Hazme entender tu ley, para cumplirla;
la obedeceré de todo corazón.
Salmo 119.34, Reina-Valera Contemporánea
Trasfondo
Nuevamente nos encontramos ante el Salmo
119, monumento poético de celebración de la Palabra divina y auténtica puerta
de acceso hacia una sana comprensión de los alcances de la revelación escrita
de Dios a la humanidad. El desafío permanente consiste en leer y releer la
Biblia continuamente, y así encontrar nuevas vetas para alimentar la fe y la
conciencia cristiana. Este gran poema colectivo fue escrito a lo largo de mucho
tiempo a fin de expresar líricamente la fascinación, el respeto y el arraigo
que la Ley divina producía en la mentalidad del pueblo de Dios. Su carácter
colectivo muestra el impacto de la recepción de dicha revelación en las
diversas etapas de la historia de la salvación. Walter Brueggemann escribió un
valioso resumen sobre esto en el que destaca tres razones para su surgimiento,
así como su propósito eminentemente práctico, orientado hacia su utilidad en la
vida cotidiana:
Para apreciar el
salmo, nos debemos preguntar por qué habría alguien de trabajar tan intensa y
rigurosamente este tema. Se nos ocurren tres posibles razones: primera, el
salmo es deliberadamente didáctico. Refleja el trabajo de un maestro de
clase. Su objetivo no es casual. Pretende instruir al joven en el abc de la
obediencia a la Toráh. Segunda, el salmo quiere hacer una afirmación
comprensiva de la adecuación de una vida orientada por la Toráh. Afirma que
la Toráh cubrirá todas las facetas de la existencia humana, de la A a la Z. No
hay crisis humana o tema en el que necesitemos salir fuera del campo de la obediencia
de la Toráh para vivir plenamente. Tercero, el intento dramático es
encontrar una forma proporcional al mensaje. El mensaje es que la vida es
segura y plenamente simétrica cuando se respeta la Toráh. Así, el salmo
proporciona una experiencia literaria pedagógica de seguridad y plena simetría.
Una vida ordenada por la Toráh es segura, previsible y completa como la
dinámica del salmo.[1]
Justamente
la capacidad “invasiva” de esta palabra fundadora, estabilizadora y conductora
de la vida comunitaria, familiar e individual es lo que se celebra a cada paso
que se da en el desarrollo del cántico que es, en sí, un conjunto de oraciones
y afirmaciones ligadas a la grandeza de la Ley divina. “El tema especial de
esta sección es la recompensa divina (v. 33), que se halla en vivo contraste
con todo el vano afán de ganancias (v. 36s). […] También se escuchan de nuevo
los lamentos del perseguido, que fue salvado por las palabras de Yahvé. Juicios,
en el v. 39, son los juicios divinos, por medio de los cuales se puso fin a la
ignominiosa calumnia”.[2]
La comprensión de la Ley demanda un
esfuerzo sostenido (vv. 33-36)
La forma de la oración poética del Salmo
desarrolla una serie de peticiones marcadas por el sentido de cada verbo
utilizado: guiar, hacer entender, encaminar, inclinar. En esta primera parte se
destacará la solicitud expresa para entender la ley divina, para
cumplirla y obedecerla (v. 33). “Las cualidades infinitas de la ley, que el
salmista celebra con una letanía inacabada de elogios, satisfacen las dimensiones
más variadas de la psicología humana. La ley es guía y consejero, luz y verdad,
rectitud y lealtad; enseña, ilumina y hace sabio, da juicio y discreción,
discrimina el bien del mal, retiene y libra de pecado, ensancha el corazón,
consuela y da la vida, defiende y da la paz; es preciosa y amable, buena y
dulce, durable, acrisolada, justa, vasta, maravillosa y temible”.[3] Pues bien, todos estos méritos y
grandiosidades de la Palabra divina no estarán al alcance de nadie si no se
consigue una buena comprensión de su contenido mediante un buen método de
lectura e interpretación.
