sábado, 8 de abril de 2023

El Señor restaura la vida de su siervo (Isaías 53.10-12), Lic. Olivia Quezada M.


Él ha resucitado, Wayne Pascall

9 de abril de 2023 

Antes de abordar el relato acerca del gran acontecimiento que celebramos hoy, permítanme mencionar en palabras de José Ignacio González Faus, en su libro Servir para una espiritualidad de la lucha por la justicia en los Cantos del Siervo de Isaías, la descripción que hace en referencia a estos poemas del segundo Isaías. Es así como nos dice que el primer canto, parece tener como punto central: La misión del servidor, el segundo tematiza su vocación. En el tercero se insinúa ya el tema del sufrimiento y la paciencia y el cuarto (insiste González Faus), lo subtitulan muchas Biblias como pasión y gloria del Siervo. Insiste en que la vida pública de Jesús está encuadrada por alusiones al Siervo en tres momentos fundamentales de su ministerio: su comienzo, la última cena y la pasión.

Claro está que, en este contexto, estamos muy familiarizados con pasajes bíblicos que nos manifiestan hasta qué punto estos cantos eran conocidos para la primera comunidad cristiana; tanto que no era preciso citarlos, bastaba con una alusión rápida, - no sin antes mencionar que el texto más aludido suele ser el canto cuarto.

Pero vayamos al relato para imaginar a esas tres mujeres esperando la hora en que terminaba el día de reposo, para ir a comprar las especies aromáticas e ir a ungirle; sí porque sabían en qué condición se habían llevado a la tumba a su Maestro; no olvidemos que ellas se habían quedado hasta el final, se habían cerciorado dónde pondrían su cuerpo impuro y ellas querían estar seguras a donde le buscarían. Querían hacer el rito de honor por los muertos, rociando perfume sobre su cuerpo.

Ellas sabían cuántas precauciones había que tomar para ir al sepulcro; me imagino que estaban aterradas, dice la Dra. Elsa Tamez, por el peligro político que significaba visitar o estar presentes en la tumba de un crucificado. Pero María Magdalena, insiste Tamez, que era muy decidida, se animó a ir acompañada de otras mujeres. En las distintas versiones de la historia varían los nombres de esas otras mujeres, pero entre los nombres de quienes ven de lejos y van al sepulcro están, primero, el de María Magdalena, después el de María la de Santiago, María la de José y Salomé”.

Van a la tumba. Nada fácil enfrentar nuevamente esa escena que las había impactado tanto, aun así, ellas eran valientes y sabían que los amigos de Jesús no irían, bueno, ni siquiera pensarían en la necesidad que a ellas les apremiaba, porque las mujeres somos así. ¿Y qué digo valientes?, si en realidad iban pensando en cómo moverían esa piedra tan pesada que habían puesto a la entrada del sepulcro; pienso que nosotras las mujeres las podemos entender perfectamente cuando sabemos que cuando nos proponemos algo, somos capaces de remover cualquier tipo de “piedra”.

La piedra tan pesada por ejemplo de la cultura que nos señala como inferiores para poder adquirir la equidad en derechos aun para estudiar y tener salarios equitativos con los varones, por ejemplo.

La piedra tan pesada de la religión que nos leía la Biblia desde una óptica dominante y nos prohibía expresarnos, por ejemplo.

La piedra tan pesada para internarnos en nosotras mismas y descubrir que no tengo que quedarme donde estoy, sino que Jesús me da la seguridad de que me acompañará si es que no me siento libre para decidir salir de ese estado de opresión donde me encuentro, que tal vez sea hasta de mi propio miedo.

Pero sigamos en este lugar donde las mujeres van con un propósito específico y lleguemos junto con ellas para sorprendernos igual cuando ven que la piedra está removida - seguramente se espantan -, pero venciendo su temor entran a la tumba donde se encuentran a ese joven sentado al lado derecho y les da el informe de lo que había ocurrido, pero también las indicaciones. Además de Moisés, los patriarcas y profetas, varias mujeres han experimentado esta epifanía: Agar, la esclava egipcia por ejemplo y María, la madre de Jesús. Estas pocas mujeres del movimiento de Jesús que se atrevieron a ir al sepulcro, también la experimentaron, mientras que los demás discípulos, varones y mujeres, se habían escondido por miedo a la represión. La forma de relacionarse Jesús con ellas, respetando su dignidad y tratándolas con ecuanimidad era suficiente para que lo siguiese. Es como si Jesús no tuviera que ordenarles: “Sígueme”. Parece que el seguimiento de las mujeres se basa en la gratuidad y en la gratitud, nos dice el teólogo Carlos Mesters e insiste: Algunos especialistas hacen hincapié en que “el mensaje de Jesús debió tener un especial impacto sobre las mujeres de Israel”.

Pero vayamos al v. 7 donde ya se les señala una dirección: el encuentro con Jesús no tiene nada que ver con el sepulcro, dice Leopoldo Cervantes en su relectura de Marcos. A Jesús no se le encuentra en el reino de los muertos, sino en el espacio de la vida, en la cotidianidad transformada por la influencia del reino de Dios. Y es precisamente a esa cotidianidad transformada y transformadora a la que son enviadas estas mujeres a quienes el ángel les dice: “Vayan a decirle a sus discípulos que él va delante de vosotros a Galilea, como os dijo”; pero nos dice que se asustan más y no hablan, quedan mudas. Yo me imagino que iban reflexionando todo lo que había pasado; no era fácil para unas mujeres sencillas asimilar tantas vivencias tan fuertes y aparte, todo lo que implicaba también entender que de verdad Jesús vivía y yo me pregunto: ¿por qué debían ir a Galilea?, ¿por qué se les había adelantado para allá Jesús?, ¿es que algo significaba especialmente Galilea? Recordemos que ese fue el lugar donde todo comenzó, donde conoció a unos pescadores y les invitó a seguirle, también donde hubo muchos milagros; una pesca milagrosa, por ejemplo.

El teólogo José Antonio Pagola en Jesús, aproximación histórica, nos dice que hay que volver a Galilea para seguir sus pasos: hay que vivir curando a los que sufren, acogiendo a los excluidos, perdonando a los pecadores, defendiendo a las mujeres y bendiciendo a los niños; hay que hacer comidas abiertas a todos y entrar a las casas anunciando la paz; hay que contar parábolas sobre la bondad de Dios y denunciar toda religión que vaya contra la felicidad de las personas; hay que seguir anunciando que el Reino de Dios está cerca. Con Jesús, es posible un mundo diferente, más amable, digno y justo. Hay esperanza para todos, Él irá adelante. Allí lo verán.

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