22 de septiembre, 2024
Señor, tú has sido nuestro refugio
generación tras generación.
Salmo 90.1
Introducción
El salmo 71 es una oración de confianza y petición a Dios,
especialmente en tiempos de dificultad y vejez; por lo que, podríamos decir que
se trata de un salmo que expresa la profunda confianza en Dios en todas y cada
una de las etapas de la vida, pero, especialmente, en la senectud. El salmista
está ante una urgente necesidad de salvación e intervención divina. Tal como
está ubicado en el canon, pareciera que el salmo 70 fuera la introducción del
71.
La oración de un anciano
El salmo 71 contiene la oración de un anciano que ha depositado
su confianza en Dios a lo largo de su vida, y ahora, en extrema necesidad no
será la ocasión de resbalar en la fe, porque Dios es un refugio inconmovible.
“El orante del salmo dice de sí mismo que es un anciano (vv. 9, 18). Se
encuentra en gravísimo peligro para su vida (v. 20). Tal vez está marcado por
una grave enfermedad. […] Pero el orante se halla en el recinto del asilo y
protección del santuario (v. 1). Se siente seguro de que Yahvé va a intervenir
pronto, y que le dará motivo de alabanza y acción de gracias”.[1]
“Mi boca —enuncia el salmista— rebosa de alabanzas a tu nombre, y todo el día
proclama tu grandeza” (v. 8).
El viejo rey David en apuros
El salmo 71 es una oración de confianza y súplica, atribuida
tradicionalmente al rey David. Aunque el salmo no especifica un autor ni un
contexto histórico exacto, se cree que fue escrito en una etapa avanzada de la
vida del salmista, posiblemente durante un período de adversidad, persecución
y/o enfermedad. Si el autor fue el rey David, como recién planteamos, este
salmo estaría urgiendo a Dios para que actúe en favor de su ungido. Es la
oración de un rey anciano que pide ayuda a Dios en una edad avanzada y precaria
en que los enemigos le atacan implacablemente porque ven que la fortaleza del
rey está disminuyendo:
9 No me rechaces cuando llegue a viejo;
no me abandones cuando me falten las fuerzas.
10 Porque mis enemigos murmuran contra mí;
los que me acechan se confabulan.
11 Y dicen: «¡Dios lo ha abandonado!
¡Persíganlo y aprésenlo,
pues no hay quien lo libere!».
12 Dios mío, no te alejes de mí;
Dios mío, ven pronto a socorrerme.
13 Que perezcan humillados mis acusadores;
que se cubran de deshonra y de vergüenza
los que buscan mi ruina. (vv. 9-13)
Hoy, los peligros para nuestros
ancianos no son menores, también nuestros viejos sufren violencia verbal,
psicológica, económica, física, patrimonial, espiritual, entre otros tipos de
violencia que pueden darse también en el ámbito incluso de la propia iglesia.
De ahí que, en el contexto de la precariedad física, la oración de aquel
anciano sea vehemente:
1 En ti, Señor, busco refugio;
jamás
permitas que me avergüencen.
2 Por tu justicia, rescátame y líbrame.
Inclina
a mí tu oído y sálvame.
3 Sé tú mi roca de refugio
adonde
pueda yo siempre acudir;
da la orden de
salvarme,
porque
tú eres mi roca y mi fortaleza.
4 Líbrame, Dios mío, de manos de los malvados,
del
poder de los perversos y crueles. (vv. 1-4, NVI).
El salmista expresa cómo Dios ha estado
con él en cada una de las etapas de su vida, especialmente en su nacimiento y
en su juventud:
5 Tú, Soberano Señor, has sido mi esperanza;
en ti he confiado desde mi juventud.
6 Desde el vientre de mi madre dependo de ti;
desde el seno materno me has sostenido.
¡Por siempre te alabaré! (vv. 5-6, NVI)
El salmista expresa su confianza en
Dios desde su juventud y cómo Dios ha sido su sustento desde el nacimiento
mismo. En un contexto particularmente adverso, donde la ciencia médica no había
alcanzado el desarrollo que hoy tenemos, la mortalidad materno-infantil era
especialmente implacable. Por eso, las palabras del orante cobran mayor
significado ante lo difícil que era nacer y permanecer vivo en una avanzada
edad. El salmo 139 expresa la misma idea, apelando también a la soberanía de
Dios sobre la vida, ante la gracia de haber nacido en un contexto
particularmente adverso, el salmista proclama:
13 Tú creaste mis entrañas;
me formaste en el vientre de mi madre.
14 ¡Te alabo porque soy una creación admirable!
¡Tus obras son maravillosas
y esto lo sé muy bien!
15 Mis huesos no te fueron desconocidos
cuando en lo más recóndito era yo formado,
cuando en lo más profundo de la tierra era yo
entretejido.
16 Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación:
todo estaba ya escrito en tu libro;
todos mis días se estaban diseñando,
aunque no existía uno solo de ellos. (Sal 139.13-16,
NVI).
