misión.



[1] E. Sánchez C., “Comentario al libro de Proverbios”, en Comentario Bíblico Contemporáneo, p. 38. Énfasis agregado. Gracias al Dr. Sánchez Cetina por compartir generosamente su texto.

[2] Ídem.

[3] Luis Alonso Schökel y José Víchez Líndez, Proverbios. Madrid, Cristiandad, 1984, p. 494.

[4] Inmaculada Rodríguez Torné, El libro de Proverbios: tres textos, tres lecturas: el trasfondo sociocultural de los escritores, traductores, lectores y comunidades receptoras de TM, LXX y Vulgata: el caso de Proverbios. Tesis doctoral. Madrid, Universidad Complutense, 2011, p. 74.

[5] Raymond N. Whybray, The composition of the Book of Proverbs. Sheffield Academic Press, 1994, p. 127.

[6] I. Rodríguez Torné, op. cit., p. 79.

[7] L.A. Schökel y J. Víchez Líndez, op. cit., p. 502.

[8] Raymond N. Whybray, Wealth and poverty in the Book of Proverbs. Sheffield Academic Press, 1990, p. 53.

[9] Cristina Zurbriggen, “Gobernanza: una mirada desde América Latina”, en Perfiles Latinoamericanos, México, vol. 19, núm. 38, julio-diciembre de 2011, p. 43.

[10] J.M. Hanks, “The politics of God and the politics of Ellul”, en Journal of the Evangelical Theological Society, vol. 35/2, junio de 1992, p. 222. Cf. J. Ellul, The politics of God and the politics of man. Grand Rapids, Eerdmans, 1972; e Ídem, Anarquía y cristianismo. México, Jus, 2005.

domingo, 18 de septiembre de 2022

“Cuando gobiernan los justos, el pueblo disfruta” (Proverbios 29.1-8), Lic. Olivia Quezada Maya

18 de septiembre, 2022

Trasfondo

Una definición de gobierno: “Conjunto de ministros, acción y efecto de dirigir un Estado. Gobernar, del latín gubernare. Originalmente significaba “pilotar un barco” y es un préstamo del griego Kybernaein – “dirigir, sobre todo un navío, guiar, pilotar”. De justicia: “Es una de las cuatro virtudes cardinales: la prudencia, la templanza y la valentía; la cuarta es la justicia. Pero no es una de cuatro solamente, parece que contiene todas las demás”. Siguiendo a Ikram Antaki en El Banquete de Platón: dicen que es la virtud necesaria porque no existe. La justicia pertenece precisamente a lo que no es, pues ésta sólo existe si la practicamos. ¿Y cómo practicarla si no sabemos lo que es? De las cuatro virtudes cardinales es la única que es buena absolutamente. La prudencia, la templanza y la valentía sólo son virtudes si se ponen al servicio del bien; si se ponen al servicio del mal, ya no serán virtudes, sino simples talentos. Se puede hacer mal, siendo prudente, se puede ser un dictador templado, se puede ser un asesino valiente, así como son talentos la inteligencia, la finura, la facultad de juicio, la precisión, la perseverancia, pueden volverse terribles si la voluntad del que los usa no es buena.

Ser justo es ya un valor. No hay un asesinato justo, por ejemplo, no hay una tiranía justa, así que hay que reconocer la singularidad de la justicia; la justicia es buena en sí, no necesita agregados, no es una virtud como las demás; parece ser el horizonte de todas las virtudes. Aristóteles decía que es una virtud completa. Si nuestro horizonte es la felicidad, entonces dimitimos; la justicia no da la felicidad, pero eso sí, ninguna felicidad dispensa de ella. Pero la justicia también es complicada. Hay un problema que filósofos como Kant, Camus o escritores como Dostoievski que dicen: si para salvar la humanidad, habría que condenar a un inocente, ¿acaso hay que hacerlo? La respuesta es no. Porque si la justicia desaparece, la vida de los hombres sobre la tierra sería cosa sin valor. Si la justicia no fuera más que un contrato de utilidad, entonces podría ser justo que, para la felicidad de casi todos, se sacrificara a algunos sin su aprobación, a pesar de su inocencia, sin que tuvieran defensa alguna y esto la justicia lo prohíbe, la justicia vale más que el bienestar o la eficacia; no se puede sacrificarla aún por la felicidad de la mayoría. Sin ella no habrá legitimidad ni ilegitimidad; ni siquiera humanidad; ni la felicidad ni el amor valen sin ella, ya que el amor no sería más que parcialidad; hay amores injustos; la felicidad no sería más que confort, bienestar; sin la justicia, los valores sólo serían intereses, no valdrían.

