sábado, 11 de mayo de 2024

Vivir como hijos e hijas de la luz (Efesios 5.8-14), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

12 de mayo, 2024

Por tanto, vivan como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu se manifiesta en toda bondad, justicia y verdad),

Efesios 5.8b-9, Reina-Valera Contemporánea 

Trasfondo

En Ef 5.8ss el apóstol recupera la gran metáfora bíblica de la luz a fin de insistir en la necesidad de que la vida nueva se manifiesta abiertamente en un mundo de tinieblas y sombras. En Romanos 13.12 habla de la necesidad de revestirse con “las armas de la luz”. En II Corintios 4.4, 6 habla del surgimiento de la luz enviada por Dios en Cristo. Con ello da continuidad a la oración referida en 1.18: “Pido también que Dios les dé la luz necesaria para que sepan cuál es la esperanza a la cual los ha llamado, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. En Colosenses 1 también aparece esta metáfora cuando dice que Dios ha hecho dignos “para participar de la herencia de los santos en luz” (1.12) y que “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (1.13). Pablo usa ese lenguaje para ofrecer razones adicionales para que la comunidad nueva no se comprometa con la conducta de las personas inmorales. Aquí no se basa ya en el futuro (el juicio final) sino en el pasado y el presente, esto es, lo que sus lectores eran antes y lo que son ahora. 

Ser luz en medio de las tinieblas (5.8-12)

Todo el párrafo juega con el rico simbolismo de oscuridad y luz. “La ‘oscuridad’ representa ignorancia, error y maldad; la ‘luz’ representa la verdad y la rectitud. En 4.17-18 ya ha pintado el entendimiento oscurecido de los paganos. Antes, sus lectores eran como ellos: ‘en otro tiempo eran tinieblas, mas ahora son luz en el Señor’” (v. 8).[1] En este contraste resuena la oposición, muy de la cultura griega, entre los énfasis apolíneos (ligados a la luminosidad, a la luz del día) y los dionisíacos (relacionados con los actos oscuros, eminentemente nocturnos), tal como lo expuso Friedrich Nietzsche en El nacimiento de la tragedia. En la comunidad de Qumrán sus integrantes se referían a sí mismos como “hijos de luz” para diferenciarse de los “hijos de las tinieblas”, que incluían no sólo al resto del pueblo judío que no formaba parte de ellos sino también a los gentiles. Aunque este sentido “no era tan significativo para las personas que vivían en Asia Menor, que sin embargo estaban bajo la fuerte influencia del incipiente gnosticismo en el cual ‘luz’ y ‘tinieblas’ eran también metáforas poderosas”.[2] El documento Guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas muestra el conflicto temporal y escatológico entre ambas instancias.

El teólogo costarricense Victorio Araya-Guillén, en su enjundioso y persistente acercamiento al tema de la luz, encuentra que:

 

Los creyentes (conversos) constituyen la comunidad de quienes han optado por vivir como hijos e hijas de la luz (Ef 5.8-11), es decir, como miembros de una comunidad que da testimonio de la luz. Pertenecemos a la luz para irradiar en el mundo la luz del Reino de Dios y su justicia (Mt 6.33). “No pertenecemos a la noche, ni a la oscuridad” (I Tes 5.5; Jn 12.36). […] Pablo compara a los creyentes con lumbreras que viven en medio de esta malvada generación, “brillan como lumbreras del mundo, manteniendo el mensaje que da vida.[3] 

Se espera, entonces que esa luz dé frutos, como bellamente dice la versión Dios Habla Hoy: “…pues la luz produce toda una cosecha de bondad, rectitud y verdad”. Todo como obra del Espíritu. “Vivir como hijos e hijas de la luz debe producir frutos tales como la bondad, la justicia y la verdad (5.9); implica no ser cómplices de la oscuridad ni dejarse cegar por ella; sus falsas creencias y obras deben ser denunciadas públicamente (5.11, 13)”.[4] Se debe comprobar lo que agrada al Señor (v. 10) y no transigir con “las obras infructuosas [que no dan fruto] de las tinieblas”, las cuales deben ser denunciadas proféticamente (v. 11):

 

Es tarea ineludible de la nueva humanidad denunciar proféticamente los males que se manifiestan dentro de la iglesia y también en la sociedad. La iglesia lo hace por medio de su conducta social irreprochable, como hijos e hijas de luz, que es en sí una propuesta de una manera alternativa tejer cotidianamente la vida comunitaria (4.17-5.14) de vida comunitaria […]; por su rechazo de las normas que gobiernan a la sociedad, lo cual constituye una forma de resistencia no violenta; y, finalmente, por medio de una denuncia valiente y honesta de los males que la sociedad practica. Rara vez vemos a las iglesias obedecer este llamado.[5] 

Cristo nos alumbrará (5.13-14)

