viernes, 29 de diciembre de 2023

Tiempo y eternidad en el designio divino (Salmo 90.1-12), Pbro. L. Cervantes-Ortiz


31 de diciembre, 2023


Señor, a lo largo de todas las generaciones,

¡tú has sido nuestro hogar¡

Antes de que nacieran las montañas,

antes de que dieras vida a la tierra y al mundo,

desde el principio y hasta el fin, tú eres Dios.

Salmo 90.1-2, Nueva Traducción Viviente

 

Trasfondo

Cuando a la grandeza y profundidad espirituales las acompaña la belleza en la expresión, estamos delante de un portento religioso, estético y afectivo. Entre tantos ejemplos, es el caso del Salmo 90, porque pocas veces ante las Sagradas Escrituras somos capaces de percibir cómo el golpe mortal de la inspiración sagrada coincide con el de la inspiración poética de grandes dimensiones. Walter Brueggemann sugiere “que se lea el salmo como si Moisés estuviera ahora en Pisgá (Dt 34). Ha llegado hasta el final. De pie mira la tierra prometida a la que se ha encaminado toda su vida. Ahora cae en la cuenta de que no entrará allí”.[1] Este salmo indaga luminosamente en los abismos del tiempo guiado por el faro de la eternidad divina que, a duras penas, podemos concebir como una realidad medianamente comprensible. 

Dios es un refugio eterno por encima del tiempo (vv. 1-2)

Desde sus primeras palabras somos llevados por el oleaje de la poesía sagrada que observa a Dios desde la transitoriedad y no puede más que quedar extasiada: “Señor, a lo largo de todas las generaciones / ¡tú has sido nuestro hogar! / De generación en generación. / Antes de que nacieran las montañas, / antes de que dieras vida a la tierra y al mundo, / desde el principio y hasta el fin, tú eres Dios” (1-2). El auténtico hogar no es un lugar, es una persona: “Yahvéh es casa. La sed de lugar se resuelve en el don de comunión. Moisés, carente de tierra, puede celebrar tal lugar en una relación”.[2] Nuestra finitud marca un sendero solamente superable gracias a la encarnación del Hijo de Dios en el mundo. “Puede haber melancolía, aun desilusión, pero el salmo es una meditación no tanto sobre la futilidad y la muerte como sobre el poder de Dios aun frente a la realidad humana”.[3] 

La finitud humana y la insondable eternidad divina (vv. 3-6)

La labor redentora de Dios, como encuentro histórico con la humanidad, es incansable: “Haces que la gente vuelva al polvo con solo decir: / ‘¡Vuelvan al polvo, ustedes, mortales!’” (3). La desproporción entre nuestro lugar en el mundo y en la historia con ese Ser inabarcable es inmensa: “Para ti, mil años son como un día pasajero, / tan breves como unas horas de la noche” (4). Es el misterio del tiempo. La ligereza con que los seres humanos pasamos por el mundo es como una serie de metáforas que el salmo desarrolla limpiamente y que muestran cómo Dios nos ve transcurrir desde su lenta e imperceptible eternidad: “Arrasas a las personas como si fueran sueños que desaparecen. / Son como la hierba que brota en la mañana. / Por la mañana se abre y florece, / pero al anochecer está seca y marchita.” (5-6). Un equivalente para estos versos es, entre muchos otros, el poema de Nezahualcóyotl: “Como una pintura / nos iremos borrando, / como una flor / hemos de secarnos / sobre la tierra, / cual ropaje de plumas / del quetzal, del zacuán / del azulejo, iremos pereciendo. / Iremos a su casa”, que también expresa el sentimiento de limitación y finitud de la especie humana como un todo.[4] 

Ira de Dios y duración de la existencia (vv. 7-10)

Si la ira de Dios no nos consume, agrega el salmista, sí nos entristece, nos atormenta, nos constriñe: “Nos marchitamos bajo tu enojo; / tu furia nos abruma. / Despliegas nuestros pecados delante de ti / —nuestros pecados secretos— y los ves todos.” (7-8). Nuestras acciones ponen en riesgo siempre nuestra vida ante esa justicia inmarcesible. En aquellos tiempos, el enojo divino era causa de un ostentoso y santo terror: “Vivimos la vida bajo tu ira, / y terminamos nuestros años con un gemido” (9). La finitud se multiplicaba en la conciencia de los creyentes. Pero es allí adonde aparece, precisamente, la paradoja de la duración, en una época en que se vivía tan poco: “¡Setenta son los años que se nos conceden! / Algunos incluso llegan a ochenta. / Pero hasta los mejores años se llenan de dolor y de problemas; / pronto desaparecen, y volamos” (10).

70 u 80 años, aquí, son poco o son mucho, son los que Dios mismo quiere que sean: espacio de gracia, de amor derramado a manos llenas, de la experiencia decantada y asimilada progresivamente en el devenir que cada persona debe experimentar cotidianamente. Allí está Dios presente todo el tiempo, con su ¡No! contenido por la obra de Jesucristo, pero con el ¡Sí! Alentado siempre por la obra del Redentor de por medio. 

