21 de mayo, 2023
Y es que ni siquiera sus hermanos creían en él.
Juan 7.5, Reina-Valera Contemporánea
…muchos de los que le siguen abandonan a su familia y se quedan sin familia. Algunos que le siguen son, posiblemente, hombre y mujeres ya sin familia, marginados. Muchos se despiden de sus familias un tiempo para seguirle en su vida itinerante, escucar su mensaje, admirar sus curaciones, asombrarse de sus comidas con todos, estar cerca de él. Algunos tienen problemas con sus familias por vivir de un modo tan extraño como el que vive ese profeta de Nazaret que ni tiene domicilio fijo, ni está casado.[1]
Trasfondo
El evangelio de Juan es suficientemente categórico:
la familia de Jesús (sus hermanos/as) no creía en él. Sin entrar a la vana
discusión sobre si eran verdaderamente sus hermanos (Jacobo, José, Simón y
Judas, Mt 13.55), resulta muy llamativo que durante su ministerio no lo
acompañaran, ni física ni espiritualmente, en el proyecto que dominó
completamente su vida: anunciar la venida inminente del Reino de Dios.
Superando el hecho de que cada evangelio aporta algún aspecto relacionado con
la familia de Jesús y que ello implica que éste se halle asociado al proyecto
específico de los autores por separado, es posible elaborar una imagen
consecuente y aceptable que explique las razones de la incredulidad de sus
hermanos, porque sobre la de María podría especularse. Marcos (3.31-35)
inaugura la semblanza de su familia mediante el famoso episodio en que lo
buscaron y él prácticamente los desconoció con una pregunta que respondió
directamente: “¿Y quién es mi madre, y mis hermanos? Miró entonces a los que
estaban sentados a su alrededor, y dijo: ‘Mi madre y mis hermanos están aquí. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano, y mi hermana,
y mi madre’” (3.33-35).[2] La historia es retomada por
Mateo (12.46-50) y Lucas (8.19-21), pero no por Juan. En Marcos 3.20-21 se
explica que sus familiares creían “que estaba fuera de sí” y trataron de
alejarlo de la gente. Más allá de estos escasos datos, podrían agregarse las
palabras de Jesús acerca de la forma en que el Reino de Dios vendría a dividir
a las familias y a ocasionar conflictos dentro de ellas (Mateo 10.34-37; Lucas
12.51-53). Otras palabras que son contundentes: “Los enemigos del hombre serán
los de su casa” (Mateo 10.36).
Todo esto significa que Jesús
anunció el surgimiento de un nuevo modelo de familia basado en las relaciones
que establece el Reino de Dios y que van más allá de la mera consanguinidad.[3] De modo que cualquier retrato
edulcorado de las enseñanzas de Jesús sobre la familia hace a un lado este
trasfondo complicado y grandemente paradójico. Renunciar a los lazos familiares
era una de las condiciones más radicales para seguirlo en la ruta del Reino (Mt
10.37).
Los hermanos de jesús le aconsejan ir ajerusalén (Juan 7.1-4)
Después de la alimentación de la multitud y otros
sucesos colaterales, tal como lo cuenta el Cuarto Evangelio (cap. 6), Jesús
andaba en Galilea (de un lugar a otro, sin una vivienda estable) y no se acercaba
a Jerusalén por causa de la oposición que había provocado, al grado de que lo
querían matar (7.1). Al acercarse la fecha de la Fiesta de los Tabernáculos
(7.2), sus hermanos le aconsejaron salir del anonimato o la clandestinidad para
mostrarse ante sus discípulos en Jerusalén y divulgar sus acciones extraordinarias
(7.3-4). Parecería que lo aconsejaron bien, aun cuando no estaban muy
interesados en que obtuviera más éxitos con lo que hacía. El texto permite
entender que su comportamiento no era bien visto ni comprendido por su familia.
Se advierte que había roto con ella y que al salir para realizar las acciones
relacionadas con el Reino de Dios, estaba rompiendo con la rutina y la
tradición familiar que los demás también notaron. Marcos 6.1-6 desribe bien la
sorpresa que causó la ocupación que escogió: al venir a Galilea (“su tierra”) y
enseñar en la sinagoga la gente se adimró mucho, causando un verdadero
escándalo: ¿cómo un hijo de carpintero podía dedicarse a eso? (Mr 6.3). Es allí cuando pronunció las famosas palabras:
“No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en
su casa” (6.4). Allí no hizo ningún milagro y hasta le asombró la incredulidad
de todos (6.6).
