sábado, 2 de diciembre de 2023

Los albores de la luz divina para el mundo (Lucas 1.67-79), Pbro. L. Cervantes-Ortiz


3 de diciembre de 2023

La aurora nos visitó desde lo alto,

para alumbrar a los que viven en tinieblas

y en medio de sombras de muerte;

para encaminarnos por la senda de la paz.

Lucas 1.78b-79, Reina-Valera Contemporánea

 

Trasfondo

El cántico de Zacarías, llamado Benedictus, por su primera palabra, parte de una recapitulación puntual y sintética de la historia de la salvación a la manera en que muchos salmos y algunas otras partes del Antiguo Testamento refieren la actuación de Dios a favor de su pueblo. Aquí, luego de ese breve recuento y del anuncio de la venida del Mesías “en la casa de David, su siervo” (v. 69), se centra en la figura de Juan, su hijo (vv. 76-78a), para cerrar con la imagen de la luz de la aurora que, teniendo como punto de arranque el nacimiento de Jesús, vendría a iluminar “a quienes viven en sombras de muerte” (v. 79b). Todo un auténtico mensaje de Adviento, de anticipación, de esperanza situada en los planes divinos revelados y manifestados durante el tiempo precedente. La concentración del cántico de Zacarías, como no podía ser de otra manera, en la persona de Juan el Bautista, es un anuncio pleno de lo que estaba por venir con la llegada del Mesías tan esperado. Sobre este profeta, el último del Antiguo Testamento (“El paralelismo entre Juan Bautista y Jesús es notable. Es la confrontación y a la vez continuidad de dos períodos en la Historia de la Salvación. ‘Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él’ (Lc 7.28). ‘La ley y los profetas llegan hasta Juan; desde entonces comienza a anunciarse la Buena Nueva del Reino’ (Lc 16.16)”.[1] Rescatar la tradición de Juan bautista, tal como lo hace el texto bíblico, forma parte fundamental de la comprensión y celebración del Adviento. 

Historia de salvación e intervención divina (vv. 67-75)

La reconstrucción que Zacarías hace de la historia de salvación, destaca la frase “…ha visitado y redimido a su pueblo” (v. 68b), tomada de otros textos (especialmente el Documento de Damasco, de Qumrán), alude directamente a la intención divina de liberar a su pueblo de la opresión como parte de las promesas de la Alianza. Sobre el v. 69 la enunciación es muy directa: “‘Ha suscitado una fuerza (literalmente: un cuerno) de salvación’: se trata una vez más de una fórmula sacada del Antiguo Testamento. Este utiliza el verbo ‘suscitar’ (egeira) en relación con unos personajes suscitados por Yahvé para la salvación de su pueblo, como los jueces (Jue 3.9, 15)”.[2] “En los libros proféticos en particular, Dios visita a su pueblo a veces para castigarlo y, más frecuentemente, para salvarlo golpeando a sus enemigos. Zacarías habla de una visita salvífica (las palabras ‘rescatar’, ‘salvar’, ‘salvación’, ‘librar’, ‘misericordia’, ‘alianza’, ‘arrancar’, ‘sin temor’ se añaden unas a otras en los vv. 68-75)”.[3]

La continuidad que Zacarías encuentra en este plan lo hace resumir en el v. 71 el anuncio específico al respecto: “Salvación de nuestros enemigos, / y del poder de los que nos odian”. Además, es una muestra de la manera en que “el Señor recuerda su pacto” (72; Sal 11.5). Comenta Karl Barth: “¿Qué hubieran podido contra Israel los asirios, los babilonios, los filisteos, los egipcios, si Israel hubiera sido fiel a Dios? Pero con su infidelidad, el mismo Israel provocó a sus verdaderos enemigos. […] Pues bien, de esos enemigos ha sido liberado”.[4] El objetivo máximo del plan divino fue “hacer misericordia con nuestros padres” (72a) en lo que se presenta como se revela como “el Dios de la memoria, el que realiza lo que había dejado vislumbrar desde el pasado más remoto”.[5] El objetivo primordial era servirle sin temor (74).

La actuación futura y profética de Juan (vv. 76-77)

En el anuncio del nacimiento de Juan se afirma: “Él hará que muchos de los hijos de Israel se vuelvan al Señor su Dios, y lo precederá con el espíritu y el poder de Elías, para hacer que los padres se reconcilien con sus hijos, y para llevar a los desobedientes a obtener la sabiduría de los justos. Así preparará bien al pueblo para recibir al Señor” (1.16-17). “En el v. 76a, la proclamación ‘serás llamado profeta del Altísimo’, que Zacarías dirige a Juan, se presenta como el eco del anuncio hecho por el ángel a María a propósito de Jesús, en Lc 1.32: ‘Será llamado Hijo del Altísimo’. De esta forma, la misma referencia a Dios sirve para establecer desde el punto de partida la vocación de los dos niños: A continuación, el v. 76b precisa: ‘Marcharás delante del Señor’: se reconoce aquí un giro típico de Lucas, el verbo ‘ir’”.[6] El v. 77 describe la misión de Juan del mismo modo en que Hch 5.31 habla de la misión de los apóstoles: el tema del perdón de los pecados y el del don del Espíritu expresan las dos dimensiones de la salvación por medio de Cristo. El Benedictus, por tanto, presenta la misión y la predicación de Juan como una anticipación de la misión y predicación de la iglesia.

En Lc 3.1-20 aparece el resumen de su accionar profético, su mensaje y sus exhortaciones, y en 3.21-22 del bautismo de Jesús por su mano. Lucas no deja de mostrar las diferencias de enfoque entre Juan y Jesús: “Juan Bautista pensaba en signos mesiánicos extraordinarios, donde se manifestarían la ira y el fuego de Dios. Jesús por el contrario sana enfermos y anuncia a los pobres una Buena Nueva, por eso manda este mensaje a Juan (y a todos nosotros): “dichoso aquel que no halle escándalo en mí”.[7] 

“La aurora que nos visita desde lo alto” (vv. 78-79)

Para Lucas, “hacer el balance es también mirar hacia el futuro: Juan dará al pueblo conocimiento de la salvación en el perdón y gozará de la visita de un Sol que, aunque “levante”, vendrá de lo alto”.[8] En el v. 78b, el cántico designa al Mesías como “el Astro de lo alto” (anatolé ek hypsous). Esta denominación peculiar tuvo origen en Jr 23.5, tal como lo tradujo la Septuaginta: “He aquí que vienen días, dice el Señor, y yo suscitaré a David un germen justo (anatolé dikaia) y reinará como rey..., impondrá el juicio y la justicia en la tierra”. A partir de ese texto, la palabra anatolé, que puede significar también “germen (heb. yemá) que surge”, o también “una luz o un astro que se eleva”, se convirtió, en el Antiguo Testamento y después en el judaísmo (Zac 3.8; 6.12), nada menos que en un nombre propio del Mesías esperado. Éste es el astro que permite ver donde reinaban las sombras o tinieblas (79a) y por quien vendrá también la paz (79b). 

Conclusión

 

Estas palabras de Zacarías resumen el conocimiento que tiene de su hijo, de aquel testigo de Dios que se le ha dado. En este cántico de alabanza no se habla de Juan más que por alusión […] La alegría del nacimiento de Juan ha de ser la alegría absolutamente directa de la presencia del Salvador. Para explicar a Juan hay que pensar en Jesucristo mismo, hay que pensar que Él es el Mesías esperado: hay que comprender que aquí se anuncia a Jesucristo. La presencia de Jesucristo no es un acontecimiento nuevo: es la antigua presencia, que ha existido siempre y que ahora se manifiesta definitivamente; es la presencia levantada en el centro del tiempo, para el pasado y para el futuro.[9]



[1] Pablo Richard, “El evangelio de Lucas: estructura y claves para una interpretación global del Evangelio”, en RIBLA, núm. 44, 2003/1, p. 11.

[2] Michel Gourgues, Rezar los himnos del Nuevo Testamento. Estella, Verbo Divino, 1993 (Cuadernos bíblicos, 80), p. 27.

[3] Yves Saoût, Evangelio de Jesucristo según san Lucas. Estella, Verbo Divino, 1993, p. 16.

[4] K. Barth, Adviento. Madrid, Studium, 1970, pp. 83-84.

[5] M. Gourgues, op. cit., p. 27.

[6] Ibid., p. 29.

[7] P. Richard, op. cit., p. 15. Cf. C. Perrot, Jesús y la historia. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1982, pp. 80-110.

[8] Y. Saoût, op. cit., p. 16.

[9] K. Barth, op. cit., pp. 82, 83.

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