Hoy, debemos agradecer la gracia de
estar vivos, sin importar las circunstancias de adversidad o no, por las que
estemos atravesando. Y aquí, quiero recordar a mi querido maestro Paul Ricœur,
quien decía que nuestro nacimiento ha sido un acontecimiento para los otros,
pero no para nosotros mismos, y ya que hemos nacido sin ningún esfuerzo de
nuestra voluntad, nuestro nacimiento forma parte de aquel involuntario absoluto:
He nacido en algún lugar: una vez “puesto en el mundo”, en adelante percibo
este mundo mediante una serie de cambios y de innovaciones a partir de ese
lugar que no he elegido y que no puedo recuperar en mi memoria. […]
Mi nacimiento es un
suceso para los demás, no para mí. Es para los otros para quienes he nacido en
Valence; pero yo estoy aquí, y es en relación con este aquí como los otros
están allí o en otra parte. Mi nacimiento, como suceso para el otro, ocupa un
lugar en relación con ese allí que, para el otro, es su aquí: mi nacimiento no
pertenece, por consiguiente al aquí primordial, y no puedo engendrar todos mis “aquí” a partir de mi lugar de
nacimiento; por el contrario, a partir del aquí absoluto, que es el aquí-ahora
–el hic et nunc–, pierdo el rastro de mis más antiguos “aquí” y tomo prestado de
la memoria del otro mi lugar de nacimiento; lo que equivale a decir que mi
lugar de nacimiento no figura entre los “aquí” de mi vida y que,
por lo tanto, no puede engendrarlos[2].
Y ya que hemos nacido, por decirlo así,
sin haberlo decidido, hemos de aceptar el desafío de enfrentar la vida, incluso
con todos sus sinsabores; principalmente nosotros, los creyentes, porque Dios
lo ha querido así: “De ti he dependido desde que nací; / del vientre materno me
hiciste nacer. / ¡Por siempre te alabaré!” (v. 6). Y ya que dependemos de Dios
desde nuestra más tierna infancia, podemos estar confiados en que aún en
nuestra vejez, el Señor nos sustentará, por eso, el salmista ruega: “No me
rechaces cuando llegue a viejo; / no me abandones cuando me falten las fuerzas”
(v. 9). Los ancianos no son ningún desecho, ni estorbo, como el capitalismo neoliberal
lo quisiera. Ahí tenemos al multimillonario Carlos Slim quien recientemente
dijo que estaba en contra de las pensiones a adultos mayores en México.[3]
Es increíble la mezquindad del hombre que se ha enriquecido sobre la miseria de
millones de mexicanos. También tenemos el caso de Argentina, donde el
presidente Javier Milei, “un ultraliberal que ha hecho del recorte al gasto
público su principal objetivo, vetó la ley de reforma del sistema de
jubilaciones y pensiones promovida por fuerzas opositoras alegando que su
implementación desequilibraría las cuentas fiscales”.[4]
Un legado de fe
El Salmo 71 nos ofrece un modelo de cómo vivir una vida de
fe y confianza en Dios, desde la juventud hasta la vejez. Nos anima a buscar a
Dios en tiempos de necesidad, a mantener una actitud de alabanza y gratitud, y
a compartir nuestra fe con las futuras generaciones. Al aplicar estos
principios, podemos fortalecer nuestra relación con Dios y encontrar paz y
esperanza en todas las etapas de nuestra vida. Por lo que el gran desafío para
los ancianos es transmitir su fe a las nuevas generaciones:
17 Tú, oh Dios, me enseñaste
desde mi juventud
y aún hoy anuncio todos tus prodigios.
18 Aun cuando sea yo anciano y peine canas,
no me abandones, oh Dios,
hasta que anuncie tu poder a la generación venidera,
y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido.
Conclusión poética
Y ahora, un himno que a mí particularmente me encanta,
porque —igual que el salmo 71— nos habla de nuestro compromiso con Dios en
todas las etapas de la vida:
Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar;
los que lucháis por Cristo, no hay que descansar,
cuando la vida es sueño, gozo, vigor, salud,
y es la mañana hermosa de la juventud.
Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar;
para salvar al mundo hay que batallar,
cuando la vida alcanza toda su esplendidez,
cuando es el medio día de la madurez.
Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar;
si el pecador perece, idlo a rescatar,
aun a la edad provecta, débil y sin salud,
aun a la misma tarde de la senectud.
Pronto la noche viene, ¡listos a trabajar!
¡Listos! que muchas almas hay que rescatar.
¿Quién de la vida el día puede desperdiciar?
viene la noche cuando nadie puede obrar.
Annie Louisa Walker Coghill
Traductor: Epigmenio Velasco Urda
[1] H.-J. Kraus, Los
Salmos. Sal. 60-150. Vol. II. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1995, pp.
112-113.
[2] P. Ricœur, “El
hombre falible”, en Finitud y culpabilidad. Madrid, Trotta, 2017, pp.
41-42.
[3] “Carlos Slim
critica sistema de pensiones en México: ‘Se están dando muchos ingresos a
jubilados”, en El Financiero, 19 de septiembre de 2024, www.elfinanciero.com.mx/empresas/2024/09/19/carlos-slim-critica-sistema-de-pensiones-en-mexico-se-estan-dando-muchos-ingresos-a-jubilados/
[4] “Milei veta ley que aumenta jubilaciones y pensiones; la oposición insistirá en el Congreso”, en Los Angeles Times, 3 de septiembre de 2024, www.latimes.com/espanol/politica/articulo/2024-09-03/milei-veta-ley-que-aumenta-jubilaciones-y-pensiones-la-oposicion-insistira-en-el-congreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario