sábado, 5 de agosto de 2023

"Hazme entender tu ley para cumplirla": fe e interpretación pertinente (Salmo 119.33-40), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

 

6 de agosto de 2023 

Hazme entender tu ley, para cumplirla;

la obedeceré de todo corazón.

Salmo 119.34, Reina-Valera Contemporánea

 

Trasfondo

Nuevamente nos encontramos ante el Salmo 119, monumento poético de celebración de la Palabra divina y auténtica puerta de acceso hacia una sana comprensión de los alcances de la revelación escrita de Dios a la humanidad. El desafío permanente consiste en leer y releer la Biblia continuamente, y así encontrar nuevas vetas para alimentar la fe y la conciencia cristiana. Este gran poema colectivo fue escrito a lo largo de mucho tiempo a fin de expresar líricamente la fascinación, el respeto y el arraigo que la Ley divina producía en la mentalidad del pueblo de Dios. Su carácter colectivo muestra el impacto de la recepción de dicha revelación en las diversas etapas de la historia de la salvación. Walter Brueggemann escribió un valioso resumen sobre esto en el que destaca tres razones para su surgimiento, así como su propósito eminentemente práctico, orientado hacia su utilidad en la vida cotidiana:

 

Para apreciar el salmo, nos debemos preguntar por qué habría alguien de trabajar tan intensa y rigurosamente este tema. Se nos ocurren tres posibles razones: primera, el salmo es deliberadamente didáctico. Refleja el trabajo de un maestro de clase. Su objetivo no es casual. Pretende instruir al joven en el abc de la obediencia a la Toráh. Segunda, el salmo quiere hacer una afirmación comprensiva de la adecuación de una vida orientada por la Toráh. Afirma que la Toráh cubrirá todas las facetas de la existencia humana, de la A a la Z. No hay crisis humana o tema en el que necesitemos salir fuera del campo de la obediencia de la Toráh para vivir plenamente. Tercero, el intento dramático es encontrar una forma proporcional al mensaje. El mensaje es que la vida es segura y plenamente simétrica cuando se respeta la Toráh. Así, el salmo proporciona una experiencia literaria pedagógica de seguridad y plena simetría. Una vida ordenada por la Toráh es segura, previsible y completa como la dinámica del salmo.[1]

 

Justamente la capacidad “invasiva” de esta palabra fundadora, estabilizadora y conductora de la vida comunitaria, familiar e individual es lo que se celebra a cada paso que se da en el desarrollo del cántico que es, en sí, un conjunto de oraciones y afirmaciones ligadas a la grandeza de la Ley divina. “El tema especial de esta sección es la recompensa divina (v. 33), que se halla en vivo contraste con todo el vano afán de ganancias (v. 36s). […] También se escuchan de nuevo los lamentos del perseguido, que fue salvado por las palabras de Yahvé. Juicios, en el v. 39, son los juicios divinos, por medio de los cuales se puso fin a la ignominiosa calumnia”.[2]

 

La comprensión de la Ley demanda un esfuerzo sostenido (vv. 33-36)

La forma de la oración poética del Salmo desarrolla una serie de peticiones marcadas por el sentido de cada verbo utilizado: guiar, hacer entender, encaminar, inclinar. En esta primera parte se destacará la solicitud expresa para entender la ley divina, para cumplirla y obedecerla (v. 33). “Las cualidades infinitas de la ley, que el salmista celebra con una letanía inacabada de elogios, satisfacen las dimensiones más variadas de la psicología humana. La ley es guía y consejero, luz y verdad, rectitud y lealtad; enseña, ilumina y hace sabio, da juicio y discreción, discrimina el bien del mal, retiene y libra de pecado, ensancha el corazón, consuela y da la vida, defiende y da la paz; es preciosa y amable, buena y dulce, durable, acrisolada, justa, vasta, maravillosa y temible”.[3] Pues bien, todos estos méritos y grandiosidades de la Palabra divina no estarán al alcance de nadie si no se consigue una buena comprensión de su contenido mediante un buen método de lectura e interpretación.

