domingo, 24 de septiembre de 2023

El Señor sostiene a sus hijos/as durante toda su vida (Salmo 37.23-34), Pbro. Silfrido Gordillo B.

24 de septiembre, 2023

Buenos días, hermanas y hermanos, es un placer y honor para mí exponer la Palabra en este día, día de alegría, gratitud y celebración por los XXXV años de vida y ministerio del grupo Maranatha, conformado por hermanas y hermanos de la tercera edad. No tengo los años que ustedes tienen y menos la experiencia vivida, pero ya estoy en el 5to piso, poco más de media jornada, eso si el Señor me permite vivir los años que ustedes tienen. Aunque no tengo los años, sin embargo, tengo el gran privilegio de tener a un padre de casi 84 años y a una madre de casi 70 años, y también tuve la alegría de vivir y convivir con mis suegros, quienes fallecieron a la edad de 85 años mi suegra y 92 años mi suegro. Me congratulo en este día tan especial. No podemos callar todo lo que Dios ha hecho y sigue haciendo en nuestras vidas. La vida es un don de Dios, un regalo, y cada día que vivimos aquí en esta tierra, es solo por la gracia y misericordia de Dios. “El libro de los Salmos proporciona la fuente teológica, pastoral y litúrgica más confiable dada a nosotros en la tradición bíblica. A tiempo y destiempo, generación tras generación, hombres y mujeres fieles se vuelven a los Salmos como a la fuente más útil para conversar con Dios sobre las cosas más importante” de la vida. (Walter Brueggemann)

Para nosotros, los Salmos son muy importantes, en todo este recorrido de nuestra fe y de la vida cristiana, nos han acompañado. ¿Quién no se sabe un Salmo, un versículo? En algún momento de dificultad, de enfermedad, de angustia, o de gratitud acudimos a ellos. Hacemos nuestra la experiencia del Salmista, nos identificamos, oramos, cantamos, lloramos, nos confesamos, nos alegramos, celebramos la gloria de Dios, su soberanía, su presencia, y en todo ello encontramos refugio y paz. Habla de la vida, de la muerte, de la esperanza, cada Salmo nos desafía a vivir la ley divina y tener larga vida sobre la tierra. Los Salmos nos inspiran, nos desafían y repostulan el sentido de nuestra vida. Desafía nuestras actitudes, eleva nuestro espíritu, incentiva la revisión de nuestros valores, llega a lo profundo de nuestra alma, nos transforma. Nos entusiasma, nos emociona leer y saber que, a pesar de las circunstancias adversas, Dios gobierna, toda nuestra vida está bajo el gobierno de Dios, todo está sometido a él.

 

El Señor guarda nuestras vidas

Este Dios que nada lo contiene, todo lo conoce y todo lo controla, todo está sometido a él, la naturaleza misma es su creación y sobre ella cabalga y reina, la muerte misma que es el terror de los seres humanos lo tiene bajo su dominio, si todo él lo domina ¿Que no puede entonces hacer con los malos, los impíos, del que hace iniquidad, del que busca el mal de su prójimo, del necio? El Salmo 37 habla precisamente de ello. Si nada se escapa a los ojos de Dios, todo hecho tiene entonces una consecuencia, cada acción tiene su recompensa, y en ese contraste de la vida, el Salmo se torna pedagógico para la comunidad, describiendo y enseñando a los más jóvenes los modos de conducta que pudieran tener, y cómo cada forma de actuar es bien o mal vista por la comunidad, específicamente para los ancianos, pero sobre todo a los ojos de Dios, tal y como el Eclesiastés lo dice “Alégrate, joven en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas esta cosas te juzgara Dios” Eclesiastés 11:9 .

Es en este contexto de dichos, a modo de proverbios donde se insertan versículos de condenación y bendición, de destrucción y de promesas, es en medio de esta comunidad de santos y pecadores donde resalta la sabiduría de los ancianos, ancianas, haciendo un recuento breve de sus vidas pero que concentra toda la vida, en estas palabras “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”.

Aquel, aquella que guarda sus mandamientos, que guarda la ley, guarda la vida de su hermano, de su prójimo, de la comunidad, ese, esa, es un varón bienaventurado, varona bienaventurada, grato delante de los ojos de Dios.

Hoy, ante todo una cultura individualista, egocéntrica, utilitaria, consumista, donde prioriza la productividad, el dinero, valores ficticios, vacuos por encima de la vida, se requiere hacer una relectura de los Salmos y retomar los valores que nos presenta y desafían para una vida digna y plena de los seres humanos, tanto jóvenes que vuelvan al redil, que retomen el camino, el rumbo, el sentido de sus vidas, como las personas adultas que se integren a la familia, a la sociedad a la iglesia, en esa convivencia, fraternidad, solidaridad, amor, respeto, honra que se merecen. Bien dice el proverbista “La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la hermosura de los ancianos es su vejez” (Prov 20.29).

