20 de agosto, 2023
Esto es lo que me ha tocado:
poner en práctica tus mandamientos.
Salmo 119.56, Reina-Valera Contemporánea
La Biblia, pues, nos proporciona una identidad alternativa, una manera alternativa de entendernos a nosotros mismos, un modo alternativo de relacionarnos con el mundo; nos reta a repensarnos y nos invita a unirnos a la peregrinación de aquellos que viven en los despojos de la historia, con empatía, al abrigo de un Dios aliado que también peregrina por la historia. Este modo de entender la vida nos expone al dolor (crucifixiones), pero también a las sorpresas reparadoras del resurgir de la vidas (resurrecciones) que se manifiestan en nuestra cotidianidad.[1]
Walter Brueggemann
Trasfondo
La Sagrada Escritura, en su
desdoblamiento como revelación escrita de la palabra divina, considera una
serie de etapas para su recepción y aplicación práctica. En su figura antigua
de Ley, debía ser obedecida y puesta por obra en el marco de las condiciones
delineadas por el pacto. Al quebrantarse los mandamientos, había una serie de
sanciones que Yahvé ejercía en contra del pueblo, colectivamente, o contra sus
representantes. Todo ello desembocó, teológicamente, en la pérdida del
territorio, del Estado y del Templo, como consecuencia de la cadena de
desobediencias a la ley. Guardar la ley era la consigna. “Cumplan
cuidadosamente los mandamientos, testimonios y estatutos
que el Señor su Dios les ha ordenado cumplir. Haz lo recto y lo bueno a los
ojos del Señor, para que te vaya bien y entres y tomes posesión de la buena
tierra que el Señor juró dar a tus padres” (Dt 6.17-18). El sacerdocio, a su
vez, responsable de promover la obediencia a la Ley en medio del pueblo,
progresivamente se fue corrompiendo y también incurrió en deslealtad hacia el
Señor Dios (Éx 24.7; Jos 23.6). El surgimiento de la profecía funcionó como una
especie de “auditoría espiritual” marcada por el carisma y la espontaneidad de
quienes la ejercieron y se confrontaron con los monarcas, el sacerdocio y el
pueblo, por lo que fueron una especie de “terceros en discordia” al señalar las
áreas específicas en donde eran evidentes las desobediencias (Miq 6.6-8). A su
vez, la literatura sapiencial (propia de los “ancianos” del pueblo, como
institución consolidada) fungió como un segundo “órgano interno de control” al
agregar la sabiduría popular y el “sentido común” como parte de la revelación
especial al paquete de la Ley y los Profetas (Pr 3.1; 29.18). La literatura
apocalíptica, por su parte, funcionó como un “juicio irrebatible” ante el cual
todo lo acontecido históricamente pasó por el tamiz espiritual de la fe
absolutamente basada en la obediencia a la ley divina (Dn 9.5-6, 10-11). En el
caso de Jesús de Nazaret, su autoridad moral, teológica y espiritual se erigió
como una fuente carismática y profético-apocalíptica para evaluar el grado de
obediencia a las instrucciones de la palabra divina.
“Tu palabra me infunde nueva vida”: la capacidad renovadora de la ley
escrita (vv. 49-52)
La enumeración constante de actitudes y
estados de ánimo positivos hacia la ley divina continúa en esta sección: “El
clamor de petición (‘acuérdate’, v. 49) marca el tono fundamental. El orante se
halla de nuevo en enfrentamientos (v. 51). Puesto que Yahvé, con sus auxiliadores,
salvó en otros tiempos a los necesitados, también ahora auxiliará. Esta acción
actualizadora y receptora de ‘recordar’ hace las veces del encuentro efectivo
con el ‘oráculo de salvación’ dirigido individualmente a una persona”.[2] Las promesas
del Señor, ligadas a su Ley, son la razón de la esperanza (49) y es por eso
que, en medio de la aflicción, resultan consoladoras, pues como bien subraya el
v. 50, “tu palabra me infunde nueva vida”. En la confrontación permanente, ahora
con los soberbios, no se aleja de la ley (51). Por eso el consuelo es es “recordar / que tu justicia es siempre la
misma” (52).
