sábado, 14 de septiembre de 2024

La libertad que viene de Dios [en Cristo] (Gálatas 5.1-13), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

15 de septiembre, 2024

Manténgase, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud.

Gálatas 5.1, RVC 

Trasfondo

La libertad que Dios ofrece en Jesucristo es uno de los grandes temas del Nuevo Testamento y un desafío permanente para proclamar, una y otra vez, las acciones liberadoras de Dios en el mundo. Al evocarlas, siempre deben resonar en los oídos las palabra del profeta Amós en las que Él asume y anuncia el hecho de que dirigió varios procesos libertadores además del famoso y fundamental episodio de Egipto: “Hijos de Israel, ¿no me veis vosotros como hijos de etíopes, dice Jehová? ¿No hice yo subir a Israel de la tierra de Egipto, y a los filisteos de Caftor, y de Kir a los arameos?” (9.7). Ello “para que los israelitas no se creyeran mejor o más privilegiados que otros pueblos”.[1] El verbo subir (הֶעֱלֵ֨יתִי֙) es aquí sinónimo de levantar, de libertad, de otorgar una nueva forma de existencia histórica marcada por la libertad como consigna de fe y de salvación.

 

El v. 7, en su universalidad, quiebra el sentimiento de superioridad y exclusividad de Israel de ser el pueblo escogido por Yahvé y de haber experimentado la acción liberadora de Dios en el éxodo de los hebreos. Es la tradición que discurre en los textos de la escritura hebraica y que aparecen fijados en la confesión de que “Yahvé nos sacó de Egipto, de la casa de la servidumbre” (Cf. Éx 20.2; Dt 5.6; Sal 107; 135.8; 136.10-15, etcétera). Por lo tanto, la profecía del libro de Amós apunta a otros éxodos y allí radica su gran importancia. Es decir, lo que Israel consideraba como episodio único, la profecía pone al mismo nivel las experiencias de los etíopes, de los filisteos y de los sirios. La profecía de estas palabras no niega la experiencia de huida/salida del Egipto, sino que dice que ésa no es la única, por eso abre los ojos de la comunidad para que vea el éxodo de otras tradiciones y naciones.[2]

En otras palabras, Dios es quien conduce todos los procesos de liberación de la humanidad que involucren a pueblos, naciones o conglomerados humanos que buscan su emancipación y superar el sometimiento por parte de otros pueblos o imperios (como el que sería mexicano y que conmemoramos hoy). El orgullo que llegaron a tener los judíos sobre su libertad, palpable en su intercambio con Jesús en Juan 8, lo llevó a afimar: “Yo les aseguro que todo el que comete pecado es esclavo del pecado. […] Por eso, si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres” (Jn 8.34, 36, BLPH). 

La libertad total a la que Dios conduce (5.1-6)

Lo que inició Jesús, al trasladar la idea de libertad a la necesidad de superar la esclavitud del pecado, fue llevado a su máxima expresión cuando Pablo escribió a los Gálatas acerca de “estar firmes en la libertad con que el Señor los había hecho libres” para que así “no estuvieran otra vez sujetos al yugo [nuevas formas] de la esclavitud” (5.1), que es como abre el cap. 5. Él trasladó esa posibilidad a la relación con las leyes antiguas y el acto específico de circuncidarse (v. 2) como un auténtico retroceso en su experiencia colectiva de fe, pues eso los situaría ante la necesidad de obedecer la ley completa (3). La experiencia de la libertad que puede rastrearse en buena parte de las Escrituras llega hasta nosotros para recordarnos permanentemente que Dios siempre ha estado del lado de ella y que, así como condujo esos procesos aludidos por amós, lo sucedido con su Hijo en el mundo se encamina en la misma línea de superación de todas las esclavitudes, en el caso de Gálatas, de las tendencias arcaicas ya superadas por el advenimiento del acontecimiento de Cristo (como sucede también con la carta a los Hebreos).

Ese retorno a ciertas prácticas y mentalidades (renuncia a la libertad cristiana, como lo es la exhibición y peregrinación de la reliquia de san Judas, el “apóstol de lo imposible”,[3] ¡una práctica medieval de urgencia en pleno siglo XXI! Desde la óptica protestante, quizá lo mejor sea que se promueva la lectura de su epístola[4]) es riesgoso por causa de que ponen en entredicho, según el apóstol Pablo, la relación misma con Jesucristo (“…se han deslligado de Cristo”, 4a), el Libertador por excelencia, y las consecuencias son monumentales: “han caído de la gracia” (4b). La fe basada en la obra del Espíritu es la garantía de esta nueva condición de libertad y gratuidad (5). Ante ello, ya no valen la circuncisión ni la incircuncisión, pues la libertad que viene de Dios lo relativiza todo gracias a la obra de Jesucristo. Tal como lo escribió el teólogo reformado Jürgen Moltmann, varios años antes del surgimiento de la teología latinoamericana de la liberación:

 

Sólo un mundo libre corresponde efectivamente al Dios de la Libertad. Mientras el Reino de la Libertad no sea un hecho, Dios no se permite descanso en el mundo; mientras Dios no ha llegado a su derecho y a su identidad en el mundo, se encuentra aún. con éste, en camino. Mientras el pobre sea humillado: mientras viudas y huérfanos séan privados de sus derechos, mientras el poderoso no sea humillado y el humilde no sea ensalzado, dicen los profetas, no habrá reposo. En tanto los poderosos de la tierra gobiernen con violencia, dice Daniel, mientras la injusticia y la muerte opriman el mundo, la historia continúa, sólo el Reino humano del Hijo del Hombre pondrá fin a la soberanía del hombre sobre el hombre.[5] 

