sábado, 16 de septiembre de 2023

Dios se manifiesta como libertador (Éxodo 14.1-18), Pbro. L. Cervantes-Ortiz


Moisés (1513-1515), Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564)

17 de septiembre, 2023

Como yo haré que los egipcios se pongan tercos, ellos van a ir tras ustedes, pero entonces yo los destruiré. Y cuando haya derrotado al rey y a todos sus ejércitos y carros, los egipcios sabrán que yo soy el Dios de Israel. ¡Voy a demostrarles mi gran poder!                    

Éxodo 14.17-18, Reina Valera Contemporánea

Toda la historia del Pueblo judío, como la de los demás pueblos, está presentada en el Antiguo Testamento como una procesión: una procesión que va de la humillación a la elevación, de la estrechez a la holgura. Sólo un mundo libre corresponde efectivamente al Dios de la Libertad. Mientras el Reino de la Libertad no sea un hecho, Dios no se permite descanso en el mundo; mientras Dios no ha llegado a su derecho y a su identidad en el mundo, se encuentra aún, con éste, en camino.                                         

Jürgen Moltmann 

Trasfondo

Luego de que Moisés se presentó ante el pueblo (Éx 4) y de que junto con Aarón acudieron ante el faraón para exponer la petición de la salida de Egipto (Éx 5), y ante la cerrazón del monarca (“el fracaso de la vía legal”, J. Pixley), comenzó la serie de plagas que lograrían convencerlo, especialmente la última (“las medidas de fuerza”, Éx 7-12.36). En 12.1-28 se registra la importantísima celebración de la Pascua. En 13.1-16 se estableció la consagración de los primogénitos antes de iniciar el camino de salida del pueblo (13.17-22). La gesta alcanzó su culminación cuando debieron atravesar el Mar Rojo, en lo que fue el episodio más notable de todo el relato. Cuánto podría decirse sobre esas “medidas de fuerza”, de presión para obligar al faraón a ceder, por ejemplo, que éstas también contribuirían a mostrar la grandeza del Señor: “Las plagas y los prodigios tiene una función independiente del éxodo que es la de proclamar a Yavé para que los egipcios sepan que ‘yo soy Yavé’. También a esta interpretación de las plagas corresponde su propia forma literaria”.[1] Los relatos de las plagas incluyen la rivalidad entre Yavé y el faraón, cuyos magos lograron repetir algunos prodigios hasta que confesaron su impotencia para seguir en la competencia. El otro tema es la negociación con el rey para obtener la salida de los hebreos para celebrar la fiesta de Yavé: “La dureza de corazón del Faraón prevalece cada vez que Moisés deja que aumente la presión sobre el rey y su país”.[2] Lo cierto es que se trata de una cadena de sucesos cuya suma desembocó en la decisión de dejar salir al pueblo israelita, aun cuando de último momento el faraón se arrepintió de su decisión. 

El pueblo avanza y se asoma a la libertad (vv. 1-5)

La parte final del cap. 13 especifica las formas de acompañamiento de Dios para el pueblo en el desierto (columnas de nube y de fuego, 13.21-22) mediante una estrategia para que no se arrepintiese. “Baal-zefón era el Dios del mar, era quien poseía las llaves de sus secretos y su poder, y quien administraba la vida y la muerte por él causada. Los israelitas están a punto de morir encerrados entre el desierto y el mar, pero su Dios va a demostrar quién es el verdadero dueño del poder de las aguas. Allí donde se adoraba al Dios del mar Yavé va a demostrar su poder sobre las aguas para preservar la vida y para quitarla”.[3] La orden de Dios es terminante como parte de ella para evitar quedar “encerrados en la tierra y en el desierto” (v. 3): “El faraón será confundido al hacerle creer que los movimientos se deben a que los israelitas están perdidos y confundidos. El verbo hebreo (nebukim) significa estar desorientado, perdido, haber perdido el camino. La ironía consiste en que no es así, sino que el que tiene una visión errada de lo que está sucediendo es él mismo. El lugar luce como una tumba para los israelitas desde la perspectiva del faraón, pero en realidad lo será para sus propios hombres”.[4]

El “endurecimiento del corazón” (v. 4) del faraón, que hizo seguir a los israelitas, es interpretado como una acción divina directa encaminada a mostrar la gloria de Yavé para manifestarse a los egipcios en todos sus niveles. Es un acto de fuerza y de glorificación al mismo tiempo. Ya antes continuamente accedía a dejar salir al pueblo y su corazón se endurecía para impedirlo. “En este caso el sentido parece connotar algunos elementos distintos, al mostrar que el faraón actuará irracionalmente y en contra de sus propios intereses”.[5] El v. 5 refiere cómo el faraón y sus siervos se arrepintieron de dejar ir al pueblo pues comprendieron que no sólo saldrían a adorar a Yavé sino que ya no regresarían, lo cual les resultaba inaceptable. 