Y aquí es donde reitero la complicación que tiene esta gran virtud, porque tiene dos sentidos: 1. La conformidad con el derecho, de ahí que se habla de sistemas de justicia, de sistema judicial. 2. El sentido de igualdad. De ahí que se hable en el primer caso, de transgresión a la ley, y en el segundo caso, que se habla de justicia social. El justo sería aquél que ni viola la ley, ni viola los intereses legítimos de los demás; o sea que es el que ni viola el derecho, ni viola los derechos. Aristóteles tiene una frase muy bonita, dice;” el justo es el que toma solo su parte de los bienes y toma toda su parte de los males”.

Lo que no es gobernar con justicia, o sea: lo que es gobernar con injusticia: el caso de Salomón en 1 Reyes (2.23; 4.7; 5.13; 6.1-2; 7.1-2; 9.15-17; 9.20-21; 10.14-15 y 11.5, 7). Múltiples desviaciones de la voluntad de Dios, desde la idolatría, hasta la poligamia. Así que si recordamos el comienzo del libro de Proverbios, que dice: “Para entender sabiduría y doctrina, / para conocer razones prudentes, / para recibir el consejo de prudencia; Justicia, juicio y equidad; Para dar sagacidad a los simples, Y a los jóvenes inteligencia y cordura”. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”. Estoy tratando de entender entonces, por qué Salomón se desvió de tal manera y quiero mencionar esa frase conocida como dictum de Acton, frase atribuida al historiador católico británico John Emerich Edward Dalberg-Acton, más conocido como Lord Acton en 1887, que en su redacción original decía: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

 

El caso de Mijaíl Gorbachov y los evangélicos

 

El fin de la URSS

Las reformas de Gorbachov permitieron la desintegración de la ex Unión Soviética. Gorbachov inició una era de apertura de relaciones diplomáticas con Estados Unidos y Europa a pesar de ser consciente de que ello garantizaría su final político. Fue clave en la disolución del coloso comunista y jugó un papel activo en la reunificación de Alemania y el final de la Guerra Fría con Estados Unidos. Su labor de estadista fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz en 1990. […]

 

¿Qué tiene que ver Gorbachov con los evangélicos latinos? […]

La literatura apocalíptica es una de las que más se venden a nivel mundial. La fascinación y la curiosidad de personas alrededor del mundo acerca del futuro y del fin del mundo han hecho de esta literatura un negocio millonario para algunos. Temas como el Armagedón, el anticristo, el falso profeta, son muy recurrentes en muchas iglesias evangélicas.

Durante las décadas de los 80 y 90, cientos de predicadores itinerantes en América Latina profetizaban que Gorbachov era el anticristo, o el falso profeta. Todo esto basado en interpretaciones escatológicas y sensacionalistas, influenciadas por el movimiento nacionalista estadounidense y la doctrina Monroe, una declaración elaborada en 1823 durante la presidencia de James Monroe. Sintetizada en la famosa frase “América para los americanos”, estableció que cualquier intervención de los europeos en el continente americano sería considerada como un acto de agresión contra Estados Unidos. […]

 

Una interpretación literal […]

Al leer las escrituras e interpretar el contexto en que fueron dadas, especialmente los profetas y los evangelios, nos damos cuenta de que Dios no es ni capitalista ni socialista, ni prefiere a Estados Unidos o a Rusia por sobre las demás naciones.

Un mensaje evangélico más equilibrado debe utilizar las herramientas que nos proveen las ciencias políticas y los estudios internacionales para analizar la geopolítica mundial y evitar dar lugar a interpretaciones bíblicas basadas en el emocionalismo y el fundamentalismo de algunos sectores cristianos.[1] 

Óscar Moha: las próximas elecciones

“Grupos evangélicos ya se organizan para entablar pláticas con el candidato/a priista a la gubernatura en el estado de México. Ofrecerán sus redes laicas y ministeriales a cambio de láminas, cemento y desayunos pastorales pagados por el Partido, como es costumbre”.[2]

 

¿A quién pertenece la justicia?