Enojo divino y sabiduría ante la vida (vv. 11-12)

“¿Quién puede comprender el poder de tu enojo? / Tu ira es tan imponente como el temor que mereces” (11): situados ante la omnipresencia del furor divino, esa ira que amenaza con disolvernos en la nada, brota del corazón humano, tan limitado y precario, la única posibilidad para situarnos ante esa eternidad incomprensible: tratar de aprender a valorar nuestros días en su justa medianía, sí, pero también en su eventual grandeza dirigida por nuestro Creador, Sustentador y Salvador: “Enséñanos a entender la brevedad de la vida, / para que crezcamos en sabiduría” (12). Porque el único asidero para capear el temporal de la vida y sus vicisitudes es la sabiduría que viene del Eterno, del Absoluto, de Aquel que nos hace vivir siempre a su lado con la esperanza de que la vida es eso, no un valle de lágrimas para condolerse, sino un sendero de luz en el que más vale que cerremos los ojos y mantengamos la fe en las promesas para no perdernos.

Por todo ello, Brueggemann, en su magistral acercamiento al poema, ha escrito:

 

Sugiero que el “corazón de sabiduría” en el v. 12 no es simplemente el de alguien que es realista acerca de la transitoriedad humana y de la culpa sino el de alguien que sabe que existe “sentimiento de hogar” en el gobierno de Dios. Ése es el carácter esencial y la señal definicional de la situación humana. Una tal lectura de la realidad va contra la evidencia, aun contra la evidencia ofrecida en el salmo mismo. Un “corazón de sabiduría” que no es capturado por la evidencia, que no se impresiona excesivamente por los datos al alcance sino aquel que presta atención a la persistente realidad del señorío de Yahvéh.[5]

 

Conclusión

Esa búsqueda de conocimiento, de profundización ante la cortedad de la vida es resultado de la influencia del enfoque sapiencial, que se entrecruza creativamente con el tono lírico de la plegaria: “La sabiduría trata de ir al fondo de las cosas y descubrir lo oculto; penetra en lo más recóndito de la vida humana con una sonda inexorable. El Salmo 90 muestra las repercusiones que tienen las ideas sapienciales en un cántico de lamentación de la comunidad:[6] La transitoriedad humana (y de sus obras) puede ser transformada por el toque divino para recibir una orientación que traspase el tiempo.



[1] W. Brueggemann, El mensaje de los salmos. México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 169.

[2] Ibíd., p. 167.

[3] Íbíd., pp. 167-168.

[4] Nezahualcóyotl, “Como una pintura nos iremos borrando”, en Poemas. Barcelona, Linkgua Ediciones, 2019 (Poesía, 158), pp. 46-47.

[5] W. Brueggemann, op. cit., p. 169.

[6] H.-J. Kraus, Los Salmos. II. 60-150. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1995 (Biblioteca de estudios bíblicos, 54), p. 326.

lunes, 25 de diciembre de 2023

"Ya la tierra es cielo": Emmanuel, Dios al lado de su pueblo (Mateo 1.18-25), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

24 de diciembre de 2023


Una virgen concebirá y dará a luz un hijo,

y le pondrás por nombre Emanuel,

que significa: “Dios está con nosotros”.

Mateo 1.23, Reina-Valera Contemporánea

 

El mal se destierra,

ya vino el consuelo:

Dios está en la tierra,

ya la tierra es cielo.

Fernán González de Eslava


Trasfondo

Mateo abre su Evangelio con una reconstrucción genealógica de la historia de la salvación que desemboca en José y, por supuesto, en Jesús. Presentada esquemáticamente (14 generaciones tres veces) cumple la función anunciada en 1.1: exponer la continuidad histórico-salvífica entre Abraham, David y Jesús de Nazaret. La historia de la salvación debía desembocar en el nacimiento del Mesías anunciado y profetizado. Los nombres mencionados forman parte de la cadena histórica desde la época de Abraham, Isaac y Jacob (patriarcal), la etapa en Egipto, el regreso a Canaán, los Jueces, la monarquía, la división del reino, el exilio y el retorno a Palestina. En el v.16 el tono cambia y se introduce el viraje teológico que representó el nacimiento de Jesús: María es mencionada como ya antes otras mujeres (en circunstancias “irregulares”), algo impensado para este tipo de registros. Con ello se abre la puerta para el relato más detallado del nacimiento como tal, que también se daría en medio de eventos complicados. 

María, la adolescente madre (v. 18)

El relato del nacimiento inicia con un conflicto: estando comprometida con José, se supo que María estaba embarazada; tendría entre 12 y 16 años en ese momento, de modo que su situación podía complicarse, aun cuando se subraya que había concebido del Espíritu Santo. Sin los detalles que ofrece Lucas, Mateo expone directamente el problema. José tenía dos alternativas: “1) Denunciarla al tribunal; en este caso, si se comprueba que no era virgen, ‘sacarán a la joven a la puerta de la casa paterna y los hombres de la ciudad la apedrearán hasta que muera’ (Dt 22.20ss). 2) Darle el libelo de repudio”.[1] Actuar de esa manera con una adolescente sería visto hoy como una acción extremadamente violenta, impropia de una persona creyente, pero completamente legal. Dado que vivimos en el país con la mayor tasa de adolescentes embarazadas en la OCDE se ha tenido que desarrollar un plan nacional para descenderla. Este año disminuyó 16%, con un total de 60.3 nacimientos por cada mil personas de 15 a 19 años, pero aún sigue siendo un problema incluso de salud pública.

De modo que el pasaje nos sitúa ante un “nacimiento irregular”: “En clave de ley, desde el punto de vista de José, hijo de David y portador de su promesa, el surgimiento de Jesús se opone al orden patriarcal y nos sitúa en los bordes del mayor ‘pecado’ posible: el adulterio como ruptura del orden familiar”.[2] María estuvo al borde de la muerte por causa de esta irregularidad producida por el propio Espíritu Santo. 

José, varón desempoderado y padre sustituto (v. 19-21)

La figura de José es una de las más importantes en esta historia, pero paradójicamente es de quien menos se habla, aun cuando en el relato es en quien más hizo crisis la situación. La teología contemporánea ha practicado lecturas muy iluminadoras de su relevancia para la historia de la salvación a partir del dilema que enfrentó aun cuando su condición de “justo” lo hizo valorar la decisión de dejarla (o repudiarla que es el concepto más preciso), aunque no quería “denigrarla”, pero ése sería el camino para su castigo y ajusticiamiento. La primera parte del v. 20 lo muestra reflexionando sobre el problema. Tendría que llegar a él un ángel en el sueño para convencerlo de asumir el papel de “padre sustituto”. Ésa era la otra alternativa, un tanto humillante y que implicaba una forma de desempoderamiento, de kénosis, de vaciamiento: “El ángel no le da tiempo a José de preguntar nada. Da por supuesto que acogerá a María; y cuando nazca el niño, será él quien le ponga el nombre. No se llamará José, como él, sino Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados. Demasiadas sorpresas para un pobre muchacho de Belén. Su novia embarazada, un hijo suyo que no es suyo, y que salvará a Israel de sus pecados”.[3]

Xabier Pikaza y Leonardo Boff han indagado profundamente en la personalidad de José. El primero establece que el texto rechaza el patriarcalismo davídico concreto del varón que dirige a la mujer. Eso es lo que José debe superar:

 

…el ángel de Dios le pide que renuncie a su paternidad, con los derechos que ella implica, poniéndose al servicio de la obra de Dios María, su esposa (Mt 1, 18-25). De esa forma le pide lo más fuerte y costoso que puede pedirse a un hombre, especialmente si es israelita: que renuncie a su derecho y que acepte, acoja y cuide la obra que Dios ha realizado en su mujer María.

Frente al varón dominador que duda de su esposa y la utiliza, frente al hombre que pretende “conquistar” a las mujeres y tomarlas como territorio sometido, se eleva aquí la voz más alta del ángel de Dios pidiendo al varón José que respete a la mujer María, aceptando lo que Dios realiza en ella. En el principio de la historia de la liberación cristiana está la fe de este buen varón José, que se ha dejado cambiar, convirtiéndose de algún modo en cristiano ante María”. [4]

 

Para Boff, José es un padre ejemplar, que bien puede servir de modelo para estos tiempos tan exigentes.[5] La frase clave es recogida por Mateo de manera sensible: “No temas recibir a María, tu mujer”. 

El Emmanuel anhelado: un Dios acompañante (vv. 22-25)

José no le pondría su nombre al niño sino el que le indicó el ángel, el nombre simbólico ligado a la salvación de su pueblo el cual se relacionaría con el anuncio profético de Isaías 7.14 que ahora alcanzaría su cumplimiento pleno, luego del parcial en la persona del rey reformador Ezequías. Ese Dios acompañante por fin se visualizaría en la persona de este niño Mesías que vino a colmar las esperanzas del pueblo en toda su plenitud. El Dios-con-nosotros encarnado en el hijo de María es el Mesías para Israel, el Salvador para la humanidad, la esperanza para toda su creación. 

Conclusión

El hecho de que Dios en Jesús camine ahora al lado de su pueblo fue el cumplimiento de las más antiguas promesas sobre esa realidad inigualable que consistiría en percibir al Señor como una persona siempre cercana, empática y solidaria. La acción divina de venir al mundo y arraigarse en él mediante la humanidad de Jesús es el mayor acontecimiento salvífico que podía imaginarse. Ni en sus mejores sueños Isaías y los demás profetas tuvieron la capacidad de anticiparse a la manera en que Dios se haría presente en la historia, dentro de ella, desde sus raíces más profundas. En todo el evangelio de Mateo se desplegaría esta realidad a cada paso de la actuación de Jesús como maestro, sanador y liberador. Ésa es la razón de ser de esta fiesta cristiana que celebra la llegada definitiva de Dios al mundo en su Hijo.



[1] José Luis Sicre, El evangelio de Mateo: un drama con final feliz. Estella, Verbo Divino, 2016, p. 47.

[2] Xabier Pikaza, Evangelio de Mateo: de Jesús a la iglesia. Estella, Verbo Divino, 2011.

[3] J.L. Sicre, op. cit.

[4] X. Pikaza, “San José, un hombre que creyó en su mujer”, en Religión Digital, 18 de marzo de 2019, www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/San-Jose-hombre-Superar-patriarcalismo_7_2104659534.html.

[5] L. Boff, San José: la personificación del padre. México, Ediciones Dabar, 2006, pp. 199-201.

sábado, 16 de diciembre de 2023

"Y un niño los guiará": nacimiento del Mesías y Reino de Dios (Isaías 11.1-10), Mtra. Dulce Flores M.


William Strutt (1825-1915), Un niño pequeño los guiará (1896)


17 de diciembre, 2023 

Trasfondo

Este texto es considerado por la casi totalidad de los autores como mesiánico, o una relectura de perspectiva mesiánica.[1] Podemos decir que puestos los pies en el Nuevo Testamento se ha releído de esa forma, y se ha pensado como característico de la persona de Jesús como Mesías. En el Nuevo Testamento vemos como los apóstoles y el mismo Jesús citan al profeta Isaías muchas veces para afirmar lo que estaba sucediendo.

La vida de Isaías estuvo determinada por su experiencia en la casa de Yahveh en el monte Sión, muy cerca de la casa del rey, por lo que conocía de cerca los aspectos de un reinado. Isaías era un hombre de Dios que se sentía sobrecogido, conmovido por la grandeza de Dios y parte de su misión era hacer comprender al pueblo de Israel lo que significaba tener al Santo en medio de ellos, quiere hacerles entender que Dios quiere la hermandad y la justicia entre los hombres.

En su momento Isaías quiere que se entienda la estremecedora noción del Dios santo, que esta por encima de todo, que conoce todo, pero que sin embargo esta muy cerca de su pueblo, lo conoce, les esta diciendo que el no puede tolerar ninguna actividad que lo manche, que lo haga menos, o acciones arbitrarias.

 

Este Isaías que anunció una desoladora invasión por parte de los asirios porque el pueblo rechazó a Yahveh como su Dios y su fuerza, es el mismo profeta que anuncia la esperanza de un gran rey, de un rey justo, porque la destrucción que veían con la invasión de los asirios y otros pueblos, no era la última palabra de Dios. Isaías empieza a decir al pueblo es este capitulo que:

 

1 Una vara saldrá del tronco de Isaí;

    un vástago retoñará de sus raíces. 

2 Sobre él reposará el espíritu del Señor

 

Un retoño dice en la NVI, un vástago, una vara de la línea de Isaí, significando descendencia de su hijo David, que estaría lleno, pleno del Espíritu del Señor, un descendiente, que se caracterizaría por tener el mismísimo aliento de Dios sobre él. [2]  Un rey que gobernará sobre el trono de David como dice Isaías 9.7. Un retoño es un producto tierno y se pensaría débil, pero el mencionarlo aquí de esa manera se deduce que se hará mucho más que eso, que será fuerte, que nace de un tronco que se pensaría seco, surge este renuevo de las raíces de la línea de David. Se deduce de aquí que su poder no se obtendría por medio de la violencia ni tendría espíritu de violencia. Esta plenitud, este espíritu de sabiduría de consejo y de poder no lo obtendría por medio de la violencia de las armas, del engaño, sino que seria un poder recibido, se depositaria todo este señorío sobre sus hombros.

La monarquía davídica tuvo desde el principio un solido apoyo religioso sacerdotal y todo lo relativo a David y las promesas de Dios hechas a David marca siempre un punto de referencia muy importante.[3] Se podría decir que los reyes posteriores se medían con el rey David.

Es muy interesante ver que el profeta pone de manifiesto muchas cualidades que supera las atribuciones de un rey ordinario, que los reyes de Israel debieron tener porque se consideraban dones divinos dados por Dios, pero lamentablemente estos reyes no fueron capaces de ejercerlos, no fueron capaces de ejercer como Dios lo quería.[4] Ahora bien, estos atributos que describe Isaías pertenecen a la actividad de la monarquía. Eran los reyes quienes debían tener estos atributos de sabiduría y de inteligencia, de consejo y de poder. O ¿sería que Isaías estaba describiendo unas cualidades imposibles de tener?  Podemos pensar que Isaías deseaba que el rey que estaba subiendo al poder tuviera estos atributos. Pero, también, si vemos estos atributos desde la perspectiva de la esperanza mesiánica, nos lleva a pensar en Jesús, que él si podía tener todas estas cualidades y de hecho las ejerció, y también serán ejercidas en el esperado reino de Dios. Realmente no hay comparación con lo que el Mesías traería y haría siglos después.

Dice Isaías en el v. 2 que el Espíritu de Dios reposará sobre el. El Espíritu Santo, con todos sus dones y gracias, no sólo vendrá, sino que descansará y morará sobre él; tendrá el Espíritu no por un tiempo, sino que morará sin medida, morando en toda su plenitud.  En la esperanza mesiánica vemos a un Jesús que inicia su ministerio diciendo en Lucas 4:18: “El espíritu del Señor esta sobre mí”. En cierto modo, el primer libro de Samuel nos dice que el rey Saúl y David fueron dotados del espíritu divino para mejorar su capacidad de liderazgo y llevar a cabo su trabajo, parece que estaban ejerciendo con una capacidad que era más que meramente humana. Sin embargo, los reyes davídicos manifestaron un espíritu que tenía muy poco de Dios.[5]

Isaías tal vez deseaba que el joven rey Ezequías se comportara de esta forma. Pero si en este rey no reposa el Espíritu de Dios, si no lo hay, los resultados de su gobierno no serian diferentes a los demás reyes.  No se podrá decir lo mismo al pensar en el Mesías, en el cual reposó el Espíritu de Dios en toda su plenitud, formidable, gigantesca, asombrosa, magnifica. Viendo las cosas desde el punto de vista mesiánico del Nuevo Testamento, el Mesías si tuvo esta fuerza magnifica del Espíritu Santo.

Continuamos con las características de este renuevo, de este rey. Dice Isaías que tendrá “espíritu de sabiduría y entendimiento o inteligencia”, tendrá la habilidad de percibir todas relaciones de su entorno, entenderá completamente como deberá gobernar y ejercer su poder. Discernimiento parece un término muy próximo al de sabiduría. El rey Salomón tenia esta capacidad de discernimiento, de examinarlo todo. Una mente que tiene discernimiento demuestra una sabiduría y una agudeza que van más allá de lo que se ve y se escucha. Pero esta palabra no nos es ajena. A nosotros los cristianos se nos pide el poder discernir para saber lo que es mejor (Filipenses 1.10)

Otra característica es que esta sabiduría y entendimiento le daría integridad. De hecho podemos leer en Juan 2.24, que dice que “Jesús no confiaba en ellos porque los conocía a todos, conocía la intención de los corazones”, no confiaba en todo el que se le acercaba. Tendría espíritu de entendimiento por lo que se puede decir que tendrá la habilidad o capacidad de pensar y obrar con buen juicio. Todo ello vendrá de Dios.  En los tiempos de Isaías, la sabiduría en los reyes era considerada muy importante pues era un don de Dios, era un elemento esencial, era necesario para el gobierno, era una cualidad de un rey. [6]  Pensando más en la esperanza mesiánica y la obra de Jesús, él tendría que dar a conocer todo sobre el reino de Dios, daría a conocer a Dios mismo, tendría este entendimiento.

Siguiendo con los requisitos según Isaías, el rey tendría el espíritu de consejo. Virtud por excelencia de los reyes. La palabra consejo va junta con sabiduría.  El rey seria un consejero, pues estaría dotado de conocimiento para poder discernir entre las cosas y tomar buenas decisiones. Un consejero en la política hoy en día como en la antigüedad debe tener la habilidad de combinar varios elementos y datos e información, leer libros, ver noticias, escuchar podcasts, música, todo de diversa índole para poder ofrecer un consejo útil.

Por ejemplo, los secretarios de Estado de distintos países, los primeros ministros de Inglaterra tienen esta tarea, por ejemplo, quien no recuerda a Henry Kissinger de Estados Unidos y sus decisiones internacionales tan polémicas, o a Sir Winston Churchill o Margaret Thatcher de Inglaterra, que desempeñaron papeles importantes por sus decisiones, todos ellos cambiaron el curso de la historia de alguna forma. Ser consejero no es cualquier cosa, por ello este rey o renuevo será especial, lleno del Espíritu de Dios, estaría dotado de conocimiento para poder tomar buenas decisiones.

Los vv. 2 y 3 dicen quetendrá espíritu de conocimiento y temor del Señor (respeto del Señor), el se deleitará en el temor del Señor”. El Espíritu con el que será revestido le hará de rápido entendimiento, viviendo en el respeto y reverencia a Dios, en el temor del Señor. Siempre buscará la guía de Dios y no se apartará de ella. Poniéndonos en la esperanza mesiánica en un rey futuro, esta característica del temor al señor no nos es extraña, pues Jesús la ejercía y la enseñaba.

Isaías continúa describiendo ahora, la forma en que llevara a cabo este gobierno donde no se juzgará según las apariencias. (vv. 3-4). Será crítico, no juzgará, ni gobernará según las apariencias, sino que verá y percibirá las cosas y personas tal cual son, el rey debe evitar a toda costa caer en juegos tramposos o juicios vanos. No se dejará llevar por las opiniones de otros. Aquí nos vienen a la mente pensando en la actividad mesiánica de Jesús, un ejemplo de cuando pidieron su opinión sobre el juicio de la mujer adúltera que querían apedrear los judíos, donde la multitud lo presionaba para una acción inmediata. Este rey que describe Isaías funciona, trabaja, a partir de una rectitud y una fidelidad fundamentales que darán a sus juicios, a sus respuestas, a sus opiniones, una fuerza moral inquebrantable.[7]  Pensemos en la respuesta de Jesús a esta gente que fue inesperada pero justa: “Aquel de ustedes que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra” (Juan 8.7).

Este rey que Isaías describe tendría un reino de justicia. La justicia y la sabiduría siempre iban juntas. Tendría investidura divina para gobernar. Si pensamos en un Mesías, este seria justo y gobernaría a su pueblo con justicia, sería un reino seguro.

