sábado, 3 de junio de 2023

Diversidad de dones en el pueblo de Dios (I Corintios 12.1-11), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

4 de junio, 2023

Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo.

I Corintios 12.4-6, Reina-Valera Contemporánea

 

Trasfondo

La comunidad cristiana multicultural de Corinto, que le causó grandes dolores de cabeza al apóstol Pablo, fue la destinataria de su enseñanza acerca de la obra colectiva del Espíritu Santo. Sus palabras se volvieron paradigmáticas y fueron más allá de ese ámbito geográfico y eclesial. Luego de 11 amplios capítulos de reflexión sobre los diversos asuntos que preocupaban a la comunidad (divisiones, ministerios, inmoralidad, matrimonio, ofrendas a los ídolos, Eucaristía…), aunque desde el primero aparece lo relacionado con los dones espirituales en esta sección se abocó directamente a superar la ignorancia sobre el tema (12.1). Dado el origen religioso de los/as creyentes (12.2), el apóstol consideró necesario explicar la manera en que el Espíritu se movía en medio de la comunidad para producir los dones [carismas]/vocaciones. “Aquí se percibe que los dones carismáticos se han desvirtuado por causa de actitudes y prácticas egoístas que no contribuyen al bien de los demás hermanos”.[1] En el cap. 12 se ocupa del carácter de los dones y en el 14, de su uso al interior de la iglesia. El 13, sobre el amor y los dones, se halla en el centro de la estructura concéntrica.

 

Con las palabras “acerca de los dones espirituales”, Pablo retoma la agenda que le ha sido propuesta en la carta oficial enviada por la iglesia de Corinto (o al menos por algunos de sus líderes, 7.1). Leyendo el reverso de esta respuesta podemos reconstruir algo de la situación a que se dirige. El énfasis puesto en la diversidad de los dones, repartidos por un Dios que es también pluriforme (Espíritu-Señor-Dios, 12.4-6), hace suponer que algunos cristianos abogan por una clasificación restringida y rígida de los carismas. La metáfora del cuerpo (12.12-27), que pone de relieve la unidad y la complementariedad que deben caracterizar a la congregación al ejercer sus diversos dones, refleja una situación de rivalidades internas y de sobreestimación de algunos carismas en detrimento de otros.[2]

 

Diversidad de carismas, mismo Espíritu (12.1-6)

La introducción puede referirse ya sea a los dones espirituales como tales o a “los espirituales”, es decir, a las personas dotadas con el Espíritu: “…en el caso de bienes espirituales [o “bienes simbólicos de salvación”, Pierre Bourdieu [3]], sucede que algunos proceden con ostentación y otros, con dones menos llamativos, se sienten menospreciados. Pablo apela primero a la ruptura que los cristianos ya han hecho entre su experiencia religiosa anterior, fuera ésta pagana o judía, y su nueva fe en Cristo”.[4] Los lectores/as no desconocían los arrebatos místicos o extáticos, pues muchos de ellos habían participado en ritos similares (v. 2). “Ahora la iglesia enfrenta la irrupción en su medio de fenómenos que podrían proceder de otra fuente y no de Dios. No sólo en el cristianismo se conoce la glosolalia (hablar en lenguas) y la profecía (la comunicación de mensajes recibidos de Dios), como tampoco es exclusiva de la fe cristiana la oración o las sanidades”.[5] El contacto con los “ídolos mudos” (eídola ta áfona, 2b) era la constante de muchas personas en Corinto. Ése era el típico juicio judío sobre la idolatría, en contraste con la exaltación verbal de sus devotos. Pablo acepta como un hecho que los nuevos creyentes ya han visto o experimentado el hablar extático en el contexto pagano, y sobre esa base les indica ahora que el fenómeno como tal no es ninguna garantía de inspiración por parte del Espíritu Santo.

