7 de mayo, 2023
El ángel del Señor le dijo: “Regresa con tu señora, y ponte en sus manos”. Además, el ángel del Señor le dijo: “Voy a multiplicar tu descendencia. Llegarán a ser tantos, que no podrán ser contados”.
Génesis 16.9-10, Reina-Valera Contemporánea
La intención de Sara era marginarlos de la historia e instalarse ella como única dueña de la descendencia de Abraham, pero la sangre de Abraham en Ismael, ¿quién la podrá borrar? Sólo si mueren en el desierto se acaba la amenaza para Sara [1]
Elsa Tamez
Trasfondo
Abordar la situación de las familias de nuestro
tiempo, desde la perspectiva bíblica y en un país que presume de ser muy
tradicional al respecto es un gran desafío para hacer justicia a ambas
realidades. Sólo desde hace muy poco tiempo se ha impuesto el plural para referirse
a la familia y tratar, con ello, de englobar la gran variedad de tipos de
familia que existieron desde los tiempos bíblicos y los que ahora conocemos. Al
hacer la misma pregunta a la los libros de la Biblia y a la realidad actual
mexicana (¿cuántos tipos de familia podemos reconocer?), las respuestas tienen
gran similitud y, al mismo tiempo, enormes diferencias. Según el Instituto de
Investigaciones Sociales de la UNAM, en México existen alrededor de 11, que van desde la tradicional
(mamá, papá, hijos; 25.8%) hasta la de personas solas (11.1), pasando por la de
mamá sola y con hijos (16.8), y la de papá solo con hijos (2.8) y las reconstituidas
(3.8).[2] Tres son los grupos generales en
donde se ubican esos 11 tipos: las familias tradicionales, las familias en
transición y las familias emergentes. En la Biblia se puede hablar de unos 9
tipos que van desde los matrimonios monógamos hasta las personas sin relación
familiar que viven y viajan juntas, sin olvidar las familias dirigidas por una
mujer o matrimonios interculturales o interraciales.[3] Los personajes bíblicos casi
siempre han sido idealizados y, por ello, se han dejado de apreciar matices
sobre su vida familiar que no concuerdan con lo que se espera de ellos. Es el caso,
como veremos, de figuras tan relevantes como Abraham, David y el propio Jesús
de Nazaret, quienes experimentaron la familia desde diversos ángulos y con
exigencias muy características.[4]
Abraham actuó con indiferencia ante el problema (6.6)
Larga y muy complicada es la historia de Abraham y
sus tres familias desde que solicitó a Dios tener una familia propia y Él le
prometió que la tendría (15.1-5). Muchas complicaciones se derivaron de la
decisión de Sara ante la tardanza en el cumplimiento de tal promesa, al grado
de que, como bien afirmó Tamez, eso puso en peligro nada menos que la historia
de la salvación. “El conflicto se desarrolla en el contexto del patriarcalismo
y de su poligamia. El escenario inicial está tomado por la importancia que
ocupa el hijo en la vida de la mujer en esta sociedad. […] La base de Gn 16 es una memoria popular que tiene su
origen entre las mujeres esclavas. El meollo de esta historia antigua era el
conflicto que las esclavas vivían en las familias”.[5] Cuando la sierva egipcia Agar resulta embarazada, y según la ley de la
época su hijo sería el de su ama, comenzaron a aflorar los problemas por causa
de los fundados celos que Sara sintió debido a la superioridad y el desprecio
con que comenzó a verla, tanto así que solicitó a Abraham que la echara de su
casa. Esto es un abierto conflicto entre mujeres y entre una patrona y su
esclava, que representan dos familias contrapuestas pero objeto ambas de la
promesa divina: “Este problema es también social, porque las mujeres están
sufriendo en la casa las consecuencias de los papeles sociales atribuidos a
ellas por el sistema patriarcal, que es el de procrear”.[6]
La actitud pasiva y hasta
indiferente de Abraham ocasiona que el conflicto produzca otros problemas y que
se posponga su resolución hasta el cap. 21. Y es que no es lo mismo leer la
historia desde el punto de vista de Sara que el de Agar, y mucho menos desde la
óptica de Dios, quien lleva a cabo un acto de justicia ejemplar.[7] “En el esquema mental de Sara y
Abraham, y en la sociedad en que vivían, su esclava no era otra persona sino
algo cosificado”.[8] Agar había iniciado la segunda
familia de Abraham, que por ser suya también recibiría una promesa por parte del
Señor Dios (16.10-12).
Dios reivindicó a Agar y a su familia (16.7-10)
“Las relaciones sociales de poder
entre Sara y Agar son relaciones intra-sexuales, de clase y de etnia. Sara es
mujer, israelita y patrona. Agar es mujer, egipcia y esclava de mujer”,[9] de
modo que no había margen para una “solidaridad de género” como se dice hoy.
