sábado, 28 de octubre de 2023

Una reforma integral de la iglesia y de la sociedad (Gálatas 4.8-20), Pbro. Emmanuel Flores-Rojas


Ferdinand Pauwels, Lutero clava las 95 tesis

29 de octubre, 2023

¡La sangre pagana vuelve! El Espíritu está cerca ¿por qué Cristo no me ayuda dando a mi alma la nobleza y libertad? ¡Ay, el Evangelio ha pasado!, ¡el Evangelio!, el Evangelio[1].

Arthur Rimbaud 

1. La necesidad de reafirmar el Evangelio

Los hijos de la Reforma supieron muy pronto que la reforma de la Iglesia debería ser perenne, porque ella está conformada por seres humanos de “carne y hueso”, por tanto, por seres finitos inclinados al mal. El apóstol san Pablo supo muy pronto que a la Iglesia tiene que recordársele una y otra vez que no existe otro evangelio: “Me asombra que tan pronto estén dejando ustedes a quien los llamó por la gracia de Cristo, para pasarse a otro evangelio. No es que haya otro evangelio, sino que ciertos individuos están sembrando confusión entre ustedes y quieren tergiversar el evangelio de Cristo” (Gál 1.6-5, NVI).

El evangelio que san Pablo había predicado a los gálatas se encontraba amenazado por los judaizantes, aquellos cristianos de origen judío que creían que las prácticas ceremoniales del AT seguían vigentes para la iglesia del N.T., entre ellas, la circuncisión. San Pablo pregunta: “Sólo quiero que me respondan a esto: ¿Recibieron el Espíritu por las obras que demanda la Ley o por la fe con que aceptaron el mensaje? ¿Tan torpes son? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos?” (Gál 3:2-3, NVI) El apóstol a los gentiles ve en aquellas enseñanzas un ataque directo a la integridad del evangelio, por ello, intenta persuadir a sus lectores de no dejarse engañar por los que intentan “pervertir el evangelio de Cristo” (Gal 1:7, RVR-60). “Gálatas trae un mensaje que es parte de un constante debate, y establece una comunicación en primer lugar, entre el remitente y los destinatarios, y luego con los oponentes, de tal modo que todos los lectores de la carta se sientan participantes del debate. Tal situación hace de Gálatas una apología presentada de forma escrita; por el uso de la retórica ésta es concebida como un arte de persuasión”.[2]

La Iglesia es la comunión de los santos, ya lo sabemos; pero la Iglesia visible está conformada también por quienes no son santos ni serán salvos. Jesús lo dijo con claridad meridiana cuando afirmó que la cizaña crece junto al trigo, de tal manera que la Iglesia no siempre está llena de santos y menos aún de santidad. Ni todos los santos están en la Iglesia visible, ni ninguna iglesia puede reclamar inmunidad ante las desviaciones ajenas a la Palabra del Señor, ya que ni siquiera la iglesia primitiva lo estuvo. De ahí que las iglesias de la reforma pronto tuvieron que formular aquel apotegma tan caro para las Iglesias reformadas: Ecclesia reformada et semper reformanda est secundum Verbum Dei, con el cual querían expresar que la reforma de la iglesia es ineludible y que es una tarea colectiva propia de cada generación de creyentes comprometidos con el evangelio de Jesucristo. ¿Qué significa para los evangélicos del siglo XXI afirmar nuestra herencia protestante en la actual coyuntura histórica y social? Significa luchar denodadamente por mantener la integridad del evangelio apostólico, sobre el que está fundado la fe de la Iglesia.

 

2. La vida sin Cristo versus la vida en Cristo

San Pablo les recuerda a los gálatas lo que era su vida pasada, lo que era su existencia antiguamente: “Antes, cuando ustedes no conocían a Dios, eran esclavos de los que en realidad no son dioses.”  (Gal 4:8, NVI). Las personas paganas y sin Dios creen, como los gálatas creían, que los poderes espirituales que adoran son dioses. En la carta a los Efesios san Pablo había escrito en el mismo sentido: “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef 2.12, RVR). El contexto de las palabras del apóstol a los gentiles en la carta a los Gálatas se da en el marco de la adopción divina de aquellos que por “naturaleza” no eran hijos: “… a fin de que fuéramos adoptados como hijos. Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba! ¡Padre! Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero” (Gál 4.5b-7, NVI). Así como los gálatas anteriormente no eran hijos por naturaleza, tampoco los ídolos a los que les rendían culto eran “dioses por naturaleza”.

