sábado, 26 de agosto de 2023

“Enséñame tus decretos”: el valor didáctico de la Palabra del Señor (Salmo 1 / Salmo 119.57-64) Pbro. Dr. Mariano Ávila Arteaga


27 de agosto, 2023

 

De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra;

enséñame tus estatutos.

Salmo 119.64, RVR1960

 

La Ley/Palabra: pedagoga del camino: deleite y obediencia

Una guía precisa para el camino. La importancia de los mapas y direcciones seguras para arribar a nuestro destino. Hoy día el GPS (sistema de posicionamiento global) es insustituible y parte común de la vida, no sólo para quienes dependen de ello para su trabajo (Uber y otros) sino para cualquier persona que desconoce cómo llegar a un destino. Mi padre fue taxista casi toda su vida y se preciaba de conocer la Ciudad de México como la palma de su mano. Y era cierto. Hoy día, usted puede, con la ayuda de aplicaciones, llegar con seguridad a su destino. Usted puede programar si prefiere la ruta más rápida, dónde no se pague peaje o casetas, donde se eviten autopistas, vías rápidas o embotellamientos, etcétera.

¿Conoce usted alguna aplicación o GPS que le guie o conduzca en el camino de la vida y en ruta a la vida buena, la dicha y satisfacción total? ¿Conoce alguna aplicación que le ayude ante las crisis, encrucijadas, callejones sin salida, tentaciones, caídas, peligros de muerte, conflictos personales, sociales, políticos, etcétera, etcétera? De hecho, en los medios digitales, hay muchas y compiten entre ellas para ganar su atención, preferencia y dinero. Tenemos muchas, pero sin alma. Son mecánicas, matemáticas, fruto de la inteligencia artificial, pero carecen de la humanidad necesaria que no se puede crear.

Hoy quiero hablarles de otra aplicación, antigua y sin embargo contemporánea y de una relevancia e importancia vital. Me refiero al valor didáctico de la Palabra como guía para el camino de la vida: “De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra; enséñame tus estatutos”. La pregunta surge: ¿cómo es que la Palabra funciona como maestra y pedagoga? Hay varios modelos en la Biblia que son muy útiles y eficaces. Hoy nos concentraremos en uno de ellos que se encuentra en el libro de los Salmos.

Ese modelo educativo constituye una pedagogía sólida; es un modelo pedagógico extraordinario. Y sin embargo no se nota de primera instancia. Me atrevería a decir que la mayoría de nosotros lo ignoramos. Por eso, necesitamos descubrir ese diseño educativo que está en la forma canónica final del salterio. Ello es importante, porque es una educación vital, única y que no podemos soslayar sin perdernos.  Tiene que ver con la vida en toda su complejidad y riqueza. Es un asunto serio, de vida o muerte. Es el camino de la vida. Además, lo debemos conocer porque nos muestra el camino a la bienaventuranza, a la plena felicidad, a la buena vida, a la vida que florece y fructifica, a la vida de shalom. 

La vida como camino

Me parece que no es común pensar en el orden de los libros de los Salmos o el Salterio como también se le conoce. Y sin embargo, el arreglo de los salmos, responde a una intención teológica. Ya hay una guía pedagógica en su diseño que, si vamos descubriendo, encontramos pistas para su lectura que son de enorme valor. 

El diseño pedagógico: Del deleite en la obediencia a la adoración total

El Salmo 1 es puerta de entrada a la colección de salmos (cinco libros como el Pentateuco).  Plantea la obediencia y el deleite en la obediencia como claves para el éxito. 

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,

ni estuvo en camino de pecadores,

Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;

sino que en la ley de Jehová está su delicia,

y en su ley medita de día y de noche.

Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,

que da su fruto en su tiempo,

y su hoja no cae;

y todo lo que hace, prosperará.

No así los malos,

que son como el tamo que arrebata el viento.

Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,

ni los pecadores en la congregación de los justos.

Porque Jehová conoce el camino de los justos;

mas la senda de los malos perecerá. (RVR 1960) 

Este salmo primero es el inicio, pórtico, entrada al monumental libro de los salmos. Pero es también el GPS que nos guiará en un camino único e irrepetible: El tuyo, es un camino personalizado. Describe la vida como un caminar en el que hemos de ser obedientes a las señales del camino (la ley/instrucción/pedagogía) si queremos arribar con bien a nuestro destino. Obediencia y deleite son sus palabras clave.

