Domenico Ghirlandaio (1448-1494), Siglo XV, Capilla Tornabuoni
18 de diciembre, 2022
Gracias a la entrañable misericordia de Dios,
la luz matinal del cielo está a punto de brillar entre nosotros.
Lucas 1.78, Reina-Valera 1960 y Nueva Traducción Viviente
Trasfondo
Otro de los
aspectos llamativos del relato de Lucas acerca del nacimiento de Jesús y de
Juan el Bautista es la integración de quienes podríamos denominar “integrantes
populares anónimos” del pueblo de Dios (“…la historia personal aparece
relacionada con la historia general. Y la cronología de las anunciaciones y de
los embarazos aparece colocada junto a la cronología de la historia de Israel”[1]).
Es el caso muy notorio de Zacarías, un sacerdote cuya existencia monótona fue
sacada del olvido por la intervención divina para catapultarlo a la posteridad
por causa del papel que le correspondió como progenitor de Juan en
circunstancias extraordinarias. La historia es bien sabida: pertenecía a la
“clase de Abías” y su esposa era descendiente de Aarón (Lc 1.5), pero no era
sumo sacerdote ni de la familia de sumos sacerdotes sino un simple sacerdote.
El grupo de Abías era el octavo de los 24 grupos sacerdotales, por lo que
tampoco era de un rango muy elevado. Dos veces al año, durante una semana,
correspondía el servicio en el templo a un grupo sacerdotal; el resto del
tiempo Zacarías vivía en las montañas de Judea fuera de Jerusalén.[2] Él y su esposa eran personas
“justas” “y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del
Señor” (1.6b), pero ambos eran de avanzada edad y ella era estéril (7). En esas
condiciones, le tocó en suerte ofrecer el incienso en el templo (9) con toda la
multitud orando afuera (10). Sobre el ejercicio solitario del sacerdocio
cultual es posible extenderse en amplias reflexiones... Lo que vino después fue
el anuncio extraordinario de la maternidad de Elisabet (13-14) y su consecuente
reacción de incredulidad (18). El mensajero castiga esa actitud con la mudez de
Zacarías (19-22). Pasados los días de su labor, volvió a su casa en ese estado
(23) y más tarde su esposa resultó embarazada (24), lo que ella interpretó como
una reivindicación del Señor: “Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que
se dignó quitar mi afrenta entre los hombres” (25). Allí concluye la primera
parte del relato.
“Y tú, niño,
profeta del Altísimo serás llamado” (vv. 67-77)
La segunda parte de la narración sobre Zacarías
continúa la del anuncio a María y el cántico de ésta como reacción (26-56). Al
momento de dar a luz, surgió la necesidad de nombrar al bebé, por lo que en en
esas circunstancias Zacarías debió anotar el nombre que el ángel le indicó (Juan,
Yohanan = “el fiel de Dios”, vv. 13, 60, 63). Inmediatamente recuperó la
voz (64) y, como era de esperarse, el asombro y el temor invadieron al
vecindario completo: “y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas
estas cosas” (65b) con la pregunta clave por parte del pueblo, que será
respondida algunas líneas más adelante: “¿Quién pues, será este niño?” (66a). La
mención del Espíritu Santo que llenó a Zacarías para producir el canto que
vendrá a continuación, ya está presente desde que se anuncia el nacimiento de
Juan (15) y cuando éste desde el vientre saltó al escuchar el saludo de María a
su madre (41). “El v. 17 explicita la misión de Juan como precursor y el
cumplimiento inminente de Mal 3.23. Juan es por tanto el precursor de Dios
mismo”.[3]
El cántico de Zacarías (Benedictus, primera palabra en latín, v. 68a)
abre con una gran recapitulación de la historia de la salvación a partir de
David (68b-72) y con el recuento de las promesas antiguas (73-75). Desde todo ese
trasfondo brota la gran afirmación sobre Juan, el bebé: ““Y tú, niño, profeta
del Altísimo serás llamado” (v. 76a) seguida de una nueva descripción de su
labor (la primera: vv. 15-17): “Porque irás delante de la presencia del Señor,
para preparar sus caminos; / para dar conocimiento de salvación a su pueblo, /
para perdón de sus pecados” (76b-77).
