4 de junio, 2023
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo.
I Corintios 12.4-6, Reina-Valera Contemporánea
Trasfondo
La comunidad
cristiana multicultural de Corinto, que le causó grandes dolores de cabeza al
apóstol Pablo, fue la destinataria de su enseñanza acerca de la obra colectiva
del Espíritu Santo. Sus palabras se volvieron paradigmáticas y fueron más allá
de ese ámbito geográfico y eclesial. Luego de 11 amplios capítulos de reflexión
sobre los diversos asuntos que preocupaban a la comunidad (divisiones,
ministerios, inmoralidad, matrimonio, ofrendas a los ídolos, Eucaristía…),
aunque desde el primero aparece lo relacionado con los dones espirituales en
esta sección se abocó directamente a superar la ignorancia sobre el tema
(12.1). Dado el origen religioso de los/as creyentes (12.2), el apóstol
consideró necesario explicar la manera en que el Espíritu se movía en medio de
la comunidad para producir los dones [carismas]/vocaciones. “Aquí se percibe
que los dones carismáticos se han desvirtuado por causa de actitudes y prácticas
egoístas que no contribuyen al bien de los demás hermanos”.[1] En el cap. 12
se ocupa del carácter de los dones y en el 14, de su uso al interior de la
iglesia. El 13, sobre el amor y los dones, se halla en el centro de la
estructura concéntrica.
Con las palabras “acerca
de los dones espirituales”, Pablo retoma la agenda que le ha sido propuesta en
la carta oficial enviada por la iglesia de Corinto (o al menos por algunos de
sus líderes, 7.1). Leyendo el reverso de esta respuesta podemos reconstruir
algo de la situación a que se dirige. El énfasis puesto en la diversidad de los
dones, repartidos por un Dios que es también pluriforme (Espíritu-Señor-Dios,
12.4-6), hace suponer que algunos cristianos abogan por una clasificación
restringida y rígida de los carismas. La metáfora del cuerpo (12.12-27), que
pone de relieve la unidad y la complementariedad que deben caracterizar a la
congregación al ejercer sus diversos dones, refleja una situación de
rivalidades internas y de sobreestimación de algunos carismas en detrimento de
otros.[2]
Diversidad de carismas, mismo Espíritu (12.1-6)
La introducción puede referirse ya sea a los dones
espirituales como tales o a “los espirituales”, es decir, a las personas
dotadas con el Espíritu: “…en el caso de bienes espirituales [o “bienes
simbólicos de salvación”, Pierre Bourdieu [3]], sucede que algunos proceden con
ostentación y otros, con dones menos llamativos, se sienten menospreciados.
Pablo apela primero a la ruptura que los cristianos ya han hecho entre su
experiencia religiosa anterior, fuera ésta pagana o judía, y su nueva fe en
Cristo”.[4] Los lectores/as no desconocían
los arrebatos místicos o extáticos, pues muchos de ellos habían participado en
ritos similares (v. 2). “Ahora la iglesia enfrenta la irrupción en su medio de
fenómenos que podrían proceder de otra fuente y no de Dios. No sólo en el
cristianismo se conoce la glosolalia (hablar en lenguas) y la profecía (la
comunicación de mensajes recibidos de Dios), como tampoco es exclusiva de la fe
cristiana la oración o las sanidades”.[5] El contacto con los “ídolos
mudos” (eídola ta áfona, 2b) era la constante de muchas personas en
Corinto. Ése era el típico juicio judío sobre la idolatría, en contraste con la
exaltación verbal de sus devotos. Pablo acepta como un hecho que los nuevos creyentes
ya han visto o experimentado el hablar extático en el contexto pagano, y sobre
esa base les indica ahora que el fenómeno como tal no es ninguna garantía de
inspiración por parte del Espíritu Santo.
