28 de julio, 2024
Ya se ha examinado en pasadas predicaciones lo que pasó en el cielo en el diálogo entre Dios y el acusador, cómo a través de ese diálogo Job perdió todas sus posesiones, familia, ganado, y aun su salud, pues se cubrió de llagas todo su cuerpo y por ello tuvo que aislarse de los demás. Todo de forma inesperada, y también se vio la forma en que Job respondió a estos inesperados sucesos en su vida. Dice en 1.20: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré al sepulcro. El Señor me dio, y el Señor me quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!”. Y también lo que dijo en 2.10: “¿Acaso hemos de recibir de Dios solo bendiciones, y no las calamidades?”.
Dice Albert Kamp en su artículo de la revista Concilium:
“Su fe y confianza, demostradas de palabra y obra, confirman efectivamente la
imagen previa de Job. Teme realmente a Dios. Los contenidos de lo que dice
reflejan que es un verdadero creyente. Esto todavía se ajusta a una cosmovisión
religiosa basada en la causalidad: Dios da y Dios quita”.[1] Job
muestra en estas respuestas la fe que tenía en Dios. Sin embargo, debido a lo que estaba pasando, también
se ha visto que Job se había rasgado las vestiduras y se había rapado la cabeza
en señal de luto y estaba sentado en medio de ceniza. El polvo y las cenizas se utilizaban como signos de duelo en el mundo
antiguo. Las cenizas se usaron
en los tiempos del Antiguo Testamento como un símbolo de duelo o de
arrepentimiento. Alguien que deseara mostrar un corazón arrepentido, a menudo
se vestiría de cilicio, se sentaría sobre cenizas, y colocaría cenizas en la
parte superior de su cabeza. Las cenizas significaban también desolación y
ruina. Pero también podían ser una señal pública de arrepentimiento y
humillación ante Dios.
Job era un hombre
importante de todo el Oriente y probablemente lo que pasara en su tierra era de
conocimiento general. Por lo que la situación que enfrentaba era conocida por
sus conocidos cercanos y de otros lados como las regiones de donde provenían
sus amigos. Se había esparcido la información del sufrimiento y calamidades de
Job. Él tenía amigos en varios países que no se pueden ubicar actualmente, pero
alrededor de Edom, lo que ahora es Arabia.
El pasaje que nos
toca examinar es una transición entre el prólogo y los diálogos subsecuentes. Ahora
bien, de acuerdo con otro comentarista, Jean Levêque, la llegada de los tres
extranjeros, Elifaz, Bildad, y Zofar, los amigos de Job, bastaba para asegurar
esta transición entre el prólogo en el que Job se muestra relativamente sereno
y los diálogos inquietantes en que el autor del libro de Job pensaba presentar
su propia visión de las cosas. Pero parece que el autor prefirió prolongar la
transición por medio de un largo rato de silencio.[2]
Nos dice el texto que
tres de sus amigos se enteraron y se pusieron de acuerdo para ir juntos a
verle. Cuando hablamos de estos amigos creemos que se habían ya visitado con
anterioridad, pues los tres amigos eran eminentes sabios y se conocían. Probablemente
ya habían convivido y platicado mucho cada uno en su campo, tenían buena
reputación por su conocimiento. Por eso los vemos preocupados por Job y desean
expresarle sus condolencias y consuelo. Ellos eran Elifaz de Temán, ciudad importante de Edom y profeta, Bildad
de Súah, también profeta, y Zofar de Namat, ciudad de Arabia.
Pues bien, cuando estos
amigos estaban cerca del lugar donde vivía Job, lo vieron y no pudieron
reconocerlo o casi no lo reconocen. Pues ¿como lo verían? Este hombre rico, de
buen vestir y saludable, no estaba ahí. En su lugar vieron a un hombre enfermo,
lleno de llagas, rapado, con su ropa rasgada y sentado en ceniza. ¿Que hicieron
los amigos? Se condolieron de él de tal forma que también rasgaron sus mantos y
se pusieron a llorar, y también en señal de dolor y que sintiera Job su
acompañamiento se echaron ceniza sobre la cabeza, y parece ser que continuaron siendo
sus amigos aún en la adversidad.
Veamos un poco más sobre
esta visita de los amigos de Job. Pensemos que son amigos que tuvo cuando era
un hombre próspero y puede que hayan sido de la misma clase social. Tal vez
eran todos buenos amigos y se habían hecho felices en los buenos días y se tenían
en alta estima, se habían reunido tal vez a comer, se habían entretenido y
edificado con su conversación. Pero ahora que Job estaba en la adversidad vinieron
a compartir con él sus penas como habían compartido antes momentos buenos. A
ellos no los llamaron, ni pidieron que vinieran, sino que vinieron por su
propia voluntad a consolar, aunque como veremos después no hubo el resultado
esperado. Los amigos de Job
vinieron, no por curiosidad, sino para llorar con él, para mezclar sus lágrimas
con las suyas, y así consolarlo. Vinieron a llorar con el en voz
alta, expresando su dolor sincero. Se
sentaron con el en el suelo y se pusieron en el mismo lugar y postura humilde e
incómoda que Job, compartir con él su dolor y pobreza porque habían
compartido con él su alegría y abundancia.