Los salmos nos proponen una piedad que mira la vida plenamente feliz como aquella que evita las relaciones tóxicas y destructivas, que di–vierten y destruyen y hacen la vida un infierno, o al menos purgatorio. Pero es también la vida que sabe discernir entre las múltiples voces y palabras de la sociedad para encontrar en la Palabra su deleite y guía. Ése es el eje del salmo: “Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”. Esa Palabra tiene un efecto tal en la vida que la hace fértil en medio de las circunstancias más adversas. En el desierto florece la vida. Y el final de dicha vida es el abrazo amoroso de Dios en compañía de la familia de Dios.

En el otro polo, el salmo 150 es el destino, el final del camino, descrito como la adoración total y universal: doxología y alabanza. La persona que ha transitado por esta vida, enseñada por la Palabra, llega a su final adorando al Dios de la vida junto con toda la creación. Es una adoración incondicional, una entrega total a la alabanza de Dios que no requiere razones o motivo alguno para expresarse. 

Los salmos como las diversas etapas del camino: la complejidad de la vida

En medio, entre el salmo 1 y el 150 se encuentra la vida con toda su complejidad. Es lo que encontramos en los demás salmos. Es un camino tortuoso, difícil, plagado de sufrimientos, luchas, enemigos, triunfos, pecados, confesiones, tentaciones, súplicas desesperadas, gratitud por la respuesta divina, etcétera. Son salmos que a menudo expresan las múltiples y diversas experiencias del individuo como también experiencias de toda la comunidad, de la nación. Son salmos que tocan realidades sociales, económicas, políticas desde la perspectiva de la fe. Por ejemplo, en la exacta mitad se encuentra el Salmo 73, que inicia el tercer libro o colección de salmos, y que plantea con una honestidad brutal las serias dudas que plantea la prosperidad de los malvados y arrogantes. Es la fe que cuestiona con honestidad los principios establecidos en el salmo 1.

O bien, consideremos dos ejemplos: el Salmo 13 y el Salmo 103. El salmo 13 lamenta y cuestiona el silencio de Dios ante el sufrimiento del salmista. ¿Hasta cuándo, hasta cuándo…hasta cuándo… hasta cuándo? El Salmo 103 es expresión de suprema gratitud ante las respuestas de Dios y la manifestación de su infalible misericordia.

En ese grandioso diseño, encontramos el salmo 119 que ha hecho, como el salmo uno, de la Palabra su eje para la meditación, oración y vida. Y que, en la sección que nos corresponde hoy, vv. 57-64, suplica que la ley sea su maestra, su pedagoga, su guía en la vida. Esta porción señala algunos de los frutos de ser enseñados por la Palabra:

Chet

57 Mi porción es Jehová;

he dicho que guardaré tus palabras.

58 Tu presencia he suplicado de todo corazón;

ten misericordia de mí según tu palabra.

59 Consideré mis caminos

y volví mis pies a tus testimonios.

60 Me apresuré y no me retardé

en guardar tus mandamientos.

61 Compañías de impíos me han rodeado,

mas no me he olvidado de tu Ley.

62 A medianoche me levanto para alabarte

por tus justos juicios.

63 Compañero soy yo de todos los que te temen

y guardan tus mandamientos.

64 De tu misericordia, Jehová, está llena la tierra;

Enséñame tus estatutos.

viernes, 18 de agosto de 2023

"Poner en práctica tus mandamientos": la exigencia cotidiana (Salmo 119.49-56), Pbro. L. Cervantes-Ortiz


20 de agosto, 2023

 

Esto es lo que me ha tocado:

poner en práctica tus mandamientos.