“Defenderá los derechos de los pobres” (v. 4). Un comentario dice que esta es una expresión de una función de la realeza, que tenían que aceptar, no sólo de Israel sino del antiguo Cercano Oriente.  El rey que no aceptara esta expresión al menos en principio no podría sobrevivir. Los pobres, los indefensos y los marginados debían recibir la protección especial del soberano. Sin embargo, siempre ha habido un gran océano, una gran brecha, entre lo ideal y lo presente. Difícilmente se podrían tomar estas decisiones a favor de los necesitados a menos que la realeza fuera de un tipo extraordinaria. Estos versículos de justicia nos dan a pensar en la historia de la salvación, en la esperanza mesiánica, en Jesús. En la celebración de ese niño tan esperado, en el rey tan esperado.[8]

Podemos observar esta característica cumplida en Jesús cuando leemos lo que dice el Evangelio de Lucas 4.18 al iniciar Jesús su ministerio en la sinagoga de Nazaret, y leyó el rollo de Isaías 61: “El Espíritu del Señor esta sobre mí, me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres…”. Es a ellos a que el ungido del Señor les proclamaría buenas nuevas de salvación. [9] Somos nosotros los destinatarios de tal bendición y como tales esperamos la totalidad del Reino de Dios.

Otra característica más de la forma en que llevará a cabo su reinado o su gobierno, v. 5, es que juzgará con juicio justo: “La justicia y la fidelidad (lealtad) serán el cinto que ceñirá su cintura”. Será justo en la conducción de su gobierno, y su justicia será su cinto; esta es una imagen muy ilustrativa pues podemos imaginar a la justicia rodeando su cuerpo siempre. Como si estuviera pegada a él. Simbología de un rey que valientemente defiende a su pueblo. También simbolizaría fuerza en sus decisiones. Se pondría la justicia para toda acción o acto que el rey llevara a cabo.  Se podría pensar que la justicia, el hacer el bien seria la señal más visible de este rey. ¿No es ésta la esperanza mesiánica que esperamos? Isaías esta diciendo que el rey debía tener estas dos cualidades esenciales: justicia y fidelidad/confiabilidad: hacer lo correcto y ser verdadero en todas las circunstancias. Otra vez vemos que estas características llevan hacia una persona con integridad.

El profeta había hablado antes, en el capitulo 9, de un niño que debería nacer, un hijo que sería ser dado, sobre cuyos hombros debería estar el gobierno, con la intención de que esto fuera el consuelo del pueblo de Dios en tiempos de dificultad. Pero en este capitulo redondea mas su perfil, de una persona en acción. De un Rey que le importan los necesitados, los pobres y los quiere ver a salvo. Se vislumbra un reino de seguridad. Se vislumbra el Reino de Dios.

vv. 6-8. La lectura de estos versículos da muchas ideas, pero trataremos este pasaje en una forma figurativa, es ver y sentir que en un reinado y sobre todo en uno mesiánico, el miedo que pasea con la inseguridad, el peligro, y el mal serian eliminados tanto para el individuo como para el mundo.[10] Es apreciar que se describe un tiempo de paz, de una especie de eliminación de las contradicciones y de las oposiciones.  Tan sólo con pensar que el lobo convivirá con el cordero, se vislumbra paz. De todas formas, los vv. 6-8 parecen señalar que Isaías imaginaba que la llegada y el gobierno del nuevo rey tendrán como consecuencia un reino de una paz extraordinaria y que en adelante ya nadie tendrá miedo.[11]

Pensando en la esperanza mesiánica, vemos, que las características que Isaías pensó sobre un verdadero rey se cumplieron en la vida de Jesús, pero también vemos que falta más, que aún no ha llegado este tiempo en totalidad, que aun estamos esperando, esa justicia total, esa paz total de Dios. El Mesías sería justo y gobernaría a su pueblo con justicia, sería un reino pacifico sin guerras, sería un reino estable pues permanecerá para siempre y será universal, mundial. Estas son las características principales del reino mesiánico que fue iniciado por Jesús. [12]

 

10 Cuando llegue ese día, sucederá que los pueblos irán en busca de la raíz de Isaí,

la cual se plantará como estandarte de las naciones;

 

Conclusión

Cuando llegue ese día significará que el rey habrá cumplido fielmente su función y su tarea, pero hasta entonces la historia de la salvación sigue su curso; nosotros seguimos en ella, pues aún no ha terminado y que mientras recordamos eso en este tiempo de Adviento y celebramos su venida no debemos olvidar lo dicho por Pablo en 1Tesalonicenses 5.16. ¿Cómo esperaremos la promesa del Mesías con todas estas características por cumplir? ¿Cómo esperaremos esta visión de Isaías del Reino de Dios?

 

16 Estén siempre gozosos. 17 Oren sin cesar.18 Den gracias a Dios en todo, porque ésta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús. 19 No apaguen el Espíritu. 20 No menosprecien las profecías.

21 Examínenlo todo; retengan lo bueno. 22 Absténganse de toda especie de mal.

[1] Asurmendi, pp. 46,48.

[2] Oswalt, p. 279

[3] Asurmendi, p. 34.

[4] Oswalt, p. 279.

[5] Oswalt, p. 279.

[6] Asurmendi, p. 26

[7] Oswalt, p. 280

[8] Oswalt, p. 281

[9] Stott, Contracultura cristiana, p. 43

[10] Oswalt, p. 283.

[11] Asurmendi, p. 46.

[12] Stott, Toda la Biblia en  un año, p. 364.


Asurmendi, Jesús M., Isaías 1-39. Estella, Verbo Divino 1981 (Cuadernos bíblcios, 23).

