sábado, 21 de septiembre de 2024

Un legado de fe (Salmo 71.1-18), Pbro. Emmanuel Flores-Rojas

 22 de septiembre, 2024

Señor, tú has sido nuestro refugio

generación tras generación.

Salmo 90.1

Introducción

El salmo 71 es una oración de confianza y petición a Dios, especialmente en tiempos de dificultad y vejez; por lo que, podríamos decir que se trata de un salmo que expresa la profunda confianza en Dios en todas y cada una de las etapas de la vida, pero, especialmente, en la senectud. El salmista está ante una urgente necesidad de salvación e intervención divina. Tal como está ubicado en el canon, pareciera que el salmo 70 fuera la introducción del 71.

La oración de un anciano

El salmo 71 contiene la oración de un anciano que ha depositado su confianza en Dios a lo largo de su vida, y ahora, en extrema necesidad no será la ocasión de resbalar en la fe, porque Dios es un refugio inconmovible. “El orante del salmo dice de sí mismo que es un anciano (vv. 9, 18). Se encuentra en gravísimo peligro para su vida (v. 20). Tal vez está marcado por una grave enfermedad. […] Pero el orante se halla en el recinto del asilo y protección del santuario (v. 1). Se siente seguro de que Yahvé va a intervenir pronto, y que le dará motivo de alabanza y acción de gracias”.[1] “Mi boca —enuncia el salmista— rebosa de alabanzas a tu nombre, y todo el día proclama tu grandeza” (v. 8).

El viejo rey David en apuros

El salmo 71 es una oración de confianza y súplica, atribuida tradicionalmente al rey David. Aunque el salmo no especifica un autor ni un contexto histórico exacto, se cree que fue escrito en una etapa avanzada de la vida del salmista, posiblemente durante un período de adversidad, persecución y/o enfermedad. Si el autor fue el rey David, como recién planteamos, este salmo estaría urgiendo a Dios para que actúe en favor de su ungido. Es la oración de un rey anciano que pide ayuda a Dios en una edad avanzada y precaria en que los enemigos le atacan implacablemente porque ven que la fortaleza del rey está disminuyendo:

No me rechaces cuando llegue a viejo;
   no me abandones cuando me falten las fuerzas.
10 Porque mis enemigos murmuran contra mí;
    los que me acechan se confabulan.
11 Y dicen: «¡Dios lo ha abandonado!
    ¡Persíganlo y aprésenlo,
    pues no hay quien lo libere!».
12 Dios mío, no te alejes de mí;
    Dios mío, ven pronto a socorrerme.
13 Que perezcan humillados mis acusadores;
    que se cubran de deshonra y de vergüenza
    los que buscan mi ruina. (vv. 9-13)

Hoy, los peligros para nuestros ancianos no son menores, también nuestros viejos sufren violencia verbal, psicológica, económica, física, patrimonial, espiritual, entre otros tipos de violencia que pueden darse también en el ámbito incluso de la propia iglesia. De ahí que, en el contexto de la precariedad física, la oración de aquel anciano sea vehemente:

1 En ti, Señor, busco refugio;
    jamás permitas que me avergüencen.
Por tu justicia, rescátame y líbrame.
    Inclina a mí tu oído y sálvame.
Sé tú mi roca de refugio
    adonde pueda yo siempre acudir;
    da la orden de salvarme,
    porque tú eres mi roca y mi fortaleza.
Líbrame, Dios mío, de manos de los malvados,
    del poder de los perversos y crueles. (vv. 1-4, NVI).

El salmista expresa cómo Dios ha estado con él en cada una de las etapas de su vida, especialmente en su nacimiento y en su juventud:

Tú, Soberano Señor, has sido mi esperanza;
    en ti he confiado desde mi juventud.
Desde el vientre de mi madre dependo de ti;
    desde el seno materno me has sostenido.
    ¡Por siempre te alabaré! (vv. 5-6, NVI)

El salmista expresa su confianza en Dios desde su juventud y cómo Dios ha sido su sustento desde el nacimiento mismo. En un contexto particularmente adverso, donde la ciencia médica no había alcanzado el desarrollo que hoy tenemos, la mortalidad materno-infantil era especialmente implacable. Por eso, las palabras del orante cobran mayor significado ante lo difícil que era nacer y permanecer vivo en una avanzada edad. El salmo 139 expresa la misma idea, apelando también a la soberanía de Dios sobre la vida, ante la gracia de haber nacido en un contexto particularmente adverso, el salmista proclama:

13 Tú creaste mis entrañas;
   me formaste en el vientre de mi madre.
14 ¡Te alabo porque soy una creación admirable!
    ¡Tus obras son maravillosas
    y esto lo sé muy bien!
15 Mis huesos no te fueron desconocidos
    cuando en lo más recóndito era yo formado,
    cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido.
16 Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación:
    todo estaba ya escrito en tu libro;
    todos mis días se estaban diseñando,
    aunque no existía uno solo de ellos. (Sal 139.13-16, NVI).

