viernes, 7 de abril de 2023

"Varón de dolores": la entrega del Siervo sufriente (Isaías 53.4-9), Pbro. L. Cervantes-Ortiz


Elvira Gascón (1911-2000), Cristo-hombre (1975)

7 de abril, 2023

Era un hombre lleno de dolor,

acostumbrado al sufrimiento.

Como a alguien que no merece ser visto,

lo despreciamos, no lo tuvimos en cuenta.

Y sin embargo él estaba cargado con nuestros sufrimientos,

estaba soportando nuestros propios dolores.

Isaías 53.3-4a, Dios Habla Hoy


El sufrimiento de los hombres y el sufrimiento de Jesús forman una unidad, en la que entra también aquel que quiera seguirle.[1]                                                                                                           

Bárbara Andrade

 

Trasfondo

En el tercer Cántico del Siervo sufriente de Isaías (50.4-9) sobresale la forma en que éste asume la tarea central de “consolar a los cansados” (50.1a), así como la perspectiva del sufrimiento (“Ofrecí mis espaldas para que me azotaran / y dejé que me arrancaran la barba. / No retiré la cara / de los que me insultaban y escupían”, 10.6, TLA), además de su total certeza en la ayuda de Dios (50.8-9): “La misión no es sencilla, más aún cuando se sabe que es universal. Es por eso que en este tercer canto se presenta la “Crisis” del Siervo, porque son las múltiples las dolencias las que ha padecido y los resultados casi nulos. Pero la crisis no desencadena el abandono de la misión, sino que confirma al Siervo por su gran fe, y porque Yahvé que lo ha elegido desde el mismo seno materno [49.1] le proporcionará toda la ayuda que sea necesaria para que el Siervo cumpla la misión”.[2] El cuarto Cántico (52.13-53.12) emerge como una concentración mayúscula de todo lo que debía vivir y realizar este Siervo doliente, es decir, la manera en que llevaría sobre sí la experiencia trágica y, paradójicamente, salvadora, de su pueblo.

 

Como novedad importante, este poema va introducido por una especie de prólogo, que ocupa los tres últimos versículos del capítulo anterior, y que es semejante a una obertura musical que enuncia los temas de una ópera. Ese carácter de “obertura” se marca también porque sólo aquí y en el colofón final es Dios quien habla. Y dice así: “Mirad, mi Siervo tendrá éxito. / Subirá y crecerá mucho. / Como muchos se espantaron de él / porque estaba tan desfigurado que no tenía aspecto humano ni parecía hombre, / Así asombrará a muchos pueblos, y los reyes cerrarán su boca ante él: / porque verán algo inenarrable y contemplarán algo inaudito”. Tres temas muy claros: crecimiento y éxito del Siervo. Pero —antes— espanto y horror. Y como consecuencia el asombro ante algo inaudito.[3]

 

1. El sufrimiento apasionado y silencioso del Siervo (vv. 4-9)

Nos acercamos al último cántico en actitud contemplativa y meditativa, a fin de tratar de alcanzar sus líneas dominantes, la forma en que el perfil del personaje de va a desdoblar en la figura mesiánica y salvadora que el Nuevo Testamento encontró en él: “El tema central del poema lo resumiremos así: el Siervo, que posee una dignidad anterior y al que se le promete aún una mayor exaltación futura, se somete voluntariamente a una prueba de dolor y sufrimiento. Los reyes, las naciones, el pueblo, se asombran ante su estado, que produce escándalo. Yahveh explica sin embargo las razones que motivan su humillación, y promete la salvación escatológica de las naciones como pago de su muerte expiatoria”.[4] Su estructura profunda dice también muchas cosas:

 

Poema de un Siervo de Dios paciente y glorificado. […] El cuerpo [del texto] es la narración que un grupo hace de la pasión, muerte y triunfo del personaje. […] El autor quiso trabajar con pronombres, quiso evitar los nombres (salvo ‘el Señor’) él, nosotros, ellos, frente al lector. […] El contenido es clarísimo, y por eso es tan extraño. Un inocente que debe sufrir (contra la doctrina de la retribución), mientras son respetados unos culpabIes (escándalo de algunos salmos), un humillado que triunfa (esto es menos extraño, aunque siempre sorprende), un muerto que vive (esto suena a ilusión poética)[5] 

Los entretelones del mensaje son algo extraordinario en toda la profecía de Isaías II y no tienen equivalente en el A.T.