Entender
el texto bíblico quiere decir que se captan adecuadamente sus premisas, su
contexto cultural, histórico y religioso, las intenciones profundas de sus
autores y el lugar de cada sección en el ámbito global del libro completo,
entre tantas cosas más. La confianza en que Dios guiará “por el camino de sus
estatutos” produce la promesa del hablante para obedecerlos. La petición que
sigue se orienta hacia la búsqueda de entendimiento de la ley también para
cumplirla y obedecerla “de todo corazón”. La comprensión de la ley demanda un esfuerzo
continuo de lectura, discusión y aprendizaje para conseguir superar la
oposición espiritual interna que impide la aplicación de los mandamientos
divinos a la vida. Ello permitirá deleitarse en ellos (35) e “inclinar el
corazón hacia sus testimonios, / y no hacia la avaricia” (36) que es la
contraparte subrayada por el Salmo.
Conocer los mandamientos en
profundidad (para forjar una sólida cultura bíblica) (vv. 37-40)
La Toráh no es una letra muerta (cf. 2 Cor 3.2-6), sino un
agente activo vivificador. Esto es, la Toráh no es solo una serie de reglas
sino un modo de presencia del Dios que da la vida (37). La obediencia a la
Toráh es fuente de luz, de vida, de alegría, de satisfacción, de deleite, Ciertamente,
“deleite” (shaíaí),es una repetida respuesta a la Toráh (Sal 119.16, 24,
47, 70, 77, 92, 143, 174). La Toráh no es una carga sino un modo de existencia
gozosa. El poder activo vivificador de la Toráh se refleja también en el Salmo
19.7-9 en el que la Toráh es restauradora de vida.[4]
Los
verbos correspondientes a esta segunda parte (apartar, confirmar, alejar,
ansiar) manifiestan, como a cada paso del salmo, los diversos estados de ánimo
y necesidades que se espera que cubra la ley divina. La primera petición manifiesta
el rechazo por el politeísmo del ambiente ideológico y religioso de la época
(37), lo cual fue un conflicto cíclico en la historia del antiguo Israel. La
concientización familiar y comunitaria al respecto obedeció a los avances
proféticos que denunciaron ese problema teológico. De ahí la necesidad de que
el salmista pida que el Señor “confirme su palabra a su siervo” (38), a fin de
que ella sea una auténtica plataforma de pensamiento y de acción. El salmista,
además, expone su temor a la deshonra (39) como parte de su experiencia de fe.
El v. 40 se refiere a la ansiedad por
conocer los mandamientos divinos en profundidad, es decir, lograr una
familiaridad informada y reflexiva que permita ir de lo general a lo particular
(y viceversa) en la lectura, meditación y asimilación de los contenidos de cada
libro bíblico (en nuestro caso), y contra así con un buen panorama de la totalidad.
Eso permitirá detenerse en cada sección o fragmento con suficiente seguridad
para atreverse a afirmar: “La Biblia dice…” sin incurrir en excesos o
tergiversaciones del mensaje sagrado. La petición final está acorde con el
espíritu general del Salmo: “¡Dame vida conforme a tu justicia!” (40b).
Conclusión
El
Salmo 119 representa una búsqueda persistente de conocimiento e interpretación
adecuada de la ley divina en camino de la obediencia, pues ésta es la razón de
ser de la vida justa: “…la obediencia a la Toráh es un punto de partida, una
plataforma de lanzamiento, desde donde montar una conversación progresiva con
Dios a través de la experiencia cotidiana. Así, el salmo no es estrechamente ingenuo
acerca de la Toráh como podría indicar un primer vistazo. Explora una variedad
de temas relacionados con la fe. Cumplir la Toráh no es toda la fe bíblica pero
sí el punto indispensable de partida”.[5]
La palabra divina debe ser recibida y aplicada “con todo el corazón”, una frase
recurrente que aparece también en el v. 69 y varias veces en Deuteronomio (4.29;
6.5; 10.12; 11.13; 30.6).[6]
La intención de comprender bien el mensaje de la Sagrada Escritura es parte de
un esfuerzo de intelección permanente para todo creyente sincero y fiel.
[1] W. Brueggemann, El mensaje de los Salmos. México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 392. Énfasis
agregado.
[2] Hans-Joachim Kraus, Los Salmos. Salmos 60-150. II. Salamanca,
Ediciones Sígueme, 1990, pp. 577-578.
[3] Ángel González, El libro de los Salmos. 3ª ed. Barcelona,
Herder, 1984, p. 544.
[4] W. Brueggemann, op.
cit., pp. 55-56.
[5] Ibid., pp. 56-57.
[6] Kent Aaron Reynolds, Torah
as teacher: the exemplary Torah student in Psalm 119. Leiden,
Brill, 2010 (Supplements to Vetum Testamentum, 137), p. 72.
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