viernes, 5 de agosto de 2022

La dicha de seguir las enseñanzas del Señor, Pbro. Leopoldo Cervantes-Ortiz


7 de agosto, 2022

Dichosos los de conducta perfecta,

los que siguen las enseñanzas del Señor.

Salmo 119.1, Reina-Valera Contemporánea 

Trasfondo

“Sobre el misterio y el milagro de las instrucciones de Yahvé”: así denominó su acercamiento al Salmo 119 uno de los mayores expertos de nuestro tiempo, el reformado alemán Hans-Joachim Kraus (1918-2000). Con justa razón, porque esta inmensa y monumental celebración de la Torá (como sucede también con los Salmos 1 y 19) ha llegado hasta nosotros sorteando las barreas del lenguaje, del estilo y la cultura de los cuales procede, y se ha instalado en nuestros labios de la manera más natural y auténtica. Muy lejos de cualquier forma de bibliolatría, como la conocemos hoy en el ambiente fundamentalista, este Salmo se ha erigido entre el pueblo de Dios de todas las épocas como la más genuina expresión del reconocimiento de la presencia de la ley divina en el mundo. La exigencia y la posibilidad, que trasluce en él, de ser obedecida y vivida por los/as creyentes antiguos y modernos permanece intacta a partir del goce que, según se repite en cada sección del acróstico, experimenta quien se acerca a los textos sagrados. Los beneficios que se obtienen de su lectura constante se cantan con toda claridad en la versión castellana de Constantino Ruiz-Garrido de la traducción de Kraus: “¡Salvación para aquellos cuyo camino es intachable, que andan en las instrucciones de Yahvé!”. “La Toráh se entiende no solamente como los valores morales israelitas, sino como la voluntad y objetivo de Dios ordenados en la estructura misma de la vida”.[1]

      El comentarista acomete la lectura poética del Salmo demostrando sus características literarias (metro, cadencia, vocabulario) y nos presenta en una pincelada magistral su naturaleza estética al servicio del texto sagrado:

 

Aunque el Salmo 119, por su extensión nada habitual, rompe todos los moldes, sin embargo, posee una estructura que es muy fácil de analizar. El arte de la ordenación alfabética (o alefática) ha producido una obra singular, que, por su esquematismo y por lo obligado de su forma, no tiene paralelos en el antiguo testamento. Las 22 letras del alfabeto hebreo introducen grupos sucesivos de 8 versículos cada uno. Teniendo en cuenta esos ocho versículos, sometidos en cada caso al dictado de la correspondiente letra del alfabeto, podríamos hablar de “estrofas”. En cada “estrofa” experimenta una variación el gran tema fundamental del Salmo 119. Se trata casi siempre de ocho términos que se van sucediendo unos a otros, como distintas expresiones para designar la “ley” o la “palabra de Dios”.[2]

 

Para caracterizar a este salmo se ha recurrido a fórmulas como: “un corolario abigarrado de aforismos sapienciales” (G. van Rad), “poema didáctico” (R. Kittel) y “poema mixto” (H. Gunkel). H. Schmidt explica: “Nuestro salmo difícilmente podremos llamarlo ‘poema’ y mucho menos aún poema lírico; lleva el carácter de la erudición, de la habilidad artística para el manejo del lenguaje, de la palidez de los pensamientos, y con ello y por su extensión revela ser una obra de época tardía”. Otro más define el género de este gran complejo literario (sálmico) como una “antología”.[3]

 

“Dichosos los de conducta perfecta, / los que siguen las enseñanzas del Señor” (1-4)

Desde sus primeras palabras se aprecia la intención eminentemente didáctica del Salmo: “El mensaje es que la vida es segura y plenamente simétrica cuando se respeta la Toráh. Así, el salmo proporciona una experiencia literaria pedagógica de seguridad y plena simetría. Una vida ordenada por la Toráh es segura, previsible y completa como la dinámica del salmo”.[4] Vivir según las enseñanzas de la ley divina no puede proporcionar más que dicha, felicidad. La “conducta perfecta” es el ideal al que todo aquel que ama la ley debe aspirar. “La obediencia a la Toráh es fuente de luz, de vida, de alegría, de satisfacción, de deleite, Ciertamente, "deleite" (shaíaí), es una repetida respuesta a la Toráh (Sal 119, 16, 24, 47, 70, 77, 92, 143, 174). La Toráh no es una carga sino un modo de existencia gozosa”.[5] Todo lo que se pueda decir sobre la dicha de una existencia obediente se queda corto ante la expansión verbal que se anuncia en estas primeras palabras. “Estos pasajes [macarismos] retratan una clase de personas paradigmáticas y alientan a los lectores a vivir de tal manera que pertenezcan al grupo de personas que se ensalza”.[6]