 

Cargó con todos los sufrimientos

 

4 Y sin embargo él estaba cargado con nuestros sufrimientos,
estaba soportando nuestros propios dolores.
Nosotros pensamos que Dios lo había herido,
que lo había castigado y humillado.


Sufrimiento vicario, sustitución redentora, sadomasoquismo, salvación apasionada, ser objeto de la violencia gratuita de Dios, un sacrificio que anula absolutamente toda otra forma de sacrificio (René Girard)… Eso y mucho más se podría argumentar para introducirse a ese espacio vital y divino-humano en el que se conjuntaron el sufrimiento humano elevado a la máxima potencia, la crisis al interior de Dios y la verosimilitud de la acción de la Divinidad en medio de una historia contradictoria y plagada de sinsabores. El retrato del Siervo sufriente de Yahvé es como la suma de diversos personajes bíblicos cuyo perfil ligado al sufrimiento gratuito e inexplicable salta a la vista como una auténtica protesta contra los poderes insensibles capaces de hacer padecer a alguien, sea Mesías o no, la mayor parte de las veces, no.

Hay un “nosotros” que, a la manera de un coro hablará hasta el final de este cántico: la pregunta del v. 1 sobre lo que está revelando Dios de manera activa plantea la dificultad de creer en semejante cuadro (1-2). “El brazo del Señor activo en la historia se ha revelado con frecuencia, a veces de modo espectacular; con todo, no siempre era fácil reconocerlo, no todo querían reconocerlo”.[6] Cargar con el sufrimiento de los demás de manera sustitutiva era, para la época una nueva forma de afrontar la necesidad de plantarse ante Dios, pues este vicario experimenta el sufrimiento en lugar de todo un pueblo. La comunidad que habla supondría que Dios lo había herido, castigado y humillado, como a Job en otro momento, sin motivo alguno.

 

Nuestra rebeldía lo traspasó

 

5 Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía,
fue atormentado a causa de nuestras maldades;
el castigo que sufrió nos trajo la paz,
por sus heridas alcanzamos la salud.

 

El tormento y castigo que recibe el Siervo tiene un carácter instructivo, es como “una corrección que produce un efecto saludable”.[7] La tragedia que vive, producida por la rebeldía y la maldad del pueblo acumulados, tiene como resultado o cara opuesta el bienestar colectivo, es una entrega al sufrimiento para granjear el shalom comunitario, por toda la carga socioeconómica, política y espiritual que arrastra esta palabra. El beneficio obtenido a través de él es la concentración redentora capaz de traspasar las calamidades vividas para obtener sanidad para el pueblo mediante la empatía absoluta generada por un padecimiento voluntariamente aceptado. No se trata de repetir, una y otra vez las tragedias para que éstas, mágicamente, curen a los necesitados: deben ser superadas mediante la sólida conciencia de que todo sacrificio debe ser abolido para siempre, de que la cruces humanas e inhumanas deben ser clausuradas definitivamente. La rebeldía acumulada del pueblo, en medio de la imparable dinámica histórica, produjo ese tormento concentrado en la vida del Siervo inocente.

 

Llevó toda la maldad sobre sí

 

6 Todos nosotros nos perdimos como ovejas,
siguiendo cada uno su propio camino,
pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros.


El hecho de que cada cual siguiese su camino (“ovejas descartiadas”), una reminiscencia lejana del libro de los Jueces, refiere al hecho de que se está frente a “ese individualismo que separa y que, en vez de convivir, prefiere competir”,[8] cada cual busca lo suyo propio y ese descarriamiento condujo progresivamente al desastre del pueblo, a su falta de unidad, de propósito, y con ello hacia la destrucción sociopolítica del pueblo que fue llevado al exilio. Es una firme confesión de pecado desde la imagen clásica, y muestra al pueblo releyendo su historia en la dinámica de obediencia-desobediencia, un motivo profético muy reiterado, agregando el elemento litúrgico del cordero que viene adelante. “A la confesión de pecado se añade otra no menos difícil: que Dios mismo dirigía y controlaba los acontecimientos, que Dios hizo cargar al siervo con las consecuencias de culpas ajenas, las nuestras”. Ese control divino, tan manoseado en estos tiempos, estaba encaminado hacia algo más grande e inaudito aún: “Y porque Dios no ha perdido el control de la historia, se anuncia una prolongación de la vida del Servidor (¡que en los vv. 8-9 parecía suprimida!), una vida repleta de luz y saciedad y, se anuncia que el proyecto del Siervo (= la voluntad del Señor) prosperará por su mano. Y todavía se anuncia algo más increíble: que sus mismos verdugos serán salvados gracias a él”.[9]

 

Asumió el maltrato desde el silencio

 

7 Fue maltratado, pero se sometió humildemente,
y ni siquiera abrió la boca;
lo llevaron como cordero al matadero,
y él se quedó callado, sin abrir la boca,
como una oveja cuando la trasquilan.

