18 de agosto, 2024
El texto que consideramos de manera más
puntual se encuentra en Job 4.12-21 y forma parte de la primera ronda de
diálogos entre Job y los tres amigos; sección que se extiende de Job del
capítulo cuatro hasta el 27 (Job 4.1-27.23). Y, como ya se ha señalado en
exposiciones anteriores, nuestro pasaje se coloca en la extensa sección
poética.
Para quienes han trabajado con el
libro o han escuchado y leído las exposiciones dominicales hasta ahora,
recordarán que los tres amigos sustentan la conocida teología del principio
de la retribución: cada persona en el mundo recibe de acuerdo con su
conducta y estilo de vida: Si hace lo bueno recibirás todo tipo de
respuestas positivas y vivificantes; si hace lo malo, te perseguirá la
desgracia. Es obvio que, de acuerdo con la conducta vivencial de Job —de
acuerdo con ese principio— no espera otra cosa en la vida que bienaventuranza y
una vida abundante.
Los tres amigos de Job sustentan
la postura tradicional del “principio de la retribución”; y la conclusión a la
llegan —tomando en cuenta el estado en el que su “amigo” Job está— no puede ser
resultado más que de la desgracia y el sufrimiento total.
La respuesta de Job no se hace
esperar; y la única respuesta que puede dar —conociéndose así mismo— es que
Dios, al no reconocer su estilo de vida y conducta, un Dios que se ha vuelto su
enemigo por despiadado e injusto. Siendo las cosas así, Job se atreve a
desafiar a Dios para que juntos vayan a juicio. Llama la atención —por la
extensión que se dedica para ese diálogo interminable— que ese ir y venir de
palabras de los tres amigos a Job y de Job a ellos se extienda por a lo largo
de 24 capítulos. Esto lo han iniciado a considerar a partir del capítulo 4.
Pero antes de seguir, permítanme
leerles el siguiente poema del autor peruano Juan Gonzalo Rose:
Mi
madre me decía:
si
matas a pedradas los pajaritos blancos,
Dios
te va a castigar;
si
pegas a tu amigo,
el
de carita de asno.
Dios
te va a castigar.
Era
el signo de Dios
de
dos palitos,
y
sus diez teologales mandamientos
caían
en mi mano
como
diez dedos más.
Hoy
me dicen:
si
no amas la guerra,
si
no matas diariamente una paloma,
Dios
te castigará;
si
no pegas al negro,
si
no odias al rojo,
Dios
te castigará;
si
al pobre das ideas
en
vez de darle un beso,
si
le hablas de justicia
en
vez de caridad
Dios
te castigará;
Dios
te castigará.
No
es este nuestro Dios
¿verdad,
mamá?
(“La pregunta”)
Hoy tenemos el desafío de
considerar el mensaje de Job 4.12-21.
Me llama la atención —desde que
estudié Job por primera vez— que inmediatamente después de terminados los
diálogos entre Job y sus dizque amigos, aparece el excelente poema del capítulo
28: La Canción de la Sabiduría, que de alguna manera pone “en su lugar”
a cada uno de los participantes del largo diálogo; sobre todo a los insistentes
amigos que no pueden liberarse de la disque teología de la “retribución”. La
sabiduría pertenece a Dios.
En relación con lo anterior, resaltan estos decires de Job (23.6-7 y 13-17):
3Si yo supiera
dónde vive,
iría
corriendo a buscarlo;
4le presentaría
mi defensa
en
forma detallada.
5Entonces él me
explicaría
por
qué me ha tratado así.
6Trataría de
entenderme,
y
sin violencia me respondería.
7En la presencia
de Dios,
el
inocente puede defenderse.
Yo
creo que Dios es mi juez,
y
me declarará inocente. […]
13 Dios hace lo
que quiere,
pues
es el único Dios.
Nadie
lo hace cambiar de planes.
14Así que él hará
conmigo
todo
lo que quiera hacer.
15Cuando pienso en
todo esto,
me
asusta el presentarme ante él.
16
¡El
Dios todopoderoso
me
hace temblar de miedo!
