9 de abril, 2023
Después de tanta aflicción verá la luz,
y quedará satisfecho al saberlo;
el justo siervo del Señor liberará a muchos,
pues cargará con la maldad de ellos.
Isaías 53.11, Dios Habla Hoy
Dios le ha respondido [a Jesús] más allá de la muerte, como saben y proclaman, con la fuerza del Espíritu, los fieles de la iglesia. La cruz y la pascua forman según eso un acontecimiento doble, son cuestión y respuesta, diálogo cumplido y culminado. […] La pascua es la respuesta del Padre, que no libera a Jesús de la muerte, sino que por ella y en ella le acoge en la Vida y comunión completa de su gracia, en amor originario y final donde recibe su sentido la historia de los hombres.[1]
Xabier Pikaza y Bárbara Andrade
Trasfondo
El cuarto Cántico del Siervo sufriente de Yahvé
termina con palabras de reivindicación, esperanza y superación de la muerte. La
prolongación de su vida, anunciada en 53.10 está ligada a su aceptación de una
muerte expiatoria, además de que es el canal para el éxito de los planes
divinos, todo lo contrario de la oposición y la tragedia que experimentó. La
situación se ha invertido completamente y, ahora, el horizonte era promisorio y
luminoso: “No haciendo nada, no diciendo nada, hace que triunfe el designio de
Dios”.[2]
Hasta aquí nuestro
esfuerzo por contemplar la figura poética que el autor nos ha presentado, a
través del testimonio de un grupo anónimo y enmarcada en un oráculo divino. Ahora
preguntamos: ¿quién es ese personaje anónimo?; al menos, ¿a quién se parece, o
quién se parece a él? Los investigadores han intentado contestar a la
primera pregunta, cuando quizá sea mejor comenzar por la segunda. La figura
se parece a Moisés, el hombre de más aguante del mundo, entre los reyes se
parece a Josías el malogrado, a Jeconías el desterrado, entre los profetas se
parece, sobre todo, a Jeremías, también se parece al cantor de la tercera
Lamentación (otro anónimo) Algunos piensan que es el mismo “siervo” de los
cantos precedentes, otros que es Isaías II, otros lo identifican con el pueblo judío
o con una selección de él.[3]
La reivindicación absoluta del Siervo (53.10-12)
Al reivindicar completamente al Siervo, Dios actuó
como después lo haría con la persona de Jesús, su Hijo. Anula el juicio humano
y declara como inocente a su Siervo; es más, su padecimiento inocente “servirá
para llevar a la justicia a los demás. […] Esos hombres rehabilitados, liberados
de una condena merecida, serán el despojo o botín de victoria comparable con el
botín de hombres poderosos […], pero diverso, porque es botín de rescatados […]
Su vida, pasión y muerte han sido ‘intercesión’, que el Señor ha aceptado,
su silencio ha sido oración escuchada”.[4] El Señor apreció sus
sufrimientos y consideró su muerte como un sacrificio que se ofrecía por la
salvación del pueblo. Su muerte sería, a la vez, la salvación para los demás y
la apertura para él de la felicidad perfecta, presentada bajo la imagen
tradicional de una vida larga con numerosos hijos”.[5] No existe recuperación, no se
realizaría el proyecto de salvador de Yahvé sin una descendencia, física y
espiritual. Su vida se prolongará en una estirpe que llevará adelante y
experimentará las promesas divinas en un un futuro perentorio. “Ver la luz” es
interpretado como que “resucitará”,[6] por lo que su recuperación de la
vida es una proyección de la existencia en el tiempo. su “lugar entre los
grandes” corrobora la reivindicación completa de que es objeto.
La proyección de la obra del Siervo vivificado (61.1-6)
El Siervo
glorificado, evidentemente, es una figura anticipada del Mesías venidero, razón
por la cual, en la tercera parte de Isaías aparece el programa del Señor a
través de su escogido, quien deberá desarrollarlo de la misma manera que el
Siervo en el primer Cántico (42.7), esbozado como está para promover la recuperación
total de la fe y la esperanza del pueblo. En 61.1-6, que sería leído por el
propio Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4.16-30), se despliega claramente
el proyecto divino: el Espíritu de Dios vendría sobre él para:
a) “predicar
buenas nuevas a los abatidos” (1a);
b) “vendar a
los quebrantados de corazón” (1b);
c) “a publicar libertad a los cautivos” (1c);
d) “a los
presos apertura de la cárcel” (1d);
e) “proclamar
el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios
nuestro” (2a);
f) “consolar a
todos los enlutados (2b); y
g) “ordenar que a los afligidos de Sión se les dé
gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en
lugar del espíritu angustiado” (3a).