 

“Quien está mudo y es llevado no es el siervo, sino la oveja y el cordero, respectivamente”.[10] La insistencia en el silencio y la pasividad también ofrece muchas lecciones, pues a diferencia del torrente apasionado de Job, la actitud del Siervo se asemeja a la mudez de Ezequiel, también en el exilio. Como explica Dussel su precariedad y (aparente) pasividad total: “El Siervo no se sostiene, es sostenido (42.1); no se elige, es elegido; no inventa su doctrina, sino que la recibe (50.4); no se defiende, es Dios quien lo ayuda (50.7); ha sido llamado a una función (49.1) y ha sido investido de las actitudes necesarias (49.2); él no va en nombre propio, es enviado (49.3-6) y será glorificado (52.13) por Yahveh”.[11] Trasladado esto a la pasividad de Jesús en la cruz, queda bien clara la forma en que asumió su padecimiento vicario con la notable excepción del grito solitario de Marcos (15.34), citando el Salmo 22, única expresión verbal recogida por ese evangelio:

 

En la cruz se mantiene Jesús y actúa "sin hacer nada", sólo padeciendo y permaneciendo fiel a su compromiso en favor de la vida y del reino (aunque sin comprenderlo). […] Ciertamente, el Padre estaba con el crucificado en el Calvario, pero Jesús era incapaz de escuchar humanamente su respuesta. Dios se expresa de esa forma como Padre “oyendo el grito de Jesús y aún así no pudiendo hacerle oír su respuesta...” en la Cruz. Sólo desde ese fondo puede entenderse el encuentro salvador, divino y humano, de la pascua: Jesús ha muerto con el grito de la última pregunta, sin palabras... Dios le ha respondido más allá de la muerte, como saben y proclaman, con la fuerza del Espíritu, los fieles de la iglesia. La cruz y la pascua forman según eso un acontecimiento doble, son cuestión y respuesta, diálogo cumplido y culminado, conforme a la primera línea del “diagrama de la persona”.[12]

 

Fue arrancado violentamente de esta tierra

 

8 Se lo llevaron injustamente,
y no hubo quien lo defendiera;
nadie se preocupó de su destino.
Lo arrancaron de esta tierra,
le dieron muerte por los pecados de mi pueblo.


Hasta esta parte del cántico aparecen las alusiones legales, la negación de un juicio al que el Siervo, igual que Jesús, no tuvo derecho. La injusticia toma su lugar con toda la intensidad propia del caso: fue “levantado”, secuestrado, sometido a tortura, no tuvo defensa y, para colmo de males, “nadie se preocupó de su destino” (8b). Seguramente el texto da fe de las personas desaparecidas, sin juicio de por medio, por el imperio babilónico. En México, el abogado Ignacio Burgoa Orihuela desmenuzó los detalles de ese proceso inexistente (desde las entrañas del derecho romano) y encontró que, en efecto, ambos juicios, el religioso y el político, tuvieron enormes deficiencias: “El ‘delito político’ contra Roma no fue materia cuestionada ni pudo serlo, ante el citado tribunal, atendiendo a su notoria incompetencia. La responsabilidad imputada a Cristo por sus acusadores ante el Sanhedrín era de carácter religioso. Por esa responsabilidad se le condenó a muerte y para este objetivo se solicitó la homologación de la sentencia respectiva y no por ninguna responsabilidad derivada de una supuesta sedición contra el Imperio Romano. Estas reflexiones nos llevan a esta evidente conclusión: hubo condena sin delito, pues el juez que la impuso, Pilato, lo creó”.[13]

La lectura teológica es muy distinta: “En la cruz, el Hijo de Dios ha tomado sobre sí el mal y el sufrimiento en su propia muerte dolorosa e injusta, y por el Hijo el Padre ha sido incluido en el sufrimiento de la cruz. Este rasgo, subrayado en varias teologías de la cruz (Moltmann, Simonis, N. Hoffmann), es importante en el sentido de que plantea que nuestro sufrimiento le toca también a Dios y de que no se mantiene una contraposición entre un Dios ‘impasible’ —o cruel o arbitrario— y su criatura sufriente”.[14]

 

 

Lo sepultaron con gente perversa

 

9 Lo enterraron al lado de hombres malvados,
lo sepultaron con gente perversa,
aunque nunca cometió ningún crimen
ni hubo engaño en su boca.
 

