sábado, 25 de mayo de 2024

Amor y mutualidad familiar (Efesios 5.21-6.4), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

26 de mayo, 2024

Ustedes, que honran a Cristo, deben sujetarse los unos a los otros.

Efesios 5.21, Traducción en Lenguaje Actual

 

Trasfondo

Llegamos a la sección en que San Pablo expone, con una enorme amplitud de miras y a sabiendas del impacto que iba a causar su opinión, las relaciones familiares y laborales que debían surgir como producto del señorío cósmico, social y comunitario del Señor Jesucristo. Tal como lo resumió Juan A. Mackay, al referirse a la proyección familiar de la carta: “En el hogar viven los que están más cerca de los vínculos de sangre. La relación de la familia no es sólo la última, es la relación primera y fundamental de los seres humanos, de los unos para con los otros. Ello ha sido consagrado por la religión cristiana como símbolo de la relación entre Dios y los hombres que son hijos de Dios. El matrimonio, sobre el cual se funda el hogar, ha sido hecho el emblema, o la parábola, de la relación entre Jesucristo y su Iglesia”.[1] Otra manera de decirlo: “Cerca de la Iglesia se halla la casa del cristiano. Y al orden que debe haber en esta casa se dedica ahora san Pablo en su carta”.[2] O de este modo: “A la hora de concretar los principios morales expuestos, el autor, ampliando lo dicho en Colosenses, se concentra en la domus cristiana (5.21-6.9; Col 3.18-4.1), entendida según las estructuras de la época: una gran organización en la que sobresalen la esposa, los hijos y los esclavos”.[3] Ef 5.21-6.4 se divide en tres partes, que demuestran que el apóstol tenía presente la familia según la cultura antigua: los vv. 22-23 en adelante hablan de las relaciones fundamentales dentro del matrimonio, las casadas y sus maridos, de éstos con sus mujeres; el v. 33 es una síntesis; en 6.1-4 se habla de las relaciones mutuas entre hijos y padres; y, por último, 6.5-9 se ocupan de las relaciones entre esclavos y amos. Son los mismos órdenes planteados por Aristóteles en su Política. 

La sumisión mutua o recíproca en la familia “en el temor de Cristo” (5.21)

 

La idea de una sumisión universal “en el temor de Cristo” (cf. Fil 2.3) resulta especialmente fuerte para el cristiano, que llama “Señor” a alguien que se hizo más pobre que nosotros (2 Cor 8.9) y se sometió a humillaciones a las que nunca fuimos sometidos (Fil 2.3s). Se ha citado concretamente “el temor de Cristo” para más salir al paso a la tentación de prepotencia que asalta a unos y a otros. Según este principio, el marido se tiene que someter a la mujer tanto como ella a él, pero a él se lo dice recordando el ejemplo de Cristo; a ella, en cambio, pasando por las estructuras familiares tradicionales.[4] 

Los dos componentes de Efesios 5.21 se complementan admirablemente al momento de servir como introducción para la sección en que se hablará de la mutualidad que debe presidir la familia desde el punto de vista cristiano. Ciertamente el verbo utilizado por el apóstol (jupotassómenoi) es el que puede causar conflicto, aun cuando como es de esperarse y en continuidad con su discurso previo, no deberían imponerse cargas desiguales a nadie. Veamos algunas de las traducciones para tratar de apreciar los matices que pueden iluminar mejor su comprensión:

 

Estén sujetos los unos a los otros, por reverencia a Cristo. (DHH)

Sométanse unos a otros por respeto a Cristo. (NBV)

Sírvanse unos a otros por respeto a Cristo. (PDT)

Guárdense mutuamente respeto en atención a Cristo. (BLPH)

Cultiven entre ustedes la mutua sumisión, en el temor de Dios. (RVC)

Ustedes, que honran a Cristo, deben sujetarse los unos a los otros. (TLA)

Subordinándoos unos a otros en el temor de Cristo. (NTI) 

El apóstol estableció “su principio general, es decir, que hemos de vivir una vida caracterizada por el hecho de someterse unos a otros. Luego aplica este principio a tres ejemplos particulares, esposas y esposos, hijos y padres, siervos y amos”.[5] Y ese principio va a ser en verdad subversivo, pues al apuntar hacia la parte débil (esposas, hijos, siervos) no hay ninguna sorpresa; lo sorprendente está en que apunta también a la parte fuerte (esposos, padres, amos) y es en ella donde el impacto de la enseñanza es mayor. La subordinación de tipo militar (“colocar debajo” o “someter”) de la que se habla es recíproca y voluntaria: “El pronombre recíproco (gr. allêlois), unos a otros, no deja lugar a dudas y establece, de una vez por todas, una diferencia sustancial con cualquier esquema de poder jerárquico y vertical. Es una cualidad mutua y recíproca, horizontal”.[6] Además, la sumisión mutua es en atención al “respeto” de Cristo, como principio absoluto y superior: “El cristiano no se limita a hacer cosas porque sean buenas y correctas y porque esté mal hacer otras cosas; lo que distingue al cristiano es que todo lo hace ‘como al Señor’, ‘en el temor de Cristo’, porque Cristo es su Señor. Esto revoluciona todos nuestros pensamientos”.[7] 

Esposas y esposos a la luz de Cristo (5.22-33)

Las derivaciones de ese principio fundamental se aplican en primer lugar a la relación conyugal entre esposo y esposa con base en el modelo de la relación entre Cristo y la iglesia. Lo que entra en juego es cómo se relacionan la sumisión y el amor en el comportamiento de cada cónyuge: el gran punto de quiebre aparece en el v. 25, pues en 22-24 se equipara la sumisión de la mujer con la de la iglesia. “Como al Señor significa que la mujer se somete a su esposo como se somete a Jesús, su Señor, en respuesta a su amor que la dignifica y restaura, que la salva y transforma”.[8] Al referirse a que los esposos deben amar a sus mujeres como Cristo a la iglesia con una afirmación subrayada: “¡Amen a sus mujeres!” (25) la exigencia dirigida a los maridos es totalmente cristológica, pues el amor de Cristo se mostró “como entrega de sí mismo en favor de la iglesia”.[9] El énfasis reivindicador es claro: “Lo que es realmente emancipador en nuestro texto es que, al referirse en los tres casos a la segunda parte (esposos, padres, amos), es a esta a la que se le dedica más espacio y se le dan instrucciones más detalladas sobre la manera en que han de expresar la sumisión. Esto es notable en el caso de los esposos. Es algo que simplemente no sucede en los códigos conocidos de aquellos días y culturas. Además, ¡son los “sometidos” quienes mejor encarnan la actitud de Jesús!”.[10]

 

En el caso del marido significa abandonar deliberadamente sus privilegios patriarcales, de pater familias, para asumir la actitud de amor-entrega. Esta actitud no surge de la condescendencia sino del amor que no tolera ver a quien ama en una condición de marginación y abuso. Así, el marido ha de entregar su vida por la mujer y hacer suya la lucha por su dignificación y valoración como compañera del camino, en igualdad de condiciones, posibilidades y oportunidades en el ministerio y en la vida. Y esto lo ha de manifestar en su trato cotidiano.[11] 

La reflexión de los vv. 26-29 conecta las acciones amorosas de Cristo para la iglesia con lo que debe hacer el esposo al amarla como a sí mismo (28-29). El recuerdo de Génesis 2.24 subraya la unidad que representa la unión integral entre el esposo y la esposa para ser una sola carne. 

Padres, madres e hijos/as en la mutualidad cristiana (6.1-4)

Pablo se enfrentó al modelo tradicional y patriarcal de la familia; en este código familiar se refleja la realidad de su época. Aunque parece reforzar la estructura prevaleciente, aparecen notas profundamente liberadoras. Ellas son las que rescatan la dignidad de la familia para ser sana y bien nutrida. No bastaba con mantener el orden mediante disciplina y autoridad sino que también era necesario mostrar una buena sensibilidad hacia las nuevas generaciones. Aunque en un principio se exhorta a los hijos/as a obedecer (que era de esperarse, v. 1a), se subraya la pertenencia a Cristo (1b), lo que viene a complementar su filiación, destacada por la ley antigua (2-3): “En lugar de simplemente mantener el orden con disciplina y autoridad, el padre es amonestado a promover la formación de sus hijos e hijas y fomentar su desarrollo integral. Lo administrativo debe ir de la mano de lo pedagógico. Lo que es cierto para toda la comunidad cristiana, lo es también en el hogar”.[12] La intención es colocar a la familia como vanguardia del Reino de Dios en el mundo mediante su accionar cotidiano. Los padres deben saber reconocer cuando ejercen excesos con sus hijos y necesitan valorar su actuación (v. 4). La crianza debe ser un proceso pedagógico dirigido con amor, ternura y comprensión. 

Conclusión

 

La familia de Dios deja de ser un concepto creíble si no está subdividida en familias humanas que demuestran el amor de Dios. ¿Para qué sirve la paz en la iglesia si no hay paz en el hogar? [...] Estas dos responsabilidades (el hogar y el trabajo por un lado, y el combate espiritual por el otro) son bastante diferentes entre sí. El esposo y la esposa, los padres y los hijos, los amos y los siervos son seres humanos visibles y tangibles, mientras que “los principados y potestades”, atrincherados en contra de nosotros, son seres demoníacos, invisibles, e intangibles. Sin embargo, si nuestra fe cristiana ha de tener algún valor práctico, debe ser capaz de afrontar ambas situaciones. Debe enseñamos cómo comportarnos cristianamente en el hogar y en el trabajo, y debe capacitamos para luchar en contra del mal de tal manera que estemos firmes y sin caer.[13]



[1] J.A. Mackay, El orden de Dios y el desorden del hombre. La epístola a los Efesios y este tiempo presente. México, Casa Unida de Publicaciones, 1964, p. 209.