Entender el texto bíblico quiere decir que se captan adecuadamente sus premisas, su contexto cultural, histórico y religioso, las intenciones profundas de sus autores y el lugar de cada sección en el ámbito global del libro completo, entre tantas cosas más. La confianza en que Dios guiará “por el camino de sus estatutos” produce la promesa del hablante para obedecerlos. La petición que sigue se orienta hacia la búsqueda de entendimiento de la ley también para cumplirla y obedecerla “de todo corazón”. La comprensión de la ley demanda un esfuerzo continuo de lectura, discusión y aprendizaje para conseguir superar la oposición espiritual interna que impide la aplicación de los mandamientos divinos a la vida. Ello permitirá deleitarse en ellos (35) e “inclinar el corazón hacia sus testimonios, / y no hacia la avaricia” (36) que es la contraparte subrayada por el Salmo.

 

Conocer los mandamientos en profundidad (para forjar una sólida cultura bíblica) (vv. 37-40)

 

La Toráh no es una letra muerta (cf. 2 Cor 3.2-6), sino un agente activo vivificador. Esto es, la Toráh no es solo una serie de reglas sino un modo de presencia del Dios que da la vida (37). La obediencia a la Toráh es fuente de luz, de vida, de alegría, de satisfacción, de deleite, Ciertamente, “deleite” (shaíaí),es una repetida respuesta a la Toráh (Sal 119.16, 24, 47, 70, 77, 92, 143, 174). La Toráh no es una carga sino un modo de existencia gozosa. El poder activo vivificador de la Toráh se refleja también en el Salmo 19.7-9 en el que la Toráh es restauradora de vida.[4]

 

Los verbos correspondientes a esta segunda parte (apartar, confirmar, alejar, ansiar) manifiestan, como a cada paso del salmo, los diversos estados de ánimo y necesidades que se espera que cubra la ley divina. La primera petición manifiesta el rechazo por el politeísmo del ambiente ideológico y religioso de la época (37), lo cual fue un conflicto cíclico en la historia del antiguo Israel. La concientización familiar y comunitaria al respecto obedeció a los avances proféticos que denunciaron ese problema teológico. De ahí la necesidad de que el salmista pida que el Señor “confirme su palabra a su siervo” (38), a fin de que ella sea una auténtica plataforma de pensamiento y de acción. El salmista, además, expone su temor a la deshonra (39) como parte de su experiencia de fe.

El v. 40 se refiere a la ansiedad por conocer los mandamientos divinos en profundidad, es decir, lograr una familiaridad informada y reflexiva que permita ir de lo general a lo particular (y viceversa) en la lectura, meditación y asimilación de los contenidos de cada libro bíblico (en nuestro caso), y contra así con un buen panorama de la totalidad. Eso permitirá detenerse en cada sección o fragmento con suficiente seguridad para atreverse a afirmar: “La Biblia dice…” sin incurrir en excesos o tergiversaciones del mensaje sagrado. La petición final está acorde con el espíritu general del Salmo: “¡Dame vida conforme a tu justicia!” (40b). 

 

Conclusión

El Salmo 119 representa una búsqueda persistente de conocimiento e interpretación adecuada de la ley divina en camino de la obediencia, pues ésta es la razón de ser de la vida justa: “…la obediencia a la Toráh es un punto de partida, una plataforma de lanzamiento, desde donde montar una conversación progresiva con Dios a través de la experiencia cotidiana. Así, el salmo no es estrechamente ingenuo acerca de la Toráh como podría indicar un primer vistazo. Explora una variedad de temas relacionados con la fe. Cumplir la Toráh no es toda la fe bíblica pero sí el punto indispensable de partida”.[5] La palabra divina debe ser recibida y aplicada “con todo el corazón”, una frase recurrente que aparece también en el v. 69 y varias veces en Deuteronomio (4.29; 6.5; 10.12; 11.13; 30.6).[6] La intención de comprender bien el mensaje de la Sagrada Escritura es parte de un esfuerzo de intelección permanente para todo creyente sincero y fiel.



[1] W. Brueggemann, El mensaje de los Salmos. México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 392. Énfasis agregado.

[2] Hans-Joachim Kraus, Los Salmos. Salmos 60-150. II. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1990, pp. 577-578.

[3] Ángel González, El libro de los Salmos. 3ª ed. Barcelona, Herder, 1984, p. 544.

[4] W. Brueggemann, op. cit., pp. 55-56.

[5] Ibid., pp. 56-57.

[6] Kent Aaron Reynolds, Torah as teacher: the exemplary Torah student in Psalm 119. Leiden, Brill, 2010 (Supplements to Vetum Testamentum, 137), p. 72.

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