Sin considerar su inocencia en obras y en palabras, el Siervo fue colocado en su tumba al lado de gente perversa y malvada, con lo que continuó su humillación. Su sepultura selló toda una vida de dolor y desprecio y así terminó en la fosa común de los ajusticiados. “La proclamación de inocencia la pronuncian otros, y después de la muerte: ¿no es demasiado tarde? Hay un impresionante paralelismo de negaciones: ‘no tenía presencia ni belleza ni aspecto atractivo’, ‘no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca’. Los mismos narradores lo tuvieron ‘en nada’ y ahora lo tienen en mucho: tal cambio de actitud, ¿no está proclamando también el valor de esa extraña muerte? Sin duda vale más esta proclamación tardía que un magnífico mausoleo”.[15]

 

2. ¿Cómo dar el salto del Siervo sufriente a Jesús de Nazaret en la cruz?

Dado que los cánticos no se refieren a un solo personaje, sino que son una reflexión desde el exilio acerca de diversas figuras y situaciones de la historia de su pueblo (Abrahám, Egipto, Jeremías...), la identificación histórica y simbólica nos coloca en la misma situación que el eunuco etíope y su pregunta (Hch ), pues plantea muchos dilemas y dudas.

 

El Siervo es alguien, por el que, por mediación del cual, la Salvación existe en el mundo y en la historia. ¿Quién ha sido realmente la persona nombrada por los poemas? No es imposible saberlo, pero en verdad no tiene ninguna importancia, porque lo esencial es el sentido mismo de la existencia humana abierta y dispuesta a ser mediador entre Yahvéh y la Historia. El personalismo semítico rechaza toda universalización a modo de arquetipo a-temporal: el Siervo no puede ser una mera idealización, es siempre alguien histórico y concreto, en el presente donde se reúne la temporalidad y la Eternidad.[16]

 

Lo que Jesús trató de llevar a cabo se situó en línea directa con los profetas antiguos: “…la gran revolución religiosa de Jesús —en seguimiento de los Profetas de Israel— consistió en proclamar que la relación del hombre con Dios se juega en las relaciones humanas, y no en las prácticas, usos u obligaciones religiosas. Éstas pueden ser útiles si ayudan al hombre para aquellas; pero Dios no las necesita”.[17] La vida y obra de Jesús se dieron prácticamente en el marco del Siervo de Isaías (Mt 12.15-21), en Mateo 8.17 (como comentario a su actividad de sanación en donde es explícita la referencia a 53.4: “…él tomó nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades”) y del anuncio de Isaías 61 (Lucas 4), lo que formó parte de la primera predicación cristiana, por lo que los rasgos narrativos de la pasión que aluden a él se muestran con una intensidad poco común para acercar ambas figuras (y otras más que pudiera haber) para fundir el esquema del sufrimiento sustitutivo que debía acabar con el sufrimiento inexplicable para siempre, así como con el sacrificio en cualquiera de sus formas.El siervo, en su dimensión trascendente, es el arquetipo de toda persona que en la historia ha entregado su sangre en las luchas por la justicia y la equidad para sus hermanos”.[18]

 

SONETOS DEL SIERVO


Por cárcel y por juicio fue quitado;

y su generación, ¿quién la contará?


I

El siervo, siervo es por el llamado

a asumir de la vida el compromiso

impactante, central, pues Dios lo quiso:

que se hiciera un profeta enamorado

 

de los planes de un reino avizorado,

añorado, sin par, un paraíso

encontrado de nuevo, insumiso,

por la fe que en la historia se ha probado.

 

Hoy su voz y su ejemplo resucitan

y se encarnan en seres sometidos,

levantados por gracia de los polvos

 

de esperanza fugaz, ya no en rescoldos,

que renace y se ve; los tiempos idos

la consagran, la animan, la suscitan.