17
Pero
nada hará que me calle;
¡ni
aun mi gran sufrimiento!
Con estos párrafos como
trasfondo, consideremos el texto que no corresponde este domingo como tema
central de nuestra reflexión esta mañana (Job 4.4.12-21 TLA):
12 Alguien me
confió un secreto,
que apenas pude escuchar.
13 Mientras
todo el mundo dormía,
tuve un sueño, y perdí la calma.
14 ¡Fue tanto
el miedo que sentí,
que todo el cuerpo me temblaba!
15 Sentí en la
cara un viento helado,
y se me erizaron los pelos.
16 ¡Sabía que
alguien estaba allí,
pero no podía verlo!
Todo alrededor era silencio.
De pronto oí que alguien decía:
17 “Nadie
es mejor que su creador.
¡Ante él, no hay inocentes!
18 Dios ni en
sus ángeles confía,
pues hasta ellos le fallan;
19 ¡mucho menos
va a confiar
en nosotros los humanos!
Estamos hechos de barro,
y somos frágiles como polillas.
20-21 En
esta vida estamos de paso;
un día nacemos
y otro día morimos.
¡Desaparecemos para siempre,
sin que a nadie le importe!
¡Morimos sin llegar a ser sabios!”.
Las
palabras anteriores no son de Job, sino de Elifaz, uno de los tres amigos
(Elifaz, Bildad y Zofar). Su afirmación sacude a todos, pues señala que
cualquier comentario, queja o decir de Job es prácticamente una pérdida de
tiempo, pues Dios ¡qué le va a prestar atención a un simple humano! De hecho,
en el texto en negrita, este “teólogo de pacotilla” descuenta de tal forma lo
que Job ha dicho; y rebaja tanto el valor humano al señalar que, hasta los
ángeles en esta intención de aseveración teológica, salen perdiendo.
Es
obvio que para Elifaz —como también lo podrían a ver dicho los otros dos— que
sustenta el principio de la retribución en el accionar divino, ¡qué caso le va
a hacer Dios si este sujeto, Job, no tiene salida. ¡Diga lo que diga! Su actual
situación es el resultado de haber hecho mal y cometido pecado. Y, por lo tanto
—considera él— Dios no va a prestarle atención de Job que considera que es un
real pecador y culpable; ¡no tiene caso que el Santo Dios pierda tiempo
escuchándolo!
¡Tan
serio es este tema en la mente de estos tres “amigos” que repetirán y repetirán
su sonsonete por los próximos veinte y más capítulos. De hecho, este mismo tema
aparece de nuevo 9.2; 15.14-16; 25.4-6. El tema de estos y otros textos fuera
de Job es que, frente a la perfección total de Dios, el ser humano y el
ángel son imperfectos y condicionados, ya que ambos comparten una impureza
ontológica. La afirmación da a entender que el ser humano, ante Dios, nunca
tendrá razón. Así lo afirma también el profeta Jeremías (12.1 TLA):
Jeremías le dijo a Dios:
Dios mío,
en todos mis pleitos contigo,
tú siempre sales ganando;
pero de todas maneras,
insisto en mis demandas.
¿Por qué prosperan los malvados?
¿Por qué viven tranquilos los traidores?
Aquí
no se trata de si se ha cometido pecado o no, sino solo por el hecho de la
misma condición humana que se confirma con la caducidad y la muerte.
Cuando
traemos estas afirmaciones y principios “desviados” a la realidad de hoy, no
podemos hacer otra cosa que esa equivocada teología —principio de “la
retribución”— les conviene mantenerla como medio de amedrentar y manipular a
individuos y grupos enteros. En muchas iglesias donde se practica la confesión
de pecados ante el cura, sacerdote o pastor este es “un excelente recurso para
crear temor y así facilitar que la persona víctima para con dinero sus
“pecados” e incluso —sobre todo con mujeres, jovencitas y niños— esos falsos
pastores cometen atroces pecados de todo tipo con el fin de obtener lo que
desean y consideran que pueden lograr.