[2] Heinrich Schlier, Efesios. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1991, p. 328.

[3] Jordi Sánchez Bosch, “Carta a los Efesios”, en Armando Levoratti, ed., Comentario bíblico latinoamericano. Nuevo Testamento. Estella, Verbo Divino, 2007, p. 937.

[4] Ibid., p. 938.

[5] D. Martyn Lloyd-Jones, La vida en el Espíritu en el matrimonio, el hogar y el trabajo. Una exposición de Efesios 5.18-6.9. Grand Rapids, TELL, 1983, p. 63.

[6] Mariano Ávila Arteaga, Efesios. T. 2. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2018, p. 134.

[7] M. Lloyd-Jones, op. cit., p. 64.

[8] M. Ávila Arteaga, op. cit., p. 145.

[9] H. Schlier, op. cit., p. 335.

[10] M. Ávila Arteaga, op. cit., p. 144.

[11] Ibid., p. 149.

[12] Ibid., p. 165.

[13] J.R.W. Stott, La nueva humanidad. El mensaje de Efesios. Quito, Ediciones Certeza, 1984.

domingo, 19 de mayo de 2024

Asumir la vida con sabiduría (Efesios 5.15-20, Colosenses 4.5), Pbro. Silfrido Gordillo Borralles

19 de mayo, 2024

15 Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, 16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. 17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. 18 No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, 19 hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; 20 dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Trasfondo

Varias de las cartas del apóstol Pablo fueron escritas desde la cárcel. Ésta de Efesios no es la excepción. Me admira a este apóstol la entrega y capacidad para escribir estas cartas que conocemos como paulinas, el conocimiento que tiene de cada iglesia, cada ciudad y hasta de cada persona de las comunidades. Una mente extraordinaria, brillante, bien estructurada, sistematizada, con una capacidad cultural, política, económica, teológica, filosófica, de derecho, no solo de la cultura romana, también judía y griega. Podríamos decir que Pablo era el apóstol más globalizado del planeta en el siglo 1 de la era cristiana.

No solo es la capacidad para escribir, sino para vivir y resistir desde el evangelio. Luchas, problemas, cárcel y amenaza de muerte (perseguido, apedreado, latigueado y a punto de ser decapitado) nunca pierde la fe ni la esperanza en Cristo, de que en esta vida o en la venidera vive y muere para Cristo. Tiene una capacidad de resistencia y de resiliencia. Toda una fuerza interior para afrontar la vida y sus avatares, fuerza que no es por sí sola, sino que es una fuerza que viene de parte de Dios a través de su Espíritu, del Espíritu Santo. Un ser incansable, inagotable, que mientras respire, mientras viva, seguirá danto todo a la Iglesia, pero por sobre todas las cosas seguirá entregando su vida a Cristo, aquel por quien Dios su vida y le llamo. Pablo un verdadero discípulo de Jesús.

Hay hombres y mujeres como Pablo, y no porque sean masoquistas, sino porque tiene un amor profundo por Cristo y su Cuerpo que es la Iglesia. Tienen una visión clara de lo que es asumir y vivir el evangelio. No se desmoronan ni desmoralizan, por el contrario, en medio de todos los problemas que viven, toman fuerza y los combaten, pero no con armas de guerra, sino con la fe, la palabra y la pluma, dejando que sus escritos inspirados, como Pablo, por el Espíritu Santo, resuenen, que va, que retumben en los oídos y corazones de las personas, para que esta Palabra genere el cambio y los convierta en personas transformadas para la gloria de Dios. ¿Qué mayor ministerio que este? El que la palabra escrita y encarnada sea predicada, para que las personas sean humanizadas, dignificadas, traídas a los pies de Cristo, sean nuevas criaturas, con una mente y vida nueva y transformadas, para que nuestro mundo sea diferente. 

Nuestro mundo necesita seres nuevos; hombres y mujeres, pequeños y adultos.

La iglesia de Éfeso es una de las iglesias más cosmopolitas a la que el apóstol forma y pastorea, vaya lío de iglesia a la que el apóstol y sus miembros vivieron, para ello se necesita de una mente no abierta, sino conocedora y capaz de afrontar, no sobrellevar la situación, sino de dirigirla, de encaminarla y reencaminarla cuando sea necesario, con el poder del Evangelio. El evangelio llega y puede parecer algo novedoso, pero es una más entre tantas religiones de misterio, que entre todas puede sincretizarse, mezclarse, y quedar como parte de todo lo religioso que hay. U otra de las cosas que podía ocurrir, es que simple y llanamente se pasara por alto, ya que podría verse como anticuadas e inadecuadas. Bien lo dice el doctor Mariano Ávila en su comentario carta a los Efesios “En ese panteón religioso, la naturaleza y misión de la iglesia no eran apreciadas ni entendidas. Para la mayoría de los cristianos convertidos de entre los gentiles, todo parecía indicar que el papel de la iglesia en el mundo y la historia era mínimo e insignificante. Mucho menos se pensará que tuviera una trascendencia cósmica”. 