Juan 7.15 muestra también algo
similar cuando la gente en Jerusalén lo escucha enseñar: “Y los judíos se asombraban,
y decían: ‘¿Cómo es que éste sabe de letras, sin haber estudiado?’”. El
ambiente previo a la fiesta fue trabajado por este evangelio de manera
diferente: Jesús fue varias veces a las fiestas (Jn 2; 4; 5) y la gente lo vio
hacer maravillas, por lo que el consejo de sus hermanos tenía coherencia pero
también un cierto sabor irónico. “Porque ninguno que procura darse a conocer
hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo” (7.4). “Quieren
que realice milagros en Judea de modo que la gente se asomvbre y crea en él”.[4] La respuesta de Jesús fue muy
parecida a la que dio a María en las bodas de Caná (2.4) en el sentido de que
aún no había llegado su tiempo, pero con un toque adicional: “Mi tiempo aún no
ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto.” (7.6). La supuesta
“preocupación” de ellos no procedía de un genuino interés por el avance de su
ministerio, más bien muestra bastante incomprensión: “Jesús, que no tiene
ningún interés en recibir alabanzas bumanas, responde con una frase que tiene
un doble significado. Su tiempo (la hora de la glorificación con el retorno al
Padre) no ha llegado aún; por eso no subirá”.[5]
La incredulidad de sus hermanos (Juan 7.5-9)
Pero esa forma de hablar de los hermanos de Jesús no procede de la fe; todo lo contrario, hablan así porque no creen, y por tal motivo no entienden a Jesús ni su conducta, ni pueden juzgarle atinadamente. Su manera de pensar es por completo mundana, indicando cómo debe actuar quien desea obtener éxito y prestigio en el mundo. Para ello se requiere la adecuada publicidad y propaganda. Sólo que respecto de lo que Jesús quiere, esa concepción mundana de la notoriedad y del éxito resulta en extremo problemática, porque, si bien se mira, Jesús no desea en modo alguno tal éxito, sino que persigue la adhesión de la fe, siendo dos cosas radicalmente distintas.[6]
Es relativamente sencillo señalar
con el dedo a los hermanos de Jesús por su incredulidad ante lo que él era y lo
que hacía. Pero lo cierto es que la ruptura de Jesús con su familia (siendo el
hermano mayor) por causa del llamado a servir a Dios, que se fue gestando desde
su más tierna infancia, fue un duro golpe para la familia como tal. La
incredulidad mostrada en este episodio fue parte de un largo proceso de
aceptación de la propuesta de Jesús basada en la preeminencia del Reino de Dios
para las vidas individuales y su impacto en la existencia familiar y
comunitaria. “¿Cuánto tiempo duró esta alienación de su familia? Comenzó
después de las bodas de Caná y posterior estancia en Cafarnaúm, donde Jesús
pasó unos días con su madre, hermanos y discípulos”.[7]
Los nuevos parámetros establecidos por él para esa forma de convivencia se
fueron desplegando a medida de que avanzaba su ministerio. Comprenderlos les
llevó tiempo y, así, posteriormente, pudieron reincorporarse doblemente a “la
nueva familia de Jesús” (Hch 1.14). “Según los testimonios neotestamentarios
sólo después de los acontecimientos pascuales se unieron los parientes de Jesús
a la comunidad de los discípulos; lo que parece valer tanto para María, la
madre de Jesús, como para Santiago ‘el hermano del Señor’, que poco a poco
llegó a ejercer una influencia decisiva en la comunidad primera de Jerusalén”.[8]
Conclusión
Lo que subraya el texto es la
diferencia en la comprensión de los tiempos y en la nueva dimensión de Reino de
Dios para Jesús y para su hermanos. La forma en que trataron de adelantar su
accionar evidenció sun incomprensión y la forma en que su incredulidad dirigió
sus ideas y propósitos. Cuando porm fin comprendieron que su incredulidad los
alejaba de Jesús y de su mensaje, progresivamente participaron de la esperanza
y la práctica de una nueva comunidad, es decir, del nuevo modelode familia
producido por el Reino de Dios.
[1] Javier de la Torre, Jesús de Nazaret y la familia. Familias rotas,
familias heridas, familias frágiles. Madrid,
San Pablo, 2014, p. 12, https://issuu.com/editorialsanpablo/docs/jesus_de_nazaret_y_la_familia.
Cf. David W. Jones y Andreas J. Köstenberger, “What did Jesus teach about
family?”, en Crossway, 7 de noviembre de 2019, www.crossway.org/articles/what-did-jesus-teach-about-family.
[2] Cf. Jorge E. Maldonado, “La
familia de Jesús”, en Aun en las mejores familias. Grand Rapids, Libros
Desafío, 2003, pp. 11-22.
[3] Cf. Javier de la Torre, “Jesús de Nazaret y la familia”, 2 de
diciembre de 2014, en https://web.unican.es/campuscultural/Documents/Aula%20de%20estudios%20sobre%20religi%C3%B3n/CursoTeologiaCicloIIJesusDeNazaretYLaFamilia2014-2015.pdf.
[4] Raymond Brown, El Evangelio y las Cartas de Juan. Bilbao,
Desclée de Brouwer, 2010, p. 79.
[5] Ídem.
[6] Josef Blank, El evangelio según san Juan. Tomo
I.b. Barcelona, Herder, 1984, pp. 82-83.
[7] John
J. Gunther, “The family of Jesus”, en The Evangelical Quarterly, vol.
46, núm. 1, enero-marzo de 1974.
[8] J.
Blank, op. cit., p. 85.
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