sábado, 10 de febrero de 2024

"Creados en Cristo Jesús para buenas obras" (Efesios 2.6-10), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

Vincent van Gogh, El buen samaritano (1890)

11 de febrero, 2024

Nosotros somos creación de Dios. Por nuestra unión con Jesucristo, nos creó para que vivamos haciendo el bien, lo cual Dios ya había planeado desde antes.

EFESIOS 2.10, Traducción en Lenguaje Actual

TRASFONDO

Uno de los temas bíblico-teológicos más apasionantes es la relación entre la fe y las obras. Si hasta el siglo XVI se creía que las obras podrían contribuir, así fuera pasivamente, para obtener la salvación, a partir de la Reforma protestante el concepto cambió radicalmente y colocó las obras, tal y como siempre debió ser, como el fruto de la obra redentora de Dios en la existencia humana. La carta a los Efesios, como parte de su discurso teológico acerca de la iglesia, aborda el asunto y lo sitúa en el marco de la acción divina que crea y sostiene a la comunidad de fe dentro del proyecto cósmico expuesto tan ampliamente por la epístola. Abundando en la exploración de las enormes riquezas de salvación entregadas por Dios, el texto plantea cómo es que en la iglesia es posible disfrutar de dones y bienes espirituales desde esta vida presente para así proyectarse como integrantes de ella hacia el futuro cósmico anunciado y prometido por el Señor.

“NOS SENTÓ AL LADO DE CRISTO JESÚS EN LOS LUGARES CELESTIALES” (VV. 6-7)

La maravillosa conjunción de realidades presentes y celestiales a la que alude el v. 6 forma parte de la gloriosa proclamación de Efesios acerca de la trascendencia con que debe vivirse históricamente la existencia terrenal de la iglesia. En medio de ella se disfrutan desde ya los beneficios que todavía no se han manifestado plenamente, pero que ya son perceptibles gracias a las acciones amorosas de Dios:

Aquí, a diferencia de Rom 6, que distingue entre la asociación presente a la muerte de Cristo por el bautismo y la esperanza de la resurrección, todo parece que esté ya adquirido: no sólo hemos sido revivificados con Cristo, sino que compartimos ya su reino celestial. […] está claro que el autor es demasiado realista para pretender que está ya todo adquirido: multiplica las exhortaciones morales para que los bautizados “se hagan” lo que [ya] son por gracia (4.17- 6.20). Volviendo sobre el tema de la misericordia, el v. 7 presenta el plan de Dios como la manifestación de la sobreabundancia de la bondad divina.[1]

Estar sentados desde ya en los lugares celestiales con el Señor Jesús significa que ya se están disfrutando las bondades de su Reino, esa realidad intra y suprahistórica que es vivida y proclamada por la iglesia. En el v. 7 se subrayan los sucesos futuros en los que se manifestarán ampliamente el amor y la misericordia del Señor. Las mieles de todo ello ya son saboreadas por la iglesia presente como anticipos verdaderos y efectivos.

LA IGLESIA, POEMA DE DIOS Y LAS OBRAS COMO RESULTADO DE LA SALVACIÓN (VV. 8-10)

Por lo anterior, se destaca, una vez más, que todo ello está aconteciendo y acontecerá únicamente por el predominio y la aplicación de la gracia (v. 8) y que nadie puede gloriarse por el resultado de las obras (9), pues ellas son más bien la consecuencia de todo este proceso. La Reforma protestante captó muy bien este contraste al redefinir la relación con las obras: si el Señor Dios ya las ha preparado para que andemos en ellas (10) produciéndolas como fruto de la salvación, ellas no desaparecen sino que se espera que las realicemos aquí y ahora, en el presente siempre exigente para la vida de fe. “Sin merecer por ellas mismas la salvación, las obras buenas (que se detallarán en el capítulo 5) manifiestan la energía de la gracia bautismal: Dios las ha preparado para que nos comprometiéramos a cumplirlas”. [2]

Pero, antes de expresar eso, el apóstol introdujo una de las metáforas más relevantes de todo el Nuevo Testamento acerca de la iglesia: la iglesia es “el gran poema de Dios”, puesto que la frase “nueva creación” implica el uso del verbo relacionado con póiesis, “creación”, de donde viene “poesía” y “poema”, por lo que Dios es el gran poeta que escribe a través de la iglesia una gran composición poética para la gloria de Dios:

La salvación es un regalo radical de Dios; él la ha ideado de principio a fin (como el himno inicial lo celebró). Tiene su origen en su incomparable gracia y se recibe estirando la mano de la fe. Al no depender de nuestras buenas intenciones o acciones y como generoso regalo de Dios, debería eliminar de una vez y para siempre toda presunción humana. En resumen, la iglesia es el poema que Dios ha escrito con la sangre del Mesías Jesús. Somos la nueva creación de Dios llamada a andar un camino alternativo al que sigue el cosmos.[3]

CONCLUSIÓN

Dios, como creador y recreador permanente, se abocó, en la iglesia a escribir un poema grandioso que permite apreciar, desde ella, la enorme bendición de acompañarlo a Él y al Señor Jesús en la eternidad desde ahora, mediante el inmenso desafío de mostrarse como una nueva creación efectiva, iluminadora, transformadora y crítica de las realidades circundantes. Las buenas obras de los creyentes reproducen la nueva creación que Dios ha instalado en el mundo para hacer visibles los signos de su Reino, la gran realidad a la que aspiran el mundo presente y contradictorio, y el cosmos en su totalidad.

1 Edouard Cothenet, Las cartas a los colosenses y a los efesios. Estella, Verbo Divino, 1994 (Cuadernos bíblicos, 82), p. 47.

2 Ídem.

3 Mariano Ávila Arteaga, Efesios. Introducción y comentario. Tomo I. Capítulos 1-3. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2018, pp. 192-193.


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