 

II

Ese siervo nació para el martirio

al que fue con los ojos desolados;

no mintió, no gritó, pues de su lado

había un Dios solidario hasta el delirio

 

por los seres que en manos del asirio

afrontaron la muerte atosigados

por un dejo de luz acompañados

y llegaron con fe hasta el martirio.

 

Ese siervo encontró entre la desdicha

los rumores del reino tan ansiado

encriptado en los mares de la vida,

 

de la historia inconsútil y sabida,

maremágnum de seres asaeteados

con su fe lastimada, ya predicha.

 

III

Anunciado el destino de este siervo

en las manos de un Dios beligerante,

aturdido en su voz, mas deseante

de un camino fugaz, pero con verbo.

 

Caminó por la ruta, no soberbio,

con Espíritu y ritmo caminante

de ese ser: “Dios deseado y deseante”,

encerrado en litigios de protervos.

 

A lo lejos vislumbra un horizonte

luminoso, inefable, justiciero,

anunciándose firme y más certero,

 

jubiloso en su faz, con fe y sincero

anhelante de más, como el acero,

lleno de aire, de paz, y ya bifronte.


IV

Encarnar esta inmensa servidumbre

es tarea toral para la vida

en común de la fe, tan exigida,

minoría ancestral, hoy muchedumbre.

 

Llega fuerte hasta hoy, con esta lumbre

insistente, formal, llena de vida,

grande lucha tenaz, así vivida,

en la noche ancestral, con reciedumbre.

 

Hay que oír esa voz, que no se pierda,

que germine en nosotros, todavía.

Que haga luz en la noche y la impulse

 

a esperar y a actuar con hidalguía

ante el tiempo fugaz que nos envuelve

para así dar la fe como gran vía. 

(LC-O)



[1] B. Andrade, Dios en medio de nosotros. Esbozo de una teología trinitaria kerygmática. Salamanca, Secretariado Trinitario, 1999, p. 186.

[2] Rafael Ricardo Parra Osorio, El camino del Siervo sufriente: una lectura teológica de Is 42.1-9; 49.1-13; 50.4-9 y 52.13-53.12. tesis de Licenciatura en en Educación con especialidad en Estudios Religiosos. Bogotá, Universidad de La Salle, 2006, p. 145.

[3] José Ignacio González Faus, Servir para una espiritualidad de la lucha por la justicia en los “cantos del siervo” de Isaías. Barcelona, Cristianismo y Justicia (CJ, 96), p. 13.

[4] E. Dussel, op. cit.

[5] Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre, Profetas. I. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1980, pp. 328-329. Énfasis agregado.

[6] Ibid., p. 330.

[7] José S. Croatto, Isaías: la palabra profética y su relectura hermenéutica. Vol. II: 40-55. La libertación es posible. Buenos Aires, Lumen, 1994, p. 266.

[8] J.I. González Faus, Servir para una espiritualidad de la lucha por la justicia en los “cantos del siervo” de Isaías. Barcelona, Cristianismo y Justicia (CJ, 96), p. 15.

[9] Ídem.

[10] J.S. Croatto, op. cit., p. 268.

[11] E. Dussel, “Habodah en los poemas del Siervo de Yahvéh” [1963], en Hacia los orígenes de Occidente. Meditaciones semitas. México, Kanankil Editorial, 2012, p. 195, http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/otros/20120130110342/8apen.pdf.

[12] Barbara Andrade, en Xabier Pikaza

[13] I. Burgoa Orihuela, El proceso de Cristo. México, Porrúa, 2022, p. 51, https://blobby.wsimg.com/go/254d3a3c-33e1-47a0-8628-874d42de5aeb/El%20proceso%20de%20Cristo%20-%20Ignacio%20Burgoa%20Orihuela.pdf.

[14] Bárbara Andrade, "Algunas reflexiones sobre la 'creación ' y el sufrimiento”, en Proyección, 49, 2002.

[15] L. Alonso Schökel y J.L. Sicre, op. cit., p. 333.

[16] E. Dussel, “Universalismo y misión en los poemas del Siervo de Iehvah”, en Ciencia y Fe, vol. XX, 1964, pp. 447-448.

[17] J.I. González Faus, op. cit., p. 16.

[18] P. Andiñach, El Dios que está. Teología del Antiguo Testamento. Estella, Verbo Divino, 2006, pp. 235-236.

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