Se trataba, justamente, de agrupar todas estas obras de servicio en el
marco del Reino de Dios que anunciaría y viviría el Señor Jesús, además de
relanzar la reconstrucción del pueblo como tal (v. 4), someter a los
extranjeros (5) y, sobre todo, ampliar la plataforma sacerdotal a toda la
comunidad (v. 6). Todo ello conseguido por el Siervo vivificado, anuncio del
Mesías esperado que se encarnaría en la figura y acción de Jesús de Nazaret.
Conclusión
Todo el Nuevo Testamento está marcado por el
lenguaje de Isaías 53. Su uso aparece en las confesiones de fe más antiguas,
como en I Corintios 15.3b-5 […], en Romanos 4.24s […] o en el himno solemne de
Filipenses 2.6-11 […] (tomando la “forma” de siervo, llegado a ser a semejanza
de los hombres) […], por eso Dios lo exaltó (52.13). […]
La relectura cristológica de Isaías 53 que practica el Nuevo Testamento es importante desde cualquier punto de vista […], pero no agota su sentido. Ni hacia atrás, pues el mensaje del texto en el momento de su producción […] sigue teniendo vigencia […]. Ni hacia adelante, ya que nuevas situaciones históricas premiten nuevas apropiaciones del sentido. Los oprimidos —sean pueblos, comunidades o personas— pueden hoy identificarse con la figura del siervo, cuyo sufrimiento y muerte representan su situación histórica concreta, mientras que su exaltación simboliza para ellos la esperanza del triunfo, utópico o no. Cuando uno actualiza sólo el momento del padecer y del morir significa que ha internalizado la opresión, y entonces su identificación con el siervo (como con el Crucificado) es un sedante espiritual. El oprimido se libera cuando sale de su situación, lo que se vive anticipadamente celebrando la exaltación y glorificación de aquel mismo siervo sufriente.[7]
Por eso mismo, la “mística del servicio” practicado por este personaje,
como bien subraya José Ignacio González Faus, es a la que son llamados/as
quienes se unen a su perspectiva crística y cristológica mediante la fe, la
indignación y la vocación profética partiendo de un aparente fracaso, pero sin
dejar de asomarse al horizonte de exaltación y consumación que representa la
resurrección/recuperación de la vida y la esperanza.[8]
[1]
Xabier Pikaza, “Bárbara Andrade
una ‘teólogo esencial’”, en Religión Digital, 22 de enero de 2014, www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/Barbara-Andrade-teologa-esencial_7_1540415958.html.
[2] Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre, Profetas. I.
Madrid, Ediciones
Cristiandad, 1980, p. 334.
[3] Ídem. Énfasis
agregado.
[4] Ídem. Énfasis agregado.
[5] Claude Wiener, El Déutero Isaías. 2ª ed. Estella,
Verbo Divino, 1980 (Cuadernos bíblicos, 20), p. 57.
[6] E. Dussel, “Habodah en los poemas del
Siervo de Yahvéh” [1963], en Hacia los orígenes de Occidente. Meditaciones
semitas. México, Kanankil Editorial, 2012, p. 186, http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/otros/20120130110342/8apen.pdf.
[7] J. Severino Croatto, Isaías: la palabra
profética y su relectura hermenéutica. Vol. II: 40-55. La liberación es
posible. Buenos Aires, Lumen, 1994, pp. 277, 278. Énfasis agregado.
[8]
J.I. González Faus, Servir
para una espiritualidad de la lucha por la justicia en los “cantos del siervo”
de Isaías. Barcelona, Cristianismo y Justicia (CJ, 96), pp. 23-25. Cf.
Jorge Pixley, “Jesús y el Siervo de Yavé en el Déutero-Isaías”, en Biblia y
liberación de los pobres. Ensayos de teología bíblica latinoamericana. México,
Centro Antonio de Montesinos, 1986, pp. 177-197.
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