Es preciso perseverar en esa libertad (5.7-12)

El apóstol insiste en que persuadirse de volver al pasado, a la esclavitud de la ley (7), obviamente no puede proceder de “aquel que os llamó” (8), pues “un poco de levadura leuda toda la masa” (8; cf. I Cor 5.6-8), esto es, la pequeña influencia de los judaizantes, si es aceptada, podrá impactar en la totalidad del procesod de slavación, viciándolo y trastornándolo. El asunto era grave: la libertad ganada mediante Cristo estaba en riesgo de perderse por estos “coqueteos” con el judaísmo ritual (el histórico y cultural es todo un tema de análisis y estudio). El apóstol confiaba en que los gálatas no cambiarían de opinión (10a), que no se apartarían de su enseñanza. Los culpables del retroceso recibirían su sentencia (10b). “Si Cristo nos ha comprado, declara Pablo, no ha sido para hacernos cambiar una esclavitud por otra, sino para concedernos la libertad de los hijos de Dios”.[6]

Pablo ni por error podía ser predicador “de la circuncisión” (v. 11a, es decir, del pasado ritual, especialmente después del Concilio de Jerusalén, Hch 15), pues se había dedicado a servir al “tropiezo [escándalo] de la cruz” (11b), lo más chocante para el judaísmo de la época. Pero en ese escándalo, como sugiere el apóstol, estaba escondido el misterio de la libertad a la que llama el Señor. Así como lo resume Moltmann: “La primera Iiberación es la unión de la naturaleza humana caída con la naturaleza eterna de Dios por medio de la Encarnación de Cristo. La segunda es la victoria sobre la muerte por la Resurrección de Jesucristo. La tercera es la superación del pecado por medio de la justicia. […] Por la Cruz de Jesucristo la liberación será: 1º una liberación del pecado por la fe que justifica, 2º una liberación de la muerte por la Resurrección y 3º una liberación del diablo por el Reino eterno”.[7] 

Conclusión

¿Cómo estuvo y está presente el Dios de Jesús en los procesos y luchas populares de hoy? Es evidente que la apuesta divina ante los procesos históricos humanos está marcada por el hecho de que “Él nunca se equivoca” en sus preferencias. Esto, a diferencia de los seres humanos quienes, debido a la complejidad y las contradicciones inherentes a los procesos mismos y a la falta de visión de las situaciones presentes enfrentamos los riesgos de fallar y responder de manera errónea. Las palabras del v. 13 son una excelente conclusión del pasaje y un auténtico manifiesto válido para todas las épocas desde entonces: “Hermanos, Dios los llamó a ustedes a ser libres, pero no usen esa libertad como pretexto para hacer lo malo. Al contrario, ayúdense por amor los unos a los otros” (TLA). Porque la iglesia, afirma san Pablo, debe ser un conjunto de voceros/as y practicantes de la libertad en todas sus formas y manifestaciones, y, en ningún sentido un obstáculo para hacer visible la libertad de Dios para todas las personas que se sientan atraídas por el poder liberador de Jesucristo.

 

Después de la muerte del Cura Hidalgo, toma su relevo como general en jefe de los ejércitos de la libertad otro cura, José María Morelos, quien ruega: “Señor, nada hagamos, nada intentemos si antes y en este lugar no juramos todos en presencia de este Dios benéfico, salvar la patria […] formar la dicha de los pueblos”. Morelos exclama todavía que el Espíritu Santo “quitó el vendaje a nuestros ojos y tornó la apatía vergonzosa en que yacíamos en un furor belicoso y terrible”. El apacible cura se transformó en el guerrero, en el profeta que libera…[8]



[1] Edesio Sánchez Cetina, “El poeta: quien juzga y sufre por la palabra”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm, 71, 2012/1, p.16, www.centrobiblicoquito.org/images/ribla/71.pdf.

[2] Rafael Rodrigues da Silva, “¡Llegó el fin! Las palabras finales de la profecía de Amós (Am 9,1-10)” en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 71, 2012/1, p. 147.

[3] Cf. El sitio oficial: https://reliquiasanjudas.mx, adonde aparece el calendario de exhibición desde la Ciudad de México hasta Veracruz.

[4] Cf. Carlos Méndez, “‘Reliquia de San Judas es una bendición para el pueblo de México’: devotos hacen filas para entrar a San Hipólito”, en El Heraldo de México, 1 de agosto de 2014; y Bernardo Barranco, “Judas Tadeo y el pensamiento mágico de los marginados”, en La Jornada, 31 de julio de 2024, www.jornada.com.mx/2024/07/31/opinion/018a2pol.

[5] J. Moltmann, “El cristianismo como religión de libertad”, ponencia en la reunión de la Paulus Gcsellschaft en Marienbad, primavera de 1967, en Convivium. Revista de Filosofía, núm. 26, 1968, pp. 33-34.

[6] Edouard Cothenet, La carta a los gálatas. Estella, Verbo Divino, 1981, p. 49.

[7] J. Moltmann, op. cit., pp. 54-55.

[8] Enrique Dussel, Para una ética de la liberación latinoamericana. Vol. III. Política y arqueológica. Buenos Aires, Docencia, 2012, p. 985, https://enriquedussel.com/txt/Textos_Obras_Selectas/(F)8.3Politica_arqueologica.pdf. Las citas de Morelos proceden de Ernesto Lemoine Villicaña, Morelos. Su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época. México, UNAM, 1965, pp. 369 y 366, respectivamente. Reedición: 1991.

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