La justicia, entonces, no pertenece a nadie, a ningún grupo, a ningún partido, todos entonces debemos defenderla; la justicia no tiene moral. La justicia tiene que estar bajo la guardia de los individuos porque solo existe si hay justos para defenderla, personas justas. ¿Y qué es un justo?, ¿aquél que respeta la legalidad? No, ya que la legalidad puede ser injusta; hubo leyes racistas, por ejemplo. En Alemania, el sistema creó leyes injustas.

¿Qué es un justo entonces?, ¿aquél que respeta la ley moral?; y entonces tendríamos que preguntarnos, ¿qué es la ley moral?, ¿cuál es el moralómetro? Si lo supiéramos, no necesitaríamos de los justos. Ninguna República, ninguna democracia sería posible, si solo obedecemos las leyes que aprobamos. Es deseable que las leyes y la justicia vayan en un mismo sentido, pero este es sólo un ideal.

Luego entonces, se trata de hacer algo que no sabemos lo que es, y de verdad que esto es complicado. La justicia no es de este mundo. Los justos que respetan la legalidad y que respetan la igualdad, que es la vertiente donde se puede unir el orden de la justicia, son los únicos que pueden entender el sentido de justicia.

 

La justicia en el Reino de Dios

De ahí que el gobierno del reino de Dios sea explícito para nosotras/os. Pascal decía que hay dos tipos de hombres: los unos, justos que se creen pecadores y los otros, pecadores que se creen justos. No hay un código evidente. Pero se necesita un criterio, aún aproximativo, aún un incierto; este es la reciprocidad o la equivalencia entre individuos; esto se llama equidad, la cual es una tendencia hacia la perfección; una virtud de orden.

Ejemplo: aprovecharse de la inocencia, de la ignorancia, de la desesperanza de alguien para obtener algo contrario a su bienestar, a sus intereses, eso es injusto, aunque fuera legal; o sea que cualquier intercambio entre un fuerte y un débil, entre un sabio y un ignorante, solo sería justo si el fuerte y el sabio , suponen en el otro una fuerza igual a la suya, porque la transacción sólo sería justa entre iguales; iguales en potencia, en saber, en derecho, solo en esta condición de igualdad hay justicia y hay que someterse a eso. La regla de oro la sabemos todos: “Ponte en el lugar del otro”, con todo lo que eso implica, de eso se trata; así la usura es injusta, por ejemplo. Todas esas transacciones que se hacen en tiempos de crisis; esos que están obligados a vender por debajo del precio y venden a quienes tienen el dinero. La operación es absolutamente legal, por cierto, pero en términos de moral sí hay problema. Aún el comercio sería injusto si no hubiera entre el vendedor y el comprador una cierta paridad. De ahí que cuando se ocultan bienes en tiempo de guerra, por ejemplo, aprovechándose de la crisis que existe, hay juicios y castigos en algunos países que hasta con la muerte se le castiga a quien hace eso. Llevado a sus límites este razonamiento, llevaría a pensar que el lobo mismo podría volverse justo si la propiedad es injusta; ¿cuándo es injusta la propiedad?, cuando es exagerada. Cuando desafía demasiado las exigencias de una cierta paridad relativa entre los hombres; de aquí salió el mito de Robin Hood, que lleva siglos; todos los países tienen su Robin Hood, su “Chucho el roto”. Todos los países tienen esta figura mítica del que viola la ley para restablecer la justicia, es decir que cuando se oponen los dos sentidos, él toma el sentido moral en contra del sentido legal.

“¿Quién puede gozar de lo superfluo cuando otros mueren por falta de lo necesario?”; entonces hablamos de igualdad; la igualdad que es necesaria a la justicia y esta igualdad es menos de objetos intercambiados, que de sujetos que intercambian. 

Amós, profeta de la justicia

 

Jeroboam II, una de las figuras militares más influyentes en el reino del Norte, asciende al trono en un clima de optimismo tanto político como económico. Sin embargo, será la bonanza antes de la tormenta, porque el desarrollo alcanzado, el cual se había iniciado durante el reinado de Joás, será consecuencia de la situación internacional favorable, de la cual se benefició Israel.

Realmente, esta primera mitad del siglo VIII a.C., se caracterizó por una creciente actividad militar en todos los estados de la región. Descubrimientos arqueológicos que datan del período reflejan el auge de la actividad de construcciones, principalmente con fines militares. Por lo tanto, esta fue una época en que los ejércitos ocuparon una posición destacada, tanto en la política externa como en la interna, garantizando la acción económica del estado tributario.