La luz tiene la capacidad de evidenciar las cosas más ocultas (13). Poner al descubierto la maldad es parte de su tarea dado que “la luz lo manifiesta todo”. Es preciso hacer visible (gr. faneroutai) lo que destruye la vida humana y la creación, mostrar las cosas como son en realidad. Es preciso que la luz que proviene del Señor ilumine todo lo que somos hacemos y pensamos, pues somos llamados a vivir como “seres de luz”, exactamente igual que nuestras madres fueron y lo han sido. “Cuando la luz descubre lo que las cosas perversas son en realidad, se abre la posibilidad de un cambio. […] la función iluminadora de la luz para hacer visible lo que otros ocultan e incluso convertirla al bien”.[6] A eso se refirió el Señor cuando afirmó que nadie enciende una lámpara para ocultarla sino al contrario, “la pone en un lugar alto para que alumbre a todos” (Mt 5.15), después de decir a los discípulos que eran “la luz del mundo”. Finalmente, el texto vislumbra, mediante un breve himno bautismal (v. 14), lo que acontece con la llegada de la luz del Señor para sacar a las personas de su modorra, de su sueño mortal:

 

La última parte del v. 14 trata de la luz transformadora de Cristo. Es sin duda un material tradicional […]. Estas palabras representan una confesión o afirmación hímnica que llama a las personas a despertar de su oscuridad y a experimentar la transformación que ofrece el Cristo resucitado. Es posible que la redacción proceda de Isaías 26.19 y 60.1 que tratan de la resurrección y la luz. Pablo describe el proceso por el que la oscuridad se convierte en luz y muestra por qué la afirmación de 5.8 es verdadera: los creyentes experimentan una resurrección con Cristo y son transformados por la luz vivificante.[7] 

Se requiere, por tanto, una resurrección constante, otro énfasis de la teología paulina para ser iluminado por el Señor. El llamado es “a renunciar a las fuerzas de la oscuridad para vivir en la plenitud de la vida del Reino del Mesías Jesús y vencer las tinieblas como Jesús las venció”.[8] 

Conclusión

“No podemos alumbrar sin un constante proceso de discernimiento. Toda la vida ha de ser dirigida por aquello que encaja con Cristo, le es agradable a él, y es adecuado para su pueblo. […] la ‘separación’, la distinción que hemos de encarnar es algo que procede del centro de nuestro ser. Vivimos la integridad de nuestras almas. Sólo podemos ser luz si vivimos la verdad de nuestra relación con Cristo. Deja que tu luz alumbre”.[9] Vivir como hijos e hijas de la luz es la vocación a que hemos sido llamados como parte de la nueva humanidad y de la nueva comunidad.



[1] John R.W: Stott, La nueva humanidad. El mensaje de Efesios. Quito, Ediciones Certeza, 1987, p. 191.

[2] M. Ávila Arteaga, Efesios.T. 2. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2018, p. 110.

[3] V. Araya-Guillén, “La comunidad de los hij@s de la luz”, en Luz sin ocaso. El símbolo de la luz en la Biblia. Alajuela, edición de autor, 2014, p. 68. Énfasis agregado. Cf. Ídem, Caminata en la luz. 40 días en el camino de la luz. Meditaciones bíblicas. Alajuela, edición de autor, 2015.

[4] Aquiles Ernesto Martínez, “‘Firmes y de pie’. Violencia, resistencia y contra-discurso en Efesios 6.10-20”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 68, 2011/1, p. 106.

[5] M. Ávila Arteaga, op. cit., pp. 114-115.

[6] Ibid., p. 116.

[7] Klyne Snodgrass, Efesios. Del texto bíblico a una aplicación contemporánea. Miami, Vida, 2012, p. 329. Énfasis agregado.

[8] M. Ávila Arteaga, op. cit., pp. 114-115

[9] K. Snodgrass, op.cit., p. 342. Énfasis agregado.

*

Las madres son seres de luz

inextinguible y profunda

siempre presente en los momentos

álgidos en los que las sombras acechan

y pretenden dominarlo todo

 

Son la luz divina enviada por su amor

desde la eternidad cercana

fuente de paz / de cariño / de sabiduría

 

Con la paciencia recibida como don

de lo alto / acompañan y guían

dando pautas claras para la vida

 

Encarnan en ellas la pasión constante

por formar mejores personas

y aunque son bastante incomprendidas

no cejan en su afán interminable

por hacer un mundo más justo

a través de sus hijos/as

 

Compañeras de Dios en el esfuerzo

por traer su reino a la realidad

ponen su vida al servicio de todos [Pr 31]:

la recompensa del Señor las espera

puntualmente

 

LC-O

11.5.24

 

“Dones”, Luis G. Urbina

Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría

ingenua; su ironía

amable: su risueño y apacible candor.

¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía,

tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

 

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,

el anhelo nervioso e incansable de amar;

las recónditas ansias de creer; la dulzura

de sentir la belleza de la vida, y soñar.

 

Del ósculo fecundo que se dieron dos seres

el gozoso y el triste- en una hora de amor,

nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres

quien me ha dado el secreto de la paz interior.

 

A merced de los vientos, como una barca rota

va, doliente, el espíritu; desesperado, no.

La placidez alegre poco a poco se agota;

mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota

de mis ojos la lágrima que la madre me dio.

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