martes, 20 de junio de 2023

Todos los miembros del cuerpo de Cristo son importantes (I Corintios 12.14-26), Pbro. L. Cervantes-Ortiz


18 de junio, 2023

Pero Dios ordenó el cuerpo de tal manera, que dio mayor honor al que le faltaba, 25 para que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros.

I Corintios 12.24.b-25, Reina-Valera Contemporánea


Trasfondo

No discriminen a los pobres: Es el impactante título de la nueva edición del comentario a la carta de Santiago, de la Dra. Elsa Tamez Luna. Muy bien podríamos parafrasearlo y aumentarlo hoy, a propósito del tema que nos ocupa y en el mismo tenor de la prosa paulina: “¡No discriminen a los miembros pobres de la iglesia!”. Porque ése, en efecto, es el propósito de la siguiente sección de I Co 12 (vv. 14-26). Sumarnos a esta línea interpretativa supone que deberíamos pensar en una nueva conversión cristiana, de entre las tantas que podríamos vivir, esta vez para voltear la mirada y dejarnos invitar por el Espíritu. Irene Foulkes resume, una vez más, el énfasis del apóstol:

 

A partir del v. 21, y hasta el v. 26, la problemática es otra: el desprecio de unos miembros hacia otros. Pablo se dirige especialmente al caso de los hermanos que se sienten cohibidos ante los líderes más estimados o ante los dones más llamativos. La discrepancia de estatus socioeconómico entre distintos grupos en la iglesia se combinaría con esos otros factores para producir discriminación por parte de los de mejor rango contra los menos pudientes o menos dotados. De nuevo el ejemplo del cuerpo humano se cita para mostrar que la comunidad cristiana se realiza con base en otros principios: el aprecio por las partes “más débiles”, reconociendo que son esenciales, no superfluas (12.22), y el respeto por “los que parecen menos dignos”, sabiendo que Dios los ha honrado (12.23-24).[1]

 

La metáfora extendida, convertida en alegoría, servirá para consolidar la imagen de la comunidad como un auténtico espacio alternativo a las diferencias predominantes en la sociedad. Si la comunidad de fe consigue integrarse más allá de esas imposiciones basadas en el acceso a los recursos económicos y culturales, será posible hablar de una verdadera nueva sociedad.

 

Diversidad y organicidad en el Cuerpo de Cristo (vv. 14-21)

“El cuerpo no está constituido por un solo miembro sino por muchos” (v. 14). Ésta es la premisa explicativa que aglutina y sirve como base para todos los demás elementos. Estamos delante de una insinuante “sociología cristiana” afianzada en la obra del Espíritu, el cual capaz de estar por encima de las diferencias sociales, raciales, económicas y culturales que amenazan con disgregar a la comunidad. “En los vv. 15-20 Pablo ilustra con la figura del cuerpo humano la pluralidad y diversidad de los miembros de la iglesia, y al mismo tiempo pone al descubierto las rivalidades que existen dentro de este cuerpo en Corinto”.[2] En el momento en que cada miembro del cuerpo manifiesta sus ímpetus separacionistas (vv. 15-16) o que el cuerpo, como un todo, pretende hacer las funciones específicas de algunos de ellos (17), el desequilibrio acabaría con él. Por ello la respuesta de Pablo es enfática y directa al corazón teológico del problema, precedida por una salvedad de advertencia: “Pero Dios ha colocado a cada miembro del cuerpo donde mejor le pareció” (18). El tiempo mesiánico, comenta Pablo Ferrer, obliga a replantear radicalmente la clase de comunidad en la cual vivimos: “La comunidad de Corinto es un escenario en el cual el tiempo de este mundo y el tiempo mesiánico se ponen frente a frente. Los tiempos mesiánicos y los de este mundo no son abstractos. Son fidelidades a determinadas autoridades, obediencias y desobediencias, esperanzas y toma de decisiones. […] La imagen del cuerpo en 1 Corintios 12 o las jerarquías de los dones en 1Corintios 14 son puestas en escena en un tiempo mesiánico. Un tiempo inserto en otro tiempo”.[3] Hacer y vivir de otra forma la comunidad era una forma de resistir los embates del tiempo de este mundo que se quiere hacer superior al de la fe y la esperanza comunitarias. La variedad de los miembros no puede atentar contra su unidad (20).


Superar las diferencias sociales del mundo en la iglesia (vv. 22-26)

En esta sección lo que destaca es la insistencia paulina en aquellos miembros menos agraciados o valiosos del cuerpo (“los más débiles”, asthenéstera, v. 22; “los menos dignos”, atimótera, o “menos decorosos”, asjémona, v. 23: “las partes vergonzosas”), en contraparte con los que “parecen más decorosos” (eusjémona, 24).

 

Pablo se dirige especialmente al caso de los hermanos que se sienten cohibidos ante los líderes más estimados o ante los dones más llamativos. La discrepancia de status socio-económico entre distintos grupos en la iglesia (cp. 1.26-28; 11.22) se combinaría con esos otros factores para producir discriminación por parte de los de mejor rango contra los menos pudientes o menos dotados. De nuevo el ejemplo del cuerpo humano se cita para mostrar que la comunidad cristiana se realiza con base en otros principios: el aprecio por las partes “más débiles”, reconociendo que son esenciales, no superfluas (12.22), y el respeto por “los que parecen menos dignos”, sabiendo que Dios los ha honrado (12.23- 24).[4]

 

¿Por qué razones genuinas o válidas podríamos sentirnos cohibidos o inhibidos al interior de la comunidad de fe? ¿Por tener menos antigüedad en ella? ¿Por poseer menos conocimientos que los demás? ¿Por ser inferiores en algún sentido? Ninguna de estas razones se sostiene a los ojos de Dios y en medio de la acción del Espíritu. Si incluimos los ingresos o el nivel educativo estaríamos incorporando elementos que no tienen nada que ver con la razón de ser de la comunidad, pues sus criterios de eventual distinción serían completamente espirituales. El texto es sumamente explícito: “Pero Dios ordenó el cuerpo de tal manera, que dio mayor honor [timén] al que le faltaba” (24), esto es, que Dios nuevamente echa mano de su poder para invertir los procesos sociales que imponen la segregación o la superioridad de unos cuantos.

El objetivo central es: a) impedir las divisiones a toda costa (25a) y b) “que todos los miembros se preocupen los unos por los otros” (25b). Esto significa que todos los miembros “forman parte de una mutualidad en que lo que afecta a unos, para bien o para mal, afecta a todos (12.26)”.[5] Pablo toma, una vez más, partido por los débiles identificándose con ellos: “Su visión para esta comunidad de desiguales (1.26-28) es que las personas de más poder e influencia hagan suya la situación del los ‘menos honrosos’ (13.23 NVI), identificándose con ellos de tal forma que ya no los consideren ajenos y por tanto susceptibles de ser ignorados o menospreciados”.[6] Él mismo trató de mantener su independencia hacia los más pudientes (9.19).

 

Conclusión

Cuando en alguna iglesia un grupo se siente con más derecho que otro para negar validez a sus criterios e intena imponer su perspectiva dominante, se está muy lejos del ideal paulino de integración y unidad comunitaria. La figura del cuerpo humano apunta, más bien, hacia “abrazar la diversidad”, pues a todos/as nos “atañe apreciar, en forma real y profunda, a los cristianos que piensan y actúan distinto, convivir con ellos en una verdadera integración y aprender de ellos, para que el cuerpo de Cristo alcance su madurez”.[7]



[1] Irene Foulkes, Problemas pastorales en Corinto. Comentario exegético-pastoral a 1 Corintios. San José, DEI-SBL, 1996, p. 349.

[2] Ídem.

[3] P. Ferrer, “1 Corintios: tiempos mesiánicos: pistas para leer 1 Corintios y nuestra realidad”, en RIBLA, núm. 62, 2009/1, p. 32.

[4] Ibid., p. 349.

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] Ibid., p. 350.

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