Pero esta visita no fue breve, de un saludo o de un
día solo para saludarlo e irse, sino que decidieron quedarse con él, hasta ver
que pasaba. Se quedaron siete días con sus noches, se quedaron como sus
compañeros en la tribulación. Ustedes saben que el número siete en la cultura hebrea
tiene mucho simbolismo: se relaciona con la
semana de la creación en el
Génesis; el número siete
significa culminación o perfección, que es el número de Dios; cumplimiento de algún
tipo; en el Apocalipsis, el número siete se repite muchas veces (las siete
iglesias, las siete trompetas, siete sellos, etcétera).
Esto da una idea de que los siete días que pasaron juntos sentados en la ceniza fuera de significancia para ellos, tal vez la duración de las penas de Job, y el empiezo a resolverlas, tal vez el cumplimiento del tiempo del duelo y sufrimiento.[3] Pero hay algo más que pasa mientras los amigos están estos siete días sentados con Job. No se atrevían a decirle nada a Job. No le hablaron. Lloraron con él, rasgaron sus vestiduras y se sentaron en ceniza junto a él, acompañándolo. ¿Que significaba ese silencio? En nuestra época, aunque no lo meditemos mucho, el silencio tiene significados varios:
- hay silencios musicales: una pausa que existe en una pieza de música, una nota sin ejecución, melodías con ese nombre,
- falta de ruido, callar,
- el silencio ayuda a reflexionar,
- el silencio de una persona puede decir un sí o un no,
- el silencio permite darle importancia a las palabras que se dijeron antes, etcétera.
¿Qué tan importante
era este silencio de los amigos y Job? Tal vez no tenían mucho que decir para
no incomodarlo, tal vez le quisieron dar espacio en su soledad, tal vez
meditaron entre ellos sobre lo que le pasaba a Job. ¿No les ha pasado a ustedes
alguna vez, cuando alguien de su familia o amigo esta en una situación dura,
que no tienen nada que decir, excepto estar con ellos?
Silencio siete días y
sus noches. Job también pudo haber estado meditando sobre los acontecimientos,
lo que pensaba sobre Dios y lo que estaba pasando con sus emociones, tristeza,
desánimo, enojado, confundido, impaciente. Silencio para pensar las cosas
detenidamente. Ya sabemos que en las Escrituras hay varias partes donde dice
que hay momentos para guardar silencio y momentos para hablar como en Eclesiastés
3. ¿Sería algo de esto por
lo que guardaron silencio? Los momentos
de guardar silencio en esta época de Job también se asocian con dolor y duelo.
Así que era una forma más en que los amigos de Job le daban consuelo.
Sabemos que los amigos de Job sí llegaron a una
conclusión que se desarrollará mas adelante y que es que tal aflicción de Job sólo
podría deberse a sus grandes pecados y que no quería admitir. Indicación que
los amigos también creían en la teología centrada en la retribución, premio y
castigo. Conclusión a la que no llega Job.[4] Job, sin vestido, enfermo,
cubierto de pústulas y expuesto a pública vergüenza, va a ser acusado por sus
amigos. Aunque habían venido para consolarlo, los sabios amigos comienzan a
decir numerosas imputaciones.[5]
Pero a los siete días, Job rompe el silencio Job, se ve su impaciencia al empezar con una
maldición de su día de nacimiento (cap. 3).
Sabemos que nada que hubieran dicho los amigos hubiera mejorado las cosas. Claro que también sabemos por las siguientes lecturas y diálogos que lo que dijeron y pensaban de Job tampoco ayudaron a mejorar las cosas, sino que Job se tuvo que enfrentar a ellos y su forma de pensar sobre Dios. Sin embargo, lo que enseña esta porción del libro de Job es el consuelo que proviene de la presencia de los amigos en la adversidad, es la visita amable de los amigos de Job, su acompañamiento total siguiendo todas las costumbres de la pena y duelo de la época y su propósito de consuelo.
[1] Albert Kamp, “Con causa o sin ella. Imágenes de Dios
y el hombre en Job 1-3”, en
Concilium. Revista Internacional de Teología, núm. 307, septiembre de 2004, p. 522.
[2] Jean Levêque, Job:
el libro y el mensaje. Estella, Verbo Divino,1987, p. 11.
[3] Ídem.
[4] Pierre van Hecke, “Job y sus amigos a propósito de
Dios”; David J. A. Clines, “El Dios de Job”, en Concilium, núm. 307, pp. 529,553.
[5] Julio
Trebolle y Susana Pottecher, Job. Madrid, Trotta, 2011, p. 104.
No hay comentarios:
Publicar un comentario