El ejército egipcio sale a perseguir a Israel (vv. 6-14)

La reacción del faraón es usar todo su poder militar (6-7) para perseguir a los fugitivos; nuevamente el texto destaca el endurecimiento del corazón del rey agregando que “los hijos de Israel habían salido con mano poderosa” (8), a quienes alcanzaría junto al mar, delante de Baal-zefón, adonde habían acampado (9). Toda la masa de fuerzas egipcias (caballería, carros, caballos, ejército) entró en acción, lo que haría más impactante su derrota posterior. El pánico se apoderó del pueblo al ver la cercanía de sus perseguidores y clamaron a Yavé (10), y reprocharon inmediatamente a Moisés el peligro que les esperaba en el desierto (11-12). El contraste expresado en el v. 12 sonaba realista y razonable, aunque no sintonizaba con el proyecto liberador de Yavé; fueron presas del “miedo popular y los sentimientos contrarrevolucionarios”: “Salir de Egipto significa un cambio profundo en las costumbres y en la vida cotidiana; significa enfrentar el desafío de la libertad y de construir el propio futuro. En la esclavitud había reglas claras y estabilidad, en el proceso de liberación es necesario construir reglas nuevas y el futuro depende del esfuerzo de todos y cada uno”.[6] Ante ello, la afirmación de Moisés fue contundente, enfática y premonitoria: “No tengan miedo. Manténganse firmes, y vean la salvación que el Señor llevará hoy a cabo en favor de ustedes. Los egipcios que hoy han visto, nunca más volverán a verlos. Quédense tranquilos, que el Señor peleará por ustedes” (13-14). 

“Di a los hijos de Israel que marchen”: Yahvé derrota definitivamente a Egipto (vv. 15-18)

Las palabras del v. 15 (“¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen”) son toda una consigna de fe y acción digna de atenderse hasta hoy: ya no era tiempo de clamar inactivamente sino de actuar. “Moisés debe extender su mano sobre el mar para abrir en él un camino [16]. Al endurecer el corazón del faraón él creerá que puede seguir a los israelitas por el mismo camino [17a]. no conoce el designio del Señor, que quiere cubrirse de gloria a costa de los egipcios [17b-18]”.[7] Yavé logra lo imposible: hacer pasar al pueblo hacia la libertad y derrotar definitivamente a ese ejército. 

Conclusión

Las lecciones de la historia aparecen sintetizadas en 14.31, después de esta gran hazaña divina: “Y al ver el pueblo de Israel aquel gran hecho que el Señor llevó a cabo en contra de los egipcios, tuvo temor del Señor, y todos creyeron en el Señor y en su siervo Moisés”. La fe se consolidó por fin en el corazón del pueblo, lo que le daría la capacidad de mirar y seguir hacia adelante, pues lo hecho por Dios era una garantía irreversible para el presente y para el futuro. Eso aplica para nuestro tiempo, indudablemente.



[1] J. Pixley, Éxodo: una lectura evangélica y popular. México, CUPSA-CRT, 1983, p. 81.

[2] Ídem.

[3] Pablo R. Andiñach, El libro del Éxodo. Salamanca, Ediciones Sígueme, 2006, p. 237.

[4] Ídem.

[5] Ibid., p. 138.

[6] Ibid., p. 139.

[7] José Loza Vera, “Éxodo”, en Comentario bíblico latinoamericano. Antiguo Testamento. Vol. I. Pentateuco y textos narrativos. Estella, Verbo Divino, 2005, p. 451.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pacto y promesa: la Reforma Protestante ante la fe de Job (Job 12.1-16), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

6 de octubre, 2024   Antes, cuando yo llamaba a Dios, él siempre me respondía; en cambio, ahora, hasta mis amigos se burlan de mí; no soy cu...