Salmo 119.56, Reina-Valera Contemporánea


La Biblia, pues, nos proporciona una identidad alternativa, una manera alternativa de entendernos a nosotros mismos, un modo alternativo de relacionarnos con el mundo; nos reta a repensarnos y nos invita a unirnos a la peregrinación de aquellos que viven en los despojos de la historia, con empatía, al abrigo de un Dios aliado que también peregrina por la historia. Este modo de entender la vida nos expone al dolor (crucifixiones), pero también a las sorpresas reparadoras del resurgir de la vidas (resurrecciones) que se manifiestan en nuestra cotidianidad.[1]                                                                                    

Walter Brueggemann

 

Trasfondo

La Sagrada Escritura, en su desdoblamiento como revelación escrita de la palabra divina, considera una serie de etapas para su recepción y aplicación práctica. En su figura antigua de Ley, debía ser obedecida y puesta por obra en el marco de las condiciones delineadas por el pacto. Al quebrantarse los mandamientos, había una serie de sanciones que Yahvé ejercía en contra del pueblo, colectivamente, o contra sus representantes. Todo ello desembocó, teológicamente, en la pérdida del territorio, del Estado y del Templo, como consecuencia de la cadena de desobediencias a la ley. Guardar la ley era la consigna. “Cumplan cuidadosamente los mandamientos, testimonios y estatutos que el Señor su Dios les ha ordenado cumplir. Haz lo recto y lo bueno a los ojos del Señor, para que te vaya bien y entres y tomes posesión de la buena tierra que el Señor juró dar a tus padres” (Dt 6.17-18). El sacerdocio, a su vez, responsable de promover la obediencia a la Ley en medio del pueblo, progresivamente se fue corrompiendo y también incurrió en deslealtad hacia el Señor Dios (Éx 24.7; Jos 23.6). El surgimiento de la profecía funcionó como una especie de “auditoría espiritual” marcada por el carisma y la espontaneidad de quienes la ejercieron y se confrontaron con los monarcas, el sacerdocio y el pueblo, por lo que fueron una especie de “terceros en discordia” al señalar las áreas específicas en donde eran evidentes las desobediencias (Miq 6.6-8). A su vez, la literatura sapiencial (propia de los “ancianos” del pueblo, como institución consolidada) fungió como un segundo “órgano interno de control” al agregar la sabiduría popular y el “sentido común” como parte de la revelación especial al paquete de la Ley y los Profetas (Pr 3.1; 29.18). La literatura apocalíptica, por su parte, funcionó como un “juicio irrebatible” ante el cual todo lo acontecido históricamente pasó por el tamiz espiritual de la fe absolutamente basada en la obediencia a la ley divina (Dn 9.5-6, 10-11). En el caso de Jesús de Nazaret, su autoridad moral, teológica y espiritual se erigió como una fuente carismática y profético-apocalíptica para evaluar el grado de obediencia a las instrucciones de la palabra divina.

 

“Tu palabra me infunde nueva vida”: la capacidad renovadora de la ley escrita (vv. 49-52)

La enumeración constante de actitudes y estados de ánimo positivos hacia la ley divina continúa en esta sección: “El clamor de petición (‘acuérdate’, v. 49) marca el tono fundamental. El orante se halla de nuevo en enfrentamientos (v. 51). Puesto que Yahvé, con sus auxiliadores, salvó en otros tiempos a los necesitados, también ahora auxiliará. Esta acción actualizadora y receptora de ‘recordar’ hace las veces del encuentro efectivo con el ‘oráculo de salvación’ dirigido individualmente a una persona”.[2] Las promesas del Señor, ligadas a su Ley, son la razón de la esperanza (49) y es por eso que, en medio de la aflicción, resultan consoladoras, pues como bien subraya el v. 50, “tu palabra me infunde nueva vida”. En la confrontación permanente, ahora con los soberbios, no se aleja de la ley (51). Por eso el consuelo es  es “recordar / que tu justicia es siempre la misma” (52).

 

El Salmo 119 es estructurado así, con sofisticación delicada sobre la vida del espíritu. Por un lado, el salmo entiende que la vida con Yahvéh es una calle de doble sentido. Los que guardan la Toráh tienen derecho a esperar algo de Yahvéh. La obediencia da entrada a buscar la atención de Dios, y el don de Dios. Aunque muy cercano a ello este salmo no regatea. Este es el lenguaje de alguien que tiene acceso no por arrogancia sino por sumisión. El lenguaje no es indebidamente respetuoso y sí no estridente. Es vincular una expectativa legítima entre socios que han aprendido a confiar mutuamente.[3]

 

La obediencia de la ley aparece como la parte fundamental para poder esperar en Dios su benevolencia en toda circunstancia. Ésa y no otra actitud será la que determine que, al trasladar el efecto de la palabra divina a la vida real, ésta se manifestará no sólo como un código legal indiscutible sino como una plataforma vital que garantiza una existencia sana en todos los sentidos.

 

Poner en práctica la palabra: el desafío de la vida diaria (vv. 53-56)

A  cada paso, la práctica de la palabra se muestra como una exigencia que se comprueba a cada paso que se da. Eso hace que el salmista observe con horror cómo hay malvados “que se mantienen alejados de tu ley” (53). De ahí que, al voltear a ver lo efímera que es la vida, los estatutos divinos son música para los oídos del fiel creyente (54). Por eso en la noche piensa en Dios en el sentido de desear sinceramente obedecer la ley (55): ése es el destino de todo creyente verdadero: llevar a la práctica los mandamientos mediante el respeto, el amor, el perdón, la empatía y la humildad. Obedecer la ley, ponerla a funcionar en seno familiar, social y cultural, fue parte del ideal antiguo para establecer y consolidar una sociedad auténticamente alternativa, que marcara una diferencia efectiva con los pueblos y naciones vecinos. El sueño deuteronomista se basaba en la posibilidad viable de constituir un ambiente de paz, igualdad y justicia que pudiera reflejar las bondades del Dios libertador.

 

…uno de los presentes más valiosos que puede hacernos la Biblia es un marco de referencia para la vida. En este marco deberemos tomar aún importantes decisiones acerca del mundo, de la libertad, y la responsabilidad. Pero las Escrituras pueden proporcionarnos recursos e imágenes que nos ayuden a comprender la vida y a aprovecha su riqueza. Porque la Biblia presenta la vida humana ligada a la vitalidad que resulta de formar parte de la historia junto a un aliado que dice cosas nuevas en un mundo más bien fatigado y exhausto. Lo más característico de este enfoque es precisamente que nos hemos aliado con alguien que habla de cosas nuevas, desarma todo lo viejo de nuestra vida y nos insta a acoger la novedad y a orientarnos hacia ella.[4]

 

Ése es el sentido de las frases que surgen desde el Nuevo Testamento y nos conminan a obedecer, vivir y practicar la voluntad divina revelada. Por un lado, ser “hacedores y no solamente oidores de la Palabra” (Stg 1.22) y entender que “no se puede poner vino nuevo en odres viejos porque éstos se romperán” (Mr 2.22), muestras y ejemplos claros de la novedad de vida hacia la que desea conducirnos esa Palabra antigua, pero siempre vigente.

 

Conclusión

No cabe duda de que necesitamos una teología cien por ciento bíblica para movernos por la vida con toda propiedad y seguridad, sin complejos de culpa, pero también sin la necesidad de “defender a Dios” al estar rodeados por la increencia, la blasfemia y la inmoralidad. La cotidianidad es el espacio de mayor exigencia para poner por obra los preceptos divinos y así conseguir plenamente reconciliación, estabilidad, espiritualidad, solidaridad, compasión, justicia y todos los demás valores y virtudes que están a prueba permanentemente. La cercanía de los hechos diarios reclama una actitud continua y transparente de actuar.



[1] W. Brueggemann, La Biblia, fuente de sentido. Barcelona, Claret, 2007, p. 20.

[2] Hans-Joachim Kraus, Los Salmos. II. 60-150. Salamanca, Ediciones Sígueme, p. .

[3] W. Brueggemann, El mensaje de los Salmos. México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 57. Énfasis agregado.

[4] W. Brueggemann, La Biblia, fuente…, p. 14.


sábado, 12 de agosto de 2023

"Tus mandamientos son mi alegría": una estética de la palabra divina (Salmo 119.41-48), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

13 de agosto, 2023

Tus mandamientos son mi alegría,

porque los amo profundamente.

Salmo 119.47, Reina-Valera Contemporánea

 

Trasfondo

Hablar de la belleza de la Palabra divina no es un mero lugar común para resaltar también ese aspecto de su grandeza verbal, lingüística, moral y espiritual. Es una auténtica postura que se basa también en Hebreos 1.1: “Dios ha hablado muchas veces…” y ha hablado muy bien, con hermosura, con elegancia y con muchos elementos literarios y poéticos. Cuando vamos en busca del mensaje divino en los diferentes libros bíblicos, no deberíamos dejar de lado la belleza literaria y artística con que Dios ha hablado y con que buena parte de los escritores sagrados se expresaron para hacer comprensible la voluntad del Señor en los diversos ámbitos sociales y culturales. Uno de los grandes dilemas de los lectores/as de la traducción Reina-Valera es la casi imposibilidad de separarse de ella por causa de la forma en que se ha establecido en la memoria, pues es casi imposible separarse de los grandes pasajes firmemente anclados en el lenguaje al que nos ha introducido esa Biblia. ¿Alguien se imagina diciendo de otra manera: “Jehová es mi pastor, nada me faltará. / En lugares de delicados pastos me hará descansar;”, por más que las nuevas versiones facilitan la comprensión de pasajes como ése: “El Señor es mi pastor; / tengo todo lo que necesito. / En verdes prados me deja descansar; / me conduce junto a arroyos tranquilos” (NTV). O el otro clásico reinavaleriano: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.”, comparado con En el principio la Palabra ya existía. / La Palabra estaba con Dios, / y la Palabra era Dios” (NTV). Y así podríamos seguir interminablemente. ¿Qué queremos decir cuando afirmamos el valor estético de la Palabra divina?

 

Ese anhelo de simplicidad y claridad pedagógicas, asombroso en tiempos cuando la iglesia oficial pretendía mantener a cualquier costo el latín, tanto en la enseñanza como en la liturgia, otorgó a la prosa de Reina la cristalina belleza y la musicalidad del idioma hablado, o sea, de la lengua viva que se renueva constantemente en los labios de la gente sencilla. Al mismo tiempo, ello hizo que esta Biblia pasara a formar parte de las obras clásicas del “Siglo de Oro” de la literatura española, un periodo que en pureza de verdad transcurre entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII. Tras el auge literario renacentista de inicios del siglo, la traducción de Reina prácticamente inaugura el ciclo literario que culminaría con la obra de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Góngora.[1]

 

“Yo cumpliré siempre tu ley”: el desafío de la palabra bien dicha (vv. 41-44)

Puede decirse que el Salmo 119 produce el efecto deseado por acumulación, un verdadero bombardeo de términos sinónimos en relación con la Ley. “Con más claridad aún que en los v. 22s.33ss, se describe en los v.41-48 la viva confrontación del creyente con los poderes hostiles. ‘Palabra’ en el v. 41 es la palabra salvífica de Yahvé que promete salvación. El plural ‘juicios’ nos recuerda al Deuteroisaías (55.3). Evidentemente, la actitud hostil continúa aun después de la promesa salvadora pronunciada por Yahvé. Pero el perseguido espera en los juicios”.[2] El contexto personal que se percibe va orillando al salmista a tomar partido cada vez por la omnipresencia de la palabra divina en sus acciones y pensamientos para transformar el ambiente que lo rodea: “De la estrechez y opresión causadas por la actitud hostil hacia su persona, el perseguido es llevado —por la obediencia a la palabra y a las enseñanzas de Yahvé— a los lugares dilatados y amplios de la libertad”.[3]

En esta sección presidida por la letra Vau, el salmista ruega, en primer lugar, por la venida de la misericordia a su vida por causa del propio dicho del Señor (v. 41) y anuncia que responderá “a quien me avergüenza” porque ha confiado en la palabra divina (42). La siguiente petición implica directamente a la Ley: “No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad, / porque en tus juicios espero” (43). Y la promesa personal que sigue es todo un programa de vida: “Guardaré tu ley siempre, / para siempre y eternamente (44)”.

