sábado, 17 de agosto de 2024

La Palabra de Dios eterna y la vida humana (Job 4.12-21), Pbro. Dr. Edesio Sánchez Cetina


Job y sus amigos, Catedral de la anunciación, Moscú

18 de agosto, 2024 

El texto que consideramos de manera más puntual se encuentra en Job 4.12-21 y forma parte de la primera ronda de diálogos entre Job y los tres amigos; sección que se extiende de Job del capítulo cuatro hasta el 27 (Job 4.1-27.23). Y, como ya se ha señalado en exposiciones anteriores, nuestro pasaje se coloca en la extensa sección poética.

Para quienes han trabajado con el libro o han escuchado y leído las exposiciones dominicales hasta ahora, recordarán que los tres amigos sustentan la conocida teología del principio de la retribución: cada persona en el mundo recibe de acuerdo con su conducta y estilo de vida: Si hace lo bueno recibirás todo tipo de respuestas positivas y vivificantes; si hace lo malo, te perseguirá la desgracia. Es obvio que, de acuerdo con la conducta vivencial de Job —de acuerdo con ese principio— no espera otra cosa en la vida que bienaventuranza y una vida abundante.

Los tres amigos de Job sustentan la postura tradicional del “principio de la retribución”; y la conclusión a la llegan —tomando en cuenta el estado en el que su “amigo” Job está— no puede ser resultado más que de la desgracia y el sufrimiento total.

La respuesta de Job no se hace esperar; y la única respuesta que puede dar —conociéndose así mismo— es que Dios, al no reconocer su estilo de vida y conducta, un Dios que se ha vuelto su enemigo por despiadado e injusto. Siendo las cosas así, Job se atreve a desafiar a Dios para que juntos vayan a juicio. Llama la atención —por la extensión que se dedica para ese diálogo interminable— que ese ir y venir de palabras de los tres amigos a Job y de Job a ellos se extienda por a lo largo de 24 capítulos. Esto lo han iniciado a considerar a partir del capítulo 4.

Pero antes de seguir, permítanme leerles el siguiente poema del autor peruano Juan Gonzalo Rose:

 

Mi madre me decía:

si matas a pedradas los pajaritos blancos,

Dios te va a castigar;

si pegas a tu amigo,

el de carita de asno.

Dios te va a castigar.

Era el signo de Dios

de dos palitos,

y sus diez teologales mandamientos

caían en mi mano

como diez dedos más.

Hoy me dicen:

si no amas la guerra,

si no matas diariamente una paloma,

Dios te castigará;

si no pegas al negro,

si no odias al rojo,

Dios te castigará;

si al pobre das ideas

en vez de darle un beso,

si le hablas de justicia

en vez de caridad

Dios te castigará;

Dios te castigará.

No es este nuestro Dios

¿verdad, mamá?

(“La pregunta”) 

Hoy tenemos el desafío de considerar el mensaje de Job 4.12-21.

Me llama la atención —desde que estudié Job por primera vez— que inmediatamente después de terminados los diálogos entre Job y sus dizque amigos, aparece el excelente poema del capítulo 28: La Canción de la Sabiduría, que de alguna manera pone “en su lugar” a cada uno de los participantes del largo diálogo; sobre todo a los insistentes amigos que no pueden liberarse de la disque teología de la “retribución”. La sabiduría pertenece a Dios.

En relación con lo anterior, resaltan estos decires de Job (23.6-7 y 13-17):

 

3Si yo supiera dónde vive,

iría corriendo a buscarlo;

4le presentaría mi defensa

en forma detallada.

5Entonces él me explicaría

por qué me ha tratado así.

6Trataría de entenderme,

y sin violencia me respondería.

7En la presencia de Dios,

el inocente puede defenderse.

Yo creo que Dios es mi juez,                                                                         

y me declarará inocente. […]

13 Dios hace lo que quiere,

pues es el único Dios.

Nadie lo hace cambiar de planes.

14Así que él hará conmigo

todo lo que quiera hacer.