La política de expansión de fronteras trajo el auge del militarismo. Y, ciertamente, la sociedad de Jeroboam II, en sintonía con la época, llegó a ser una sociedad altamente militarizada. Solo que aquí ya vemos un cambio en el papel del ejército. Las campañas militares, no son, como antiguamente, defensivas, sino de conquista. Los militares no apoyan a los hombres y a las mujeres del pueblo en el derrocamiento de una dinastía explotadora, sino que apoyan los intereses económicos tributarios.

La riqueza de la época de Jeroboam II se demuestra por el crecimiento de la construcción de espléndidos edificios y palacios en ciudades como Samaria y Meggido. Las fuentes bíblicas, al hablar de las casas de invierno y de verano, así como de las casas con incrustaciones de marfil, sin duda, de origen fenicio, también dan testimonio de una gran opulencia jeroboámica. Y sí que era una época de progreso y bonanza, ¡pero para algunos! […]

La sociedad jeroboámica, como lo muestran los libros de Amós y Oseas, estuvo marcada por la injusticia y la opresión. La diferencia entre ricos y pobres era escandalosa. Ya Amós tematiza y simboliza la injusticia y la explotación diciendo, que “venden al justo por plata y al pobre por un par de sandalias”. El pueblo campesino era aplastado y amedrentado, sin duda, por el ejército, que exigía la tributación estatal. […]

Milton Schwantes comenta la política de terror “policial”, diciendo “grande es la agresión contra las personas. La violencia está a la orden del día. Las personas llegan a ser ahuyentadas y eliminadas, poblaciones civiles indefensas son masacradas. Los ejércitos andaban arrogantes y aterrorizando. La arrogancia militar se esparce por los caminos”.

También las campesinas/os estaban en peligro de quedar reducidos, hasta llegar a ser esclavos de los señores de las ciudades, viendo cómo sus tierras eran hipotecadas y/o desapropiadas, cuando quedaban endeudados a causa de la pérdida de la cosecha, debido a una sequía o a cualquier calamidad atmosférica. La ley que protegía [todo esto] era irrespetada. Se cobraba como impuesto los cargamentos de trigo y vino de las personas empobrecidas. A más de eso, las mujeres de las élites oprimían y aplastaban a los pobres y a los débiles, que eran, posiblemente, las y los trabajadores que hacían el servicio doméstico en la capital.[3]

 

Carlos Mesters afirma que los ricos, el rey y los nobles, vivían en las ciudades protegidas por altas murallas, lejos del campo donde el pueblo vivía y sufría.[4]

 

En este escenario el profeta denuncia y anuncia (5.22-26). Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz 1984, decía: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado opresor”.

 

Algunas cuestiones pendientes

 

Debemos prestar cuidadosa atención al contenido de la justicia distributiva, porque el término justicia, que en muchos textos israelitas exige reparaciones, en nuestra sociedad de manera convencional significa una justicia retributiva: dar a la persona lo que merece de acuerdo con su actuación, es decir, un sistema de premios y castigos, no modelado por la obligación comunitaria o por la generosidad de la comunidad. Sin duda, la práctica de la justicia retributiva se halla presente en el Antiguo Testamento, así como en el ambiente religioso del mundo antiguo. Además, no cabe duda de que el término justicia, tal como se emplea en el mundo contemporáneo, normalmente se refiere a la justicia retributiva, como en el celo generalizado por “la ley y el orden”.

Tanto la justicia distributiva como la retributiva pueden hallar justificación en el texto de Israel. En cualquier caso, parece que no hay ambigüedad alguna en que, en los textos israelitas fundamentales relacionados con la revolución mosaica, el yahvismo es la praxis de una justicia distributiva. Si ése es el caso, los intérpretes del Antiguo Testamento siempre deben buscar la precisión en su formulación, o ciertamente serán percibidos en términos de una justicia que es menos costosa y exigente con aquellos que poseen el poder y los bienes de forma desmesurada.