 

La alegría que produce la Palabra: estar conscientes de la belleza de los textos (vv. 45-48)

 

Los maestros de este salmo no están preocupados o seducidos por el legalismo. No consideran que los mandamientos sean restrictivos o pesados. Más bien son personas que han decidido algunos básicos compromisos de vida. Saben a quién les compete, y responderán. Por tanto, saben quiénes son y han establecido, en buena parte, la postura moral hacia la vida, que asumirán. Hay un enfoque de la vida, una ausencia de frenético dilema moral. Un sentido de prioridades acompañado de ausencia de ansiedad. En un mundo bien ordenado, tal decisión puede salvarnos de un desgastante e interminable reiventar la decisión moral. Debido a que el mundo se mantiene unido la forma de obediencia es segura, y el resultado no es la opacidad o la amargura sino la libertad.[4]

 

Aparece aquí el tema de la libertad, de acción y de pensamiento, como resultado de buscar los mandamientos divinos (45). Esa libertad es consecuencia de una sana relación con la Ley divina, con la que la familiaridad permite apropiarse de un bagaje de vida suficiente para no tener ni malos pensamientos ni un sentido moral de culpa, el cual surgiría si se distorsionaba esa relación. Así, podríamos decir que esta libertad enseñada por el Salmo bien podría contrastarse con las afirmaciones paulinas sobre el uso de la Ley antigua que pone en entredicho la conciencia moral humana. Ese lugar ancho del v. 45 “es, por su origen, un concepto característico del ‘sentimiento existencial de los nómadas’ (cf. Gn 26.22; Sal 4.2). En el v. 46 crece la valentía para hacer una libre confesión ante los poderes políticos (cf. Ro 1.16). Se recoge un motivo de los ‘cánticos del rey’. El v. 48 muestra al orante haciendo el gesto de alzar sus manos. Sumido en la oración, medita acerca de los ‘estatutos’ de Yahvé”.[5]

Pero es quizá en el v. 47 adonde se retoma el motivo de la belleza de la palabra, de la Ley divina, aparece con mayor intensidad: “Tus mandamientos son mi alegría, / porque los amo profundamente”, precisamente debido a sus características formales y espirituales. En cuanto a su forma literaria y expresiva es posible referirse a ella mediante múltiples ejemplos, como el libro de Job y el de Cantares, los cuales en medio de circunstancias muy diferentes asumen el lenguaje sagrado de una manera dramática, en el primer caso, y erótica en el segundo. Algo similar se puede decir sobre los Evangelios y las Cartas apostólicas. Y la inmensa variedad de registros existenciales, religiosos y teológicos que se encuentran en la Biblia dan fe de su riqueza estética lado a lado con su calidad derivada de su carácter de palabra sagrada.

 

 

Conclusión

Si la palabra divina es el testimonio escrito de la voluntad del Señor para hacerse presente en medio de la humanidad, es preciso valorar y disfrutar todos los elementos que la constituyen pues incluso en las traducciones disponibles es posible percibir las dimensiones de su capacidad estética para que, a través de una expresividad de alto nivel, llegue hasta nosotros la apelación divina. Como lectores y practicantes posibles de la Ley divina nos sumamos a esa gran cadena humana que se ha visto beneficiada con las aportaciones del texto sagrado en busca de la comprensión y experimentación de la voluntad de Dios, quien habló, habla y sigue hablando de la mejor manera para que pongamos por obra sus designios en todas las áreas de nuestra vida.



[1] Omar Díaz de Arce, “Belleza literaria de la Biblia Reina-Valera”, en https://vivelabiblia.com/belleza-literaria-de-la-biblia-reina-valera/

[2] Hans-Joachim Kraus, Los Salmos. II. 60-150. Salamanca, Ediciones Sígueme, p. .

[3] Ídem.

[4] W. Brueggemann, El mensaje de los Salmos. México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 392. Énfasis agregado.

[5] H.-J. Kraus, op. cit., p. .

sábado, 5 de agosto de 2023

"Hazme entender tu ley para cumplirla": fe e interpretación pertinente (Salmo 119.33-40), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

 

6 de agosto de 2023 

Hazme entender tu ley, para cumplirla;

la obedeceré de todo corazón.

