viernes, 7 de junio de 2024

Armarse de Dios para el conflicto (I) (Efesios 6.10-13), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

9 de junio, 2024

Protéjanse con la armadura que Dios les ha dado…

Efesios 6.11a, Traducción en Lenguaje Actual 

Trasfondo

Hace pocos días el reelecto presidente salvadoreño Nayib Bukele afirmó que su gobierno ganó una “guerra espiritual” contra las pandillas lo que permitió una pacificación en esta nación que en algún momento fue señalada como “la capital mundial del crimen”. Dijo, además, que las pandillas eran satánicas y que fue un verdadero milagro haber apaciguado al país: “La principal arma que usó para combatir a las pandillas fue ‘orar’. ‘Nuestra impresionante victoria se debió a que ganamos la guerra espiritual muy, muy rápido’”, aseguró.[1] Pero ¿qué es en sí la llamada “guerra espiritual”, un concepto abiertamente religioso que en labios de un gobernante sonaría bastante fuera de lugar. Se trata de la creencia en que los/as seguidores de Cristo están en un permanente conflicto con los principales opositores espirituales (Satán, ángeles caídos, espíritu malignos) a los planes y acciones de Dios. Así se caracterizado así la enseñanza bíblica acerca de la oposición espiritual al proyecto divino de salvación. El problema consiste en que todo lo que hacen la iglesia y los creyentes gire alrededor de esa idea, como bien se ha analizado:

 

El tema de la lucha espiritual caracteriza la historia bíblica desde su principio hasta el final. Esta realidad ha llevado a algunos cristianos prácticamente a comprender la vida y la misión de la iglesia en términos de una guerra espiritual. Generalmente, estos sectores de la iglesia conciben el conflicto espiritual como una lucha contra los poderes invisibles del mal, los que son identificados como demonios, ángeles caídos, huestes espirituales malignas, emisarios y agentes espirituales de Satanás, el principal entre ellos; sin embargo, poca, o ninguna, atención prestan a las manifestaciones humanas y concretamente estructurales de los poderes del mal.[2] 

La “guerra espiritual” está en íntima relación con el concepto paulino alusivo a los “principados y potestades” (archaí kaí exousíaí; Ef 3.10), una frase tomada por el apóstol del lenguaje político de la época que de ese ámbito pasó al mundo supraterreno en asociación con otros términos.[3] Hoy se asocia, en algunos sectores evangélicos aficionados al tema, a palabras tales como: guerra espiritual estratégica, centros de poder, demonología, reprender, atar, amarrar, espíritus territoriales, etcétera.[4] 

Mantenerse firmes en el Señor y en el poder de su fuerza (6.10-11)

La exhortación dominante del pasaje es a “mantenerse firmes” en todo lo que representa el Señor Jesucristo para beneficiarse del poder de su fuerza (v. 10). Es necesario, agrega, “revestirse de toda la armadura de Dios” para hacer frente a todas las argucias del diablo (v. 11).

 

Se percibe en este texto una condena del mal que operaba a través de estructuras y prácticas opresoras de la civilización greco-romana, las cuales destrozaban la vida de la vasta mayoría de la población. Sin obviar las manifestaciones del mal a nivel individual, esta interpretación se dedica principalmente a mostrar las dimensiones estructurales del mal que campean en el mundo actual y a sugerir cómo enfrentar esas estructuras y el mal perpetrado o facilitado por ellas, según las pistas que se encuentran en la metáfora de la “armadura de Dios” de los vv. 13-17.[5] 

Echar mano de toda la armadura de Dios (6.12-13)

El v. 12 es bastante prolijo para referirse a esas fuerzas malignas: “La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades [archás, exousías], contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo [kosmokrátoras tou skótous], ¡contra huestes [fuerzas] espirituales de maldad en las regiones celestes [ta pneumátika tes ponerías en tois epouraníois]!”. “San Pablo evoca a las misteriosas Potencias que ejercían su acción sobre el mundo, a menudo de forma tiránica, antes de la venida de Cristo. Cristo las derrotó por su resurrección, pero su derrota no está consumada, de manera que siguen oponiéndose como rivales, al menos en el espíritu de cierto número de creyentes”.[6] Irene Foulkes subraya: “Al ser calificados como ‘del aire’ (2.2),’“de las regiones celestiales’ (3.10; 6.12) y ‘de las tinieblas’ (6.12), estos poderes trascienden su manifestación dentro de las situaciones concretas de la sociedad. En esta cosmología son, al mismo tiempo, ‘de este siglo/mundo’ (1.21; 6.12) y de más allá de este mundo”.[7]