Es importante no concebir el compromiso de Yahvé con la justicia distributiva como algo romántico, aunque se encuentre en el centro del testimonio israelita acerca de su Dios. En el Antiguo Testamento no todos por todas partes son entusiastas de la justicia distributiva. La justicia distributiva, si se toma en serio (como en la práctica del jubileo), es intrínsecamente desestabilizadora del statu quo, puesto que significa poner en peligro intereses creados. Así, no nos sorprende que quienes se benefician del statu quo quienes son privilegiados por la estructura política, económica y legal actual crean que el mantenimiento del “orden” es decir, del orden actual sea una función fundamental de Yahvé. Es probable que este interés social se refleje en las tradiciones sapienciales de Proverbios que parecen incitar a la generosidad, pero no a un cambio estructural o a una redistribución seria. Parece igualmente plausible comprender las conocidas restricciones de los profetas primitivos frente a los excesos en tensión con las tradiciones reales, las cuales parecen justificar la acumulación de plusvalías. La sociedad israelita, como cualquier otra sociedad, estaba profundamente agobiada por la tensión permanente entre los que tienen y los que no, los cuales se convierten respectivamente en defensores (en nombre de Yahvé) del equilibrio social o del cambio social.[5]



[1] Ricardo Corzo Moreno, “Mijaíl Gorbachov y los evangélicos latinos”, en Hispanic LA, 6 de septiembre de 2022, https://hispanicla.com/mijail-gorbachov-y-los-evangelicos-latinos-71240.

[2] Ó. Moha, “De tenis y cabellos pintados”, en Eje Central, 13 de septiembre de 2022, www.ejecentral.com.mx/valor-de-la-palabra-de-tenis-y-cabellos-pintados/

[3] Pedro Triana Fernández, “Memorias de resistencia y sobrevivencia. Un estudio de Amós 2,6-16”, en RIBLA, núm. 71, 2012/1, pp. 25-27.

[4] José Luis Verdi Sulca, “El lujo despreocupado. Una actitud engañosa de las clases dominantes de Israel en Amós 4,1-14”, en RIBLA, núm. 71, 2012/1, p. 51.

[5] Walter Brueggemann, Teología del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé. Salamanca, Ediciones Sígueme, 2007, p. 775.

sábado, 10 de septiembre de 2022

"La justicia engrandece a una nación" (Proverbios 14.26-35), Pbro. Leopoldo Cervantes-Ortiz

11 de septiembre, 2022

La justicia engrandece a una nación,

el pecado cubre a los pueblos de vergüenza.

Proverbios 14.34, Biblia La Palabra (España)

 

Trasfondo

Muchas grandes y memorables formulaciones de la Biblia están expresadas en frases breves y contundentes, capaces de quedarse en la memoria de generaciones enteras. El género literario de los Proverbios lleva esa capacidad comunicativa a grandes alturas, pues muchos de los que podemos recordar la manifiestan notablemente. Algunos de los que podemos repetir provienen directamente de la Biblia del Oso: “El principio de la sabiduría…” (1.1); “La mujer sabia edifica su casa…” (14.1); “Hay camino que al hombre le parece derecho…” (14.12); “La blanda respuesta quita la ira…” (15.1a); “En todo tiempo ama el amigo…” (17.17); “Instruye al niño en su carrera…” (22.6); “Engañosa es la gracia…” (31.30). Uno de esos apotegmas o resúmenes mínimos es el que nos ocupa hoy: “La justicia engrandece a una nación”, incluso sin mencionar la segunda parte del versículo. George Steiner observó muy bien la influencia práctica que pudo tener esta obra grandiosa: “Aunque aparentemente heterogéneo, este libro llegó a tener una influencia coherente. Su ideal implícito y explícito es un ideal de humanismo religioso, de integridad moral e intelectual de hombres y mujeres en su búsqueda de un conocimiento del único Dios. La humanidad se extravía en el error y el orgullo, pero la guía divina nunca está demasiado lejos”.[1]

Proveniente de una época en que la religión se imponía como condición absoluta para todas las áreas de la existencia este libro presupone la aceptación total e indiscutible de las afirmaciones que se hacían en nombre de Dios. Si “el rey representaba a Yahvé en la tierra, esto significa, por un lado, que Yahvé le había dado el poder de juzgar con justicia... Por otro lado, era responsable ante Yahvé por sus acciones: su trono sólo estaba seguro mientras actuase con justicia”.[2] Hoy la situación ha cambiado, por lo que las afirmaciones de Proverbios deben ser ponderadas por las ideas y el tipo de gobierno que prevalecen como resultado de la dinámica histórica.