Queda bien claro que para el hablante poético “la Toráh no es nada rígido o estático sino un poder vivificador y creativo”[7] capaz de otorgar al ser humano las mejores perspectivas de vida. Dado que no se trata de una habilidad innata de personas piadosas, andar por los caminos justos que orienta la ley es una auténtica disciplina vital que debe ejercerse continuamente. A eso aluden los vv. 2-4, que exponen la necesaria constancia para cumplir con los mandamientos divinos.

 

“¡Cómo quisiera ordenar mis caminos / para cumplir con tus estatutos!” (16.5-8)

La segunda parte de la primera estrofa expone la comprensible ansiedad para ordenar la vida en función de los estatutos divinos: “La piedad de la torá contenida en los salmos vive de esa tendencia a la interiorización (cf. también Sal 37.31; 40.9). Desde el centro mismo de su existencia, el creyente se enfrenta con todos los poderes que son contrarios a Dios”.[8] En los vv. 5s se eleva una petición similar a la de los cánticos individuales de lamentación y en el v. 7 se reconoce el comienzo de un cántico de acción de gracias. “Cuando se habla de ley, se piensa fácilmente en una nomenclatura árida, en un código abstracto, alejado de la vida. No ocurre esto en los salmistas. La ley desemboca directamente en la vida, y se celebra como algo gratificante y como una fuente de gozo: “La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma (19.8)”.[9]

       Las palabras del salmista manifiestan el ferviente deseo de que la vida verdaderamente se oriente por el cumplimiento de los mandatos divinos (5). Atenderlos no produce vergüenza sino todo lo contrario (6). Esa tendencia vital, la producida por el aprendizaje de las “justas sentencias”, conduce invariablemente a la alabanza sincera (7). La obediencia verdadera de las mismas garantiza que el Señor no abandonará al creyente fiel (8). 

Conclusión

La verdadera dicha que produce la familiaridad con la ley divina, con las Escrituras reveladas, permite que se experimente la fe como algo auténticamente informado, en los dos sentidos del término. La manera en que el Salmo 119 amplifica las afirmaciones del 1 y el 19 se verifica en la continua letanía que canta y celebra las grandezas de la voluntad divina expresada en su ley. 

Tal vez nos parezca particularmente difícil el Salmo 119 por su extensión y monotonía. Aquí nos resultará provechoso proceder palabra por palabra, frase por frase, lenta, tranquila y pacientemente. Descubriremos entonces que las aparentes repeticiones son en realidad aspectos siempre nuevos de una sola realidad: el amor a la Palabra de Dios. así como este amor no puede tener nunca fin, tampoco pueden tener fin las palabras que lo confiesan. Pueden acompañarnos durante toda nuestra vida, y en su simplicidad se convierten en la oración del niño, del hombre y del anciano.[10]



[1] Walter Brueggemann, El mensaje de los Salmos. México, Universidad Iberoamericana-Colegio Máximo de Cristo Rey, 1998 (Palabra viva, 2), p. 52.

[2] H.-J. Kraus, Los Salmos. II. 60-115. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1995 (Biblioteca de estudios bíblicos, ), p. 605.

[3] Ídem.

[4] W. Brueggemann, op. cit., p. 55.

[5] Ibid., pp. 55-56.

[6] Kent Aaron Reynolds, “The exemplary Torah student”, en Torah as teacher The exemplary Torah student in Psalm 119. Leiden-Boston, Brill, 2010, p. 68. Versión propia.

[7] H.-J-. Kraus, op. cit., 607.

[8] Ibid., p. 611.

[9] Jean-Pierre Prévost, “Ley-Torá”, en Diccionario de los Salmos. Estella, Verbo Divino, 1991 (Cuadernos bíblicos, 71), p. 33.

[10] Dietrich Bonhoeffer, “La Ley”, en Los Salmos. El libro de oración de la Biblia. Una introducción. Bilbao, Desclée de Brouwer, pp. 30-31.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pacto y promesa: la Reforma Protestante ante la fe de Job (Job 12.1-16), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

6 de octubre, 2024   Antes, cuando yo llamaba a Dios, él siempre me respondía; en cambio, ahora, hasta mis amigos se burlan de mí; no soy cu...