Lo que Pablo desea dejar bien claro es que la diversidad de dones/carismas, ministerios y actividades procede del mismo Espíritu y que debe haber criterios sólidos para su presencia y ejercicio en medio de la iglesia. Cualquier mención positiva del nombre del Señor es originada por el Espíritu. El criterio de autenticidad es, definitivamente, “cristológico”, pues el Señor es el mismo (v. 5). “El criterio que permite una evaluación acertada de la fuente de una manifestación carismática es cristológico: el mensaje inspirado por el Espíritu de Dios señala a Jesús como el Señor”,[6] una afirmación de fe, pero también política por causa del César.

 

El Espíritu libre otorga dones para edificar a la iglesia (12.7-11)

“Pero la manifestación del Espíritu le es dada a cada uno para provecho” (v. 7): con la multiplicación de términos utilizados, Pablo destaca la multiplicidad y variedad de capacidades y carismas repartidos para el beneficio y edificación de la comunidad cristiana multifacética. La diversidad de manifestaciones del Espíritu apunta a cubrir todas las necesidades de la comunidad de fe: “palabra de sabiduría” (8a); “palabra de ciencia” (8b); “fe” (9a); “sanidades” (9b); “hacer milagros” (10a); “profecía” (10b); “discernimiento de espíritus” (10c); “diversos géneros de lenguas” (10d); “interpretar lenguas” (10e). A Pablo le urgía resolver el problema de las rivalidades entre personas que tenían distintos dones; deseaba establecer claramente que todos ellos procedían de una misma fuente. Exaltar dones y menospreciar otros era un sinsentido si todos provenían de la misma fuente. Con esa amplia diversidad, lo que hacía el Espíritu era “equipar” a la comunidad “con energías vítales para su maduración y capacitación”.[7]

La enumeración de nueve carismas está encabezada por los los dones llamados “palabra de sabiduría” y “palabra de conocimiento” debido a la gran importancia que les daban los corintios. Se pronunciaban mensajes sabios fundados en un conocimiento que refleja la mente de Cristo (2.16), para provecho de todos (12.7) y no sólo de unos cuantos. Los tres dones que siguen (fe, sanidades, milagros) se manifestaban en actos de poder: “La iglesia primitiva encarna a su vez esta misma preocupación de Dios al ejercer la sanidad y hacer obras de poder en la sociedad donde le toca dar testimonio del Señor”.[8] Luego reaparece el énfasis en los dones relacionados con acciones lingüísticas: profecía, discernimiento de espíritus, lenguas e interpretación de lenguas. La “profecía”, como se detallará en el cap. 14, es un carisma que edifica a la iglesia mediante un discurso inteligible y controlado por la persona (14.29-33), aun cuando podía pronunciarse exaltadamente. 

 

Conclusión

La sección concluye con la gran afirmación de que “todo esto lo hace uno y el mismo Espíritu, que reparte a cada uno en particular, según su voluntad “ (v. 11). Podría decirse, con ello, que el Espíritu es como “el guardián de la diversidad”, puesto que, si algo caracteriza a la iglesia es su variedad en el origen de sus integrantes, en la proyección de su trabajo, en el horizonte de su misión, por decir lo menos. La comunidad cristiana contribuye a la reconstrucción del tejido social porque articula la vida humana en función de su pluralidad y de la obra del Espíritu que la guía, la sostiene, la unifica y la encamina hacia sus designios.



[1] Irene Foulkes, Problemas pastorales en Corinto. Comentario exegético-pastoral a 1 Corintios. San José, DEI-SBL, 1996, p. 281.

[2] Ibid., pp. 341-342.

[3] P. Bourdieu, "Génesis y estructura del campo religioso", en Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, El Colegio de Michoacán, vol. XXVII, núm. 108, 2006, pp. 29-83, www.redalyc.org/pdf/137/13710803.pdf.

[4]Ibid., p. 343.

[5] Ídem.

[6] Ibid., p. 344.

[7] Ibid., p. 346.

[8] Ibid., p. 347.

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