 

“Un pueblo numeroso es la gloria del rey” (vv. 26-30)

“Los Proverbios dejan claro que, aunque el rey se sitúa en el escalón más alto de la sociedad, su autoridad sólo está legitimada si, como cualquier persona, actúa buscando la justicia como fin por medio de la sabiduría”.[3] La figura del rey debía ser respetada al máximo, aun cuando también era su obligación apegarse a los estatutos divinos y a la intención original de la Ley para todo el pueblo. Para los autores de los Proverbios:

 

…el rey ideal es aquel que está atento al clamor de los oprimidos, hace suyos sus sufrimientos, no oprime a la viuda ni despoja al huérfano y repudia la riqueza adquirida injustamente; aquel que hace justicia al pobre y libera al oprimido de su opresión. Pero no sólo al rey, sino a cada individuo del pueblo se le llama a tomar partido en favor del oprimido y se le invita a la solidaridad, generosidad y misericordia para con él. Dios no es neutral frente a la opresión, tampoco lo puede ser ninguna persona de su pueblo.[4]

 

Hacia esa realidad idealizada apunta el v. 28 al referirse al número de población sometida a un monarca, pues un pueblo numeroso producía orgullo y honra al rey: “…ser rey de un pueblo numeroso e importante es más glorioso que ser príncipe de un pueblo diminuto. […] El proverbio implica además una lección y un consejo: la grandeza y el honor del rey no consiste en sus riquezas y en el esplendor de su corte; el rey está en función del pueblo. Es su responsabilidad hacer que el pueblo crezca y prospere; si lo esquilma y hace disminuir, la ruina recaerá sobre él”.[5] 

“La justicia engrandece a una nación” (vv. 31-35)

La sección abre con un proverbio que acerca la realidad de la pobreza al honor de Dios, el Creador o Hacedor: si había pobreza en Israel, como explica Dt 15.1-11, es por la codicia de algunos, dado que, si todos respetasen la ley divina, no los habría.[6] Las dimensiones de esta visión rebasan, con mucho, las expectativas meramente altruistas, pues la dimensión teológica del problema es llevada a su máxima expresión al poner en juego nada menos que la honra de Dios al apiadarse de quien se encuentra en apremio y recibe la atención requerida. Así lo plantea la ley en Dt 15.7-8. Acaso por ello el refrán se repite en 17.5, con un agregado duro y llamativo: “…no queda impune el que se alegra de su mal”. Es, pues, todo un planteamiento acerca de la justicia social, una veta que el libro desarrolla en diversos momentos, pues afirma que “se condena al que no lo auxilia: y se bendice a quien lo hace”: “El que cierra su oído al clamor del pobre / tampoco será escuchado cuando pida ayuda.” (21.13); “Bendito sea quien ve a otros con bondad / y comparte su pan con el indigente!” (22,9). “El que da al pobre, nunca a pobre llegará; / el que se niega a verlo, será maldecido” (28.27). El rey que juzgue “con verdad a los pobres” permanecerá en el trono (29.14); “Habla en su lugar, y hazles justicia; / ¡defiende a los pobres y menesterosos!” (31.9).[7] “Al pobre hay que ayudarlo como exigencia de la alianza (22.9; 29.13). Nuestro comportamiento para con él es como si lo fuera con el mismo Dios”.[8] Se aboga por un cambio interior, no exterior, necesariamente:

 

Al igual que la enfermedad, la pobreza se consideraba una desgracia a la que generalmente estaban expuestos los seres humanos; y en cada generación siempre habrá algunas personas afligidas por ella. En la literatura de sentencias, aunque no en las otras partes del libro, se hace algún intento por discernir sus causas; pero en ninguna parte se prevé la posibilidad de eliminarlo.

No existe la noción de que se deba a una falla en la organización de la sociedad que pueda corregirse, ni la percepción de que se pueda ayudar a los individuos empobrecidos de tal manera que se les devuelva la prosperidad y el lugar que les corresponde en la vida de la sociedad. comunidad. Aparentemente, la noción de reforma social no era concebible. La preocupación por los pobres, entonces, se limitaba necesariamente en su expresión a la protección de tales personas de la explotación y, si era posible, a su preservación de la inanición real mediante actos de caridad.[9]

 

El texto desemboca en lo que acontece con una nación que practica la justicia, con lo que “aterriza” en las situaciones concretas de exigencia para la vida estable de una sociedad. Si bien Israel fue siempre desafiado por Yahvé para ser una verdadera nación alternativa, eso no se alcanzó necesariamente y la forma del Estado se pareció cada vez más a las de los pueblos circunvecinos. La duda sobre si era posible superar ese esquema sigue flotando en el ambiente. Para lograr que una nación se engrandezca mediante una sana administración de la justicia se requiere la creación de estructuras sólidas en ese campo, tal como insistieron las leyes del Pentateuco para controlar la vida social. Además del número poblacional (v. 28) hacía falta que reinase la justicia.