Salmo 119.34, Reina-Valera Contemporánea

 

Trasfondo

Nuevamente nos encontramos ante el Salmo 119, monumento poético de celebración de la Palabra divina y auténtica puerta de acceso hacia una sana comprensión de los alcances de la revelación escrita de Dios a la humanidad. El desafío permanente consiste en leer y releer la Biblia continuamente, y así encontrar nuevas vetas para alimentar la fe y la conciencia cristiana. Este gran poema colectivo fue escrito a lo largo de mucho tiempo a fin de expresar líricamente la fascinación, el respeto y el arraigo que la Ley divina producía en la mentalidad del pueblo de Dios. Su carácter colectivo muestra el impacto de la recepción de dicha revelación en las diversas etapas de la historia de la salvación. Walter Brueggemann escribió un valioso resumen sobre esto en el que destaca tres razones para su surgimiento, así como su propósito eminentemente práctico, orientado hacia su utilidad en la vida cotidiana:

 

Para apreciar el salmo, nos debemos preguntar por qué habría alguien de trabajar tan intensa y rigurosamente este tema. Se nos ocurren tres posibles razones: primera, el salmo es deliberadamente didáctico. Refleja el trabajo de un maestro de clase. Su objetivo no es casual. Pretende instruir al joven en el abc de la obediencia a la Toráh. Segunda, el salmo quiere hacer una afirmación comprensiva de la adecuación de una vida orientada por la Toráh. Afirma que la Toráh cubrirá todas las facetas de la existencia humana, de la A a la Z. No hay crisis humana o tema en el que necesitemos salir fuera del campo de la obediencia de la Toráh para vivir plenamente. Tercero, el intento dramático es encontrar una forma proporcional al mensaje. El mensaje es que la vida es segura y plenamente simétrica cuando se respeta la Toráh. Así, el salmo proporciona una experiencia literaria pedagógica de seguridad y plena simetría. Una vida ordenada por la Toráh es segura, previsible y completa como la dinámica del salmo.[1]

 

Justamente la capacidad “invasiva” de esta palabra fundadora, estabilizadora y conductora de la vida comunitaria, familiar e individual es lo que se celebra a cada paso que se da en el desarrollo del cántico que es, en sí, un conjunto de oraciones y afirmaciones ligadas a la grandeza de la Ley divina. “El tema especial de esta sección es la recompensa divina (v. 33), que se halla en vivo contraste con todo el vano afán de ganancias (v. 36s). […] También se escuchan de nuevo los lamentos del perseguido, que fue salvado por las palabras de Yahvé. Juicios, en el v. 39, son los juicios divinos, por medio de los cuales se puso fin a la ignominiosa calumnia”.[2]

 

La comprensión de la Ley demanda un esfuerzo sostenido (vv. 33-36)

La forma de la oración poética del Salmo desarrolla una serie de peticiones marcadas por el sentido de cada verbo utilizado: guiar, hacer entender, encaminar, inclinar. En esta primera parte se destacará la solicitud expresa para entender la ley divina, para cumplirla y obedecerla (v. 33). “Las cualidades infinitas de la ley, que el salmista celebra con una letanía inacabada de elogios, satisfacen las dimensiones más variadas de la psicología humana. La ley es guía y consejero, luz y verdad, rectitud y lealtad; enseña, ilumina y hace sabio, da juicio y discreción, discrimina el bien del mal, retiene y libra de pecado, ensancha el corazón, consuela y da la vida, defiende y da la paz; es preciosa y amable, buena y dulce, durable, acrisolada, justa, vasta, maravillosa y temible”.[3] Pues bien, todos estos méritos y grandiosidades de la Palabra divina no estarán al alcance de nadie si no se consigue una buena comprensión de su contenido mediante un buen método de lectura e interpretación.

Entender el texto bíblico quiere decir que se captan adecuadamente sus premisas, su contexto cultural, histórico y religioso, las intenciones profundas de sus autores y el lugar de cada sección en el ámbito global del libro completo, entre tantas cosas más. La confianza en que Dios guiará “por el camino de sus estatutos” produce la promesa del hablante para obedecerlos. La petición que sigue se orienta hacia la búsqueda de entendimiento de la ley también para cumplirla y obedecerla “de todo corazón”. La comprensión de la ley demanda un esfuerzo continuo de lectura, discusión y aprendizaje para conseguir superar la oposición espiritual interna que impide la aplicación de los mandamientos divinos a la vida. Ello permitirá deleitarse en ellos (35) e “inclinar el corazón hacia sus testimonios, / y no hacia la avaricia” (36) que es la contraparte subrayada por el Salmo.

