sábado, 1 de junio de 2024

Relaciones laborales sanas y edificantes (Efesios 6.5-9) , Pbro. L. Cervantes-Ortiz

2 de junio, 2024

También ustedes, amos, deben tratar a sus esclavos con igual respeto, y sin amenazas. Recuerden que tanto ustedes como ellos pertenecen al mismo dueño. Ese dueño es Dios, que está en el cielo, y él no tiene favoritos.

Efesios 6.9, Traducción en Lenguaje Actual 

Trasfondo

Las relaciones laborales siempre han sido un gran desafío para la fe bíblica y cristiana. Un postulado que atraviesa las Escrituras desde el principio es la necesidad de que las relaciones entre amos o patrones con los siervos, esclavos, empleados u obreros deben ser lo más dignificantes y respetuosas dentro de lo posible. En el Antiguo Testamento se buscaba superar la esclavitud de diversas maneras (Éxodo 21.1-11). En el Nuevo Testamento, fue precisamente el apóstol Pablo quien afrontó el dilema de debatir cómo debían comportarse los amos cristianos con sus esclavos o siervos, fueran cristianos o no. Además de Efesios 6.5-9, en Colosenses 3.22-41 también expone el problema. Efesios reproduce lo escrito en Colosenses con algunos matices diferentes. En la carta a Filemón discute abiertamente el caso de un amo cuyo esclavo escapó de su control y, al convertirse a la fe cristiana, fue exhortado a volver con él, pero en medio de nuevas condiciones de convivencia. La esclavitud era una institución totalmente justificada en su tiempo, tal como lo afirmó Aristóteles en la Ética nicomaquea: “El esclavo es una herramienta viva y la herramienta es un esclavo sin vida”.

 

Este sistema social se legitimaba teológicamente como expresión de la voluntad de los dioses. Las mujeres, los niños y los esclavos nacían en esa condición porque así lo habían determinado los dioses. Estaban predestinados a ese estatus en la vida que por ello era inviolable e inalterable. […]

El trato que los esclavos recibían dependía mucho de las costumbres sociales que les consideraba poco menos que animales, de bajo rango, e infrahumanos. Su estatus jurídico era el de propiedad de sus amos y las ideologías político religiosas usaban cierto sentido de fatalidad y predestinación: los esclavos fueron creados para servir a otros; esa era su suerte y lugar en el mundo. Las ideologías mantenían el statu quo prevalente y legitimaban y perpetuaban la realidad creada por los poderosos.[1] 

La exhortación a la obediencia para los esclavos (6.5-8)

Como en el caso de las esposas e hijos, esta sección comienza dirigiéndose a los esclavos y luego señala los deberes de los amos. El mandato principal a los esclavos, obedezcan, es calificado por algunos elementos importantes que describen la manera en que tal obediencia debía expresarse (vv. 5-8). Las indicaciones concluyen con un enunciado que ofrece una alta motivación y la razón última de la obediencia del esclavo cristiano: su recompensa viene del Señor. El pasaje daba por sentado que los esclavos y los amos eran cristianos (para las instrucciones a esclavos cristianos con amos que no lo eran: I Pedro 2.18-21). En las primeras congregaciones cristianas había muchos esclavos y esclavas, así como libertos y personas libres. Todas escuchan ahora el mensaje para las relaciones en la “casa-empresa”.

Siete son los componentes que se agregan a la exhortación: con respeto y temor (5a); con integridad de corazón (5b); “como obedecen a Cristo” (5c); de manera continua, no por ser vistos (6a) sino “como esclavos de Cristo”; de buena gana (7a); como quien sirve al Señor (7b); y por el premio a recibirse, se fuera libre o esclavo (8). Esta última afirmación es crucial puesto que “Dios mide con la misma vara y juzga de la misma manera a los siervos y a los amos. Para Dios no hay diferencia entre una persona y otra. Todos somos iguales ante sus ojos”.[2] Ahora, ambos son liberados, los amos y los esclavos:

 

Pablo introduce aquí un elemento que socava dicho sistema de patronazgo y busca transformar y redimir la parte cualitativa de dicha relación. Aún en una relación tan opresiva, el esclavo debe superar sus rencores y odios hacia el patrón y darle un servicio de calidad, sincero y generoso. Eso humaniza al patrón tanto como al esclavo. Le imprime

a esa relación una cualidad no vista en aquellos tiempos. Redime una relación de explotación y abuso, desarmando al patrón con una actitud inusitada y desconcertante. El patrón recibe de sus esclavos y esclavas un servicio sincero e íntegro que no merece y que le desconcierta. No es tanto el trabajo hecho como la actitud renovada, que ahora considera al patrón como persona digna de recibir el mejor y más dedicado servicio.[3] 

Los amos también debían someterse a Cristo (6.9)

La sumisión mutua se vuelve a subrayar al inicio del v. 9: los amos o señores (gr. kurioi) tenían una obligación moral y laboral hacia sus esclavos; debían tratarlos con suma consideración y respeto, poniendo de relieve su dignidad humana y su calidad de hermanos en la fe, lo cual debía ser suficiente para sacudir aquella sociedad esclavista. Aunque legalmente eran dueños de los esclavos, no debían actuar como si su vida estuviera a expensas de sus caprichos o de su humor: “También los amos […] deben imbuirse del conocimiento de que ellos, lo mismo que sus esclavos, y juntamente con sus esclavos, están sometidos a un Señor y Juez celestial insobornable, y serán juzgados por él. Él juzga con justicia. Para él no hay acepción de personas [discriminación]”.[4] El verdadero dueño de ambos, amos y esclavos, está en el cielo.

 

Al corresponder a la misma actitud de sus esclavos, los amos se encuentran en una posición compleja. ¿Cómo corresponder a una actitud de sincero servicio y de completa y desinteresada entrega y búsqueda del bien del amo? ¿Qué implica hacer lo mismo para ellos? ¿Hasta dónde llega esa correspondencia? Cuando el amo adopta con humildad la misma actitud de kenosis que asumió Jesús, dejando su lugar alto y privilegiado para dar incluso su vida por el bienestar nuestro, ya se ha liberado a sí mismo y está en el camino insospechado de liberar a los demás.[5] 

Conclusión

 

La exhortación del apóstol no es crítica social. Es mucho más que eso. Aun en los casos en que contempla convivencia de las personas, es un llamamiento a los miembros del cuerpo de Cristo, que hace mucho tiempo que —en Cristo— moran en la oikía y polis celestiales, para que vivan precisamente allí en el ámbito terrenal, una vida que corresponda a lo que son. [...] Cuando el esclavo obedece a su amo con temor y temblor, con sencillez de corazón, de buen grado y con empeño, porque —a través de su amo— ve a Cristo el Señor recibiendo tal obediencia y servicio, y cuando el amo trata bien al esclavo, teniendo conciencia de que ambos tienen un Señor común y Juez insobornable, entonces la esclavitud queda ya superada desde dentro. Su supresión como institución social será consecuencia y prueba de que ha habido esta superación. Pero la esclavitud volverá a resurgir, aunque camuflada, allá donde termine esa superación interna.[6]



[1] Mariano Ávila Arteaga, Efesios. T. I. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2018, pp. 28-29.

[2] M. Ávila Arteaga, Efesios. T. II, p. 192.

[3] M. Ávila Arteaga, Efesios. T. II, p. 186. Énfasis original.

[4] H. Schlier, Carta a los efesios. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1991, pp. 376.

[5] Ibid., p. 193.

[6] H. Schlier, op. cit., pp. 377, 378. Énfasis agregado.

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