6 de marzo, 2022
Mantente vigilante y afirma todo aquello que está a punto de morir, pues he encontrado que tus obras no son perfectas ante mi Dios.
Apocalipsis 3.2, RVC
Trasfondo
S |
ardis, la actual ciudad de Sart, Turquía,
“‘fue una de las grandes ciudades de la historia primitiva: en opinión de los
griegos, fue durante mucho tiempo la más grande de todas las ciudades’. […] Esta
era una ciudad extrañamente dominada por su pasado ilustre y proverbial”.[1] Se puede decir
que hay una gran simbiosis entre la historia de la ciudad y lo acontecido en la
comunidad de fe, tal como explica Pablo Richard: “La ciudad refleja un poco lo
que es la comunidad: de un gran esplendor en el pasado, ahora venida a menos;
su economía era la producción de géneros de algodón y el arte de teñir, y dos
veces la ciudad cayó tomada por sorpresa (por no estar vigilantes)”.[2] Fue capital de
la provincia de Lidia en la última etapa del Imperio Romano, por lo que fueron
notables el templo dedicado a Artemisa y una sinagoga, cuyas ruinas se
conservan parcialmente. En Abdías v. 20 se menciona un lugar probablemente
asociado a Sardis: Sefarad, lo que plantea la posibilidad de una
comunidad judía bien establecida y tolerada. Existe un proyecto
arqueológico de investigación sobre ella desde 1958 patrocinado por las
universidades de Harvard y Cornell (https://sardisexpedition.org).
En la comunidad es importante el tema
del vestido. Aquí aparece tres veces. El vestido blanco, no manchado por la
idolatría, es el de los mártires, los que vencen a la Bestia, su imagen y su
marca. Jesús también es mártir y anda vestido como los mártires. Estos pueden
ser los testigos todavía vivos o quienes han dado ya su vida por el testimonio.
Todos llevan sus vestiduras blancas. La misma expresión se usa en 4.4 para los
24 ancianos vestidos de blanco en el cielo junto al trono de Dios. Con otra palabra
(ropa = stolé) se habla de los vestidos blancos de los mártires
en 6.11 y 7.9, 13, o vestidos lavados (blanqueados) en 7.14 y 22.14. También
con otra palabra (lino = byssinos) en 19.8 y 19.14. El vestido es símbolo de la
conducta o de la práctica de las personas (cf. 19, 8).[3]
“Mantente
vigilante y afirma todo aquello que está a punto de morir” (3.2a)
El Señor Jesús se presenta
nuevamente como “el que tiene los siete espíritus de Dios [Zac 4.10], y las
siete estrellas” (3.1a) y de inmediato reprocha severamente a la comunidad: “Yo
sé todo lo que haces, y sé que estás muerto, aunque parezcas estar vivo” (1b). Él
sabe que, aunque parece viva, la iglesia está espiritualmente muerta, pues al
examinar su conducta moral o religiosa, juzgada según el criterio de Dios, se
le ha encontrado un fuerte faltante. Posiblemente a los cristianos de Sardis
les importaba más la apariencia exterior que la vida interior. También se le
reprocha que muchos de sus miembros tienen los vestidos manchados (4), quizá
por causa de los mismos extravíos vistos en Pérgamo y Tiatira. La exhortación
consiste en mantenerse vigilante para recuperar “aquello que está por morir”
(2a) a fin de no caer definitivamente en la muerte espiritual. “Jesús remece a
la comunidad con cinco imperativos: “...hazte vigilante... consolida
lo poco que tienes y que está a punto de morir... recuerda cómo
recibiste y oíste mi Palabra... guárdala y arrepiéntete” [3a].[4]
En esto les será útil el recuerdo de las excelentes disposiciones iniciales cuando con tanto entusiasmo escucharon la predicación y abrazaron la fe; la abundancia de bienes espirituales que entonces recibieron debe ahora conservarla y hacerla eficaz, para así volver al fervor con que en tiempos pasados practicaban la vida cristiana. Mas, si dejan caer en el vacío esta viva exhortación, Cristo vendrá sobre ellos de improviso, como ladrón en la noche, y los juzgará. Si a los impenitentes se les anuncia un riguroso castigo, también a los pocos fieles que se han mantenido incontaminados se les promete una espléndida recompensa.[5]
Que una iglesia
reconozca sus errores delante de la más grande instancia que la preside, sobre
todo ante la dureza de la frase: “…pues he encontrado que tus obras no son
perfectas” (4b), debería ser la norma que presida su comportamiento básico.