 

Conocer los mandamientos en profundidad (para forjar una sólida cultura bíblica) (vv. 37-40)

 

La Toráh no es una letra muerta (cf. 2 Cor 3.2-6), sino un agente activo vivificador. Esto es, la Toráh no es solo una serie de reglas sino un modo de presencia del Dios que da la vida (37). La obediencia a la Toráh es fuente de luz, de vida, de alegría, de satisfacción, de deleite, Ciertamente, “deleite” (shaíaí),es una repetida respuesta a la Toráh (Sal 119.16, 24, 47, 70, 77, 92, 143, 174). La Toráh no es una carga sino un modo de existencia gozosa. El poder activo vivificador de la Toráh se refleja también en el Salmo 19.7-9 en el que la Toráh es restauradora de vida.[4]

 

Los verbos correspondientes a esta segunda parte (apartar, confirmar, alejar, ansiar) manifiestan, como a cada paso del salmo, los diversos estados de ánimo y necesidades que se espera que cubra la ley divina. La primera petición manifiesta el rechazo por el politeísmo del ambiente ideológico y religioso de la época (37), lo cual fue un conflicto cíclico en la historia del antiguo Israel. La concientización familiar y comunitaria al respecto obedeció a los avances proféticos que denunciaron ese problema teológico. De ahí la necesidad de que el salmista pida que el Señor “confirme su palabra a su siervo” (38), a fin de que ella sea una auténtica plataforma de pensamiento y de acción. El salmista, además, expone su temor a la deshonra (39) como parte de su experiencia de fe.

El v. 40 se refiere a la ansiedad por conocer los mandamientos divinos en profundidad, es decir, lograr una familiaridad informada y reflexiva que permita ir de lo general a lo particular (y viceversa) en la lectura, meditación y asimilación de los contenidos de cada libro bíblico (en nuestro caso), y contra así con un buen panorama de la totalidad. Eso permitirá detenerse en cada sección o fragmento con suficiente seguridad para atreverse a afirmar: “La Biblia dice…” sin incurrir en excesos o tergiversaciones del mensaje sagrado. La petición final está acorde con el espíritu general del Salmo: “¡Dame vida conforme a tu justicia!” (40b). 

 

Conclusión

El Salmo 119 representa una búsqueda persistente de conocimiento e interpretación adecuada de la ley divina en camino de la obediencia, pues ésta es la razón de ser de la vida justa: “…la obediencia a la Toráh es un punto de partida, una plataforma de lanzamiento, desde donde montar una conversación progresiva con Dios a través de la experiencia cotidiana. Así, el salmo no es estrechamente ingenuo acerca de la Toráh como podría indicar un primer vistazo. Explora una variedad de temas relacionados con la fe. Cumplir la Toráh no es toda la fe bíblica pero sí el punto indispensable de partida”.[5] La palabra divina debe ser recibida y aplicada “con todo el corazón”, una frase recurrente que aparece también en el v. 69 y varias veces en Deuteronomio (4.29; 6.5; 10.12; 11.13; 30.6).[6] La intención de comprender bien el mensaje de la Sagrada Escritura es parte de un esfuerzo de intelección permanente para todo creyente sincero y fiel.



[1] W. Brueggemann, El mensaje de los Salmos. México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 392. Énfasis agregado.

[2] Hans-Joachim Kraus, Los Salmos. Salmos 60-150. II. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1990, pp. 577-578.

[3] Ángel González, El libro de los Salmos. 3ª ed. Barcelona, Herder, 1984, p. 544.

[4] W. Brueggemann, op. cit., pp. 55-56.

[5] Ibid., pp. 56-57.

[6] Kent Aaron Reynolds, Torah as teacher: the exemplary Torah student in Psalm 119. Leiden, Brill, 2010 (Supplements to Vetum Testamentum, 137), p. 72.

La paz, el amor y la fe en Dios (Efesios 6.21-24), Pbro. Dr. Mariano Ávila Arteaga

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