Ella misma agrega: “Dentro del marco cosmológico conocido, pero con el correctivo del postulado hebreo de un solo Dios supremo, todopoderoso y al mismo tiempo relacionado con el mundo material y los seres humanos, la fe judeo-cristiana subordinó a todas las demás entidades espirituales y usó aquí en Efesios el mismo lenguaje mítico para demonizar a las autoridades dominantes que marginaban y explotaban a los habitantes de todo el Imperio”.[8] Esta deconstrucción crítica y profética, al señalar a estas fuerzas enfáticamente, intentaba “neutralizar neutralizar su poder de intimidar a los grupos cristianos e impedir sus esfuerzos por vivir según el modelo de Jesucristo y crear comunidades alternativas donde la ‘bondad, justicia y verdad’ (Ef 5.9) sustituyan al egoísmo y la avaricia (5.1-6.9)”.[9] Sorprende este vocabulario bélico en una epístola que exalta la obra de Cristo, “nuestra paz”, quien creó “una nueva humanidad al hacer la paz” entre pueblos enemistados y “proclamó la paz” a todos (Ef 2.14-17), pero es necesario afrontar el conflicto con base en el poder divino que garantiza el triunfo individual y colectivo. 

Conclusión

 

Al evocar las Potencias, Pablo pensaba en las energías que se manifiestan en el mundo, energías cósmicas y destino, autoridades políticas necesarias pero a menudo tiránicas, fuerzas instintivas y oscuras que dirigen el comportamiento de los hombres. Hoy hablamos de ideologías que engendran “estructuras de pecado”. El mensaje del Nuevo Testamento no recae sobre el análisis de las leyes que dirigen el cosmos y el devenir de las sociedades: es un mensaje de liberación en Cristo. Contra todos los fatalismos que provocan el pesimismo y el desánimo, Pablo no cesa de decirnos que Cristo nos ha liberado de toda servidumbre, de la servidumbre del destino y de la servidumbre de la Ley, y que nos ha abierto el camino real de la agapé.[10] 

Estas estructuras de pecado son las que hoy deben ser combatidas con el vigor del amor, la solidaridad, la confianza y el compromiso que produce la fe en Jesucristo en las comunidades que desean seguirlo de verdad. La exigencia es doble, porque la parte positiva viene siempre del Señor, obviamente, pero la parte negativa es aquella en la que debe mostrarse con toda su intensidad la fuerza y la eficacia de la fe transformadora y de la radicalidad del Nuevo Ser que puede producir Jesucristo en el mundo a través de su iglesia.


Schlier, p. 383


[1] “Bukele sobre las pandillas: ‘Ganamos la guerra espiritual’”, en Deutsche Welle, 6 de junio de 2024, www.dw.com/es/bukele-dice-que-las-pandillas-son-sat%C3%A1nicas-y-que-or%C3%B3-para-acabar-con-ellas/a-69289233

[2] Juan Driver, “Uma visión bíblica de la guerra espiritual”, en Anabaptist World, 15 de agosto de 2029, https://anabaptistworld.org/una-vision-biblica-de-la-guerra-espiritual.

[3] Edouard Cothenet, “Las potencias según san Pablo”, en Las cartas a los colosenses y a los efesios. Estella, Verbo Divino, 1994 (Cuadernos bíblicos, 82), p. 26.

[4] Esteban Voth, “La guerra espiritual: ¿realidad o ciencia ficción?”, en La guerra espiritual: ¿realidad o ficción? p. 9.

[5] Irene Foulkes, “Autoridades, potestades, dominios… ¿Qué hacer con ‘los poderes’ en Efesios?”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 68, 2011/1, p. 131.

[6] E. Cothenet, op. cit.

[7] I. Foulkes, op. cit., p. 133.

[8] Ídem.

[9] Ídem.

[10] E. Cothenet, op. cit., p. 27.

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