 Hoy en una sociedad donde los ancianos son tratados como inútiles, estorbos, abandonados, desatendidos, viviendo bajo el peso de una doble soledad, es decir, al de sus años y la de nuestro olvido, se hace urgente promover la honra, la vida digna, ya que la vida es en sí misma el máximo valor en cualquiera de sus etapas, y la ancianidad el supremo regalo. Como iglesia debemos hacerlos participes de los planes y proyectos, la sabiduría de ellas, de ellos, el consejo, es una guía y dirección a nuestras vidas y planes. Estas personas ancianas, ancianos, son el silencioso ejercito de los que vencieron en tantas batallas de la vida para brindarnos a nosotros una mejor vida. El tiempo es el mayor enemigo, pero a la vez el mejor aliado. Enemigo, porque pesan los años y la vida sigue su curso y pesan, aliado, porque les ha brindado la experiencia y sabiduría para vivir y afrontar los desafíos de la vida.  

Ellos, ellas no se sienten derrotados, están en la plenitud de sus vidas, sino preguntémosles. Están llenos de vigor, de fuerza interior. Están conscientes de los avatares de la vida, y por eso se mantienen a pie de la lucha.

 

Ancianos que sueñan (Joel 2.28-29)

Los ancianos soñaran sueños. Esta expresión está dentro del relato del pentecostés en el libro de los Hechos. Es la llegada y llenura del Espíritu Santo a los hombres y mujeres. Cuando el Espíritu llega, abre en nosotros nuevos rumbos de vida, nuevos caminos por transitar. Algunos nacieron en la fe, son de cuna cristiana, otros llegaron a la fe a una edad adulta, madura, y otros están por llegar. Cuando digo nuevos es porque son caminos no andados, no recorridos por nadie, ni prefabricados, y digo rumbos en plural, porque no es solo uno, sino varios, por donde el Espíritu nos lleva. A la edad de Ustedes, el Señor sigue llevándolos a nuevos caminos, aventuras, la edad no importa para el dador de la vida, el continúa obrando. La Biblia está llena de hombres y mujeres de edad avanzada donde Dios los llamo a nuevos retos, a nuevos planes, porque para cumplir la voluntad de él, no hay edades, así tenemos a una Sara, a un Abraham, a un Caleb, a un Jacob, etcétera. Al mismo Elías que buscaba y esperaba la muerte, el Señor le dijo “Levántate y come, porque largo camino te resta” 2 Reyes 19:7. Nada nos detiene cuando el Espíritu inunda nuestra vida

Ustedes tienen muchos caminos recorridos, rumbos diferentes, y lo seguirán haciendo hasta donde nuestro Buen Dios les conceda. Si les pidiéramos que nos cuenten esas experiencias vividas, esos caminos andados, su testimonio sería interminable, sería una historia sin fin, porque cada camino recorrido ha dejado en ella una marca, una huella, un recuerdo, unas de alegría y otras de tristeza.

Rumbos, no solo son caminos físicos, pueblos, ciudades, países, son eventos en la vida que van dejando marcas (nacimientos de los hijos, de los nietos, bisnietos, perdidas de seres queridos.

Están donde están, estamos donde estamos, porque todos nuestros planes fracasaron, y porque el Espíritu nos llevó y nos trajo donde hoy estamos.

Cuando el Espíritu llega a nuestras vidas, nos hace renacer para vida, y en ese renacer, nos hace soñar, soñar que otro mundo es posible, soñar que la justicia de Dios impere en nuestro mundo, soñar que las guerras, la violencia termine y llegue la Paz, el Shalom de Dios. Soñar es abrazar las promesas de Dios, ver el mundo como Dios lo ve y colaborar con él para que el sueño de Dios sea un sueño de todos y sea una realidad. Isaías 65:17-25, Apocalipsis 21-22.

 

Conclusión

Hay que vivir la vejez con gratitud, con esperanza, con seguridad y confianza en Dios. Toda una larga vida es todo un camino de fracasos y glorias, de derrota y victorias, de luchas y triunfos, de caídas y levantadas, en resumen, toda una vida de fidelidad de Dios. Por eso escuchar hablar a una persona de la tercera edad, es una gran bendición, porque están llenos de una riqueza inacabable, de una sabiduría profunda de la vida.

La vejez es de cultivo, de seguir dando frutos, de estar vigorosos, salmo 92:14 “Aún en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes, para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, y que en él no hay injusticia.

Así que, amadas, amados, no se sienten en la comodidad, en sus laureles, ustedes tienen mucho por seguir dando y aportando a la iglesia, al Reino de Dios. El testimonio de ustedes es luz y esperanza para los adolescentes, jóvenes, adultos, dentro como fuera de la iglesia. El anuncio del evangelio, de las buenas nuevas son reto en el día a día, y nuestro llamado continúa, hasta que como dice el salmista “Hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir, y tu justicia oh Dios hasta lo excelso” (Salmo 70:18-19).


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