El Salmo 119 es estructurado así, con sofisticación delicada
sobre la vida del espíritu. Por un lado, el salmo entiende que la vida con
Yahvéh es una calle de doble sentido. Los que guardan la Toráh tienen derecho a
esperar algo de Yahvéh. La obediencia da entrada a buscar la atención de
Dios, y el don de Dios. Aunque muy cercano a ello este salmo no regatea.
Este es el lenguaje de alguien que tiene acceso no por arrogancia sino por
sumisión. El lenguaje no es indebidamente respetuoso y sí no estridente. Es
vincular una expectativa legítima entre socios que han aprendido a confiar
mutuamente.[3]
La obediencia de la ley aparece como la
parte fundamental para poder esperar en Dios su benevolencia en toda
circunstancia. Ésa y no otra actitud será la que determine que, al trasladar el
efecto de la palabra divina a la vida real, ésta se manifestará no sólo como un
código legal indiscutible sino como una plataforma vital que garantiza una
existencia sana en todos los sentidos.
Poner en práctica la palabra: el
desafío de la vida diaria (vv. 53-56)
A cada paso, la práctica de la palabra se
muestra como una exigencia que se comprueba a cada paso que se da. Eso hace que
el salmista observe con horror cómo hay malvados “que se mantienen alejados de
tu ley” (53). De ahí que, al voltear a ver lo efímera que es la vida, los
estatutos divinos son música para los oídos del fiel creyente (54). Por eso en
la noche piensa en Dios en el sentido de desear sinceramente obedecer la ley
(55): ése es el destino de todo creyente verdadero: llevar a la práctica los
mandamientos mediante el respeto, el amor, el perdón, la empatía y la humildad.
Obedecer la ley, ponerla a funcionar en seno familiar, social y cultural, fue
parte del ideal antiguo para establecer y consolidar una sociedad
auténticamente alternativa, que marcara una diferencia efectiva con los pueblos
y naciones vecinos. El sueño deuteronomista se basaba en la posibilidad viable
de constituir un ambiente de paz, igualdad y justicia que pudiera reflejar las
bondades del Dios libertador.
…uno de los presentes más valiosos que puede hacernos la
Biblia es un marco de referencia para la vida. En este marco deberemos tomar
aún importantes decisiones acerca del mundo, de la libertad, y la
responsabilidad. Pero las Escrituras pueden proporcionarnos recursos e imágenes
que nos ayuden a comprender la vida y a aprovecha su riqueza. Porque la Biblia
presenta la vida humana ligada a la vitalidad que resulta de formar parte de la
historia junto a un aliado que dice cosas nuevas en un mundo más bien fatigado
y exhausto. Lo más característico de este enfoque es precisamente que nos hemos
aliado con alguien que habla de cosas nuevas, desarma todo lo viejo de nuestra
vida y nos insta a acoger la novedad y a orientarnos hacia ella.[4]
Ése es el sentido de las frases que surgen desde el Nuevo Testamento y nos conminan a obedecer, vivir y practicar la voluntad divina revelada. Por un lado, ser “hacedores y no solamente oidores de la Palabra” (Stg 1.22) y entender que “no se puede poner vino nuevo en odres viejos porque éstos se romperán” (Mr 2.22), muestras y ejemplos claros de la novedad de vida hacia la que desea conducirnos esa Palabra antigua, pero siempre vigente.
Conclusión
No
cabe duda de que necesitamos una teología cien por ciento bíblica para movernos
por la vida con toda propiedad y seguridad, sin complejos de culpa, pero
también sin la necesidad de “defender a Dios” al estar rodeados por la
increencia, la blasfemia y la inmoralidad. La cotidianidad es el espacio de
mayor exigencia para poner por obra los preceptos divinos y así conseguir
plenamente reconciliación, estabilidad, espiritualidad, solidaridad, compasión,
justicia y todos los demás valores y virtudes que están a prueba permanentemente.
La cercanía de los hechos diarios reclama una actitud continua y transparente
de actuar.
[1] W.
Brueggemann, La Biblia, fuente de sentido.
Barcelona, Claret, 2007, p. 20.
[2] Hans-Joachim
Kraus, Los Salmos. II. 60-150. Salamanca, Ediciones Sígueme, p. .
[3] W. Brueggemann, El mensaje de los
Salmos. México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 57. Énfasis agregado.
[4] W.
Brueggemann, La Biblia, fuente…, p. 14.
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