No
nos extrañemos que algunos padres y madres se aprovechan de esta argucia para
chantajear a sus pequeños.
Si
tomamos en cuenta los sujetos de esta extraña “enseñanza” —no podría esperarse
nada bueno de esos falsos amigos de Job. Así que no nos sorprendamos que muchos
que se dan de grandes teólogos y maestros aparezcan en la escena para negociar
con una teología equivocada y destructiva— sé que hasta a niveles de liderazgo
en algunos espacios de la iglesia presbiteriana en México eso se práctica para
conseguir puestos importantes y fácil acceso al dinero para enriquecerse.
Para
serles sincero, así como para empezar a finalizar esta reflexión, no me
esperaba tener algún día como tema central un texto bíblico cuyo contenido no
fuera lo esperado y lo realmente bíblico —en el sentido del mensaje del
evangelio y la Palabra divina. Sin embargo, lo acepté sin darle tantas vueltas
al asunto, por el desafío de encontrar vías de llegar al verdadero evangelio y
a la verdadera enseñanza de la Palabra de Dios por la vía negativa. De hecho,
no se puede negar que en varios espacios de la Biblia —tanto en el Antiguo como
en el Nuevo Testamento— la enseñanza de la palabra de Dios viene por la vía
negativa. Varios ejemplos en Jueces, así como en Reyes y otros textos afirman
que la enseñanza de lo bueno, su puede obtener a partir de algo que de entrada
no es lo correcto.
De
hecho, después de considerar el texto de mi exposición, sentí la necesidad de
buscar en el libro de Job —un escrito cuyo contenida pudiera partir de épocas
antiguas en la historia del Pueblo de Dios del AT, y encontrar su conclusión en
la época del posexilio, cuando la nación —acabada y destruida por su propia
decisión— recibe de Dios el regalo de un nuevo empezar, y así, el libro de Job
adquiere el tono más sanamente teológico que nos ofrece pasajes tales como los
que cité al principio de esta reflexión Job 28 y 23.6-7 y 13-17. Aquí les comparto
el final del capítulo 28 de Job:
20 Vuelvo,
pues, a preguntar:
¿dónde está la sabiduría?
21 Ella se
esconde del mundo,
y hasta de las aves del cielo.
22 Aunque la
muerte destructora
dice conocerla,
23 solo Dios
sabe dónde vive,
y cómo llegar hasta ella.
24 Dios ve los
rincones más lejanos
y todo lo que hay debajo del cielo,
25-27 y mientras
daba su fuerza al viento
y medía el agua de los mares
fijó su mirada en la sabiduría;
mientras establecía la época de lluvias
y la dirección de las tormentas,
decidió ponerla a prueba;
una vez que confirmó su gran valor,
le dio su aprobación.
28 Luego dijo a
todo el mundo:
“Si ustedes me obedecen
y se apartan del mal,
habrán hallado la sabiduría”.
Algunos
puntos a considerar la reflexión de un pasaje que no nos lleva a nada claro
respecto a la postura de los “mal llamados amigos de Job”. En el libro de Job
Dios cambia el asunto central del tema de la justicia al de la sabiduría.
¿Quién a fin de cuentas era más sabio —y ultimadamente justos—: ¿los tres
amigos o Job? Por otro lado, cuando se considera el mensaje de Job en toda su
dimensión, Dios necesita de la lealtad de Job, y con de su honor divino. Honor
que viene cada vez que un ser humano —al estilo de Job— le es fiel y leal con
toda la libertad que tiene como humano, sin considerar si hay un premio o un
castigo. Esos diálogos en el escenario celestial entre Dios y Satán demuestran
que en verdad Dios necesitaba a alguien como Job. Es decir —el sabio y literato
autor del libro saca de la esfera común humana una diálogo y desafío para
probar que hay seres humanos como Job, que hacen trizas la falsa teología de la
retribución, que tanto daño le ha hecho al ser humano, a la realidad de la
divinidad y la posibilidad de que todos cuantos estamos aquí podemos
demostrarle al resto del mundo ¡que hay muchos Jobes en este mundo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario