18 de junio, 2023
Pero Dios ordenó el cuerpo de tal manera, que dio mayor honor al que le faltaba, 25 para que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros.
I Corintios 12.24.b-25, Reina-Valera Contemporánea
Trasfondo
No discriminen a los pobres: Es el impactante título de la nueva
edición del comentario a la carta de Santiago, de la Dra. Elsa Tamez Luna. Muy
bien podríamos parafrasearlo y aumentarlo hoy, a propósito del tema que nos
ocupa y en el mismo tenor de la prosa paulina: “¡No discriminen a los miembros
pobres de la iglesia!”. Porque ése, en efecto, es el propósito de la siguiente
sección de I Co 12 (vv. 14-26). Sumarnos a esta línea interpretativa supone que
deberíamos pensar en una nueva conversión cristiana, de entre las tantas que
podríamos vivir, esta vez para voltear la mirada y dejarnos invitar por el
Espíritu. Irene Foulkes resume, una vez más, el énfasis del apóstol:
A partir del v. 21, y
hasta el v. 26, la problemática es otra: el desprecio de unos miembros hacia
otros. Pablo se dirige especialmente al caso de los hermanos que se sienten
cohibidos ante los líderes más estimados o ante los dones más llamativos. La discrepancia
de estatus socioeconómico entre distintos grupos en la iglesia se combinaría
con esos otros factores para producir discriminación por parte de los de mejor
rango contra los menos pudientes o menos dotados. De nuevo el ejemplo del
cuerpo humano se cita para mostrar que la comunidad cristiana se realiza con
base en otros principios: el aprecio por las partes “más débiles”, reconociendo
que son esenciales, no superfluas (12.22), y el respeto por “los que parecen
menos dignos”, sabiendo que Dios los ha honrado (12.23-24).[1]
La metáfora extendida, convertida en alegoría, servirá para
consolidar la imagen de la comunidad como un auténtico espacio alternativo a
las diferencias predominantes en la sociedad. Si la comunidad de fe consigue integrarse
más allá de esas imposiciones basadas en el acceso a los recursos económicos y
culturales, será posible hablar de una verdadera nueva sociedad.
Diversidad y organicidad en el Cuerpo de Cristo (vv. 14-21)
“El cuerpo no está constituido por un solo miembro
sino por muchos” (v. 14). Ésta es la premisa explicativa que aglutina y sirve
como base para todos los demás elementos. Estamos delante de una insinuante
“sociología cristiana” afianzada en la obra del Espíritu, el cual capaz de
estar por encima de las diferencias sociales, raciales, económicas y culturales
que amenazan con disgregar a la comunidad. “En los vv. 15-20 Pablo ilustra con
la figura del cuerpo humano la pluralidad y diversidad de los miembros de la
iglesia, y al mismo tiempo pone al descubierto las rivalidades que existen
dentro de este cuerpo en Corinto”.[2]
En el
momento en que cada miembro del cuerpo manifiesta sus ímpetus separacionistas
(vv. 15-16) o que el cuerpo, como un todo, pretende hacer las funciones
específicas de algunos de ellos (17), el desequilibrio acabaría con él. Por
ello la respuesta de Pablo es enfática y directa al corazón teológico del
problema, precedida por una salvedad de advertencia: “Pero Dios ha
colocado a cada miembro del cuerpo donde mejor le pareció” (18). El tiempo
mesiánico, comenta Pablo Ferrer, obliga a replantear radicalmente la clase de
comunidad en la cual vivimos: “La comunidad de Corinto es un escenario en el
cual el tiempo de este mundo y el tiempo mesiánico se ponen frente a frente.
Los tiempos mesiánicos y los de este mundo no son abstractos. Son fidelidades a
determinadas autoridades, obediencias y desobediencias, esperanzas y toma de
decisiones. […] La imagen del cuerpo en 1 Corintios 12 o las jerarquías de los
dones en 1Corintios 14 son puestas en escena en un tiempo mesiánico. Un tiempo
inserto en otro tiempo”.[3] Hacer y vivir de otra forma la
comunidad era una forma de resistir los embates del tiempo de este mundo que se
quiere hacer superior al de la fe y la esperanza comunitarias. La variedad de
los miembros no puede atentar contra su unidad (20).
Superar las diferencias sociales del mundo en la iglesia (vv. 22-26)
En
esta sección lo que destaca es la insistencia paulina en aquellos miembros
menos agraciados o valiosos del cuerpo (“los más débiles”, asthenéstera, v.
22; “los menos dignos”, atimótera, o “menos decorosos”, asjémona,
v. 23: “las partes vergonzosas”), en contraparte con los que “parecen más
decorosos” (eusjémona, 24).
Pablo se dirige especialmente al caso de los hermanos que se
sienten cohibidos ante los líderes más estimados o ante los dones más
llamativos. La discrepancia de status socio-económico entre distintos grupos en
la iglesia (cp. 1.26-28; 11.22) se combinaría con esos otros factores para
producir discriminación por parte de los de mejor rango contra los menos
pudientes o menos dotados. De nuevo el ejemplo del cuerpo humano se cita para
mostrar que la comunidad cristiana se realiza con base en otros principios: el
aprecio por las partes “más débiles”, reconociendo que son esenciales, no
superfluas (12.22), y el respeto por “los que parecen menos dignos”, sabiendo
que Dios los ha honrado (12.23- 24).[4]
¿Por qué razones genuinas
o válidas podríamos sentirnos cohibidos o inhibidos al interior de
la comunidad de fe? ¿Por tener menos antigüedad en ella? ¿Por poseer menos
conocimientos que los demás? ¿Por ser inferiores en algún sentido? Ninguna de
estas razones se sostiene a los ojos de Dios y en medio de la acción del
Espíritu. Si incluimos los ingresos o el nivel educativo estaríamos
incorporando elementos que no tienen nada que ver con la razón de ser de la
comunidad, pues sus criterios de eventual distinción serían completamente
espirituales. El texto es sumamente explícito: “Pero Dios ordenó el cuerpo de
tal manera, que dio mayor honor [timén] al que le faltaba” (24), esto
es, que Dios nuevamente echa mano de su poder para invertir los procesos
sociales que imponen la segregación o la superioridad de unos cuantos.
El objetivo
central es: a) impedir las divisiones a toda costa (25a) y b) “que
todos los miembros se preocupen los unos por los otros” (25b). Esto
significa que todos los miembros “forman parte de una mutualidad en que lo que afecta
a unos, para bien o para mal, afecta a todos (12.26)”.[5] Pablo toma, una vez más, partido por
los débiles identificándose con ellos: “Su visión para esta comunidad de
desiguales (1.26-28) es que las personas de más poder e influencia hagan suya
la situación del los ‘menos honrosos’ (13.23 NVI), identificándose con ellos de
tal forma que ya no los consideren ajenos y por tanto susceptibles de ser
ignorados o menospreciados”.[6] Él mismo trató de mantener su
independencia hacia los más pudientes (9.19).
Conclusión
Cuando en alguna iglesia un grupo
se siente con más derecho que otro para negar validez a sus criterios e intena
imponer su perspectiva dominante, se está muy lejos del ideal paulino de
integración y unidad comunitaria. La figura del cuerpo humano apunta, más bien,
hacia “abrazar la diversidad”, pues a todos/as nos “atañe apreciar, en forma
real y profunda, a los cristianos que piensan y actúan distinto, convivir con
ellos en una verdadera integración y aprender de ellos, para que el cuerpo de
Cristo alcance su madurez”.[7]
[1] Irene Foulkes, Problemas pastorales
en Corinto. Comentario exegético-pastoral a 1
Corintios. San José, DEI-SBL, 1996, p. 349.
[2] Ídem.
[3] P. Ferrer, “1 Corintios: tiempos
mesiánicos: pistas para leer 1 Corintios y nuestra realidad”, en RIBLA, núm.
62, 2009/1, p. 32.
[4] Ibid., p.
349.
[5] Ídem.
[6] Ídem.
[7] Ibid., p. 350.
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