15Cuando pienso en todo esto,

me asusta el presentarme ante él.

16 ¡El Dios todopoderoso

me hace temblar de miedo!

17 Pero nada hará que me calle;

¡ni aun mi gran sufrimiento!

 

Con estos párrafos como trasfondo, consideremos el texto que no corresponde este domingo como tema central de nuestra reflexión esta mañana (Job 4.4.12-21 TLA):

 

12 Alguien me confió un secreto,

que apenas pude escuchar.

13 Mientras todo el mundo dormía,

tuve un sueño, y perdí la calma.

14 ¡Fue tanto el miedo que sentí,

que todo el cuerpo me temblaba!

15 Sentí en la cara un viento helado,

y se me erizaron los pelos.

16 ¡Sabía que alguien estaba allí,

pero no podía verlo!

Todo alrededor era silencio.

De pronto oí que alguien decía:

17 “Nadie es mejor que su creador.

¡Ante él, no hay inocentes!

18 Dios ni en sus ángeles confía,

pues hasta ellos le fallan;

19 ¡mucho menos va a confiar

en nosotros los humanos!

Estamos hechos de barro,

y somos frágiles como polillas.

20-21 En esta vida estamos de paso;

un día nacemos

y otro día morimos.

¡Desaparecemos para siempre,

sin que a nadie le importe!

¡Morimos sin llegar a ser sabios!”. 

Las palabras anteriores no son de Job, sino de Elifaz, uno de los tres amigos (Elifaz, Bildad y Zofar). Su afirmación sacude a todos, pues señala que cualquier comentario, queja o decir de Job es prácticamente una pérdida de tiempo, pues Dios ¡qué le va a prestar atención a un simple humano! De hecho, en el texto en negrita, este “teólogo de pacotilla” descuenta de tal forma lo que Job ha dicho; y rebaja tanto el valor humano al señalar que, hasta los ángeles en esta intención de aseveración teológica, salen perdiendo.

Es obvio que para Elifaz —como también lo podrían a ver dicho los otros dos— que sustenta el principio de la retribución en el accionar divino, ¡qué caso le va a hacer Dios si este sujeto, Job, no tiene salida. ¡Diga lo que diga! Su actual situación es el resultado de haber hecho mal y cometido pecado. Y, por lo tanto —considera él— Dios no va a prestarle atención de Job que considera que es un real pecador y culpable; ¡no tiene caso que el Santo Dios pierda tiempo escuchándolo!

¡Tan serio es este tema en la mente de estos tres “amigos” que repetirán y repetirán su sonsonete por los próximos veinte y más capítulos. De hecho, este mismo tema aparece de nuevo 9.2; 15.14-16; 25.4-6. El tema de estos y otros textos fuera de Job es que, frente a la perfección total de Dios, el ser humano y el ángel son imperfectos y condicionados, ya que ambos comparten una impureza ontológica. La afirmación da a entender que el ser humano, ante Dios, nunca tendrá razón. Así lo afirma también el profeta Jeremías (12.1 TLA):

 

Jeremías le dijo a Dios:

Dios mío,

en todos mis pleitos contigo,

tú siempre sales ganando;

pero de todas maneras,

insisto en mis demandas.

¿Por qué prosperan los malvados?

¿Por qué viven tranquilos los traidores? 

Aquí no se trata de si se ha cometido pecado o no, sino solo por el hecho de la misma condición humana que se confirma con la caducidad y la muerte.

Cuando traemos estas afirmaciones y principios “desviados” a la realidad de hoy, no podemos hacer otra cosa que esa equivocada teología —principio de “la retribución”— les conviene mantenerla como medio de amedrentar y manipular a individuos y grupos enteros. En muchas iglesias donde se practica la confesión de pecados ante el cura, sacerdote o pastor este es “un excelente recurso para crear temor y así facilitar que la persona víctima para con dinero sus “pecados” e incluso —sobre todo con mujeres, jovencitas y niños— esos falsos pastores cometen atroces pecados de todo tipo con el fin de obtener lo que desean y consideran que pueden lograr.