Agar estaba condenada a ser “el segundo frente” de Abraham, la familia
alternativa, pero Dios intervino para abrir los ojos de los tres personajes
ante las nuevas circunstancias: se hizo presente cuando Sara decidió, ante la
desidia de Abraham, expulsarla del círculo cercano. “Agar, al pasar de
sirvienta a concubina un hijo de Abraham, tomó conciencia de su situación de
esclava. Dios la ha bendecido con un hijo y ella no va a renunciar a él para
cederlo a su patrona. Por lo tanto, Agar rompe con la legalidad y se cree una
persona igual a su antigua ama. Agar ya no se sentía la esclava sin poder de
decisión, ahora era la esposa embarazada del patriarca, y el cumplimiento de la
promesa se iniciaba en ella”.[10] El ángel del Señor la condujo por un camino de
renovación humana, familiar y social, a fin de reintegrarla a su dignidad como
persona. Los relatos de Gn 16 y 21 (el segundo es un auténtico “texto de terror”,[11]
en donde Agar ya no es la misma) son complementarios para mostrar la manera en
que Dios recondujo la historia de la salvación que pasaba por el filtro de la
descendencia de Abraham, por su fe y por la poca paciencia de Sara, pero antes
debía Dios escuchar el lamento de Agar y actuar en consecuencia:
Conclusión
Muy a pesar
de las acciones de Sara y Abraham, Dios condujo la historia de la salvación a
través de los celos de ella y de la pasividad de él para que, en medio de esas
familias se manifestase su plan. Dios escuchó la voz de la persona más débil de
la historia y le otorgó un lugar en la historia de fe, y le otorgó una gran
dignidad como persona:
Dios oye a la esclava en sus “opresiones”. En nuestro
contexto, esta “opresión” remite claramente a la violencia sufrida por la
esclava. La raíz verbal de esta palabra “opresión” (‘oni) es la misma
usada en el v. 6 para expresar la violencia, los golpes contra Agar (‘nh:
golpear). El niñito es, por tanto, lo opuesto a la esclavitud. ¡Dios no oye a
quien esclaviza, él oye a las esclavas! […] Por prevalecer esta óptica desde la
esclava, la saga no considera la proximidad entre Saray y Agar, ambas sometidas
al mismo destino: para el patriarca, sus posesiones, sus herencias, su tierra,
tiene que haber un hijo. De cierta forma, Saray podría haber continuado a los
“ojos” de Agar. Cuando ésta “vio que su señora era pequeña” (v. 4), entonces
estos ojos, que no eran de desprecio sino de identificación de la condición y
de la situación de la señora, podrían haber provocado cambios en la señora.[12]
[1] E. Tamez, “La mujer que complicó la historia de la salvación.
El relato de Agar leído desde América Latina”, en Vida y Pensamiento, vol.
3, 1-2, 1983, pp. 19-30.
[2] Heriberto Lopéz Romo, “Los once tipos de familias en México”,
en Datos, Diagnósticos, Tendencias, núm. 47, 2016, pp. 26-31, https://amai.org/revistaAMAI/47-2016/6.pdf.
Cf. H. López Romo, M. Rodríguez y M. Hérnandez, Ilustración de las familias
en México. Con base en la tipología desarrollada por el Instituto de
Investigaciones Sociales. México, UNAM/Instituto de Investigaciones
Sociales, 2012; y Carlos Welti Chanes, ¡Qué familia! La familia en México en el siglo
XXI. Encuesta Nacional de Familia. México,
UNAM, 2015, www.librosoa.unam.mx/bitstream/handle/123456789/451/Coleccion_Mexicanos_familia.pdf?sequence=3&isAllowed=y.
[3] Cf. Xabier Pikaza,
La familia en la Biblia. Una
historia pendiente. Estella,
Verbo Divino, 2014.
[4] Cf. Jorge Maldonado, Hasta en las mejores familias. La
familia de Jesús y otras familias de la Biblia parecidas a las nuestras. Grand
Rapids, Libros Desafío, 2003.
[5] Mercedes Brancher, “De los ojos de Agar a los ojos de Dios”, en RIBLA, núm. 25, 1997, pp. 18, 21. Cf. Sergio Ramírez, Sara. México, Alfaguara, 2015; y Ángela Trejo, Agar, Memoria corporal del encuentro don Dios. México, Casa Unida de Publicaciones, 2017.
[6] Ibid., p. 14.
[7] Ídem.
[8] “Agar, las mujeres emigrantes y el encuentro con el Dios de
la vida”, en Biblia Isha. La mujer según la Biblia. Sociedades
Bíblicas Unidas, 2008, p. 27.
[9] Ibid., p. 23.
[10] E. Tamez, op. cit.
[11] Cf. Phyllis Trible, “Hagar: the desolation of rejection”, en Texts
of terror. Literary-feminist readings of biblical narratives. Filadelfia,
Fortress Press, 1984.
[12] Milton Schwantes, “Palabras junto a la fuente. Lindas
palabras en lugares escondidos: Anotaciones sobre Génesis 16.1-16”, en RIBLA,
núm. 39, 2001/2, pp.14, 19. Cf. Ídem, La familia de Sara y Abraham y
otros estudios sobre Génesis 12-25. Caracas, Acción Ecuménica-Luteranos
Unidos en Comunicación, 1993.
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