sábado, 22 de junio de 2024

Mantenerse alertas y perseverar en la fe, la oración y el testimonio (Efesios 6.18-20), Pbro. L. Cervantes-Ortiz


Iglesia Valdense, Torre Pellice, Italia

XLIX Aniversario de la Iglesia Evangélica Misionera del Pacto El Dorado

23 de junio, 2024

Oren en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y manténganse atentos, siempre orando por todos los santos.

Efesios 6.18, Reina-Valera Contemporánea

 

Trasfondo

La exhortación central de Efesios 6, “mantenerse alertas” (agrypnountes, v. 18b) resuena aquí y ahora como un llamado a la iglesia de todos los tiempos a estar atentos para resistir y firmes en el llamado que Dios le ha hecho. “Una vez que se ha descrito toda la armadura de Dios con la que el pueblo de Dios se ha de vestir ante la inminente batalla, se dan dos instrucciones más que hacen eco a las palabras de Jesús a sus discípulos al enfrentar la hora de las tinieblas (Lucas 22.53, cf. Mateo 26.53) cuando habrían de enfrentar a los poderes y autoridades: vigilen y oren para que no caigan en tentación (Mr 14:38)”.[1] Un paralelismo histórico que manejaremos en este aniversario son los 850 años que se cumplen del movimiento valdense que inició en Francia en 1174 y se consolidó en Italia. Se trata de la iglesia evangélica más antigua de la historia, por lo que muchas veces es mencionada junto con los hussitas y los lolardos como movimientos “pre-reformadores”. La celebración de este aniversario ha comenzado a tomar forma en estos días para que, al igual que la Iglesia del Pacto El Dorado, se afirme la fidelidad de Dios y la manera en que ella promueve y establece la firmeza de la iglesia ante todas las situaciones que enfrente. Particularmente agudas fueron las persecuciones de las que durante varios siglos fueron objeto y se unieron a la Reforma Protestante en el siglo XVI. En 1848 obtuvieron un decreto que les otorgó la libertad religiosa. Su sede principal está cerca de Turín y en Roma cuentan con una iglesia que se ubica a pocas calles de la Plaza de San Pedro (Ernesto Comba, Historia de los valdenses; Giorgio Tourn, Los valdenses, 3 vols.). A Sudamérica llegaron pocos años después y se establecieron en Uruguay y Argentina, principalmente, siendo un ejemplo de testimonio, resistencia y constancia (Roger Andrés Geymonat Hopper. El templo y la escuela. Los valdenses en el Río de la Plata. Montevideo, Planeta, 2007). Hoy en día es una de las iglesias evangélicas más progresistas. 

Orar en el Espíritu y mantenerse alertas (6.18)

Así como se ha utilizado la alegoría de la armadura para afrontar el conflicto espiritual, ahora se habla de los recursos y las prácticas que deben permanecer constantes en la vida de la iglesia y de cada creyente: la fe, la oración y el testimonio. “La oración, como súplica urgente pero confiada, es corolario perfecto a todas las instrucciones sobre la batalla contra los poderes de maldad. La guerra se gana de rodillas. La oración es señal y evidencia de nuestra dependencia en Dios, de que el triunfo depende solo de él y no de nosotros. Él, como Señor soberano, ha triunfado sobre todos los poderes y autoridades”.[2] La oración es, en palabras de Aquiles Ernesto Martínez, una “intercesión empoderadora”, esto es, “una herramienta adicional en la lucha cristiana, dada precisamente su naturaleza espiritual”,[3] una oración ilimitada, urgente y constante.[4] Dialogar con Dios “en todo momento” (18a) con un alto grado de intimidad, respeto a su autoridad y confianza en Él, permite al militante cristiano mantenerse en contacto con su “superior” o su “comandante” para obtener fuerzas, dirección y ánimo. Por ello Pablo termina su exhortación con una referencia a la oración comunitaria.

“Mantenerse alertas” (18b). Esta frase puede expresarse en forma negativa: “No sean perezosos ni relajados”.

 

En el contexto del pasaje, de una batalla constante e intensa, hace alusión al papel de los vigías o atalayas, cuya vigilancia debe ser constante y atenta. Para orar como Dios manda, debemos mantener una actitud de constante vigilancia. La TLA dice: “Manténganse en estado de alerta”. Y esto en el contexto de que somos parte de una comunidad, de un ejército, y en ese sentido somos responsables de la seguridad y el bienestar de los demás hermanos y hermanas. El verbo siempre tiene un sentido comunitario. El contexto hace claro que vigilamos y estamos alertas por el bien de los demás (ver Col 4.12).[5]

 

“Para llevar a cabo la lucha que arrebate su poder a los poderes, no sólo hace falta la espada del Espíritu, la palabra de Dios, sino también la oración del Espíritu, que debe llevarse a cabo abundantemente y sin paralizarla”.[6] 

Perseverar en la fe y el testimonio [misión, evangelización] (6.19-20)