La carta a los Gálatas es el gran manifiesto paulino de la libertad cristiana. San Pablo enseña en los versículos anteriores que por nuestra fe en Cristo ya no somos más esclavos de los elementos de la naturaleza ni de las leyes humanas que quieren someternos a su imperio: “¡Ustedes siguen guardando los días, los meses, las estaciones y los años!” (Gal 4:10, NVI). Bajo esta conducta san Pablo ve una “regresión” espiritual que colocaría a los gálatas bajo una situación anterior a la de la madurez de la fe en Cristo: “Así también nosotros, cuando éramos menores, estábamos esclavizados por los principios de este mundo”. (Gál 4.3, NVI). ¿Qué son esos principios de este mundo? En ese tiempo se creía que eran poderes y potestades espirituales concebidas como deidades que controlaban los astros y determinaban la suerte de los seres humanos (cf. Col 2.8, 20). San Pablo escribe que ni lo uno (la astrología) ni lo otro (la ley mosaica), debe volver a someternos, porque la fe en Cristo “nos ha hecho libres de mandamientos y doctrinas de hombres contrarios a su Palabra” (Confesión de fe de Westminster). En suma:


Pablo mira hacia atrás, y la situación idolátrica del pasado (τότε = “un tiempo”) es juzgada con los ojos del presente, para luego ser contrapuesta con la experiencia cristiana actual y con el peligro de retornar a la servidumbre a la que los gálatas están nuevamente expuestos. El hecho es que antes era normal que los gálatas estuviesen al servicio de los “seres”, pues no conocían a Dios (οκ εδότες θεν), para hablar del período antes de la conversión de ellos. Pero, en la situación actual eso no se justifica más, pues ahora los gálatas conocen a Dios (γνόντες θεόν), en el sentido de que ya experimentaron lo que significa pertenecer a Dios y hacer la experiencia de la vida con Él. En ese sentido, Pablo “aprisiona a los gálatas en la misma experiencia vivida juntos: él y ellos”, en una historia común. Más aún, ellos son “conocidos por Dios” (γνωσθέντες π θεο), lo que indica de dónde proviene el origen de la “iniciativa salvífica” y el hecho de que el “el conocimiento comienza por iniciativa divina y no a partir del ser humano”, indicando que los gálatas debían ir perfeccionando este conocimiento. Por eso, Pablo afirma que los gálatas, después de haber conocido “todos los beneficios de la gracia de Dios”, ahora están sirviendo a cosas que en realidad no son dioses (δουλεύσατε τος φύσει μ οσιν θεος / sirvieron a los que por naturaleza no son dioses), no en el sentido de volver a vivir como paganos, sino de someterse a la ley mosaica, que también los llevaría a una esclavitud comparable a la anterior.[3]

3. La nueva vida en Cristo que continuamente es amenazada

Ahora que los gálatas conocen a Dios (porque él los ha conocido primero) no deben volver atrás. Recordemos que la fe en Dios no la ha generado nadie por propia iniciativa, sino que procede de Dios como un regalo para aquellos que han de ser salvos por él (Ef 2.8). Por eso, el apóstol san Pablo se siente sorprendido de que los gálatas estén volviendo al pasado: “¿cómo es que quieren regresar a esos principios ineficaces y sin valor? ¿Quieren volver a ser esclavos de ellos?” —les pregunta. ¿Qué era lo que se estaba poniendo en juego en Galacia? La integridad misma del Evangelio: “Pero aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara acerca de unas buenas noticias distintas de las que hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición! Como ya lo hemos dicho, ahora lo repito: si alguien les anda predicando un evangelio distinto del que hemos recibido, ¡que caiga bajo maldición!” (Gál 1.8-9, NVI).

Aunque Pablo mismo había sido recibido como un “ángel de Dios” cuando llevó el evangelio a Galacia, ahora se encuentra sorprendido por la actual conducta de sus discípulos. La integridad del evangelio requiere la constante reforma de la Iglesia para que ésta pueda mantenerse en sintonía con la voluntad de Dios, san Pablo lo enseñó magistralmente en Romanos 12.1. La experiencia del apóstol a los gentiles con las iglesias de Galacia demuestra que la reforma de la Iglesia siempre exigirá un regreso a las fuentes prístinas del evangelio de Cristo. Si la Iglesia ha de seguir proclamando el evangelio de Cristo, debe someterse a una reforma constante que le permita regresar una y otra vez al evangelio inmutable que no cambia en ninguna circunstancia ni bajo ninguna época, solamente así, la Iglesia podrá mantenerse fiel a Dios y a la palabra de los apóstoles que predicaron en nombre de Cristo. Si la Iglesia ha de contribuir a algún cambio social, habrá de hacerlo desde su fidelidad al evangelio.



[1] A. Rimbaud, “Mala sangre”, en Poemas esenciales. Barcelona, Salvat, 2023, p. 79.

[2] José Luiz Izidoro, “Introducción a las cartas de Pablo a los Gálatas”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 76, p. 18.

[3] Waldecir Gonzaga, “El Evangelio de la ternura y la solidaridad. Gál 4.8-20”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 76, p. 63.

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