viernes, 26 de julio de 2024

Los amigos de Job, una presencia inquietante (Job 2.11-13), Mtra. Dulce Flores Montes



Ilya Repin (1844-1930), Job y sus amigos (1869)

28 de julio, 2024

Ya se ha examinado en pasadas predicaciones lo que pasó en el cielo en el diálogo entre Dios y el acusador, cómo a través de ese diálogo Job perdió todas sus posesiones, familia, ganado, y aun su salud, pues se cubrió de llagas todo su cuerpo y por ello tuvo que aislarse de los demás. Todo de forma inesperada, y también se vio la forma en que Job respondió a estos inesperados sucesos en su vida. Dice en 1.20: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré al sepulcro. El Señor me dio, y el Señor me quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!”. Y también lo que dijo en 2.10: “¿Acaso hemos de recibir de Dios solo bendiciones, y no las calamidades?”.

Dice Albert Kamp en su artículo de la revista Concilium: “Su fe y confianza, demostradas de palabra y obra, confirman efectivamente la imagen previa de Job. Teme realmente a Dios. Los contenidos de lo que dice reflejan que es un verdadero creyente. Esto todavía se ajusta a una cosmovisión religiosa basada en la causalidad: Dios da y Dios quita”.[1] Job muestra en estas respuestas la fe que tenía en Dios. Sin embargo, debido a lo que estaba pasando, también se ha visto que Job se había rasgado las vestiduras y se había rapado la cabeza en señal de luto y estaba sentado en medio de ceniza. El polvo y las cenizas se utilizaban como signos de duelo en el mundo antiguo. Las cenizas se usaron en los tiempos del Antiguo Testamento como un símbolo de duelo o de arrepentimiento. Alguien que deseara mostrar un corazón arrepentido, a menudo se vestiría de cilicio, se sentaría sobre cenizas, y colocaría cenizas en la parte superior de su cabeza. Las cenizas significaban también desolación y ruina. Pero también podían ser una señal pública de arrepentimiento y humillación ante Dios.

Job era un hombre importante de todo el Oriente y probablemente lo que pasara en su tierra era de conocimiento general. Por lo que la situación que enfrentaba era conocida por sus conocidos cercanos y de otros lados como las regiones de donde provenían sus amigos. Se había esparcido la información del sufrimiento y calamidades de Job. Él tenía amigos en varios países que no se pueden ubicar actualmente, pero alrededor de Edom, lo que ahora es Arabia.

El pasaje que nos toca examinar es una transición entre el prólogo y los diálogos subsecuentes. Ahora bien, de acuerdo con otro comentarista, Jean Levêque, la llegada de los tres extranjeros, Elifaz, Bildad, y Zofar, los amigos de Job, bastaba para asegurar esta transición entre el prólogo en el que Job se muestra relativamente sereno y los diálogos inquietantes en que el autor del libro de Job pensaba presentar su propia visión de las cosas. Pero parece que el autor prefirió prolongar la transición por medio de un largo rato de silencio.[2]

Nos dice el texto que tres de sus amigos se enteraron y se pusieron de acuerdo para ir juntos a verle. Cuando hablamos de estos amigos creemos que se habían ya visitado con anterioridad, pues los tres amigos eran eminentes sabios y se conocían. Probablemente ya habían convivido y platicado mucho cada uno en su campo, tenían buena reputación por su conocimiento. Por eso los vemos preocupados por Job y desean expresarle sus condolencias y consuelo. Ellos eran Elifaz de Temán, ciudad importante de Edom y profeta, Bildad de Súah, también profeta, y Zofar de Namat, ciudad de Arabia.

Pues bien, cuando estos amigos estaban cerca del lugar donde vivía Job, lo vieron y no pudieron reconocerlo o casi no lo reconocen. Pues ¿como lo verían? Este hombre rico, de buen vestir y saludable, no estaba ahí. En su lugar vieron a un hombre enfermo, lleno de llagas, rapado, con su ropa rasgada y sentado en ceniza. ¿Que hicieron los amigos? Se condolieron de él de tal forma que también rasgaron sus mantos y se pusieron a llorar, y también en señal de dolor y que sintiera Job su acompañamiento se echaron ceniza sobre la cabeza, y parece ser que continuaron siendo sus amigos aún en la adversidad.

Veamos un poco más sobre esta visita de los amigos de Job. Pensemos que son amigos que tuvo cuando era un hombre próspero y puede que hayan sido de la misma clase social. Tal vez eran todos buenos amigos y se habían hecho felices en los buenos días y se tenían en alta estima, se habían reunido tal vez a comer, se habían entretenido y edificado con su conversación. Pero ahora que Job estaba en la adversidad vinieron a compartir con él sus penas como habían compartido antes momentos buenos. A ellos no los llamaron, ni pidieron que vinieran, sino que vinieron por su propia voluntad a consolar, aunque como veremos después no hubo el resultado esperado. Los amigos de Job vinieron, no por curiosidad, sino para llorar con él, para mezclar sus lágrimas con las suyas, y así consolarlo. Vinieron a llorar con el en voz alta, expresando su dolor sincero.  Se sentaron con el en el suelo y se pusieron en el mismo lugar y postura humilde e incómoda que Job, compartir con él su dolor y pobreza porque habían compartido con él su alegría y abundancia.