 

Conclusión

Repartidas en las colecciones de refranes se encuentran muchas sentencias relacionadas con cuestiones políticas, sociales, del pueblo, del gobierno y la justicia. Es una cantidad notable de afirmaciones que van desde la descripción simple del poder político, hasta la crítica directa de actitudes y conductas nocivas para la vida social y colectiva. Más específicamente: “Al estudiar los caps. 25-29, también atribuidos a Salomón, notaremos esta misma preocupación teológica y social por recordar a las autoridades (rey, juez, poderosos) que su poder y sus acciones no pasan desapercibidas a Yahvé”.[10] En nuestro tiempo, asistimos a nuevas transformaciones del Estado. Así lo expone la profesora brasileña Marilena Chauí:

 

El Estado posmoderno, es decir, neoliberal, disminuyó institucionalmente en el sector ligado a los servicios y bienes públicos, y por lo tanto cortó el empleo de fondos públicos para cubrir derechos sociales, canalizando casi la totalidad de los recursos para atender al capital. Si articulamos el modo de operación del mercado y el achicamiento del Estado en el área de los derechos sociales, veremos a la barbarie contemporánea en plena acción: la exclusión económico-social, la miseria y el desempleo llevan a la desigualdad y a la injusticia social a su máximo, tanto en las relaciones entre clases en cada país como en las relaciones internacionales.[11]

 

¿Cómo poner a dialogar al libro de los Proverbios con este tipo de afirmaciones? ¿Con una acumulación de versículos a favor o en contra de lo que dice? ¿O negando que la realidad de los Estados es autónoma de los factores religiosos presentes en los diversos países y tratando de imponer esos criterios? ¿Cómo podemos aplicar la enseñanza sapiencial de proverbios en nuestro tiempo y situación?



[1] G. Steiner, Un prefacio a la Biblia hebrea. Madrid, Siruela, 2004, p. 97.

[2] Raymond N. Whybray, “Yahweh-sayings and their contexts”, en La Sagesse de l’Ancien Testament, p. 159, cit. por M. García Bachmann, “Libro de los Proverbios”, en RIBLA, núm. 52, p. 12.

[3] Inmaculada Rodríguez Torné, El libro de Proverbios: tres textos, tres lecturas: el trasfondo sociocultural de los escritores, traductores, lectores y comunidades receptoras de TM, LXX y Vulgata: el caso de Proverbios. Tesis doctoral. Madrid, Universidad Complutense, 2011, p. 74.

[4] Rolando López, “La liberación de los oprimidos, ideal y práctica sapiencial”, en RIBLA, núm. 9, 2001, p. 20. Énfasis agregado.

[5] Luis Alonso Schökel y José Víchez Líndez, Proverbios. Madrid, Cristiandad, 1984, p. 323. Énfasis agregado.

[6] Cf. Raymond N. Whybray, Wealth and poverty in the Book of Proverbs. Sheffield Academic Press, 1990, pp. 14-15, en donde se explica la terminología original para referirse a los pobres y oprimidos.

[7] Inmaculada Rodríguez Torné, op. cit., p. 90.

[8] Ídem.

[9] Raymond N. Whybray, Wealth and poverty…, p. 113.

[10] Elsa Tamez, “La teología del éxito en un mundo desigual. Relectura de Proverbios”, en RIBLA, núm. 30, 1998, p. 34, www.centrobiblicoquito.org/images/ribla/30.pdf.

[11] Marilena Chauí, “Fundamentalismo religioso: la cuestión del poder teológico-político”, en Atilio A. Boron, comp., Filosofía política contemporánea: controversias sobre civilización, imperio y ciudadanía. Buenos Aires, Clacso, 2002, pp. 121-122.

La paz, el amor y la fe en Dios (Efesios 6.21-24), Pbro. Dr. Mariano Ávila Arteaga

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