No nos extrañemos que algunos padres y madres se aprovechan de esta argucia para chantajear a sus pequeños.

Si tomamos en cuenta los sujetos de esta extraña “enseñanza” —no podría esperarse nada bueno de esos falsos amigos de Job. Así que no nos sorprendamos que muchos que se dan de grandes teólogos y maestros aparezcan en la escena para negociar con una teología equivocada y destructiva— sé que hasta a niveles de liderazgo en algunos espacios de la iglesia presbiteriana en México eso se práctica para conseguir puestos importantes y fácil acceso al dinero para enriquecerse.

Para serles sincero, así como para empezar a finalizar esta reflexión, no me esperaba tener algún día como tema central un texto bíblico cuyo contenido no fuera lo esperado y lo realmente bíblico —en el sentido del mensaje del evangelio y la Palabra divina. Sin embargo, lo acepté sin darle tantas vueltas al asunto, por el desafío de encontrar vías de llegar al verdadero evangelio y a la verdadera enseñanza de la Palabra de Dios por la vía negativa. De hecho, no se puede negar que en varios espacios de la Biblia —tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento— la enseñanza de la palabra de Dios viene por la vía negativa. Varios ejemplos en Jueces, así como en Reyes y otros textos afirman que la enseñanza de lo bueno, su puede obtener a partir de algo que de entrada no es lo correcto.

De hecho, después de considerar el texto de mi exposición, sentí la necesidad de buscar en el libro de Job —un escrito cuyo contenida pudiera partir de épocas antiguas en la historia del Pueblo de Dios del AT, y encontrar su conclusión en la época del posexilio, cuando la nación —acabada y destruida por su propia decisión— recibe de Dios el regalo de un nuevo empezar, y así, el libro de Job adquiere el tono más sanamente teológico que nos ofrece pasajes tales como los que cité al principio de esta reflexión Job 28 y 23.6-7 y 13-17. Aquí les comparto el final del capítulo 28 de Job:

 

20 Vuelvo, pues, a preguntar:

¿dónde está la sabiduría?

21 Ella se esconde del mundo,

y hasta de las aves del cielo.

22 Aunque la muerte destructora

dice conocerla,

23 solo Dios sabe dónde vive,

y cómo llegar hasta ella.

24 Dios ve los rincones más lejanos

y todo lo que hay debajo del cielo,

25-27 y mientras daba su fuerza al viento

y medía el agua de los mares

fijó su mirada en la sabiduría;

mientras establecía la época de lluvias

y la dirección de las tormentas,

decidió ponerla a prueba;

una vez que confirmó su gran valor,

le dio su aprobación.

28 Luego dijo a todo el mundo:

“Si ustedes me obedecen

y se apartan del mal,

habrán hallado la sabiduría”. 

Algunos puntos a considerar la reflexión de un pasaje que no nos lleva a nada claro respecto a la postura de los “mal llamados amigos de Job”. En el libro de Job Dios cambia el asunto central del tema de la justicia al de la sabiduría. ¿Quién a fin de cuentas era más sabio —y ultimadamente justos—: ¿los tres amigos o Job? Por otro lado, cuando se considera el mensaje de Job en toda su dimensión, Dios necesita de la lealtad de Job, y con de su honor divino. Honor que viene cada vez que un ser humano —al estilo de Job— le es fiel y leal con toda la libertad que tiene como humano, sin considerar si hay un premio o un castigo. Esos diálogos en el escenario celestial entre Dios y Satán demuestran que en verdad Dios necesitaba a alguien como Job. Es decir —el sabio y literato autor del libro saca de la esfera común humana una diálogo y desafío para probar que hay seres humanos como Job, que hacen trizas la falsa teología de la retribución, que tanto daño le ha hecho al ser humano, a la realidad de la divinidad y la posibilidad de que todos cuantos estamos aquí podemos demostrarle al resto del mundo ¡que hay muchos Jobes en este mundo!

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