El apóstol no cesa de llamar a la iglesia a una vida digna, solidaria, unida, fraterna, de exhortar a los que se desvían a que vuelvan al camino, al redil, y ya en Apocalipsis, les llama a regresar a su primer amor.

Por eso es interesante que Pablo con esa conocimiento y confianza que tiene de la iglesia de Éfeso, tenga ruego por ellos pero que también les dé imperativos: “Ya no andéis” 4:17, “Sed” 4:1, “Andad” 5:2; 5:8, y el texto que este domingo nos compete “Mirad”.

En versículos anteriores del capítulo 5, el apóstol dice ya no andéis o andad, ahora en el 15, la orden es: “Mirad, pues con diligencia cómo andéis. Tened mucho cuidado de cómo vivís”.

Pablo hace una referencia en este sentido a como se vive en las religiones paganas o de misterio, como terminaban, en orgías y borracheras, a tal grado que se pierde la conciencia, y eso degenera en una deshumanización para el que participa como para los demás, como la familia u otros. En la iglesia no es así ni debe de serlo, en ella, los miembros se honran y se respetan, porque se ven a la luz de Cristo y no de sus estratos o niveles sociales, y por tanto se dignifican, porque el evangelio dignifica. Por eso podemos decir como dice Jorge A. León que evangelizar es dignificar y humanizar al ser humano, no es solo decir Cristo te ama y procurar una decisión personal por Cristo, va mucho más allá, es sentirse perdonado, es la remisión de sus pecados en Cristo y también la integración y completamiento de la imagen de Dios, y es así como se da el completamiento de la condición humana en Cristo. Por eso la pretendida salvación del alma, no es un error de la Biblia, sino un error hermenéutico de aquellos que la predican, ya que las escrituras proclaman una salvación integral, por eso un ser transformado por el evangelio, es alguien diferente, apartado, viviendo la santidad, porque es alguien que escucha la voz de Dios y hace su voluntad. No es aquel que escucha, levanta la mano y se va, o viene solo a escuchar y no pasa nada, sino a aquel que se involucra en las tareas de la iglesia, y sobre todo en la tarea evangelizadora, que es el de vivir y anunciar el reino de Dios.

En esta carta podemos encontrar el tema de la dignidad de Cristo como Cabeza de la Iglesia, y también la dignidad de la Iglesia como Cuerpo de Cristo. 

Tres imperativos para vivir o asumir la vida con sabiduría

Son imperativos que se hacen al creyente

1.  "Vivir no como necios sino como sabios". Ásofoi y Sofía. Un necio es un ser débil, tonto, alguien que no quiere saber de Dios y si lo sabe, no quiere seguirle ni servirle, y no hacerlo desemboca en el alejamiento de él, no tan solo la negación, sino el alejamiento, lo que conlleva a vivir una vida desenfrenada como se vivía en las religiones mistéricas y sus ritos que desembocaban en las orgías y depravación total. Sus obras son detestables, con razón el proverbista pone al necio como alguien que odia el conocimiento y la verdad, hace planes malvados, rechaza la disciplina, habla con perversidad, es iracundo, orgulloso, mentiroso, desprecia a su madre, trae dolor a la familia, comete inmoralidad sexual, y dice “no hay Dios”. Jesús dice que no llamemos necio al hermano, no llamar raca, no que las decisiones no sean necias y absurdas, sino que llamarle así, es un juicio condenatorio, y es como decir, que queda fuera del alcance de Dios, y por tanto, condenada para siempre. Es como decir “maldito seas”. Por eso Pablo en un imperativo, dice, vivan, no como necios, que se apartan de Dios, sino como sabios.

 

2.  "No seáis insensatos, sino entended la voluntad de Dios". Áphrones, sin seso, sin cerebro. Es el que carece de sensatez, de prudencia, de buen juicio, cordura, sentido común. Cree que se la sabe de toda a todas. Pablo dice, que hay que entender cuál es la voluntad de Dios, esa voluntad que nos enseña, nos encamina, nos hace entender nuestra situación, nos concientiza de cómo estamos, y que quiere que hagamos. La voluntad de Dios en el AT está relacionada con el pacto, la alianza, la ley de Dios. Aquel que hace su voluntad, e sujeta, se somete a vivir bajo estos mandatos de Dios, como el no robarás, no matarás, no. Aquí en el NT no son simples reglas morales, sino éticas que tiene que ver con el amor al prójimo, el respeto, la dignidad del hermano, hermana, máxime como imagen de Dios. Es el vivir nuestra espiritualidad cristiana y no una moralidad que conlleva a prohibiciones solamente. Así, podemos decir que “el alma de nuestra fe es una espiritualidad enraizada en la Palabra e inspirada en el modelo de Jesús y en la pasión por su Reino” (Harold Segura). 