Pero esta visita no fue breve, de un saludo o de un día solo para saludarlo e irse, sino que decidieron quedarse con él, hasta ver que pasaba. Se quedaron siete días con sus noches, se quedaron como sus compañeros en la tribulación. Ustedes saben que el número siete en la cultura hebrea tiene mucho simbolismo: se relaciona con la semana de la creación en el Génesis; el número siete significa culminación o perfección, que es el número de Dios; cumplimiento de algún tipo; en el Apocalipsis, el número siete se repite muchas veces (las siete iglesias, las siete trompetas, siete sellos, etcétera).

Esto da una idea de que los siete días que pasaron juntos sentados en la ceniza fuera de significancia para ellos, tal vez la duración de las penas de Job, y el empiezo a resolverlas, tal vez el cumplimiento del tiempo del duelo y sufrimiento.[3] Pero hay algo más que pasa mientras los amigos están estos siete días sentados con Job. No se atrevían a decirle nada a Job. No le hablaron. Lloraron con él, rasgaron sus vestiduras y se sentaron en ceniza junto a él, acompañándolo. ¿Que significaba ese silencio? En nuestra época, aunque no lo meditemos mucho, el silencio tiene significados varios: 

    • hay silencios musicales: una pausa que existe en una pieza de música, una nota sin ejecución, melodías con ese nombre,
    • falta de ruido, callar,
    • el silencio ayuda a reflexionar,
    • el silencio de una persona puede decir un sí o un no,
    • el silencio permite darle importancia a las palabras que se dijeron antes, etcétera. 

¿Qué tan importante era este silencio de los amigos y Job? Tal vez no tenían mucho que decir para no incomodarlo, tal vez le quisieron dar espacio en su soledad, tal vez meditaron entre ellos sobre lo que le pasaba a Job. ¿No les ha pasado a ustedes alguna vez, cuando alguien de su familia o amigo esta en una situación dura, que no tienen nada que decir, excepto estar con ellos?

Silencio siete días y sus noches. Job también pudo haber estado meditando sobre los acontecimientos, lo que pensaba sobre Dios y lo que estaba pasando con sus emociones, tristeza, desánimo, enojado, confundido, impaciente. Silencio para pensar las cosas detenidamente. Ya sabemos que en las Escrituras hay varias partes donde dice que hay momentos para guardar silencio y momentos para hablar como en Eclesiastés 3. ¿Sería algo de esto por lo que guardaron silencio?  Los momentos de guardar silencio en esta época de Job también se asocian con dolor y duelo. Así que era una forma más en que los amigos de Job le daban consuelo.

Sabemos que los amigos de Job sí llegaron a una conclusión que se desarrollará mas adelante y que es que tal aflicción de Job sólo podría deberse a sus grandes pecados y que no quería admitir. Indicación que los amigos también creían en la teología centrada en la retribución, premio y castigo. Conclusión a la que no llega Job.[4] Job, sin vestido, enfermo, cubierto de pústulas y expuesto a pública vergüenza, va a ser acusado por sus amigos. Aunque habían venido para consolarlo, los sabios amigos comienzan a decir numerosas imputaciones.[5]  Pero a los siete días, Job rompe el silencio Job, se ve su impaciencia al empezar con una maldición de su día de nacimiento (cap. 3).

Sabemos que nada que hubieran dicho los amigos hubiera mejorado las cosas. Claro que también sabemos por las siguientes lecturas y diálogos que lo que dijeron y pensaban de Job tampoco ayudaron a mejorar las cosas, sino que Job se tuvo que enfrentar a ellos y su forma de pensar sobre Dios. Sin embargo, lo que enseña esta porción del libro de Job es el consuelo que proviene de la presencia de los amigos en la adversidad, es la visita amable de los amigos de Job, su acompañamiento total siguiendo todas las costumbres de la pena y duelo de la época y su propósito de consuelo.


[1] Albert Kamp, “Con causa o sin ella. Imágenes de Dios y el hombre en Job 1-3”, en Concilium. Revista Internacional de Teología, núm. 307, septiembre de 2004, p. 522.

[2] Jean Levêque, Job: el libro y el mensaje. Estella, Verbo Divino,1987, p. 11.

[3] Ídem.

[4] Pierre van Hecke, “Job y sus amigos a propósito de Dios”; David J. A. Clines, “El Dios de Job”, en Concilium, núm. 307, pp. 529,553.

[5] Julio Trebolle y Susana Pottecher, Job. Madrid, Trotta, 2011, p. 104.

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