Hoy, debemos agradecer la gracia de estar vivos, sin importar las circunstancias de adversidad o no, por las que estemos atravesando. Y aquí, quiero recordar a mi querido maestro Paul Ricœur, quien decía que nuestro nacimiento ha sido un acontecimiento para los otros, pero no para nosotros mismos, y ya que hemos nacido sin ningún esfuerzo de nuestra voluntad, nuestro nacimiento forma parte de aquel involuntario absoluto:

He nacido en algún lugar: una vez puesto en el mundo, en adelante percibo este mundo mediante una serie de cambios y de innovaciones a partir de ese lugar que no he elegido y que no puedo recuperar en mi memoria. […]

Mi nacimiento es un suceso para los demás, no para mí. Es para los otros para quienes he nacido en Valence; pero yo estoy aquí, y es en relación con este aquí como los otros están allí o en otra parte. Mi nacimiento, como suceso para el otro, ocupa un lugar en relación con ese allí que, para el otro, es su aquí: mi nacimiento no pertenece, por consiguiente al aquí primordial, y no puedo engendrar todos mis aquí a partir de mi lugar de nacimiento; por el contrario, a partir del aquí absoluto, que es el aquí-ahora –el hic et nunc, pierdo el rastro de mis más antiguos aquí” y tomo prestado de la memoria del otro mi lugar de nacimiento; lo que equivale a decir que mi lugar de nacimiento no figura entre los aquí” de mi vida y que, por lo tanto, no puede engendrarlos[2].

Y ya que hemos nacido, por decirlo así, sin haberlo decidido, hemos de aceptar el desafío de enfrentar la vida, incluso con todos sus sinsabores; principalmente nosotros, los creyentes, porque Dios lo ha querido así: “De ti he dependido desde que nací; / del vientre materno me hiciste nacer. /  ¡Por siempre te alabaré!” (v. 6). Y ya que dependemos de Dios desde nuestra más tierna infancia, podemos estar confiados en que aún en nuestra vejez, el Señor nos sustentará, por eso, el salmista ruega: “No me rechaces cuando llegue a viejo; / no me abandones cuando me falten las fuerzas” (v. 9). Los ancianos no son ningún desecho, ni estorbo, como el capitalismo neoliberal lo quisiera. Ahí tenemos al multimillonario Carlos Slim quien recientemente dijo que estaba en contra de las pensiones a adultos mayores en México.[3] Es increíble la mezquindad del hombre que se ha enriquecido sobre la miseria de millones de mexicanos. También tenemos el caso de Argentina, donde el presidente Javier Milei, “un ultraliberal que ha hecho del recorte al gasto público su principal objetivo, vetó la ley de reforma del sistema de jubilaciones y pensiones promovida por fuerzas opositoras alegando que su implementación desequilibraría las cuentas fiscales”.[4]

Un legado de fe

El Salmo 71 nos ofrece un modelo de cómo vivir una vida de fe y confianza en Dios, desde la juventud hasta la vejez. Nos anima a buscar a Dios en tiempos de necesidad, a mantener una actitud de alabanza y gratitud, y a compartir nuestra fe con las futuras generaciones. Al aplicar estos principios, podemos fortalecer nuestra relación con Dios y encontrar paz y esperanza en todas las etapas de nuestra vida. Por lo que el gran desafío para los ancianos es transmitir su fe a las nuevas generaciones:

17 Tú, oh Dios, me enseñaste desde mi juventud
 y aún hoy anuncio todos tus prodigios.
18 Aun cuando sea yo anciano y peine canas,
    no me abandones, oh Dios,
    hasta que anuncie tu poder a la generación venidera,
    y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido.

Conclusión poética

Y ahora, un himno que a mí particularmente me encanta, porque —igual que el salmo 71— nos habla de nuestro compromiso con Dios en todas las etapas de la vida:

Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar;
los que lucháis por Cristo, no hay que descansar,
cuando la vida es sueño, gozo, vigor, salud,
y es la mañana hermosa de la juventud.

Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar;
para salvar al mundo hay que batallar,
cuando la vida alcanza toda su esplendidez,
cuando es el medio día de la madurez.

Pronto la noche viene, tiempo es de trabajar;
si el pecador perece, idlo a rescatar,
aun a la edad provecta, débil y sin salud,
aun a la misma tarde de la senectud.

Pronto la noche viene, ¡listos a trabajar!
¡Listos! que muchas almas hay que rescatar.
¿Quién de la vida el día puede desperdiciar?
viene la noche cuando nadie puede obrar.

Annie Louisa Walker Coghill

Traductor: Epigmenio Velasco Urda



[1] H.-J. Kraus, Los Salmos. Sal. 60-150. Vol. II. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1995, pp. 112-113.

[2] P. Ricœur, “El hombre falible”, en Finitud y culpabilidad. Madrid, Trotta, 2017, pp. 41-42.

[3] “Carlos Slim critica sistema de pensiones en México: ‘Se están dando muchos ingresos a jubilados”, en El Financiero, 19 de septiembre de 2024, www.elfinanciero.com.mx/empresas/2024/09/19/carlos-slim-critica-sistema-de-pensiones-en-mexico-se-estan-dando-muchos-ingresos-a-jubilados/

[4] “Milei veta ley que aumenta jubilaciones y pensiones; la oposición insistirá en el Congreso”, en Los Angeles Times, 3 de septiembre de 2024, www.latimes.com/espanol/politica/articulo/2024-09-03/milei-veta-ley-que-aumenta-jubilaciones-y-pensiones-la-oposicion-insistira-en-el-congreso.

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