Como bien dice el Dr. Harold Segura: “La espiritualidad cristiana es integral porque nos llama a reconocer y vivir el señorío de Dios sobre toda la vida y sobre toda su creación, al mismo tiempo que nos convoca a comprometernos con su Reino en la transformación de todo lo creado conforme al sueño de redención del Creador”. “La espiritualidad es vida para la vida y fe puesta en práctica en todos los espacios de nuestra cotidianidad”. Así lo enseñó y así lo vivió nuestro gran modelo de espiritualidad que es Jesucristo. El Sermón del Monte es una de las grandes enseñanzas.

 

3.  “No os embriaguéis con vino, sino sed llenos del Espíritu Santo”.

Desenfreno, perdidamente = Asotía, lo contrario de sotería, salvación

Sobria embriaguez. Es una orden, todo cristiano debe estar llenándose siempre del Espíritu, y no es que nos llenemos, sino, que es dejarnos llenar. No es un líquido o sustancia la que nos llena, sino una persona, y, por tanto, es dejarse llenar y que nos tome y use para vivir la voluntad del Señor. Embriagarse con vino o con el espíritu, es dejarse controlar, solo que el vino es para disolución, desvinculación, desunión, rompimiento, y con el Espíritu, es para salvación, para vida, para unión, fraternidad, para vivir los valores del Reino de Dios. “Platón escribió que la vida es sueño de gente despierta. Pero a san Juan Crisóstomo le pareció esto demasiado y lo corrigió diciendo que no, que la vida no es sueño de gente despierta, sino de gente dormida, porque el tiempo aquí es tan corto que cuando despierta ha llegado la hora de la partida” (Juan Antonio Monroy, Entre la vida y la muerte. Terrassa, CLIE, 1994, p. 37.)

sábado, 11 de mayo de 2024

Vivir como hijos e hijas de la luz (Efesios 5.8-14), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

12 de mayo, 2024

Por tanto, vivan como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu se manifiesta en toda bondad, justicia y verdad),

Efesios 5.8b-9, Reina-Valera Contemporánea 

Trasfondo

En Ef 5.8ss el apóstol recupera la gran metáfora bíblica de la luz a fin de insistir en la necesidad de que la vida nueva se manifiesta abiertamente en un mundo de tinieblas y sombras. En Romanos 13.12 habla de la necesidad de revestirse con “las armas de la luz”. En II Corintios 4.4, 6 habla del surgimiento de la luz enviada por Dios en Cristo. Con ello da continuidad a la oración referida en 1.18: “Pido también que Dios les dé la luz necesaria para que sepan cuál es la esperanza a la cual los ha llamado, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. En Colosenses 1 también aparece esta metáfora cuando dice que Dios ha hecho dignos “para participar de la herencia de los santos en luz” (1.12) y que “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (1.13). Pablo usa ese lenguaje para ofrecer razones adicionales para que la comunidad nueva no se comprometa con la conducta de las personas inmorales. Aquí no se basa ya en el futuro (el juicio final) sino en el pasado y el presente, esto es, lo que sus lectores eran antes y lo que son ahora. 

Ser luz en medio de las tinieblas (5.8-12)

Todo el párrafo juega con el rico simbolismo de oscuridad y luz. “La ‘oscuridad’ representa ignorancia, error y maldad; la ‘luz’ representa la verdad y la rectitud. En 4.17-18 ya ha pintado el entendimiento oscurecido de los paganos. Antes, sus lectores eran como ellos: ‘en otro tiempo eran tinieblas, mas ahora son luz en el Señor’” (v. 8).[1] En este contraste resuena la oposición, muy de la cultura griega, entre los énfasis apolíneos (ligados a la luminosidad, a la luz del día) y los dionisíacos (relacionados con los actos oscuros, eminentemente nocturnos), tal como lo expuso Friedrich Nietzsche en El nacimiento de la tragedia. En la comunidad de Qumrán sus integrantes se referían a sí mismos como “hijos de luz” para diferenciarse de los “hijos de las tinieblas”, que incluían no sólo al resto del pueblo judío que no formaba parte de ellos sino también a los gentiles. Aunque este sentido “no era tan significativo para las personas que vivían en Asia Menor, que sin embargo estaban bajo la fuerte influencia del incipiente gnosticismo en el cual ‘luz’ y ‘tinieblas’ eran también metáforas poderosas”.[2] El documento Guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas muestra el conflicto temporal y escatológico entre ambas instancias.

El teólogo costarricense Victorio Araya-Guillén, en su enjundioso y persistente acercamiento al tema de la luz, encuentra que:

 

Los creyentes (conversos) constituyen la comunidad de quienes han optado por vivir como hijos e hijas de la luz (Ef 5.8-11), es decir, como miembros de una comunidad que da testimonio de la luz. Pertenecemos a la luz para irradiar en el mundo la luz del Reino de Dios y su justicia (Mt 6.33). “No pertenecemos a la noche, ni a la oscuridad” (I Tes 5.5; Jn 12.36). […] Pablo compara a los creyentes con lumbreras que viven en medio de esta malvada generación, “brillan como lumbreras del mundo, manteniendo el mensaje que da vida.[3] 

Se espera, entonces que esa luz dé frutos, como bellamente dice la versión Dios Habla Hoy: “…pues la luz produce toda una cosecha de bondad, rectitud y verdad”. Todo como obra del Espíritu. “Vivir como hijos e hijas de la luz debe producir frutos tales como la bondad, la justicia y la verdad (5.9); implica no ser cómplices de la oscuridad ni dejarse cegar por ella; sus falsas creencias y obras deben ser denunciadas públicamente (5.11, 13)”.[4] Se debe comprobar lo que agrada al Señor (v. 10) y no transigir con “las obras infructuosas [que no dan fruto] de las tinieblas”, las cuales deben ser denunciadas proféticamente (v. 11):

 

Es tarea ineludible de la nueva humanidad denunciar proféticamente los males que se manifiestan dentro de la iglesia y también en la sociedad. La iglesia lo hace por medio de su conducta social irreprochable, como hijos e hijas de luz, que es en sí una propuesta de una manera alternativa tejer cotidianamente la vida comunitaria (4.17-5.14) de vida comunitaria […]; por su rechazo de las normas que gobiernan a la sociedad, lo cual constituye una forma de resistencia no violenta; y, finalmente, por medio de una denuncia valiente y honesta de los males que la sociedad practica. Rara vez vemos a las iglesias obedecer este llamado.[5] 

Cristo nos alumbrará (5.13-14)

La luz tiene la capacidad de evidenciar las cosas más ocultas (13). Poner al descubierto la maldad es parte de su tarea dado que “la luz lo manifiesta todo”. Es preciso hacer visible (gr. faneroutai) lo que destruye la vida humana y la creación, mostrar las cosas como son en realidad. Es preciso que la luz que proviene del Señor ilumine todo lo que somos hacemos y pensamos, pues somos llamados a vivir como “seres de luz”, exactamente igual que nuestras madres fueron y lo han sido. “Cuando la luz descubre lo que las cosas perversas son en realidad, se abre la posibilidad de un cambio. […] la función iluminadora de la luz para hacer visible lo que otros ocultan e incluso convertirla al bien”.[6] A eso se refirió el Señor cuando afirmó que nadie enciende una lámpara para ocultarla sino al contrario, “la pone en un lugar alto para que alumbre a todos” (Mt 5.15), después de decir a los discípulos que eran “la luz del mundo”. Finalmente, el texto vislumbra, mediante un breve himno bautismal (v. 14), lo que acontece con la llegada de la luz del Señor para sacar a las personas de su modorra, de su sueño mortal:

 

La última parte del v. 14 trata de la luz transformadora de Cristo. Es sin duda un material tradicional […]. Estas palabras representan una confesión o afirmación hímnica que llama a las personas a despertar de su oscuridad y a experimentar la transformación que ofrece el Cristo resucitado. Es posible que la redacción proceda de Isaías 26.19 y 60.1 que tratan de la resurrección y la luz. Pablo describe el proceso por el que la oscuridad se convierte en luz y muestra por qué la afirmación de 5.8 es verdadera: los creyentes experimentan una resurrección con Cristo y son transformados por la luz vivificante.[7] 

Se requiere, por tanto, una resurrección constante, otro énfasis de la teología paulina para ser iluminado por el Señor. El llamado es “a renunciar a las fuerzas de la oscuridad para vivir en la plenitud de la vida del Reino del Mesías Jesús y vencer las tinieblas como Jesús las venció”.[8] 

Conclusión

“No podemos alumbrar sin un constante proceso de discernimiento. Toda la vida ha de ser dirigida por aquello que encaja con Cristo, le es agradable a él, y es adecuado para su pueblo. […] la ‘separación’, la distinción que hemos de encarnar es algo que procede del centro de nuestro ser. Vivimos la integridad de nuestras almas. Sólo podemos ser luz si vivimos la verdad de nuestra relación con Cristo. Deja que tu luz alumbre”.[9] Vivir como hijos e hijas de la luz es la vocación a que hemos sido llamados como parte de la nueva humanidad y de la nueva comunidad.



[1] John R.W: Stott, La nueva humanidad. El mensaje de Efesios. Quito, Ediciones Certeza, 1987, p. 191.

[2] M. Ávila Arteaga, Efesios.T. 2. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2018, p. 110.

[3] V. Araya-Guillén, “La comunidad de los hij@s de la luz”, en Luz sin ocaso. El símbolo de la luz en la Biblia. Alajuela, edición de autor, 2014, p. 68. Énfasis agregado. Cf. Ídem, Caminata en la luz. 40 días en el camino de la luz. Meditaciones bíblicas. Alajuela, edición de autor, 2015.

[4] Aquiles Ernesto Martínez, “‘Firmes y de pie’. Violencia, resistencia y contra-discurso en Efesios 6.10-20”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 68, 2011/1, p. 106.

[5] M. Ávila Arteaga, op. cit., pp. 114-115.

[6] Ibid., p. 116.

[7] Klyne Snodgrass, Efesios. Del texto bíblico a una aplicación contemporánea. Miami, Vida, 2012, p. 329. Énfasis agregado.

[8] M. Ávila Arteaga, op. cit., pp. 114-115

[9] K. Snodgrass, op.cit., p. 342. Énfasis agregado.

*

Las madres son seres de luz

inextinguible y profunda

siempre presente en los momentos

álgidos en los que las sombras acechan

y pretenden dominarlo todo

 

Son la luz divina enviada por su amor

desde la eternidad cercana

fuente de paz / de cariño / de sabiduría

 

Con la paciencia recibida como don

de lo alto / acompañan y guían

dando pautas claras para la vida

 

Encarnan en ellas la pasión constante

por formar mejores personas

y aunque son bastante incomprendidas

no cejan en su afán interminable

por hacer un mundo más justo

a través de sus hijos/as

 

Compañeras de Dios en el esfuerzo

por traer su reino a la realidad

ponen su vida al servicio de todos [Pr 31]:

la recompensa del Señor las espera

puntualmente

 

LC-O

11.5.24

 

“Dones”, Luis G. Urbina

Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría

ingenua; su ironía

amable: su risueño y apacible candor.

¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía,

tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

 

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,

el anhelo nervioso e incansable de amar;

las recónditas ansias de creer; la dulzura

de sentir la belleza de la vida, y soñar.

 

Del ósculo fecundo que se dieron dos seres

el gozoso y el triste- en una hora de amor,

nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres

quien me ha dado el secreto de la paz interior.

 

A merced de los vientos, como una barca rota

va, doliente, el espíritu; desesperado, no.

La placidez alegre poco a poco se agota;

mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota

de mis ojos la lágrima que la madre me dio.

sábado, 4 de mayo de 2024

Imitar a Dios en una vida de amor (Efesios 5.1-7), Pbro. L. Cervantes-Ortiz

5 de mayo, 2024

Ustedes son hijos de Dios, y él los ama. Por eso deben tratar de ser como él es.

Efesios 5.1, Traducción en Lenguaje Actual

Trasfondo

En Efesios 5 el texto apostólico se centra en la conducta que debe experimentarse en la nueva humanidad y en la nueva comunidad. Las exigencias para conseguir que la novedad de vida se exprese en la cotidianidad debían marcar una clara diferencia con el contexto en que se desenvolvía la comunidad de fe integrada, como ya se ha visto, por personas de diversos orígenes religiosos y culturales, de una manera un tanto similar a como sucede en la actualidad. La insistencia paulina en la integración en medio de la diversidad obligaba a insistir en la manera de conformar la comunidad con base en una serie de perceptos, principios y valores que efectivamente pudieran relacionarse con la obra de Dios en Jesucristo. El énfasis recae en lo que afirman las primeras palabras del cap. acerca de la imitación de Dios. Ése será el punto de partida para todo lo que sigue: mimetizarse (mímetai) con Dios para parecerse a él. 

Imitar a Dios y vivir en amor (5.1-4)

 

En 5.1 se exhorta a los que antes fueron gentiles y ahora son santos y creyentes, a que “imiten” a Dios de tal forma que realicen su vida en el amor. […] este llamamiento a ser “imitadores” de Dios va dirigido a los cristianos como tales, que son tékna agapetá [hijos amados]. La “imitación” de Dios es posible para sus “hijos amados”, y se espera de ellos. Evidentemente, hay relación íntima entre la condición de hijos y la imitación. Se expresa en san Pablo en I Cor 4.14. También según Mt 5.44 los hijos deben obrar como obra el Padre.[1] 

La mímesis que propone el texto debe acompañarse con el amor y con la entrega que reproduzca la del Señor Jesús, quien se entregó como ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (2b). “Primero fue la imitación de Dios. Ahora somos llamados a andar en los pasos de Jesús y a mostrar el mismo amor entrega que él ejemplificó. Es importante no limitar la entrega de Jesús a su sacrificio en la cruz; sin duda esa es la culminación. […] Cada acto, cada encuentro con diversas personas, sus enseñanzas y sanidades, su predicación y compañerismo con todo tipo de personas, eran muestras de la entrega de su vida para beneficio de ellas”.[2] Amar en la entrega de la vida por los demás, pues no hay en el amor cristiano rasgos de sentimentalismo o evasión romántica de las duras exigencias de la realidad. El amor consiste, definitivamente, en dar la vida: “El corazón de la ética cristiana se encuentra en la imitación de Dios y en el seguimiento del ejemplo de Jesús. Su amor entrega ha de ser la marca distintiva de nuestras relaciones comunitarias. Ese es el camino estrecho por el que debemos andar como la nueva humanidad de Dios. Solo así se construye cotidianamente el shalom y se eleva una adoración que es agradable a Dios”.[3]

Con ello en mente, la exhortación se encamina a exhortar para que se superen varios de los excesos propios del ambiente: fornicación (porneía), inmundicia, codicia (robo, despojo, saqueo, expropiación), obscenidad, necedad, ni truhanerías (3-4). Hacer todo eso es contrario a lo que es propio del pueblo santo de Dios, dado que es una nación alternativa que se está construyendo en el mundo. La contraparte de todo ello es la acción de gracias (eujaristía), esto es, la virtud de agradecer que se halla ilustrada en la carta que abre con una larga expresión de gratitud (1.3-14), y cierra la primera mitad con el apóstol dando gracias a Dios de rodillas (3:14-21).[4]

No participar con ellos (5.5-7)

Practicar esas cosas impide participar en los beneficios del Reino de Dios. Ese reino excluye a quienes viven para sí mismos, para satisfacer sus pasiones, servir a sus propios dioses y que no viven para la gloria de Dios (1.3-14). Además, debe haber una buena prevención para no dejarse engañar con palabras huecas y Pablo, por segunda vez en la carta (4.14, 22) alude a los falsos maestros. Podría tratarse de engañadores que se estaban dentro de las iglesias que se reunían en las casas (Hch 20.29-30) y también de la propaganda estatal e ideologías prevalentes en las culturas de esos días. Era (y es) necesario estar muy alertas. “Detrás de los engañadores (sofistas, filósofos, poetas, propagandistas del imperio y falsos maestros en las iglesias) están las fuerzas de maldad de las regiones celestiales con sus planes astutos para apartar y desviar a la gente y aun a los creyentes”.[5]

Vivir en la desobediencia (6b) es someterse a los poderes tiránicos de este mundo hostiles a la vida de Dios y al shalom de la humanidad. Significa que no ha habido liberación de la muerte (2.1-3) ni recibido la nueva vida, característica de la nueva creación (2.4-10). Es estar lejos de la vida que proviene de Dios (4.18). El que se aferra a esa actitud de muerte atrae sobre sí, ya en el presente, el castigo de Dios que viene (en tiempo presente) sobre ellos. “Así es como Pablo hace su lectura teológica de la inmoralidad prevaleciente en sus días: la entiende como un abandono de Dios, dejando a mujeres y hombres vivir según sus opciones. Ése es el castigo de Dios. Si esto es así, los cristianos han de evitar a toda costa un estilo de vida que ha atraído sobre la humanidad la ira divina”.[6] 

Conclusión

“Pablo no está prohibiendo todo contacto o asociación con tal gente. Si así fuera no podríamos llevarles las buenas nuevas ni buscar apartarlos de sus malos caminos. […] La palabra griega summetochoi se refiere a la participación y no a la asociación, y la prohibición significa: ‘No tengan ustedes, pues, ninguna parte con ellos’ (VP)”.[7] La imitación de Dios para los creyentes debe producir resultados tangibles que marquen una diferencia efectiva con los valores predominantes en el mundo, de tal modo que sea visible la nueva forma de humanidad que Dios está creando en medio de él. Esa mímesis hará presente al propio Dios entre los seres humanos y en las estructuras sociales, necesitados todos de la acción divina para su completa transformación.



[1] Heinrich Schlier, Carta a los efesios. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1991, p. 302.

[2] M. Ávila Arteaga, Efesios. Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2018, p. 97.

[3] Ibid., p. 98.

[4] Ibid., p. 105.

[5] Ibid., p. 108.

[6] Ibid., p. 109.

[7] John R.W. Stott, La nueva humanidad. El mensaje de Efesios. Quito, Ediciones Certeza, 1987, p. 190.

La paz, el amor y la fe en Dios (Efesios 6.21-24), Pbro. Dr. Mariano Ávila Arteaga

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