10 de diciembre de 2023
Porque un niño nos ha nacido, ¡un hijo nos ha sido concedido! Sobre sus hombros llevará el principado, y su nombre será “Consejero admirable”, “Dios fuerte”, “Padre Eterno” y “Príncipe de paz”.
Isaías 9.6, Reina-Valera Contemporánea
Trasfondo
Es tanto el interés por cristianizar las profecías de Isaías, que casi siempre se pasa por alto la coyuntura específica que propició el anuncio con proyecciones mesiánicas que siempre se recuerda en esta temporada. Comprenderla mejor puede ayudar a desplegar en la historia de la salvación el planteamiento divino encaminado a introducir en el mundo su reino de paz y justicia. En estos momentos, en los que una vez más la violencia está presente en los mismos territorios aludidos por Isaías y en donde nació y vivió Jesús, es preciso recuperarla para comprender la forma en que el mesianismo se instaló en la conciencia del pueblo de Dios. El gran contexto es la llamada guerra siro-efraimita, es decir, la alianza entre Siria e Israel en contra de Judá a fin de deponer al rey Acaz (Is 7.1-2). Acaz, atemorizado, buscó el apoyo del rey asirio Tiglat-pileser III (2 Re 16.7-9), quien respondió y atacó a Siria, matando a Resín. En Is 8.7-10 se alude ya al Emmanuel como presencia directa de Dios, al grado de que los caps. 6-12 se conocen como el “Libro de Emmanuel”: “…el ‘signo’ del niño nacido [7.14] no sólo es un punto importante y de referencia en los seis capítulos, sino que es uno de los datos organizadores de la unidad”.[1] “Las consecuencias de la guerra llevan a Isaías a reconsiderar el conjunto de la situación. Históricamente, la política del rey Acaz, con sus debilidades y su sumisión a Asiria, se había hecho impopular, hasta el punto de que tuvo que asociar al trono a su hijo Ezequías por los años 729-728. Decepcionado por el comportamiento de Acaz durante la guerra, Isaías puso todas sus esperanzas en su sucesor. Sigue creyendo en la dinastía, en la mediación real: el rey es el instrumento escogido por Dios para la salvación del pueblo”.[2] Isaías obliga hoy a hacer un análisis geopolítico para percibir mejor las promesas divinas.
El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz (vv. 1-5)
“Gran profecía, que llamaremos
tentativamente mesiánica. El nacimiento del niño como don de Dios
inserta sólidamente este oráculo en el signo de Emmanuel, como un injerto que
crece pujante hacia la altura. Porque el profeta se remonta apoyándose ligera y
sólidamente en la situación histórica: crisis bélica, dinastía davídica,
nacimiento de un niño, son datos históricos delimitados; el cuádruple nombre y
lo que anuncian trascienden el recinto histórico”.[3] Las
regiones mencionadas en el v. 1 son las conquistadas por Asiria e incorporadas
a su imperio, en medio de gran tensión entre la humillación y el ensalzamiento.
En medio de las tinieblas, símbolo del caos imperante, “sombras de muerte” (v. 2),
surge repentina la luz como parte de una nueva creación. Se anticipa algo
milagroso que aún no se explica: la luz que aparece como complemento, será el
sujeto dominador del ambiente expuesto. La ideología real lo domina todo: “La
luz es el símbolo de la salvación y también de la llegada de un nuevo rey que,
en los textos egipcios, se comparaba con el nacimiento del sol. También en los
textos bíblicos se asocia la realeza y la luz (2 Sam 23.3-4), la entronización
real y la aurora (Sal 110.3)”.[4]
“En un crescendo
impresionante, el v. 3 expresa el gozo y la alegría que reinan en el pueblo. El
término gozo, repetido tres veces en este corto versículo, es un término
que aparece en los dos relatos de entronización de un rey en el A. T.: la de
Salomón (1 Re 1.40) y la de Joás (2 Re 11.14, 20). El término que expresa la
alegría tiene un origen diferente: parece estar ligado a la fiesta cananea de
otoño, fiesta que los israelitas hicieron suya y que sirvió probablemente de
marco a la coronación real. La audacia de Isaías es sorprendente: utiliza un
término de resonancias paganas para expresar el gozo que provoca la acción
salvífica de Dios en el momento de la coronación del nuevo rey”.[5]
“Las comparaciones que se utilizan son igualmente significativas. La siega puede aludir perfectamente a esta misma fiesta de otoño, mientras que el botín prepara el texto que va a venir a continuación. Los vv. 3 y 4 están introducidos por un porque. Sin embargo, el poema no siempre nos dice la causa de esta alegría. Se tiene la impresión de que nos vamos acercando poco a poco al centro vital del poema, pasando de las manifestaciones exteriores a las razones más profundas de ese gozo. Estos dos versículos comienzan exponiendo ciertos motivos de ese gozo: ha desaparecido la opresión, se ha eliminado la guerra. […] El vínculo con la introducción en prosa va siendo cada vez más fuerte. La mención del "día de Madián" resulta muy significativa. Es una alusión evidente a la historia de Gedeón (Jue 6-7): los israelitas se libraron entonces de la opresión que ejercían sobre ellos los madianitas. […] Parece ser que, para Isaías, la salvación del reino del norte pasaba necesariamente por la monarquía del sur. El v. 4 alude a las botas y a la capa de combate utilizadas por las tropas asirias”.[6]
“Un niño nos es nacido”: Dios afirma su
primado histórico de manera renovada (vv. 6-7)
El
v. 6 comienza también con un porque, pero esta vez se expresa la razón
definitiva. La noticia anunciada concierne a una persona: “Un niño nos ha
nacido, un hijo se nos ha dado”. Se trata de un niño que lleva al hombro el
principado. Por tanto, tiene que tratarse de un personaje real. No todos los
especialistas están de acuerdo en el acontecimiento al que alude el poema. ¿Se
trata del nacimiento del heredero real? ¿O se trata más bien del “nacimiento”
que supone la subida al trono? No hay pruebas suficientes para decir que en
Judá se celebraba solemnemente el nacimiento físico del heredero real. […].[7]
Aquí,
el hijo es dado por Dios, como indican los verbos en forma pasiva, y tendrá un
papel importante para el pueblo, ya que “se nos ha dado”. El principado sobre
su hombro alude probablemente al manto real que era el símbolo del poder (cf.
Is 6.1). El poema proclama a continuación los nombres del nuevo rey. Se ha
discutido mucho a propósito de estos nombres extraños. […] Como se ha visto, la
sabiduría real, el consejo, era una de las bases del gobierno, uno de los
fundamentos de la monarquía. El nuevo rey es una maravilla de consejero. Es
importante el título de maravilloso: en el libro de Isaías sirve con
frecuencia para designar la obra de Dios, su acción. El consejo del nuevo rey,
su sabiduría, procederá de la esfera de Dios.
El
segundo nombre, Dios guerrero, alude a las capacidades guerreras del
rey. Es un título característico por su audacia. Nunca en el A. T. se le había
dado a nadie este título más que a Dios. El nombre Padre perpetuo es
otra alusión a la función del rey, a la preocupación que debe tener por la
prosperidad de su pueblo. Lo encontramos en la boca de David a propósito del
rey Saúl (1 Sam 24,12). El futuro del rey se presenta como indefinido. […] El
título Príncipe de la paz se sitúa en la misma línea. A primera vista
parece paradójico: príncipe hace alusión a la guerra, mientras que paz la
niega. Pero este último término no significa ausencia de conflictos. Engloba el
conjunto de circunstancias y de realidades que permiten al pueblo vivir feliz.
El v. 7 sigue concretando las cosas. Se trata de un descendiente de la casa de
David. En otros términos, e insistiendo de nuevo en la paz y en la soberanía,
el profeta subraya de nuevo la función del rey: su trono y su realeza se
basarán en el derecho y la justicia; esto supone sabiduría, valentía, prosperidad
del pueblo, paz, felicidad.
Este poema refleja muy bien el significado profundo de la monarquía en Judá. El texto es seguramente muy parecido a los que se utilizaban con ocasión de la entronización de un nuevo rey. […] El personaje aludido debe ser Ezequías y el momento histórico su subida al trono en el 729-728. Después de los desastres de la guerra siro-efraimita, el nuevo rey representa para el profeta la única esperanza. Dios ofrece la salvación a su pueblo de Judá y al reino del norte en la persona del nuevo rey de Jerusalén y en su función de mediador. El nuevo rey es el instrumento de la salvación de Dios.[8]
Conclusión
Con
este poema acaba un periodo de la actividad de Isaías y un momento importante
de la historia de Judá y de Israel. Las consecuencias de todos estos
acontecimientos serán muy grandes para la historia y para la fe del pueblo. “El
texto de Isaías 9.1-7 representa la entronización del niño-rey, hijo de Acaz,
un rey cuya imagen está relacionada con la guerra y la muerte. Estamos dentro
de la teología Deuteronomista: a la culpa sigue el castigo y después de la
transformación, la promesa de restauración”.[9]
Dios se muestra en medio de la historia conflictiva de su pueblo y, a partir de
ella, hace un anuncio marcado por la novedad y la frescura de su actuación
mediante un niño enigmático que cambiará el rumbo.
[1] Luis
Alonso Schökel y José Luis Sicre Díaz, Profetas. I. Madrid, Ediciones
Cristiandad, 1980, p. .
[2]
Jesús M. Asurmendi, Isaías 1-39. 2ª
ed. Estella,
Verbo Divino, 1981 (Cuadernos bíblicos, 23), p. 48.
[3] Luis
Alonso Schökel y José Luis Sicre Díaz, op. cit., p. . Énfasis agregado.
[4] J.M.
Asurmendi, op. cit., p. 49.
[5] Ibid., p. 50.
[6] Ídem.
[7] Ídem.
[8] Ibid., pp. 50-51.
[9] María
Cristina Ventura y Luigi Schiavo, “La niñez como clave para un mundo otro: Una
lectura de Isaías 9.1-6”, en RIBLA, núm. 86, 2022/1, p. 150.
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