En este punto habría que valorar la función
profética de Juan y su papel como origen de “un movimiento reformador con
fuerte tendencia escatológica, marcado por una aproximación entre la profecía y
el sacerdocio” (Qumran).[4]
“Juan Bautista es el tipo del hombre de adviento, al mismo tiempo que el tipo
del profeta y del apóstol, del testigo y del anunciador de la Palabra. ‘Será
grande delante del Señor’” (15).[5]
Lo que quiere decir que sería un gran profeta, un anunciador del doble
arrepentimiento (16-17) “para preparar para preparar al Señor un pueblo bien
dispuesto” (17b), pues el pueblo no estaba preparado para ser visitado por su
Dios:
[Juan] Caminará delante del Señor, animado del poder
y del espíritu de Elías. Delante del Señor; recordemos que en todo esto no se
trata para nada de Juan, sino únicamente del Señor. Estamos prevenidos.
Realmente es el Señor mismo el que va a aparecer en la tierra. Y delante de Él
caminó Juan, animado del espíritu y del poder de Elías, lo cual significa que
todas esas figuras de antes y después del nacimiento de Cristo están
estrechamente ligadas las unas a las otras. Todos esos hombres hablan animados
del espíritu y del poder de otro. Lo mismo Juan, sigue las huellas de Elías. Lo
que hizo éste en otro tiempo esperando el advenimiento del Señor lo hace Juan
ahora.[6]
“La luz matinal
del cielo [anatolé] está a punto de brillar entre nosotros” (vv. 77-79)
Una expresión muy fuerte (“por las entrañas [splanchna] misericordiosas
de nuestro Dios”, v. 78a) relaciona la descripción del precursor (76-77) con el
anuncio del Mesías (78-79), puesto que concierne el uno al otro. En el cántico,
“el sujeto de la mayor parte de los verbos es Dios, pero no actúa solo: le
confía al niño una tarea preliminar y a la misteriosa anatolé, el papel
decisivo de la ejecución. […] ¿no es también este cántico una acción de
gracias, porque en adelante la vida y el movimiento penetran en la historia del
pueblo? El Señor que se levanta está en camino, lo mismo que la comunidad está
en marcha”.[7] El
término anatolé puede referirse al “nacimiento” o “salida” de los
astros, como las estrellas, lo cual cuadraría muy bien con la referencia de Mal
4.2: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en
sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada”.[8]
La connotación mesiánica de este término es innegable: en la Septuaginta se usa
en lugar de “retoño”, uno de los títulos del Mesías.
…el Mesías vendrá a traer la luz. […] La luz
escatológica del Mesías iluminará de pronto las tinieblas del mundo de los
mortales. Epifanai sugiere de antemano la luz que trae la vida.
“Los que se encuentran en tinieblas y sombra de muerte” no son en primer lugar
los paganos sino “nosotros” (v. 79). […]
La “epifanía” del Mesías exige que los que ven sepan y actúen: el pueblo, pasivo hasta ahora, puede levantarse y “marchar derecho” (kateuthunai).[9]
La paz será el estado de armonía que experimentará
el pueblo como liberación por parte de Dios para vivir en comunión con Él (79).
Conclusión
“El futuro del Bautista se describe en el lenguaje
de la profecía. […] La comunidad salida del Bautista puso en relación con el
mismo Dios (‘bajo la mirada del Señor’) la misión profética anunciada en Is 40.3
y Mal 3.1. La comunidad cristiana la pone en relación con el Mesías Jesús. […]
Pero este profeta no tiene más que un pie en la antigua alianza; el otro está
en la nueva. Es el último de los profetas, el precursor”.[10] La
historia de la salvación no sólo se cuenta sino que también se canta
aquí. El cántico proyecta la esperanza de la salvación en la venida del Mesías
y de su precursor y hemos de esperar la iluminación que producen. Los
precursores son indispensables pues son quienes ponen a funcionar la audacia de
la fe, la solidez profética y un testimonio a toda prueba. Ésa es su gran
lección para nosotros y para toda la Iglesia del Señor.
[1] Ivoni Richter Reimer, “Lucas 1-2 bajo una
perspectiva feminista …y la salvación se hace cuerpo”, en RIBLA, núm.
44, 2003/1, p. 35.
[2] François Bovon, El evangelio según san Lucas. I. Lc 1-9. Salamanca,
Ediciones Sígueme, 1995 (Biblioteca de estudios bíblicos, 85), p. 80.
[3] Ibid., p. 86.
[4] Ibid., p. 85.
[5] Karl Barth, Adviento.
Madrid, Studium, 1970, p. 17.
[6] Ibid., pp. 20-21.
[7] F. Bovon, op. cit., pp.
147-148. Énfasis agregado.
[8] Raymond Brown, El evangelio según Lucas. II. Capítulos 1-8.21. Madrid,
Ediciones Cristiandad, 1987, p. 187.
[9] F. Bovon, op. cit., p.
161.
[10] Ibid.,
p. 158.
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