Habría que confrontar esta afirmación con el lema que tanto se repite, pero que
no tiene cauces viables, visibles o institucionales para llevarse a cabo: “La
iglesia reformada, siempre reformándose según la Palabra de Dios”. Nadie sabe,
hasta hoy, cómo se puede implementar un proceso semejante al interior de las
iglesias establecidas. Acaso por ello el Dr. Alfonso Ropero ha escrito acerca
de la “irreformabilidad” de las iglesias protestantes.[6]
“El
que salga vencedor será vestido de blanco, y jamás borraré su nombre del libro
de la vida” (3.5a)
La palabra nombre (ónoma) aparece cuatro veces en este mensaje a la comunidad de Sardes, lo que expresa una identificación precisa de las personas. Identificación de la comunidad como tal (nombre, con el sentido de fama, de estar viva); hay en la comunidad pocos nombres de los que no son idólatras; el nombre del vencedor no será borrado del libro de la vida, y Jesús confesará su nombre delante del Padre. Llama la atención la existencia de muchas resonancias de los evangelios sinópticos en este mensaje a Sardes.[7]
Las palabras dirigidas
a quien resulte vencedor/a encierran tres promesas muy claras, todas
relacionadas con el mismo bien escatológicos: a) llevarán vestiduras
blancas, símbolo de pureza y obediencia; b) su nombre estará escrito en
el libro de la vida (Salmo 69; Daniel 12.1), de gran importancia en todo
Apocalipsis (13.8; 17.8; 20.12, 15; 21.27; 22.19); y c) será reconocido
por el Señor en el juicio final (5), tal como lo anunció el propio Jesús en sus
discursos de Mateo 7.23 y 25.12.[8] “El
que venza, tendrá una nueva personalidad celestial (se vestirá de blanco:
v. 5) y su validez moral, por obra de Cristo, quedará en pie delante de Dios (ante
mi Padre y sus ángeles reconoceré su nombre: v. 5). La última imagen es
potente y duradera: en el juicio definitivo el propio Señor afirmará reconocer
por nombre a la persona (Mateo 10.32; Lucas 12.8).
La intensidad de estas promesas escatológicas es definitiva para reforzar la exhortación hecha a la comunidad. El desafío es tomar muy en serio semejante anuncio y confirmar que, gracias a él, es posible retomar el camino y reencontrar el rumbo de la estricta obediencia a la voluntad del Señor. Individual y colectivamente queda un sabor profundo emanado de las palabras fieles y verdaderas del Hijo de Dios.
Conclusión
El “vencedor” no puede distinguirse rígidamente de los “pocos” del verso anterior. El “libro de la vida” recuerda los registros ciudadanos común a los mundos judío y helenístico, una imagen apta en un antiguo centro de los archivos reales. Se sugiere que aquí una mayoría en la iglesia había ganado aceptación en la sinagoga en el costo de la negación implícita del “nombre” de Cristo. Los pocos fieles tal vez se habían enfrentado a la eliminación del registro de la sinagoga, un asunto de gran importancia bajo Domiciano, pero se les aseguró que sus nombres nunca serían borrados del libro celestial. Según este punto de vista, estaban resistiendo una tentación como la que la 'sinagoga de Satanás' había impuesto a las iglesias de Esmirna y Filadelfia. La reiteración peculiar de ónoma en la carta se adaptará al énfasis en el libro o registro.[9]
[1] Colin J. Hemer, The Letters to the Seven
Churches of Asia in their Local Setting.
Sheffield, 1986, p. 129. Hemer cita a W.M. Ramsay, The Letters
to the Seven Churches of Asia. Londres, 1904, p. 354.
[2] P. Richard, Apocalipsis: reconstrucción de la esperanza. San José,
DEI, 1990, pp. 79-80.
[3] Ibid., p. 80.
[4] Ídem.
[5] Alfred Wikenhauser, El Apocalipsis de san Juan. Barcelona, Herder, 1981
(Biblioteca Herder, Sagrada Escritura, 100), p. 77.
[6] Alfonso Ropero, “La
irreformabilidad del protestantismo”, en www.pensamientoprotestante.com/2020/10/la-irreformabilidad-del-protestantismo.html:
“Lo que aquí ocurre es que el lema de iglesia reformada siempre reformándose, inconscientemente lo cambian por iglesia
reformada siempre reformada. Es
decir, siempre idéntica sí misma, fiel a la Reforma de hace medio milenio como
si allí se encontrara todo el evangelio, puro e inmaculadamente concebido”.
[7] P. Richard, op. cit., p. 80.
[8] A. Wikenhauser, op. cit.
[9] C. J. Hemer, op. cit., pp.
151-152.
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