Lo que Pablo desea dejar bien
claro es que la diversidad de dones/carismas, ministerios y actividades procede
del mismo Espíritu y que debe haber criterios sólidos para su presencia y
ejercicio en medio de la iglesia. Cualquier mención positiva del nombre del
Señor es originada por el Espíritu. El criterio de autenticidad es,
definitivamente, “cristológico”, pues el Señor es el mismo (v. 5). “El criterio
que permite una evaluación acertada de la fuente de una manifestación
carismática es cristológico: el mensaje inspirado por el Espíritu de Dios
señala a Jesús como el Señor”,[6] una afirmación de fe, pero
también política por causa del César.
El Espíritu libre otorga dones para edificar a la iglesia (12.7-11)
“Pero la manifestación del Espíritu le es dada a cada
uno para provecho” (v. 7): con la multiplicación de términos utilizados, Pablo destaca
la multiplicidad y variedad de capacidades y carismas repartidos para el beneficio
y edificación de la comunidad cristiana multifacética. La diversidad de
manifestaciones del Espíritu apunta a cubrir todas las necesidades de la
comunidad de fe: “palabra de sabiduría” (8a); “palabra de ciencia” (8b); “fe”
(9a); “sanidades” (9b); “hacer milagros” (10a); “profecía” (10b);
“discernimiento de espíritus” (10c); “diversos géneros de lenguas” (10d);
“interpretar lenguas” (10e). A Pablo le urgía resolver el problema de las
rivalidades entre personas que tenían distintos dones; deseaba establecer claramente
que todos ellos procedían de una misma fuente. Exaltar dones y menospreciar
otros era un sinsentido si todos provenían de la misma fuente. Con esa amplia
diversidad, lo que hacía el Espíritu era “equipar” a la comunidad “con energías
vítales para su maduración y capacitación”.[7]
La enumeración de nueve carismas está encabezada por los los dones llamados “palabra de sabiduría” y “palabra de conocimiento” debido a la gran importancia que les daban los corintios. Se pronunciaban mensajes sabios fundados en un conocimiento que refleja la mente de Cristo (2.16), para provecho de todos (12.7) y no sólo de unos cuantos. Los tres dones que siguen (fe, sanidades, milagros) se manifestaban en actos de poder: “La iglesia primitiva encarna a su vez esta misma preocupación de Dios al ejercer la sanidad y hacer obras de poder en la sociedad donde le toca dar testimonio del Señor”.[8] Luego reaparece el énfasis en los dones relacionados con acciones lingüísticas: profecía, discernimiento de espíritus, lenguas e interpretación de lenguas. La “profecía”, como se detallará en el cap. 14, es un carisma que edifica a la iglesia mediante un discurso inteligible y controlado por la persona (14.29-33), aun cuando podía pronunciarse exaltadamente.
Conclusión
La sección concluye con la gran
afirmación de que “todo esto lo hace uno y el mismo
Espíritu, que reparte a cada uno en particular, según su voluntad “ (v. 11). Podría
decirse, con ello, que el Espíritu es como “el guardián de la diversidad”, puesto
que, si algo caracteriza a la iglesia es su variedad en el origen de sus
integrantes, en la proyección de su trabajo, en el horizonte de su misión, por
decir lo menos. La comunidad cristiana contribuye a la reconstrucción del
tejido social porque articula la vida humana en función de su pluralidad y de
la obra del Espíritu que la guía, la sostiene, la unifica y la encamina hacia
sus designios.
[1] Irene Foulkes, Problemas pastorales
en Corinto. Comentario exegético-pastoral a 1 Corintios. San José, DEI-SBL,
1996, p. 281.
[2] Ibid., pp. 341-342.
[3] P. Bourdieu, "Génesis y estructura del campo religioso", en Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, El Colegio de Michoacán, vol. XXVII, núm. 108, 2006, pp. 29-83, www.redalyc.org/pdf/137/13710803.pdf.
[4]Ibid.,
p. 343.
[5] Ídem.
[6] Ibid., p. 344.
[7] Ibid., p. 346.
[8] Ibid., p. 347.
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