Oswalt, John N., The New International Commentary on the Old Testamtent. The Book os Isaiah 1-39. Grand Rapids, Eerdmans, 1996.

Stott, John. Contracultura cristiana. El mensaje del Sermón del Monte. Buenos Aires, Ediciones Certeza, 1984.

Stott, John, Toda la Biblia en un año. Buenos Aires, Ediciones Certeza, 2013.



domingo, 10 de diciembre de 2023

"Un niño nos es nacido": Dios se presenta en las coyunturas del mundo (Isaías 9.1-7), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

10 de diciembre de 2023

Porque un niño nos ha nacido, ¡un hijo nos ha sido concedido! Sobre sus hombros llevará el principado, y su nombre será “Consejero admirable”, “Dios fuerte”, “Padre Eterno” y “Príncipe de paz”.

Isaías 9.6, Reina-Valera Contemporánea

 

Trasfondo

Es tanto el interés por cristianizar las profecías de Isaías, que casi siempre se pasa por alto la coyuntura específica que propició el anuncio con proyecciones mesiánicas que siempre se recuerda en esta temporada. Comprenderla mejor puede ayudar a desplegar en la historia de la salvación el planteamiento divino encaminado a introducir en el mundo su reino de paz y justicia. En estos momentos, en los que una vez más la violencia está presente en los mismos territorios aludidos por Isaías y en donde nació y vivió Jesús, es preciso recuperarla para comprender la forma en que el mesianismo se instaló en la conciencia del pueblo de Dios. El gran contexto es la llamada guerra siro-efraimita, es decir, la alianza entre Siria e Israel en contra de Judá a fin de deponer al rey Acaz (Is 7.1-2). Acaz, atemorizado, buscó el apoyo del rey asirio Tiglat-pileser III (2 Re 16.7-9), quien respondió y atacó a Siria, matando a Resín. En Is 8.7-10 se alude ya al Emmanuel como presencia directa de Dios, al grado de que los caps. 6-12 se conocen como el “Libro de Emmanuel”: “…el ‘signo’ del niño nacido [7.14] no sólo es un punto importante y de referencia en los seis capítulos, sino que es uno de los datos organizadores de la unidad”.[1] “Las consecuencias de la guerra llevan a Isaías a reconsiderar el conjunto de la situación. Históricamente, la política del rey Acaz, con sus debilidades y su sumisión a Asiria, se había hecho impopular, hasta el punto de que tuvo que asociar al trono a su hijo Ezequías por los años 729-728. Decepcionado por el comportamiento de Acaz durante la guerra, Isaías puso todas sus esperanzas en su sucesor. Sigue creyendo en la dinastía, en la mediación real: el rey es el instrumento escogido por Dios para la salvación del pueblo”.[2] Isaías obliga hoy a hacer un análisis geopolítico para percibir mejor las promesas divinas. 

El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz (vv. 1-5)

“Gran profecía, que llamaremos tentativamente mesiánica. El nacimiento del niño como don de Dios inserta sólidamente este oráculo en el signo de Emmanuel, como un injerto que crece pujante hacia la altura. Porque el profeta se remonta apoyándose ligera y sólidamente en la situación histórica: crisis bélica, dinastía davídica, nacimiento de un niño, son datos históricos delimitados; el cuádruple nombre y lo que anuncian trascienden el recinto histórico”.[3] Las regiones mencionadas en el v. 1 son las conquistadas por Asiria e incorporadas a su imperio, en medio de gran tensión entre la humillación y el ensalzamiento. En medio de las tinieblas, símbolo del caos imperante, “sombras de muerte” (v. 2), surge repentina la luz como parte de una nueva creación. Se anticipa algo milagroso que aún no se explica: la luz que aparece como complemento, será el sujeto dominador del ambiente expuesto. La ideología real lo domina todo: “La luz es el símbolo de la salvación y también de la llegada de un nuevo rey que, en los textos egipcios, se comparaba con el nacimiento del sol. También en los textos bíblicos se asocia la realeza y la luz (2 Sam 23.3-4), la entronización real y la aurora (Sal 110.3)”.[4]

“En un crescendo impresionante, el v. 3 expresa el gozo y la alegría que reinan en el pueblo. El término gozo, repetido tres veces en este corto versículo, es un término que aparece en los dos relatos de entronización de un rey en el A. T.: la de Salomón (1 Re 1.40) y la de Joás (2 Re 11.14, 20). El término que expresa la alegría tiene un origen diferente: parece estar ligado a la fiesta cananea de otoño, fiesta que los israelitas hicieron suya y que sirvió probablemente de marco a la coronación real. La audacia de Isaías es sorprendente: utiliza un término de resonancias paganas para expresar el gozo que provoca la acción salvífica de Dios en el momento de la coronación del nuevo rey”.[5]