Al abundar en el tema de la oración, especialmente en el momento de solicitarla para él mismo, se combinan la fuerza de la fe y el testimonio misionero como parte de un conjunto indisoluble de actitudes necesarias que manifiesten la perseverancia. No se trata de una petición egocéntrica sino más bien del hecho de aceptar la flaqueza y de afirmar la necesidad de una oración solidaria: “Esto deja [entre]ver que un buen líder está muy lejos de ser autosuficiente. Por el contrario, necesita vitalmente de la perseverancia en los ruegos a su favor de parte de la iglesia. El estado de alerta a que la iglesia es llamada incluye la intercesión urgente por su pastor y líder”.[7] Lo que se ha escuchado acerca de los/as dirigentes de esta iglesia durante sus 49 años y más de existencia permite advertir cómo funciona el ministerio de la oración para el sostenimiento espiritual, moral y psicológico de quienes ejercen cargos de responsabilidad, no solamente los misioneros, pastores o maestros. La petición del apóstol es muy concreta: “…para que, cuando hable, Dios me dé las palabras” (19a), es decir, para que la labor misionera y de proclamación del Evangelio se desarrolle de la forma más adecuada.

“Pablo pide intercesión para poder hablar como hombre libre [parresía, “osadía”]”,[8] dado que se encuentra preso, es un “embajador en cadenas” (20a), pero aun así, requiere “denuedo”, “valentía”, ausencia de temor, “resueltamente” (parresíasomai) para dar un testimonio firme, enérgico y pertinente, incluso si debía hacerlo ante un tribunal. “El apóstol está rogando que, a pesar de su condición de prisionero (3.1,13; 4.1), resultado de su lucha con los poderes de este mundo, él pueda hablar y comportarse con plena libertad o parrêsia. Que en su actitud y mensaje muestre que en Cristo ya goza de la victoria y, aunque preso, está y se sabe libre”.[9]Parresiásdsesthai designa una manera de hablar. Es como en Hch 9, 14, 18 y 19, ‘hablar abiertamente’”.[10] La continuidad en el ejercicio del testimonio (esté quien esté al frente de la comunidad, siempre con una mística y un estilo eclesial propios, que debe mantenerse y fortalecerse), de una sana y continua evangelización (con ideas y prácticas efectivas), en medio de cualquier circunstancia (Pablo está en la cárcel, con todo lo que eso implica: importancia del contexto social e histórico, que casi nunca se destaca en las crónicas eclesiales…) es la base de la perseverancia en el servicio y la misión. 

Conclusión

La historia de toda iglesia local está plagada de testimonios variados de la obra y acción de Dios en medio del mundo y del trabajo de servicio a su Reino. Esta iglesia-insgnia del pactismo en México es una prueba fehaciente de cómo se cumplen las palabras del Nuevo Testamento (Hch 5.38-39): si la obra es directamente de Dios, permanecerá, contra viento y marea, el tiempo que Él ha determinado. Lo que empezó con la predicación de Pablo en Éfeso, la gran ciudad de la diosa Diana, se consolidó por la acción de la gracia y el poder del Evangelio predicado. Sus grandes momentos fueron: a) ese inicio incierto (todo inicio lo es), b) el seguimiento pastoral del apóstol, c) la labor posterior de Juan y la carta de Apocalipsis (2.1-7) y d) el final de un caminar determinado también por el Señor. Cada iglesia experimenta la ruta de su Salvador: vida, muerte y resurrección en diversas formas, pero la esperanza y la confianza están puestas siempre en la fidelidad de Dios a su pacto.

La misión de la iglesia está claramente definida desde el principio:

 

...no es la iglesia la que “tiene” una misión, sino, a la inversa, la misión de Cristo se crea su iglesia. No es la misión la que hay que entender a partir de la iglesia, sino a la inversa. La predicación del evangelio sirve no solamente para adoctrinar a los cristianos y fortalecer su fe, sino también para hacer un llamamiento a los no cristianos.[...]

No se trata de su propia propagación, sino de la propagación del reino de Dios. Su finalidad no es la propia glorificación, sino la glorificación del Padre por el Hijo en el Espíritu. El concepto misionero de la iglesia lleva a una iglesia abierta al mundo en la misión de Dios, ya que conduce a una comprensión trinitaria de la iglesia a partir de la historia de Dios con el mundo.[11]



[1] Mariano Ávila Arteaga, Efesios. T. II. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2018, pp. 231.

[2] Ibid., pp. 231-232.

[3] Aquiles Ernesto Martínez, “‘Firmes y de pie’. Violencia, resistencia y contra-discurso en Efesios 6.10-20”, en RIBLA, núm. 68, 2011/1, p. 108.

[4] M. Ávila Arteaga, op. cit., p. 232.

[5] Ibid., pp. 233-234.

[6] Heinrich Schlier, Efesios. Salamanca, Ediiciones Sígueme, 1991, p. 395.

[7] M. Ávila, op. cit., p. 235.

[8] Ibid., p. 236.

[9] Ídem.

[10] H. Schlier, op. cit., p. 399.

[11] Jürgen Moltmann, “Iglesia misionera”, en La iglesia, fuerza del Espíritu. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1978 (Verdad e imagen, 51), p. 24.

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