“Las comparaciones que se utilizan son igualmente significativas. La siega puede aludir perfectamente a esta misma fiesta de otoño, mientras que el botín prepara el texto que va a venir a continuación. Los vv. 3 y 4 están introducidos por un porque. Sin embargo, el poema no siempre nos dice la causa de esta alegría. Se tiene la impresión de que nos vamos acercando poco a poco al centro vital del poema, pasando de las manifestaciones exteriores a las razones más profundas de ese gozo. Estos dos versículos comienzan exponiendo ciertos motivos de ese gozo: ha desaparecido la opresión, se ha eliminado la guerra. […] El vínculo con la introducción en prosa va siendo cada vez más fuerte. La mención del "día de Madián" resulta muy significativa. Es una alusión evidente a la historia de Gedeón (Jue 6-7): los israelitas se libraron entonces de la opresión que ejercían sobre ellos los madianitas. […] Parece ser que, para Isaías, la salvación del reino del norte pasaba necesariamente por la monarquía del sur. El v. 4 alude a las botas y a la capa de combate utilizadas por las tropas asirias”.[6] 

“Un niño nos es nacido”: Dios afirma su primado histórico de manera renovada (vv. 6-7)

El v. 6 comienza también con un porque, pero esta vez se expresa la razón definitiva. La noticia anunciada concierne a una persona: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”. Se trata de un niño que lleva al hombro el principado. Por tanto, tiene que tratarse de un personaje real. No todos los especialistas están de acuerdo en el acontecimiento al que alude el poema. ¿Se trata del nacimiento del heredero real? ¿O se trata más bien del “nacimiento” que supone la subida al trono? No hay pruebas suficientes para decir que en Judá se celebraba solemnemente el nacimiento físico del heredero real. […].[7]

Aquí, el hijo es dado por Dios, como indican los verbos en forma pasiva, y tendrá un papel importante para el pueblo, ya que “se nos ha dado”. El principado sobre su hombro alude probablemente al manto real que era el símbolo del poder (cf. Is 6.1). El poema proclama a continuación los nombres del nuevo rey. Se ha discutido mucho a propósito de estos nombres extraños. […] Como se ha visto, la sabiduría real, el consejo, era una de las bases del gobierno, uno de los fundamentos de la monarquía. El nuevo rey es una maravilla de consejero. Es importante el título de maravilloso: en el libro de Isaías sirve con frecuencia para designar la obra de Dios, su acción. El consejo del nuevo rey, su sabiduría, procederá de la esfera de Dios.

El segundo nombre, Dios guerrero, alude a las capacidades guerreras del rey. Es un título característico por su audacia. Nunca en el A. T. se le había dado a nadie este título más que a Dios. El nombre Padre perpetuo es otra alusión a la función del rey, a la preocupación que debe tener por la prosperidad de su pueblo. Lo encontramos en la boca de David a propósito del rey Saúl (1 Sam 24,12). El futuro del rey se presenta como indefinido. […] El título Príncipe de la paz se sitúa en la misma línea. A primera vista parece paradójico: príncipe hace alusión a la guerra, mientras que paz la niega. Pero este último término no significa ausencia de conflictos. Engloba el conjunto de circunstancias y de realidades que permiten al pueblo vivir feliz. El v. 7 sigue concretando las cosas. Se trata de un descendiente de la casa de David. En otros términos, e insistiendo de nuevo en la paz y en la soberanía, el profeta subraya de nuevo la función del rey: su trono y su realeza se basarán en el derecho y la justicia; esto supone sabiduría, valentía, prosperidad del pueblo, paz, felicidad.

Este poema refleja muy bien el significado profundo de la monarquía en Judá. El texto es seguramente muy parecido a los que se utilizaban con ocasión de la entronización de un nuevo rey. […] El personaje aludido debe ser Ezequías y el momento histórico su subida al trono en el 729-728. Después de los desastres de la guerra siro-efraimita, el nuevo rey representa para el profeta la única esperanza. Dios ofrece la salvación a su pueblo de Judá y al reino del norte en la persona del nuevo rey de Jerusalén y en su función de mediador. El nuevo rey es el instrumento de la salvación de Dios.[8] 

Conclusión

Con este poema acaba un periodo de la actividad de Isaías y un momento importante de la historia de Judá y de Israel. Las consecuencias de todos estos acontecimientos serán muy grandes para la historia y para la fe del pueblo. “El texto de Isaías 9.1-7 representa la entronización del niño-rey, hijo de Acaz, un rey cuya imagen está relacionada con la guerra y la muerte. Estamos dentro de la teología Deuteronomista: a la culpa sigue el castigo y después de la transformación, la promesa de restauración”.[9] Dios se muestra en medio de la historia conflictiva de su pueblo y, a partir de ella, hace un anuncio marcado por la novedad y la frescura de su actuación mediante un niño enigmático que cambiará el rumbo.



[1] Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre Díaz, Profetas. I. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1980, p. .

[2] Jesús M. Asurmendi, Isaías 1-39. 2ª ed. Estella, Verbo Divino, 1981 (Cuadernos bíblicos, 23), p. 48.

[3] Luis Alonso Schökel y José Luis Sicre Díaz, op. cit., p. . Énfasis agregado.

[4] J.M. Asurmendi, op. cit., p. 49.

[5] Ibid., p. 50.

[6] Ídem.

[7] Ídem.

[8] Ibid., pp. 50-51.

[9] María Cristina Ventura y Luigi Schiavo, “La niñez como clave para un mundo otro: Una lectura de Isaías 9.1-6”, en RIBLA, núm. 86, 2022/1, p. 150.

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